🌺 Capítulo 31
🎧 Canción del capítulo: She — Elvis Costello.
Después de buscarla por la toda la fiesta sin éxito, Cailean decidió que tenía que pensar otra solución pues estaba claro que no iba a encontrarla de esa manera. ¿Pero, qué podía hacer?
Se preguntaba, mientras, Jung Sang Woo, su primo y amigo, intentaba convencerlo de que realizaran una breve excursión en barco el mes siguiente a modo de vacaciones. Bien sabía el otro hombre que él no se toma descansos con frecuencia, mejor dicho, nunca, sin embargo, eso no evitaba que intentara convencerlo siempre que surgía la ocasión.
Seguro que la idea era buena, a Sang Woo solía dársele bien planear viajes, no obstante, su cabeza estaba ahora en otra cosa y apenas podía prestarle atención. Puede que incluso hubiese aceptado la aventura sin darse cuenta.
Ya lidiaría con eso después, ahora sus neuronas solo estaban enfocadas en una cosa.
La Sirena.
¿Dónde se había escondido Sienna? ¿Por qué todos menos él la habían visto y hablado con ella? ¿Lo estaba evitando? ¿Sabría siquiera que él también estaba allí?
—¡Me he enamorado! —dijo Luca, amigo y socio de Cailean, acercándose a ellos dos con expresión soñadora.
Si este no hubiese aparecido por detrás y pasado un fuerte brazo por encima de sus hombros, asustándolo, puede que todavía siguiera mentido en ese trance de búsqueda sin respuestas.
—Lo haces todos los días. ¿Quién es la pobre desafortunada esta vez? —bromeó el duque, dando un trago a su bebida.
—¡Shh! —exclamó Sang Woo—. Es mejor que no lo repitas muy alto, las casamenteras están por aquí y no dudarán en llevarte a esa isla como hicieron con él —acabó, señalando a su primo.
—Pues, si esa preciosa rubia vestida del color de una sabrosa copa de vino tinto se parece en algo a las mujeres con las que intentarían casarme, iría con los ojos cerrados —comentó con una sonrisa, rememorando a la belleza que había visto tan solo unos minutos antes—. Lo que no entiendo es como nuestro querido Lord salió de allí soltero.
—No seas insensible, el pobre todavía tiene el corazón roto.
—¿Por qué no dejan de decir tonterías los dos? —protestó Cailean—. Ya te he dicho que no estaba enamorado de Amanda, solo probábamos compatibilidades.
—Tu humor de estas semanas dice todo lo contrario.
—Estoy de acuerdo con Sang Woo, ha sido bastante difícil aguantarte. Los empleados tenían miedo de pasar incluso por fuera de tu oficina...
—Dejen de exagerar, no me pasaba nada. Y tú —añadió refiriéndose a Luca—, muéstranos quien te deslumbró esta vez. Tiene que ser impresionante si incluso te hace pensar en matrimonio.
Los tres hombres empezaron a otear el salón con la mirada en busca de la misteriosa mujer, no era difícil, todos eran bastante más altos que los allí presentes. No obstante, la esquiva dama se hizo esperar antes de ser visible para ellos.
Una maraña de rizos rubios apareció de repente en medio de la multitud, captando automáticamente la atención del trío de amigos.
Allí estaba, en medio de la gente que disfrutaba de la fiesta indiferente a lo que estaba sucediendo. Las personas se fueron apartando como el mar rojo, casi como a cámara lenta, unos para un lodo, otros al otro, desapareciendo sin que importara a donde, para que ellos pudieran ver sin restricciones a quien estaba en el centro.
Sienna.
Ella relucía dentro de aquel espectacular vestido burdeos que le ajustaba la cintura, los finísimos zapatos dorados que le abrazaban los tobillos y más arriba; con la hermosa melena apenas recogida y los labios haciendo juego con el traje.
"Oh, esos labios..."
Pensó el señor Kyong recreándose la vista con ella, incapaz de apartar los ojos.
Normalmente le parecía hermosa al natural, con lo que fuera que tuviera, siempre. Estaba incluso tan acostumbrado a su estilo de vestir anticuado que era incapaz de ver una película vieja sin pensar en ella. Hasta comenzó a encontrar más atractiva ese tipo de vestimenta y pensar que al conocerla le había parecido innecesariamente peculiar.
Ah sí, pero había algo que lo machacaba todavía más, algo que podría ponerlo de rodillas sin que presentara algún tipo de batalla, algo que era capaz de dejarlo completamente desarmado y gustosamente rendido a su merced.
Sería, sin dudarlo ni un segundo, un dispuesto esclavo de esa maravillosamente apetecible boca.
Cuando la Sirena llevaba los labios pintados de algún tono oscuro o rojizo, como esa noche... provocaba que se removiera algo incomprensible y al mismo tiempo delicioso, casi pecaminoso, dentro de él. Era como si despertara alguna especie de bestia hambrienta en su interior que se moría de ganas de ir tras ella.
No estaba seguro de a qué se debía realmente, había reflexionada en varias ocasiones sorbe ello porque no le encontraba mucho sentido a esa debilidad que sentía por esa oscura boca, pero había tantas opciones posibles que no sabía cuál de ellas tenía más peso que las demás.
Le costaba decidir si era por el hermoso contraste que hacían esos colores con la delicada piel de su rostro, por la forma increíblemente perfecta en que remarcaban y delineaban sus hermosos labios o, puede que simplemente fuera porque, por primera vez en su vida, no le importaba que una mujer dejara esas oscuras marcas por todas las partes de su cuerpo que deseara besar.
—Sirena —murmuró caminando hacia ella, esquivando casi de manera automática e instintiva a quienes los separaban, como un hombre hipnotizado.
Ya no existía nada más alrededor para él.
—¿Sisi? —se preguntó Sang Woo casi al mismo tiempo, dispuesto a seguir los pasos de su primo.
Sin embargo, no llegó muy lejos, porque alguien lo retuvo de la chaqueta del traje impidiéndole caminar. Giró la cabeza sorprendido, para averiguar de qué se trataba y se encontró con Luca con una extraña expresión.
—Míralo a él —le dijo este, sin soltarlo.
Sang Woo obedeció, dirigió su atención a Cailean y comprendió rápidamente lo que el otro hombre quería decirle.
Jamás había visto esa peculiar expresión en su rostro. Era una mezcla de fascinación, con alegría, paz, admiración y mucha, mucha calma; como si acabara de llegar a su lugar favorito en el mundo. Como si su vida hubiera recuperado de repente todo el color, como si lo malo del planeta hubiera desaparecido para él permitiéndole al fin descansar tranquilamente en su puerto seguro.
Seguro que así se había visto Ulises al encontrarse por fin con su Penélope.
Incluso había una resplandeciente sonrisa en su cara que pocas veces antes logró ver en él, tal vez nunca la había visto en realidad. Ella lo estaba haciendo brillar sin siquiera tocarlo.
Siguió la mirada de su primo, varias veces de ida y vuelta solo para asegurarse, pero no había dudas, se trataba de ella. La Sirena de Cailean era Sisi, su Sisi. La había encontrado nuevamente justo en el mismo instante en que volvió a perderla, comprendió sintiendo un mordisco en su corazón.
El duque, ajeno a todo menos a ella, la alcanzó por fin y se detuvo justo delante, obligándola a levantar los ojos para encontrarse con los suyos.
Había pensado en tantas cosas quería decirle cuando la tuviera en frente... tenía infinidad de cuestiones que preguntarle, multitud de quejas por haberlo borrado de esa manera de su vida, montones de dudas sobre si estaría ya con alguien más como decían las señoras o, cuanto la había echado de menos...
Sin embargo, no alcanzó a pronunciar más que una incomprensible frase murmurada que escapó de sus labios sin que fuera capaz de notarlo:
—Había olvidado lo deprisa que late mi corazón cuando estás cerca...
Por fortuna o, por desgracia, ella no lo oyó, pues pensaba en el suyo propio. Que rebotaba contra sus costillas cada vez con más velocidad, como un perrito que mueve la cola emocionado al ver aparecer a su dueño.
Sienna había estado distraída buscando a Michael, le prometió que lo encontraría en cuanto saliera del baño, más, había tanta gente allí que era difícil. El lugar era inmenso por lo que toda esa afluencia de personas no resultaba incómoda o agobiante, pero sí dificultaba mucho el hallar a una en concreto.
Y entonces pasó.
Allí estaba él, exactamente delante de ella.
Con un impecable esmoquin color carbón, posiblemente hecho a medida.
Llevaba el pelo peinado hacia un lado, de manera muy favorecedora, dejando al descubierto todas sus facciones. Haciendo resaltar ese magnético par de ojos oscuros, que lucían una mirada incomprensible y deliciosamente reconfortante al mismo tiempo.
El aire salió con lentitud de los pulmones de la señorita Bartlett, hasta que logró escaparse por su boca como un suave suspiro. Después de tantos segundos, minutos, horas, días, e incluso meses, por fin tenía a Cailean otra vez ahí, en persona, en carne y hueso.
Y no sabía qué hacer.
Allí estaba finalmente ese rostro con el que tantas veces había soñado y muchas otras anhelado. Volvía a ser como antes, había cosas que al parecer no cambian, porque otra vez se encontraban cerca, pero increíblemente lejos al mismo tiempo. Seguía deseando poder sentirlo suyo con todo su ser y continuaba sin poder hacerlo, al final era solo eso, un deseo .
Ahora que era real, que lo tenía delante nuevamente, podía decir sin lugar a duda, que todo el periodo que pasó tratando de olvidarlo no había servido absolutamente de nada. El tiempo y la distancia le habían jugado una mala pasada, pues, sólo fue necesaria una mirada suya para derribar todas las barreras de indiferencia que había levantado hacia él durante aquellos meses.
"Está bien, sí era amor." Tuvo que aceptar Sienna.
Había intentado convencerse de lo contrario, incluso gracias a tanta separación casi logró creérselo, más, todo fue solo eso, una tonta ilusión. Sus sentimientos seguían allí firmes, inamovibles y tal vez hasta se habían vuelto más fuertes que antes.
"Oh Cailean, ¿qué has hecho conmigo?" Se preguntó, sintiendo como el dolor volvía adueñarse de su cuerpo, al menos ahora estaba mezclado y anestesiado gracias a la alegría que le producía poder verlo otra vez.
Si alguien le pidiera que le contara que fue lo que sucedió después de ese inesperado encuentro no sería capaz de responder, porque todo se convirtió en un confuso borrón luego de emborracharse con el hipnótico destello que desprendía esa mirada. Mirada que parecía acariciarla y quemarla al mismo tiempo.
¿Qué querían decirle esos ojos? ¿Qué le pedían? ¿Qué escondían?
Ninguno de los dos fue capaz de decir nada al principio. Permanecieron quietos en su sitio sólo contemplándose, volviéndose a llenar con la imagen del otro después de tanta separación. Tratando de sentirse, pero sin atreverse a tocarse, controlando a duras penas las ganas de fundirse en un abrazo, de perderse al menos por un momento en los brazos del otro.
Había llovido mucho desde la última vez que sus manos se rozaron...
Sin embargo, mientras ella sabía a que se debía la inmensidad de sentimientos que trataban de aplastarla en ese momento, el duque apenas estaba seguro de que como lidiar con todas esas cosas que solo ella parecía ser capaz de remover dentro de él.
—Hola Cailean —dijo casi en un susurró, no había sido su intención, pero las traicioneras palabras se negaban a salir ahora.
—Hola Sirena —contestó él de igual manera.
"Te eché mucho de menos" quiso decir el señor Kyong, pero no fue capaz.
—¿Cómo has estado? —preguntó ella en su lugar.
Aunque no era eso lo único que quería saber. Deseaba conocer cómo se sentía, si le dolía mucho su ruptura con Amanda, si su pobre corazón roto empezaba a sanar, si necesitaba un hombro en el que llorar... tantas cosas, ¿por qué no era capaz de expresarlas en voz alta?
—Trabajando —contestó escueto—. ¿Y tú?
"No, no era eso lo que querías preguntar. Necesitabas saber si estaba bien, porque desapareció de ti, porque te dejó fuera de su vida, por que se escondió en la isla sin siquiera decírtelo. Eran amigos... ¿verdad?"
Pero, sobre todo, estaba a punto de perder esa desesperada batalla con su cuerpo, esa que le pedía que la apretara con fuerza y la retuviera allí hasta cansarse. Incluso había dado otro paso adelante para atraparla y acercarla de una vez por todas, cuando los interrumpieron.
—¿Sisi? ¿De verdad eres tú? —preguntó Sang Woo aproximándose a ellos, dudoso.
Le había mucho costado decidirse a hacerlo. No le parecía bien interrumpirlos, pero, al mismo tiempo quería acercarse a ella, hablarle, saludarla, volver a pasear juntos por todos los recuerdos que tenían juntos, aunque fuera solo por un instante. Finalmente se decidió a abordarlos al ver la rigidez en el cuerpo de su primo, estaba claro que necesitaba un empujoncito para decidirse a ir por ella finalmente y él estaba más que dispuesto a dárselo.
Era una decisión extremadamente difícil y al mismo tiempo, increíblemente sencilla. Nunca se imaginó renunciando a la doctora cuando por fin reuniera el valor de volver a buscarla, no obstante, ahora que los había visto a los dos juntos, era más que evidente que no cabía nadie entre Sienna y Cailean.
Eso le pasa por dejar que el miedo y las dudas lo gobernaran durante tanto tiempo, se convertía en un perdedor. Pensaba mientras contemplaba a la hermosa mujer con un cariño apenas olvidado.
Una conocida voz sacó a la señorita Bartlett de su hipnótica situación, aunque tuvo que pestañear varias veces antes de por fin registrar la llamada del mundo exterior. Esos ojos café con destellos verdes la tenían total y completamente presa.
—¿¡Doctor S!? —exclamó cargada de sorpresa e incomprensión al verlo—. ¿De verdad estás aquí Sang Woo?
—Sienna... —dejó él salir en un suspiro, antes de abrazarla con todas esas ganas que tenía acumuladas y que probablemente ya no podría volver a complacer—. No puedo creer que seas tú.
Todo el impulso que al duque le había faltado para atraerla hacia él, le había sobrado a Sang Woo. Siempre había sido así, él era el más decidido e impulsivo de los dos. Salvo cuando se trató de Sienna, entonces se dejó capturar por el temor, la inseguridad y las dudas; más ahora, que sabía que no tendría muchas más oportunidades para estar con ella de esa manera, pensaba aprovecharlas.
Tuvo que acabarse todo su tiempo para darse cuenta de lo que realmente estaba perdiendo, ¿cómo pudo ser tan cobarde? Solo esperaba que su primo no cometiera el mismo error o lo lamentaría durante el resto de su vida. No, él no pensaba permitir que eso sucediera. Sobre todo, después de ver la mirada en los ojos de ella.
Empujaría a ese idiota a lo largo de todo el camino hasta Sisi si era necesario.
Aunque eso lo matara lentamente durante el proceso.
—¿Se conocen? —cuestionó Cailean, reprimiendo a duras penas las intensas ganas que tenía de estirar el brazo y separarlos con sus propias manos.
—¡Claro! Esta es Sisi, te hablé mucho de ella, primo.
—¿Sisi? ¿Esa Sisi? ¿Tu amiga de la Universidad? ¿Es ella? ¿Es Sienna? —la inquietud se instaló dentro del pecho de Cailean, esa mujer siempre fue especial para Sang Woo.
—¿Primo? —preguntó la señorita Bartlett al mismo tiempo.
—Así es, la misma —respondió al duque, antes de volver a centrarse en la doctora, a quien todavía no había soltado—. Y sí, para desgracia de él soy su primo pequeño, el que se llevó la belleza e inteligencia de la familia —bromeó.
—Creía que ibas varios cursos por delante, Sienna. ¿Cómo pudieron ir juntos?
—Porque ella ya estaba trabajando allí cuando yo fui. De hecho, soy incluso un par de años mayor —Sang Woo la miró con una cariñosa sonrisa, esa que solo suele aparecer con el primer e inocente amor de juventud—. Fue mi directora de tesis, una muy dura diría yo.
—¡No es cierto! Te ayudé en todo y encima me dediqué a mostrarte los mejores sitios de la ciudad. Eso no entraba dentro de mis competencias laborales —bromeó.
—Era lo menos que podías hacer después de todas las horas que me hacías trabajar —dijo a modo de reproche, pero no era real.
La cómoda familiaridad que veía entre ellos dos, a pesar de los años que llevaban sin verse, irritaba cada vez más al duque, ¿por qué siempre tenía que ser tan distante con él, mientras era perfectamente capaz de ser todo calidez y sonrisa con el resto de los hombres que conocían?
¿Sería acaso que la incomodaba? Tal vez incluso le resultaba desagradable.
Además, si Sang Woo solo era unos dos años mayor que ella, significaba que él tenía al menos siete más. Por dios... incluso era demasiado joven para él, cuando ella nació él ya iba a la primaria. ¿Qué hacía pensado de esa forma de ella?
Tal vez eso fuera lo que hacía sentirse incómoda con él, que era prácticamente un viejo para estar a su lado. La edad nunca fue algo lo preocupara antes, de hecho, era bastante joven aún, sin embargo, puede que la Sirena no lo viera de la misma manera, esa cantidad de años que los separaban podían generarle rechazo.
—¿Me estás diciendo que ella es esa amiga? —siguió, buscando confirmación con tono cierto enfado que tenía más que ver con la mano masculina que todavía sostenía el hombro de la Sirena—. ¿Me escuchabas tú cuando yo hablaba de traer a la doctora Bartlett a la empresa? ¡La conocías idiota, podrías haberme ahorrado años de llamadas e insistencia!
—Te avisé de que no aceptaría —dijo restándole importancia.
—Pensaba que solo estabas siendo pesimista, no porque realmente sabías que ella no querría hacerlo.
—¿Tú también trabajas en SDE? —preguntó Sienna a Sang Woo.
—Así es, yo me encargo de todo en Corea.
—De haber sabido que eras tú quien se encargaba allí, habría aceptado su oferta —comentó con una sonrisa. Ambos sabían que ella no iba a dejar la Universidad.
Sus azules ojos centrados en el otro hombre, con cariño y confianza, lo estaban matando a cada segundo que pasaba.
Ay, y esa maldita mano sobre ella...
La habría quemado con la mirada si pudiera, todavía no comprendía como su primo no sentía el calor bajo su intensa vigilancia. Ya no podía resistirlo más, las ganas de apartarlo eran más fuertes que su necesidad de respirar, por lo que lo apartó sin siquiera intentar disimular el fastidio.
—Tú siempre tan útil Sang Woo. Y la oferta de trabajar con nosotros a expirado señorita Bartlett, conseguimos a alguien más luego de que me dijiste lo del año sabático —añadió clavando su oscura mirada otra vez sobre ella.
Ah sí, ahí estaba el verdadero Lord Antipático. El serio, frío y distante hombre que había conocido al principio de las vacaciones, el que había sido cortés pero gélido. Llevaba tanto tiempo sin mostrarse así que ella casi olvidó por completo como era en realidad.
Pero, maldición, incluso así le gustaba. Estaba completamente perdida.
La dolorosa realidad volvió a golpearla de lleno, tenía que alejarse de él rápido si no quería ponerse en evidencia.
—Mis queridos señores, siento romper el encantador encuentro, pero me dirigía hacia el baño cuando nos encontramos —bromeó ella en un casi desesperado intento por encontrar una excusa para irse—. Y me temo que sigo necesitando visitarlo.
—Ah, discúlpenos querida dama, proceda usted con confianza —continuó Sang Woo señalándole el camino—. Luego te busco, tenemos muchas cosas con las que ponernos al día.
Sienna asintió y salió a toda prisa, casi empujando a Cailean en su desesperada escapada.
—¡No! ¿A dónde se va la bella signorina? ¿Por qué la espantaron? No puedo creer que llegara tarde... —comentó Luca, que justo llegaba junto a los otros dos y la contemplaba mientras se marchaba—. ¿Soy el único que no la conoce?
—Eso parece.
—Espera, ¿esa era tu rubia? ¿La que iba vestida como una copa de...? —el duque no alcanzó a acabar la frase, claro que era ella.
¿Qué otra iba a ser si no su Sirena?
—¿Quién es, Cailean? —preguntó Luca, tratando de obtener alguna respuesta sobre los sentimientos de su amigo.
—Es... —llegaban tantas palabras a la mente del cuestionado que no sabría por cual de ellas empezar.
Quería decir que no era nadie, restarle importancia, parecer indiferente. Pero su boca se negaba a soltar una mentira como esa, jamás podría decir que Sienna no era nada para él.
—Es la mujer con la que hice el trato en la isla —acabó por responder—. La sabelotodo con la que fingí salir mientras estuve allí.
Por mucho que intentó sonar aburrido, desinteresado, sus ojos, anclados todavía al lugar por el que ella se había marchado unos segundos antes incluso aunque todo su rastro había desaparecido ya, quitaron completamente la credibilidad de sus palabras.
Los otros dos intercambiaron una mirada. Creían estar seguros de lo que estaba pasando, pese a que su ciego amigo parecía no comprenderlo todavía.
No es que ninguno fuera experto en esos temas.
Luca habían pasado la mayor parte del tiempo disfrutando de las mujeres sin prestar mucha atención a nada, cuando se aburría de una salía con otra y fin; la dama con la que más tiempo había durado era su secretaria y eso se debía más bien a que ella tenía una paciencia de oro y no hacía caso de sus tonterías.
Sang Woo, por otro lado, aunque tampoco era un santo. En su mente si había estado casi siempre una sola mujer, pero se esperaban tantas cosas buenas y correctas de él que se había sentido demasiado presionado por todos, hasta el punto de no ser capaz de ir tras la chica que quería sin importar las consecuencias. Tendría que haberlo dejado todo e ir a buscarla, aunque, viendo la situación ahora, tal vez eso tampoco habría funcionado.
De lo que sí estaban seguros los dos, era de que nunca habían visto a Cailean de esa manera por nadie.
Cuando contemplaba a Sienna era todo luz y color en él, luego, cuando alguien se le acercaba demasiado era todo malhumor y tormentas. Apenas compartieron unos segundos, pero eso les bastaba para creer que, si eso no eran amor y algo de celos, entonces definitivamente no tenían ni idea de todas esas cosas.
—Ah, estupendo —dijo Luca con alegría—. Entonces puedo ir a por ella. ¿Saben si está soltera?
—Claro que no, es mi futura esposa —añadió Sang Woo con una sonrisa que tristemente casi no llegó a sus ojos—. No la veía desde la universidad y créeme, ahora que la encontré, no pienso volver a dejar que se me escape.
—Par de idiotas —refunfuñó Cailean con fastidio, antes de agregar —: Las señoras Vaughan dicen que ya está con alguien.
—¿De verdad? ¿Quién?
—Bueno, un clavo puede sacar otro. Nada está perdido hasta que la bella lo diga —dijo Luca restándole importancia.
—Ni lo piensen, es mejor que la dejen en paz. Ella no es de esas con las que ustedes siempre juegan.
—¿Quién ha dicho que la queremos para un rato? —dijo Sang Woo, solo para seguir metiendo un poco más de presión a su primo. Lo mataría sin dudarlo si al final él también la perdía.
—Creo recordar que dije que estaba dispuesto a casarme —añadió Luca, solo para reforzar.
—Ni siquiera la conoces, no puedes hacerlo. Es demasiado inteligente, rara y sabelotodo como para que te guste.
—A mí me parece perfecta tal cual es —comentó su primo—. De hecho, la conozco de antes, probablemente incluso más que tú.
Esas palabras calaron dentro de Cailean. ¿Tendría razón? ¿La conocería mejor? Sin lugar a duda se comprendían y compartían intereses, de hecho, habían pasado bastante más tiempo juntos, no solo unos escasos quince días de vacaciones.
"¡Maldición!" gruñó el duque internamente, Sang Woo era precisamente la clase de persona con la que imaginaba a Sienna. Bueno, en realidad no es que la imaginara con nadie más que no fuera él, tal vez debería decir más bien: la persona que creía que era la indicada para ella.
Un buen hombre, responsable, centrado, afectuoso, serio, pero agradable, que supiera ser divertido con ella. Que entendiera sus intereses y la gran importancia que tenía para la Sirena su profesión. Uno que le dejara el espacio suficiente para trabajar, pero al mismo tiempo supiera sacarla del laboratorio para que se divirtiera y disfrutara de todo lo que la vida pudiera ofrecer.
Uno que hiciera realidad todos sus deseos, que supiera quererla bien y la apreciara por todo lo que era, sin intentar cambiar ni siquiera un solo cabello de lugar. Alguien que no fuera simplemente un científico aburrido, demasiado mayor para comprender el joven y curioso espíritu de ella.
"¡Maldita sea!"
El estúpido de Jung Sang Woo podía ser todo eso y mucho más para su Sirena.
—Esto no es una competencia, solo déjenla tranquila —dijo al final, malhumorado por el dolor que había comenzado a quemarle el pecho sin razón.
Tal vez era hora de dejar de beber por esa noche, pensó.
—No pensábamos competir, ¿verdad amigo? —preguntó Luca—. Creo que ambos estábamos de acuerdo en actuar como caballeros y dejar que ella decidiera si estaba interesada en alguno de los dos.
—Así es. Aunque yo creo que tengo más probabilidades, ya sabes, compartimos mucho cuando estudiaba —comentó Sang Woo, buscando pelea con el otro.
—Eso no tiene nada que ver, yo sería mercancía nueva —reprochó Luca.
—No pienso escuchar esta estúpida discusión.
Luego de decirlo, Cailean se marchó. Lo que menos necesitaba ahora era oír a sus amigos pelearse por una mujer, sobre todo, si esa muchacha en cuestión era la Sirena que se había obligado a ignorar porque sabía que se merecía algo mejor.
Algo como lo que al parecer esos dos estaban más que dispuestos a ofrecerle.
NOTA DE LA AUTORA:
Hola mis amores, ¿cómo han estado? Siento esta nueva ausencia, como recompensa les traigo hoy capítulo dobla así que no se marchen todavía, vayan a ver el siguiente.
¿Qué les ha parecido este? ¿Tienen razón estos hombres y Cailean está enamorado pero no se entera? Seguro que sí.
Por cierto, aquí tienen por fin al famoso Doctor S. que Sienna menciona de manera especial en unos capítulos antes. Resulta ser el primo de nuestro querido duque, ¿coincidencia? No lo creo.
Espero que haya sido de su agrado, se queden a ver el siguiente y muchas gracias por el apoyo.
¡Besotes!
Nos leemos ❤.
J. J.
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