🌺 Capítulo 22
🎧 Canción del capítulo: Paloma Faith — Only Love Can Hurt Like This.
Ese día había comenzado normal, como cualquier de los otros. Con su habitual paseo hasta el pueblo, el delicioso desayuno y luego, una entretenida actividad matutina.
En esta ocasión le tocaba el turno a un tranquilo paseo a caballo por la playa. Pero como la mayoría de los asistentes no tenía ni idea de cómo montar uno, decidieron cambiar la actividad por la que tuvieron que cancelar unos días antes debido al calor, la excursión en cuatriciclos.
Aunque tampoco eran muchos los que sabían cómo conducir uno de esos, les parecía más fácil aprender a llevar una máquina a motor que, un animal con sentimientos y carácter propio.
Efectivamente, todo había transcurrido con tranquila normalidad hasta entonces. La excursión estuvo de lo más interesante y por supuesto, divertidísima. Cailean la disfrutó más que un niño abriendo sus regalos la mañana de navidad, permitiéndose comportarse como un joven alocado que solo tenía que pasarlo bien. A fin de cuentas, precisamente eso es lo que todavía era.
Incluso el almuerzo había transcurrido con su usual y sabrosa serenidad. Las horas en general fueron deslizando por los relojes en calma, en esa quietud pacífica tan habitual en la isla.
Hasta la llegada de la invitación...
Ahí había empezado a torcerse todo.
Sienna estaba en crisis, en una tan intensa que necesitaba ayuda urgente si no quería volverse loca de la preocupación. No sabía por qué la atormentaba tanto una tontería así, pero lo cierto es que lo hacía y no podía evitarlo.
— ¡Cailean! — Susurró fuertemente, al tiempo que aporreaba la puerta de su cabaña. — ¡Cailean! ¡Señor Kyong! — Más golpes. — ¡Excelencia! — Nada, no había respuestas.
¿Será que no estaba allí? ¡Maldito hombre, justo cuando más lo necesitaba!
Iba a tocar nuevamente, para probar una última vez antes de marcharse resignada, pero no alcanzó a hacerlo porque la puerta se abrió unos centímetros. Al parecer cedió bajo la presión suave de su toque.
Metió la cabeza solo un poco, para comprobar si estaba y si era adecuado entrar, tal vez el hombre estaba ocupado. Solo esperaba no encontrarlo en una situación comprometida, ya fuera solo o acompañado, pensaba mientras entrecerraba los ojos en caso de toparse con algo que no quisiera ver.
Aunque lo cierto es que todo estaba demasiado silencioso. Qué extraño.
A lo mejor solo había olvidado cerrar la puerta al marcharse, no es que eso fuera algo realmente necesario en aquella pacífica isla.
Recorrió la habitación con la mirada solo para asegurarse y entonces le vio, frente a las grandes ventanas que daban a la playa, bañado por el calor de los últimos rayos de sol de la tarde. Estaba acostado sobre la mullida alfombra, con un cojín debajo de la cabeza y un libro abierto olvidado sobre el pecho mientras dormía plácidamente, bajo aquella niebla dorada que lo envolvía.
¿Quién habría dicho que Lord Antipático podría representar una imagen tan tranquila, casi hasta inocente?
Puede que además luciera también un poco vulnerable, allí recostado, completamente ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Cuan relajado e incluso adorable se veía así tan dormido, con los párpados cerrados al mundo y el subconsciente totalmente abierto al país de los sueños.
Se planteó dejarlo dormir un poco más, se veía tan plácido... ¡Pero no podía ser!, ahora no. La situación que la preocupaba era demasiado importante y, necesitaba su ayuda urgentemente. Aunque odiara admitirlo.
— Cailean. — Murmuró para no asustarlo, una vez que estuvo sentada a su lado. — Cailean despierta, necesito preguntarte algo.
La doctora estiró el dedo índice despacio, como dudosa de si debía establecer aquel ínfimo contacto o darse por vencida. Pero sí, tenía que hacerlo, aquello era necesario. Así que final, dio unos sutiles toquecitos en su mejilla izquierda intentando despertarlo.
Vaya, qué piel tan suave, pensó.
¿Es que acaso el condenado hombre no podía tener algo que no fuera perfecto?
¡Para Sienna, no es el momento de pensar en eso!, se amonestó.
Lo tocó varias veces más, pero él estaba tan profundamente dormido que no respondió. Simplemente se movió un poco, como tratando de espantar a un insecto molesto que le estaba produciendo cosquillas.
¿Qué podía hacer? Dichoso Cailean, no era el momento de estar soñando tan profundamente.
No quería moverlo fuerte o tocarlo mucho para que luego no se quejara, ni inventara alguna tontería de las suyas, como que ella le hacía cosas mientras dormía. Razón por la que decidió soplarlo. Cerró los ojos y dio unos cuantos soplidos suaves pero enérgicos dirigidos directamente a su cara.
Cuando el somnoliento duque abrió los suyos, creyó durante unos segundos que seguía soñando. Puesto que lo primero que vio fue, una belleza rubia de melena alborotada, recortada entre las rojizas formas del atardecer y con los labios estirados hacia él como si esperase un beso.
— Ah, ya estás despierto. ¡Por fin! — Dijo ella, alejándose un poco y, sacándolo definitivamente de su adormecimiento.
— Por dios mujer, ¿es que acaso no puedes ni dejarme dormir? — Se tapó los ojos con un brazo tratando de evitar el sol y sus descabellados pensamientos.
¿Cómo se le ocurría creer que Sienna era un sueño? La culpa era de su cerebro todavía dormido, seguro.
— Lo siento, sé que parecías muy cómodo durmiendo y eso, pero es que necesitaba tu ayuda.
— No estaba durmiendo. — Se quejó, sólo por volver a su rutina de peleas agradables y sin sentido. — Simplemente descansaba los ojos de la lectura.
— Si claro, eso fue precisamente lo que noté. — Comentó con ironía y diversión. — Podría haberte pasado por encima con una apisonadora llena de elefantes y ni así te habrías enterado. ¡Eh, ese es mi libro! ¿Cómo es que todavía sigues leyéndolo? A estas alturas suponía que ya me lo habrías devuelto. — Se quejó mirando la portada, aún sobre su pecho.
Lo tomó para revisar por qué número de página iba, también ella quería leerlo, pero a este paso empezaba a sospechar que no podría hacerlo en este viaje. Maldito roba-libros.
— ¡No la pierdas! — Exclamó metiendo un trozo de papel como improvisador marcador. — Ya habría acabado de no ser por cierta persona, que no quiero señalar. — Dijo mirándola directamente.
Al ver que ella continuó hojeando el texto indiferente, como si aquella conversación no tuviera nada que ver con su persona, Cailean siguió hablando para dar énfasis a su argumento.
— Una que se encarga de arrastrarme a todas partes constantemente, mercadillos, paseos por la playa, clases de baile... es agotador. Creía que esto eran unas vacaciones, pero voy a necesitar unas vacaciones después de estas vacaciones.
— ¡Qué exagerado! Pues no vengas, nadie te pide que me acompañes. — Se encogió de hombros algo ofendida.
No pensaba admitir que le gustaba que hiciera todas esas cosas con ella, aunque se quejase la mayor parte del tiempo como un viejo cascarrabias.
— Entonces tendrías que hacerlo todo sola. En una isla para parejas. Que patético y triste.
— ¡No soy patética, ni triste! — Se quejó frunciendo el ceño.
— No, porque yo te acompaño. — Respondió sonriendo, ganado todavía un poco más de petulancia.
— Lo haces porque te da miedo quedarte solo y que todas esas mujeres te ataquen.
La sonrisilla vanidosa se esfumó con rapidez del rostro masculino, la doctora había dado en el clavo. Aunque en el fondo le gustaba pensar que él lo hacía porque quería pasar tiempo con ella, sabía que en realidad no era así.
— Lo que tú digas. — Aceptó rápidamente para cambiar de tema. — ¿Puedes contarme que era eso tan urgente que necesitabas decirme que no podía esperar a que me despertara solo?
— Trevor me ha invitado a dar un paseo por la playa esta noche. — Contó sin rodeos.
Es cierto, tenía una razón significativa para venir a buscarlo.
Cargada de preocupación nuevamente, se mordió el labio inferior, sintiéndose incapaz de apartar la mirada de sus manos. ¿Por qué estaba siendo tan tonta con este tema tan simple?
— Ah, vaya que importante noticia, gracias por contármelo. — Añadió con tono irónico, sin acabar de comprender por qué un hecho tan simple como ese la molestaba tanto. ¿Qué quería que hiciera él con esa información? ¿Una fiesta?
— No lo entiendes. No puedo ir, no sé qué hacer.
— ¿Por qué no? Es un simple paseo, no es que el hombre vaya a entregarte su reino o cualquier otra tontería compleja que te estés imaginando. Sólo caminarán por la arena.
— Pero es que me da miedo que... — Dudó unos segundos y se estrujó los dedos.
No se atrevía a contarle porque era consciente de que era una tontería y seguro que él pensaba que era una boba por preocuparse por una cosa así. ¿Pero con quién iba a comentarlo si no? Para su desgracia, Cailean era lo más parecido a un amigo que tenía en esos momentos, así que se armó de valor y susurro:
— Tengo miedo de que intente besarme.
— ¿¡Qué!? — Preguntó, con un grito enfadado que no pudo contener.
Sienna levantó los ojos hacia él, asustada por esa repentina explosión. Tenía que relajarse, se dijo el duque, no había razones para molestarse por eso ¿Qué le pasaba?
— ¿Y por qué querría ese hombre hacer algo así? — Añadió con voz intencionalmente más controlada.
— Ah, claro, gracias. Ya sé que piensas que nadie quiere bes...
— ¡No lo decía por eso! — La interrumpió antes de que lo repitiera otra vez, no quería que la imagen de sus labios acercándose a los del deportista volviera a invadir su mente. — Era porque me da curiosidad saber por qué crees que lo hará justamente en ese paseo.
— No lo sé, ya hemos salido varias veces. Nos entendemos, supongo que también nos gustamos un poco, imagino que también hay que probar la química entre nosotros. — Él apretó firmemente la mandíbula al oírla, pero ella estaba concentrada haciendo círculos en la alfombra con su dedo índice y no se dio cuenta, por lo que continuó hablando. — También sería un buen momento. Ya sabes, la arena, las estrellas, el mar... es todo muy romántico.
— Qué tontería, nosotros hacemos eso todos los días. —Dijo con fastidio, restando importancia al tema. — ¿También tienes miedo de que yo te besuquee?
— No, por supuesto que no. — Respondió divertida, ocultando una sonrisa. — Claro que no. — Añadió completamente segura.
¿Besarla? ¿Cailean? ¿A ella? Ni volviendo a nacer como otra persona se le ocurriría hacer eso, pensó Sienna. Aunque su expresión ofuscada, casi hasta ofendida, la hacía dudar.
— ¿Y por qué no? También soy un hombre, salimos con frecuencia y hay arena, estrellas, mar y todas esas tonterías que has mencionado antes.
Ella inclinó la cabeza intentando comprenderlo. ¿Por qué parecía tan molesto con eso? ¿Tendría miedo de que ella pensara así de él? ¿Qué temiera que la besara? O peor, ¿temía que ella quisiera hacerlo? La respuesta, ni el mismo Cailean la sabía.
— Por dios, no. — Aclaró, intentando tranquilizarlo. Aunque en realidad eso no pareció funcionar si no, más bien todo lo contrario. — Obviamente no. Eres tú, relájate.
— ¿Y qué demonios se supone que significa eso? Que soy yo.
— Pues eso, que eres tú y que seguro que preferirías comerte una medusa como si fuera un helado, antes que besarme. — Comentó la obviedad, aunque sentía que cada vez comprendía menos.
Por alguna extraña razón esa respuesta lo tranquilizó y a la vez lo incomodó un poco, pero el duque realmente no quería a detenerse a pensar el porqué.
Bueno, porque en realidad eso no era del todo cierto. Él realmente la hubiera besado con ganas, hasta que los dos estuvieran agotados y jadeantes. De hecho, llevaba días soñando con probar esa regordeta boca, ¿sabría de verdad a vainilla?, ¿o más bien como fresas maduras, teniendo en cuenta su color rojizo? Tal vez una combinación perfecta de ambas cosas...
Para su desgracia nunca lo sabría, dudaba de que ella quisiera la misma relación superficial y totalmente carente de ataduras que estaba dispuesto a tener él, así que debía resignarse.
— De acuerdo, ¿y por qué te da miedo que él lo haga entonces? No entiendo, ¿no quieres besarlo?
— ¡Sí! No. No lo sé... — Ella se tapó la cara con ambas manos y se la estrujó.
— ¿Cómo que no lo sabes? Te gusta o no, quieres o no, es así de sencillo.
— No lo es. — Protestó frustrada, por no ser capaz de explicarle las cosas con claridad. — Una parte de mí quiere, pero...
— ¿Pero...? — Dijo él tratando de animarla a continuar.
Claro que habría un "pero". Quería, no, necesitaba, conocer ese dichoso "pero". Aunque, seguramente la respuesta que recibiría, no sería la que inconscientemente deseaba escuchar.
— Me da miedo no saber hacerlo bien. — Soltó Sienna por fin, sintiéndose como si fuera un globo desinflándose.
— ¿Qué? — ¿Estaba entiendo bien? ¿Ella realmente intentaba decirle que la preocupaba besar mal al tonto de Hayes? — ¿Cómo no vas a saberlo hacerlo bien? No hay ni bien ni mal en los besos, simplemente te gustan o no los de esa persona. — El color rojo se adueñó del rostro femenino.
— No creo que eso sea del todo cierto. — Frunció la nariz y lo miró fijamente para nada conforme con su respuesta.
— A ver, ¿besas bien? — La única contestación de Sienna fue encogerse de hombros, así que él decidió intentarlo de otra forma.
¿Por qué la estaba ayudando a tener confianza para besarse con otro? O lo que era peor, ¿por qué esa idea lo incomodaba tanto y le generaba pinchazos entre las costillas del lado izquierdo? Seguro que había dormido mal en el suelo, pero, de todas maneras, ¿por qué lo desagradaba tanto?
Sólo eran unos besos...
— ¿Te decían tus otras parejas que besabas bien? Es tan sencillo como eso.
— No sé, normal, no recuerdo que dijeran nada. Tampoco es que tenga mucha experiencia en el asunto. — Añadió con rapidez.
Le costaba tanto soltar las palabras que, temía que, si se detenía a tomar aire, las enceraría otra vez bajo llave. Por lo que decidió que lo mejor sería soltarlo todo, de una vez, sin respirar, ya podría hacerlo luego de terminar.
— Mientras otras chicas se dedicaban a practicar este tipo de cosas en la universidad, yo me centraba en estudiar, sin contar con que era demasiado joven entonces. Luego me concentré en el trabajo y así, sin darme cuenta, fueron pasando los años y se me olvidaron todos estos temas, hasta ahora.
— ¿Estás diciéndome que llevas años sin...? — Se detuvo, sin necesidad de acabar la frase, por la mirada asesina que ella le echó. No quería preguntar más porque temía que le arrancara la cabeza de cuajo, pero tenía que hacerlo para estar seguro. — Has besado a alguien, ¿verdad?
— ¡Claro que sí, idiota! ¿Cuántos años crees que tengo? ¿14? — Protestó indignada y eso lo divirtió más de lo que esperaba.
Maldición, sabía que tendría que haber discutido este tema con Michael, seguro que él no era tan pensado como Lord Antipático. Si tan solo él y Jason no estuvieran paseando solos en un gigantesco velero por los alrededores de la isla...
Si bien es cierto que el señor Kyong no era muy aficionado a las relaciones serias, también lo era que no pasaba tanto tiempo entre una y otra pareja como para que le preocupase haberse olvidado de besar. Debió de haber imaginado que, con lo peculiar que era, para la doctora no habría nada más importante que su trabajo o sus investigaciones, ni siquiera su vida privada.
Qué adorable se veía ahora, mirándolo con sus grandes ojos azules cargados de preocupación. Solo esperaba que al idiota de Hayes no se le ocurriese acercarse a ella o tendría que romperle las piernas, esa ternura era demasiado valiosa como para que se la llevase cualquier tonto que no sabría valorarla.
Más razones todavía para mantenerse alejado, como si en realidad las necesitara.
— Creo que los jóvenes empiezan un poco antes ahora, pero no pasa nada. — Bromeó intentando restar importancia al asunto. — ¿Quieres practicar conmigo? — Preguntó antes de poder contenerse.
De acuerdo, él también era un idiota. Pero al menos conocía el valor de lo que tenía entre manos. Entre sus brazos, mejor dicho, pensó, sintiendo la emoción correr acelerada por todo su cuerpo.
— ¿Qué? ¡No! ¿Estás loco?
Bueno, esperaba ese rechazo. No iba a desanimarse. Era obvio que no sería sencillo conseguir esa boquita protestona.
— No, solo soy amable. No hace falta que te muestres tan alarmada y rehacía. Lo hago porque sé que te preocupa y yo puedo sacrificarme para ayudarte. Prometo no criticarte, solo decirte si debes mejorar algo. Vamos. — Dijo acercándose preparado, pero ella se alejó.
— ¡No! ¡No quiero practicar contigo! Y menos si es un sacrificio. — Añadió recalcando sus palabras.
— No pasará nada, esto es solo una tontería para un hombre con mi experiencia. — Se acercó otro poco más, con los labios estirados. — Pero deja de alejarte.
— No quiero, luego lo utilizarás para meterte conmigo. Suficiente munición tienes ya con lo que te he contado.
— ¿Qué clase de persona crees que soy? No me burlaría de algo así. Ven. — Volvió a intentar aproximarse, pero ella se echó más hacia atrás, manteniendo la distancia.
La señorita Bartlett lo miró durante unos segundos, como si estuviera meditando la situación. ¿De verdad iba a dudar ahora? Dejó caer los hombros derrotada, como si fuera una criatura que va al matadero y dijo con un suspiro:
— De acuerdo, hagámoslo.
— No hace falta que te muestres tan animada. — Contestó ocultando su molestia tras una máscara de ironía.
— Es una mala idea. — Protestó ella, volviendo a alejarse. — Ni siquiera sé qué hacer. ¿Debo acercarme primero o es mejor dejar que él lo haga? ¿Cómo sabré cuándo es el momento? ¿Cuánto tiene que durar? ¿Tengo que iniciarlo yo?
— Piensas demasiado, Sienna. — Espetó, soltando un quejido de agotamiento.
Antes de que ella pudiera siquiera pensarlo, Cailean eliminó completamente el espacio entre sus rostros y le dio un pequeño y veloz beso en la boca.
Fue rápido y suave, como el aleteo de una mariposa, tan breve como una pequeña descarga eléctrica. Incluso llegó a pensar que se lo había imaginado, pero fue real, no se creía capaz de fantasear tan detalladamente con la boca del señor Kyong, aunque fuera solo durante unos fugaces segundos.
El duque se alejó despacio para contemplar su reacción, la doctora se había quedado congelada en la posición en la que estaba cuando él se acercó. El único cambio visible era que lo miraba con los ojos muy abiertos por la sorpresa, ni siquiera pestañeaba, pero sus mejillas parecían irse sonrojando lentamente.
Al ver que ella no se movía, ni lo empujaba o le gritaba, decidió probar otra vez. Pero en esta ocasión, lo hizo durante un poco más de tiempo, saboreando algo más los femeninos labios y ejerciendo un poco más de agradable presión sobre su boca entreabierta.
El duque volvió a apartarse de ella solo lo necesario y la examinó otra vez.
Ahora sí tenía los ojos cerrados, con sus largas pestañas acariciándole las mejillas. La respiración, cálida y suave, se escapaba de sus labios sonrosados y se mezclaba con la suya. Se encontraban muy cerca, increíblemente cerca, pero, aun así, no se estaban tocando con ninguna parte del cuerpo.
Solo estaban suspendidos en el momento, como dos imanes que se atraen, pero al mismo tiempo, el efímero aire entre los dos les impide acercarse.
Cailean se quedó quieto esperando su reacción. Puede que esta vez si se hubiese tomado más libertades de las permitidas, después de todo la había besado sin su permiso, dos veces. Bueno, no estaba seguro de poder llamar besos a esos pequeños roces inocentes, pero ella podría estar molesta y lo comprendería. Incluso aceptaría caballerosamente la bofetada que quisiera darle.
Él no era de la clase de hombres que se toma esas confianzas sin previo consentimiento, todavía no estaba seguro de que lo había impulsado a querer tocar esa inteligente boca antes de que cualquier otro lo hiciera, pero el caso es que lo había hecho casi sin poder contenerse. Pese a que era consciente de que estaba mal, no podía callar esa vocecita que le decía que lo había disfrutado mucho más de lo que imaginaba.
Aunque, se había pasado de la raya, así que lo mejor sería disculparse adecuadamente.
Comenzó a apartarse con seriedad y abrió la boca para hacerlo, pero no llegó a pronunciar ni una vocal. Las palabras quedaron atascadas en el fondo de su garganta. Porque, en esta ocasión, fue Sienna quien cerró la distancia entre ambos y se adueñó de su boca con ganas, olvidando los toques inocentes de antes e intentando saborearlo al máximo.
De repente, era como si el mundo empezara y acabara en ese beso.
"¿Y a ella le preocupaba no saber hacerlo bien?"
Fue el último pensamiento lúcido que llegó a la mente del duque durante un tiempo.
Él se creía muy versado en el tema y por supuesto, seguro de sí mismo. Se creía en completo control de la situación, dejando que la doctora hiciera lo que quisiera, experimentando para encontrar su propio ritmo o lo que le gustaba. Pero lo cierto es que ella se encargó de que lo olvidara todo, dejando su mente completamente en blanco.
Era incapaz de hacer otra cosa que no fuera sentir su toque. Casi con los primeros e inocentes roces de sus deliciosos labios, se adueñó de su mente y probablemente de todo su cuerpo.
Vainilla...
¿Cómo podría haber olvidado que besar se sentía tan bien? Se preguntó ella, sintiendo su corazón saltar aceleradamente en su pecho. No recordaba que hubiera sido así de bueno en sus experiencias anteriores, pero es que hacía tanto tiempo... Seguro que sus recuerdos estaban ya afectados por el paso de los años, algo desmerecidos por el tiempo. Por eso esto se sentía tan bien, como si fuera la primera vez.
Era como si algo largamente dormido dentro de ella por fin estuviera despertando y estirándose al sol. Se sentía nuevo, pero al mismo tiempo viejo y acogedoramente conocido. Era sencillamente una experiencia casi mágica que no querría dejar de hacer nunca.
Entonces recordó de quien era esa boca que con tantas ganas estaba conociendo y se apartó rápidamente. Es verdad que el duque se había ofrecido para ayudarla, pero seguro que no se refería a eso cuando lo hizo. Qué vergüenza, ¿cómo iba a mirarle ahora a la cara? Por favor, cuánto iba a meterse con ella después de esto.
Cuando se atrevió a levantar la vista, luego de unos segundos de dudas que se sintieron eternos, observó que él la miraba algo sorprendido, más no parecía disgustado. Bueno, en realidad no estaba segura, porque él apretaba la boca y se mordía el labio inferior. ¿Trataba de borrar el momento? ¿Tan desagradable había sido?
Lejos de lo que la doctora pensaba, él no sabía que estaba haciendo, pero tenía la irrefrenable necesidad de apretujar la boca, como si quisiera guardar para siempre la memoria de su toque o su dulce sabor.
— No ha estado mal. — Dijo por fin Cailean, para romper el silencio cada vez más tenso.
No pensaba decirle que había sido espectacular. Uno de los mejores besos de su vida, si era sincero. No, no necesitaba que la señorita Bartlett supiera eso. Incluso habría preferido no saberlo él mismo, pero no podía engañarse.
— No, supongo que me preocupaba por nada. — Añadió increíblemente nerviosa y forzándose a sonreír para disimular. — Ya estoy tranquila, gracias.
— Bien, me alegro de haber ayudado. — Comentó como si eso no fuera gran cosa. — Aunque hay algunas cosas que... — Sonaba dudoso, casi preocupado. — Tal vez deberíamos seguir practicando un poco más. — Añadió acercándose a ella con los labios estirados y listos.
— Será mejor que me vaya, pero gracias.
La doctora se puso rápidamente en pie y él, que se estaba acercando cada vez más, casi se cae de bruces sobre la alfombra cuando Sienna se movió.
— ¿Estás segura? — Insistió, acomodándose unos mechones rebeldes que habían caído sobre sus ojos café. — Porque me parece que se podría mejorar un poco lo de...
La frase quedó en el aire. Intentaba pensar una excusa para que siguieran besándose un poco más, pero nada de lo que venía a su mente parecía tener sentido o servir para algo. Maldición, esta mujer al final le había achicharrado el cerebro, sabía que sería peligrosa.
Necesitaba una buena idea ya, no quería que ella se fuera. Pero, sobre todo, no quería que saliera sin mirar atrás, presurosa y encantada con su nueva seguridad para encontrarse con el dichoso Hayes. No quería que él la besara, ni que estuvieran solos, ni bajo las condenadas estrellas caminando por la playa.
Tal vez debería seguirla para encontrarse con ellos como si fuera casualidad. No, qué tontería, seguro que la señorita Bartlett no le creería y se enfadaría muchísimo si estropeaba su idílico momento. Pero en realidad solo quería protegerla, simplemente pretendía evitar que le rompieran el corazón, se repetía a sí mismo cargado de preocupación.
— No es necesario. Pero has sido útil por una vez, gracias. — Gritó Sienna arrancándolo de sus complejos pensamientos, mientras salía de la casa casi corriendo.
¿Tanta prisa tenía por dejarlo? Tal vez para ella no había sido tan bueno como para él, se dijo Cailean apenado. No seas tonto hombre, tampoco ha sido para tanto, solo un beso más entre todos los demás, se repitió después tratando de convencerse.
En cambio, la doctora sentía que tenía que escapar, alejarse todo lo que pudiera de él y volver a poner en orden sus ideas. Estas estaban tomando un peligroso rumbo que no le gustaba nada. Pues, no podía ser que después de conocer esa presuntuosa y hábil boca, ya no sintiera ganas de probar la de Trevor.
NOTA DE LA AUTORA:
Bueno, damas y caballeros, ¿qué les ha parecido este cap? 😏
¡POR FIN HA PASADO! ¿Han gritado?, ¿se han emocionado? Quiero detalles de las reacciones, por favor.
¿Les cuento un secreto? La verdad es que este capítulo lo tenía escrito desde hace bastante tiempo, desde antes incluso que muchos de los que ya les he publicado. Admito que tenía muchas dudas sobre ponerlo de esta manera, pero desde que me decidí a dejarlo tal cual está, estaba muerta de ganas por subirlo a ver qué pensaban ustedes.
Espero que al final si les haya gustado, porque creo que es uno de mis favoritos.
Como sea, muchas gracias por el apoyo y por seguirme acompañando a lo largo de la historia.
¡¡¡Muchos besotes!!!
Nos leemos ❤.
J. J.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top