🌺 Capítulo 14

🎧 Canción del capítulo: Joan Sebastian - Secreto de amor.

La doctora Bartlett salió de su cabaña esa mañana colocándose las gafas de sol sobre la respingona nariz, comiendo una jugosa manzana roja y esperando encontrarse con Cailean como todos los días.

Seguro que ya se le había pasado el malhumor de ayer y todo volvería a la normalidad.

Sabía que iba a protestar durante casi todo el camino hasta el pequeño pueblo, pero no le importaba. Quería ir al mercadillo ese día, sí, otra vez. Pero es que le gustaba mucho pasear por la zona, ver cada pequeño puesto, saludar a los comerciantes y probar todos los productos caseros y recién hechos que estaban para la venta.

Esas agradables personas eran las que le daban a la isla el toque especial de paraíso, las que lograban que aquello no fuera otro bonito destino turístico más. Sus habitantes eran, en definitiva, quienes intensificaban el deseo permanecer allí por siempre, en aquel pequeño trozo del edén donde todo parecía posible.

Estaba segura de que, aunque el señor Kyong siempre se quejaba, también le agradaba visitarlo. No dudaba de que se sentía arropado, atraído por esa cómoda y sencilla familiaridad que mostraban los lugareños luego de un par de días de verlos pasear por la zona. Esa encantadora bienvenida que te envolvía como una tibia manta en invierno, como si también ellos formaran parte de aquella población por el mero hecho de estar allí.

Pero al final no fue a al duque a quien vio al salir de la casita, si no a su polo opuesto. A uno agradable, rubio y con una perpetúa sonrisa dibujada en su masculina cara, era Trevor quien estaba esperándola fuera esta vez.

Pese a que era una grata sorpresa, se sentía extraño no encontrarse con Cailean para empezar el día, era como si a su mañana le faltase algo.

Que tontería, no hacía tanto tiempo que lo conocía. Además, pensándolo bien, era mejor así, seguro que el deportista no se quejaría cuando ella se detuviera cada dos segundos en todos los puestos del mercadillo.

- ¡Buenos días! - Canturreo Trev amablemente. - He pensado que tal vez querrías acompañarme al mercadillo. - Justo lo que pensaba, era perfecto.

- ¡Claro! Me apetecía mucho ir hasta allí, vamos.

Qué raro. ¿Dónde se habría metido el duque? ¿Seguiría enfadado después de todo? ¿Habría decidido finalmente que su acuerdo ya no tenía sentido? Se preguntó la doctora, echando un vistazo alrededor y buscándolo con discreción.

Cuando se alejó un poco más de su casa, pudo ver a Lord Antipático a escasa distancia observándolos. Él rápidamente se hizo el disimulado mirando unos árboles, como si estos fueran la cosa más interesante que había encontrado en la vida y por tanto acaparaban toda su atención.

¿A quién pretendía engañar? Venía a buscarla como cada mañana. Pensó Sienna sintiéndose un poco más ligera y tranquila que antes.

- Oh señor Kyong, buenos días. - Saludó Trevor simpáticamente, cuando llegaron a donde él estaba.

Cailean olfateo una de las verdísimas hojas, luego la acaricio con dos dedos apreciando su textura y finalmente, sacudió una gran rama moviendo todo el árbol, como si estuviera calculando su resistencia o cualquier otra tontería que pudiera inventar para justificarse; justo antes de fingir sorpresa y saludarlos.

La doctora, por su parte, simplemente asintió con la cabeza y luego lo ignoró.

No quería mostrarse muy simpática todavía, por temor a que a él se le ocurriese pensar cualquier tontería, como que lo había echado de menos. Aunque, tenía que admitir que le había hecho bastante gracia verlo actuar así con la pobre planta.

- ¿Qué tal está? Pensábamos ir al mercado ¿Quiere unirse a nosotros? - Continuó el deportista.

Era evidente que no comprendía al duque, pero tampoco iba a cuestionar su peculiar comportamiento, lo que menos deseaba era incomodarlo. Además, tal vez el hombre fuera un aficionado a la botánica y sabía lo que hacía.

El señor Kyong por fin la miró a ella, buscando una respuesta en su rostro, pero Sienna fingió estar muy concentrada buscando algo dentro de su bolso. Así que estaba haciéndose la desentendida, como si el tema en realidad no tuviera nada que ver con ella... Eso significaba que no pensaba darle ni una pista sobre como se sentía hoy. ¿Significaba eso que seguía molesta con él?

Condenada mujer. Si pensaba ignorar su acuerdo ahora tan abiertamente, al menos podría haberle avisado. Él había venido a buscarla como idiota, al igual que hacía todos los días.

Encima venía ya mentalizado y preparado para ir caminando hasta el pueblo a ver los puestos, incluso había decidido quejarse poco hoy para no molestarla. ¿Y qué hacía ella? Conseguirse otro compañero. Al parecer la doctora se iba a disfrutar con el muñeco Ken y mientras, él fingía ver árboles para disimular.

Que patético Cailean, a lo que has llegado por tu abuela y por esta señorita, se dijo.

- Gracias por la invitación, pero la rechazaré. Seguramente solo les estorbaría. - La doctora soltó un suspiró aliviado, que pasó desapercibido para el otro hombre, pero no para él.

¿Así que la dama quería deshacerse de él hoy? Ya iba a ver que no sería tan sencillo.

- Claro que no, nos encontraremos con más gente de camino. Anímese, venga. - Insistió Trevor, inconsciente de las miradas de reproche y fastidio que se echaban los otros dos bajo las oscuras gafas de sol.

¿Qué debía hacer? ¿Ir y molestarla o dejarlos ir solos? Hacer lo primero era tan tentador... pensó tratando de ocultar una maliciosa sonrisa.

Sienna no hablaba, solo lo miraba muda con la expresión oculta por sus gafas oscuras.

Le encantaría poder apartárselas para ver su preciosos y expresivos ojos azules para así conocer sus sentimientos, ella podía ser fácil de leer si uno sabía cómo mirar. Bueno tampoco es que le hiciera falta hacer algo así justo ahora, era más que evidente que quería evitarlo hoy, la cuestión es si debía darle ese gusto o no.

Le encantaría estropearle el momento por haberlo dejado plantado en la cena de anoche, pero lo cierto es que él lo había hecho primero en las pistas de patinaje, así que en cierto modo estaban igualados ya. Además, se había comportado como un imbécil, ella tenía razón en eso, por lo que probablemente debería dejarla tranquila.

La cuestión ahora era, si quería realmente seguir con esa pequeña guerra de voluntades que parecían haber comenzado sin querer o firmaban una nueva tregua.

Qué difícil era decidir...

Tal vez si no estuviese tan aburrido...

A lo mejor si no fuese tan divertido fastidiarla...

Si tan solo el demonio sobre su hombro no gritase más fuerte que el angelito del otro...

- Quizás en otra ocasión. - Aceptó amablemente. - Prefiero seguir disfrutando de mi paseo por la playa en esta mañana tan agradable.

Ella se relajó visiblemente al oírlo.

Bien, tal y como él deseaba, pensó con cierta perversidad.

- Pero los acompañaré mientras van por aquí. - Añadió completamente animado, situándose entre ambos para separarlos con su propio cuerpo.

Luego dio un pequeño empujón a Sienna y susurró en su oído con suavidad, para que el otro hombre no se enterase:

- Me debe una por esto, señorita Bartlett.

Ella se tocó la oreja, rascándola, como para borrar las cosquillas que le habían hecho sus palabras. Luego le lanzó una mirada de odio y se apresuró a caminar para dejarlo atrás. Tendría que haber imaginado que él no se quedaría apartado ni ignorado sin hacer nada.

¿Por qué tenía que saltar en medio de ella y Trevor alejándolos? Como un niño celoso que teme que el nuevo vecino le robe a su mejor amigo, menuda tontería tan infantil. Al menos solo iría hasta la mitad del camino, claro que, conociéndolo, seguro que luego se haría de rogar un poco y acabaría yendo todo el trayecto con ellos.

Que fastidio de hombre.

Maldita la hora en la que decidió hacer aquel tonto trato con él. ¿Por qué le había parecido tan divertido e incluso necesario seguirle el juego en aquel momento?

Parece que la esperaba un día largo si así era como empezaba, pensó Sienna ya sintiéndose agotada.

*

- Sí, ya sé lo que están pensando, que esto es algo que muchos hacen luego de casarse, o para la boda. Pero las señoras Vaughan, muy sabiamente, creen que una de las mejores formas de enamorarse de alguien es bailando.

Explicaba amablemente el profesor, algunas horas más tarde.

- Así que no olviden escoger bien a su pareja.

Esta sería la primera de las muchas clases que tendrían, aunque las demás eran opcionales para las parejas que quisieran aprovecharlas durante sus ratos libres.

A Sienna le encantaría apuntarse a todas, siempre había querido aprender a bailar. Le gustaba la elegancia de los movimientos de los bailarines, la energía sincronizada que representaba la danza, la forma en que los sentimientos eran demostrados con todo el cuerpo, el esfuerzo, todo.

Pero dudaba que Lord Antipático quisiera acompañarla, sobre todo después de abandonarlo durante todo el día, incluso ahora.

Al contrario de cómo había imaginado, él si los había dejado solos en la mañana. Caminó una parte del trayecto con ellos y luego de repente, se despidió y se marchó dejándolos atrás sin comprender nada. Murmuró, casi de manera incomprensible, algo de que recordó unos asuntos pendientes que debía atender, pero a ella le dio la impresión de que algo lo había molestado, por eso decidió irse.

No sabía en realidad que había pasado, pero con el señor Kyong las cosas eran de esa manera a veces. Él podía ser increíblemente enigmático cuando quería.

Lo miró, volviendo al presente nuevamente.

Estaba situado al otro lado del salón de baile, como si deseara situarse lo más lejos que podía de ella, pero sin tener que dejar la habitación. Tenía una graciosa expresión enfurruñada grabada en el rostro, probablemente porque no quería estar allí. Era como una mueca de aburrimiento y malhumor mezclados, que se empeñaba por ocultar para no incomodar a la pobre Amanda, al menos tenía que concederle ese punto de amabilidad con la mujer.

En cuanto los ojos de la doctora abandonaron su figura, los del duque se posaron una vez más sobre ella, sin que ninguno de los dos lograra ser consciente de ese intercambio de miradas perdidas.

- Así era en nuestra época ¿Recuerdas Tulip? - Añadió evocadora una de las gemelas, llamando su atención. - Todas aquellas luces y tantos giros...

- Y todos los muchachos atractivos, no olvides lo más importante Poppy. - Agregó chistosa la otra hermana, solo para hacerlos reír a todos.

- Tal vez al final de la clase, cuando aprenda unas cuantas cosas, una de las señoras acepte acompañarme en un baile. - Dijo con picardía Trevor, junto a Sienna, pero dirigiéndose a las anfitrionas.

- Oh, niño travieso. - Protestó Poppy, con fingida modestia, pero claramente encantada. - Mejor cuida de la jovencita que tienes junto a ti, antes de que otro se dé cuenta de lo que está dejando ir y quiera recuperarla. - Bromeó, lanzando una mal disimulada mirada a Cailean, que se hizo el desentendido quitándose una pelusa invisible del hombro.

El experto profesor les explicó los pasos con la ayuda de un voluntario, eran sencillos y relativamente fáciles de conseguir para todos, independientemente de su experiencia previa.

Primero practicaron con lentitud varias veces, repitiendo el número y marcando correctamente cada movimiento, luego un poco más de prisa con algo de música, para darle algo más de fluidez y finalmente intentaron ponerlo en práctica con una canción completa.

El instructor iba pasando entre las parejas, corrigiendo posturas, sugiriendo formas de mejorar, dando consejos para obtener desplazamientos más elegantes y naturales. Siempre con mucha amabilidad y buen humor, para no avergonzar a nadie que tuviera los pies un poco más descontrolados que el resto.

Mientras las señoras Vaughan, desde sus asientos estratégicos en una esquina del salón, aprovechaban para analizar a las parejas.

Se fijaban en su química, coordinación, entendimiento o falta de estas. Después de todo, no era lo mismo suponer lo bien que encajarían juntas dos personas que, verlas interactuar realmente para confirmar o destrozar esa aparente conexión.

- Me encantan esas señoras. - Comentaba poco después Trevor, mientras ambos intentaban seguir los pasos sin pisarse mucho o perder la concentración.

Era tranquilo y paciente con ella. Ni siquiera se molestaba cuando le aplastaba irremediablemente los dedos de los pies casi a cada paso, al contrario, la corregía con delicadeza e intentaba que les saliera correctamente la coreografía de baile.

Se notaba bastante que no eran una pareja precisamente compenetrada, algo que obviamente no pasó desapercibido para el experto ojo de las hermanas, que siempre lo estaban observando todo. Pero al menos lo estaban intentando, no como cierto duque escocés que solo era amable para contentar a su acompañante y no ser descortés.

Bueno quien sabía, tal vez acabara saliendo bien para la doctora y el deportista, pero ellas no lo creían así. Su sabiduría y experiencia les decían lo contrario.

Esas dos parejas estaban equivocadamente mezcladas.

Puede que las cosas hubieran funcionado de esa forma en otro momento, antes de acabar los cuatro juntos en aquella isla. Pero ahora, la suerte estaba echada, los sentimientos habían sido puestos en marcha y para bien o para mal, ya no era posible que salieran adelante así como estaban emparejados ahora.

- Y tú les encantas a ellas, estoy segura. - Le respondió Sienna a su compañero. - Perdona, no dejo de pisarte, no sé porque me cuesta tanto algo tan sencillo.

- No pasa nada, esos pies tan pequeñitos que tienes apenas se notan. Podrías incluso bailar encima de los míos, como hacen los niños y no pasaría nada. - Bromeó simpático.

Era cierto que era bastante grande en comparación con ella, pero después de tantos pisotones el pobre hombre tendría que estar dolorido, aunque intentara ser amable. Pensaba la doctora, sintiéndose horriblemente culpable.

Al final tendría que haberse quedado con el señor Kyong, no le importaría tanto tener que pisarlo a él repetidamente.

- ¿Entonces eres de las que puede con cosas muy complicadas, pero no con las sencillas? - Preguntó Trevor, para seguir con la conversación.

No pensaba realmente que el don para bailar fuera algo fácil. Pero si la doctora era capaz de realizar y seguir montones de fórmulas hiper complicadas, ejecutar varios movimientos acompasados no debería ser un verdadero problema para ella.

- Supongo. - Admitió ella con desgana, algo decepcionada. - Aunque creo que más bien no le gusto al baile, pese a que él a mí sí me gusta mucho.

- No te preocupes, cuando estos quince días acaben el baile te amará. - Añadió simpático, haciéndola dar un giro perfecto.

¿Significaba eso que él estaba dispuesto a asistir a las clases con ella?, pensó más animada.

Lamentablemente no pudo averiguarlo, porque el instructor escogió ese preciso instante para subir el volumen de la música y pedirles que se dejaran llevar, que se movieran libremente como quisieran pues habían acabado los ensayos por ese día.

Era el momento de trasladar a la práctica lo aprendido, sin importar como salieran las cosas, ahora tocaba simplemente sentir la música.

Después de todo, solo estaban aprendiendo y, además, estaban allí para divertirse, no para avergonzarse o ser profesionales. Así que todos empezaron a moverse como sabían al pegadizo ritmo de una balada latina, llena de guitarras acústicas, maracas y trompetas.

Al acabar uno de los giros, Sienna volvió a caer encantada y llena de energía en los brazos de Trevor, pero...

Esos no eran los mismos. ¿Qué acababa de pasar?

Aunque se sentían igual de fuertes, eran sin duda más delgados y por alguna extraña razón, que no quería comprender ni mucho menos pensar, se sentían más cómodos y cálidos. Incluso puede que hasta le resultaran familiares, reconfortantes, como llegar a casa luego de un largo viaje.

La doctora soltó un suspiro agotado pero alegre, sintiendo que su corazón latía cada vez más de prisa, tanto, que parecía que le iban a crecer alas; mientras, la adrenalina y la emoción del baile corría acelerada por su cuerpo haciendo arder sus venas.

No le hacía falta mirar para saber quién era su nuevo acompañante, sobre todo, cuando el ya familiar aroma de las Highland tocó su nariz.

- ¿Qué hace aquí? - Preguntó algo malhumorada.

Estaba tan bien bailando con Trevor. Aunque estuviera haciendo todo mal, iban mejorando. ¿Por qué se metía este hombre otra vez?

Cailean simplemente habían pasado a su lado, la había visto completamente concentrada contando los pasas para realizar correctamente el siguiente movimiento y antes de darse cuenta, había dejado a la señorita Rodríguez en los musculosos y capaces brazos del deportista, para tomar a Sienna entre los suyos.

Sólo por el bien del baile, se dijo después, aunque no estaba realmente seguro de que eso fuera cierto.

La necesidad de sostenerla, por un momento se hizo tan grande, que sintió que explotaría si no la atrapaba justo en ese instante cuando más cerca había estado. Mientras estuvieron alejados podía controlarse, pese a verla ser tan torpe todo el tiempo, pero cuando estuvo a su alcance ya no pudo resistirlo.

Sus dedos hormigueaban con la necesidad de tocarla, de atraerla a su lado.

- Han dicho cambio de pareja. - Respondió el duque, tratando de parecer indiferente y sin realmente esforzarse por mentir.

- No es cierto. - Le reprochó ella, atreviéndose a levantar los ojos para encontrarse con los de él.

Por fin lo miraba de frente, dándole la oportunidad de estudiar esos profundos y claros lagos azules.

¿Por qué sentía esa sensación tan extrañada en un lado del pecho? ¿Acaso había echado de menos verlos hoy, al no haber podido encontrarlos de cerca durante todo el día? Menuda tontería, estaría cansado de bailar. Tenía que ser eso.

¿Él echando de menos algo de la doctora? Sí claro, antes se congelaría el infierno.

- De acuerdo no lo es. - Aceptó a Cailean duras penas, centrándose otra vez en la conversación. - Pero me pareció buena idea para que descansaran un poco los pies del pobre señor Hayes, le ha pisado tanto... - Dijo con tono de pena mezclado con incredulidad. - ¿Cómo puede ser tan descoordinada? Es demasiado pequeña, hay pocas cosas que mover, no la entiendo. - Añadió, recorriendo su cuerpo con los ojos sin comprender.

- No le pasa nada a los pies de Trevor. - Recriminó molesta.

Tendría que haber imaginado que solo se había acercado para meterse con ella, claro. ¿Para qué más lo haría si no?

- Y no soy descoordinada. - Agregó todavía más ofendida, mirando hacia otro lado.

- Será un milagro si el pobre hombre vuelve a caminar de manera normal después de esto... - Habló en tono jocoso, fingiendo pena únicamente para molestarla más.

- ¿Para eso ha cambiado de pareja? ¿Para criticar como bailo? - Le recriminó volviendo a mirarlo.

Él parecía bastante divertido.

Tenía una pequeña sonrisa juguetona revoloteando en su atractiva boca y unas pequeñas arruguitas estrechando el final de sus ojos en señal evidente de su regocijo. En cambio, la mirada de ella desprendía un encantador fuego helado que debería aterrorizarlo o al menos preocuparlo, pero que en realidad conseguía todo lo contrario.

De acuerdo, puede que si hubiera extrañado un poco pasar tiempo con ella. Ahora las cosas parecían más aburridas cuando la doctora no estaba cerca.

- No pensé que se hubiera fijado, señor Kyong. La verdad es que parecía muy entretenido con la cintura de la señorita Rodríguez. - Murmuró con desdén, volviendo a mirar a cualquier otra cosa que no fuera él.

- Ah, pero usted sí estaba pendiente de mí, al parecer. - Dijo con picardía y puede que con una pizca de fanfarronería.

- Yo no... - Empezó a protestar torpemente, tratando de defenderse, pero él la cortó sin que pudiera hacerlo.

- Shh... preste atención. ¿Se dejará guiar esta vez? - Cuestionó, ignorando intencionadamente su molestia, al tiempo que acomodando mejor las manos y brazos de ambos preparándose. - Como suelen decir en las películas, déjese de llevar señorita Bartlett. - Le dijo con una picara sonrisa ladeada, justo antes de comenzar a moverse de verdad.

Aquella expresión traviesa en su rostro, la hacía pensar que estaba haciendo un trato con uno de los aliados de Lucifer, solo le faltaban unos pequeños cuernos brotando de su cabeza para completar la imagen y lo peor de todo, es que apenas la preocupaba.

Bueno, puede que si la inquietara un poco. Sobre todo, a su parte racional, pero esa descarada no solía aparecer mucho últimamente, parecía que también ella había decidido tomarse unas vacaciones.

Pero ¿realmente era necesario que estuvieran tan cerca? Estaba segura de que podía sentir partes del cuerpo del señor Kyong que no debería estar sintiendo, con certeza nada realmente comprometedor, sin embargo, le resultaba sorprendente que un simple baile pudiese acercar tanto físicamente a dos personas.

Empezaba a comprender porque antes la gente se escandalizaba tanto con ciertas danzas, o porque las parejas aprovechan cualquier oportunidad que tenían de saltar a la pista para robarse algunas caricias y esconder su amor tras una compleja coreografía considerada aceptable.

El movimiento ligero, grácil, del cuerpo masculino, la arrastraba irremediablemente y sin mucho esfuerzo a su compás. Los dos fluían juntos como el agua caudalosa de un riachuelo juguetón o como las llamas vivarachas que danzan acompasadas en una chimenea.

Probablemente se sentía más como el fuego...

El duque iba con mucha destreza por la sala, se movía con soltura y seguridad, haciendo que fuera sencillo para ella e incluso que pareciera una verdadera experta.

- ¿Dónde ha aprendido a bailar así? - Exclamó sorprendida y puede que también un poco encantada.

- Clases de baile, desde que era un niño. - Contestó impasible, como si no fuera gran cosas parecer un bailarín profesional.

Algunas de las parejas se detuvieron al verlos pasar con agilidad a su lado, maravillados por la gracia y compenetración que estaban mostrando. Las hermanas Vaughan, estaban verdaderamente encantadas con ello, e intercambiaban miradas cómplices.

Sí, ellas nunca se equivocaban.

Ni Cailean o Sienna repararon en que eran el centro de atención, estaban concentrados en lo que estaban haciendo. Aunque en esta ocasión, ella no iba preocupada contando los pasos, simplemente estaban absortos el uno con el otro y nada más. Como si el mundo hubiera dejado existir a su alrededor sin que lo notaran, o más bien, les preocupara.

Más tarde, los dos pensarían en el extraño vacío que se había producido en el estudio de baile repleto de gente, mientras ellos se movían y se deslizaban como si volaran con delicadeza, por toda la pista. Un vacío, que lejos de sentirse desierto, se percibía más bien como un momento de increíble complicidad y comodidad entre ambos. Como si hubieran conseguido llegar al lugar en el que debían estar desde el comienzo.

Pero tampoco repararían en ello muy detalladamente, por miedo a lo que pudieran descubrir con eso.

- Déjeme adivinar... - Susurró la doctora divertida, sin apartar los ojos de él. - ¿Su abuela?

- ¡Premio para señorita! - Soltó con énfasis y una pequeña risa. - Aunque debo admitir que, en este caso, mi madre también estaba bastante emocionada con ello.

- ¿Le gustaban? - Cuestionó, buscando en su mirada una respuesta sincera. - Las clases digo.

- No mucho la verdad, pero la profesora era bastante bonita y quería llamar su atención.

- ¿Por qué no me sorprende? - Dijo divertida, poniendo los ojos en blanco.

Casi podía imaginarse a un joven Cailean, profundamente decidido, con la valentía pintada en la pequeña cara algo enfurruñada y bailando hasta agotarse, solo para impresionar a la bella instructora. Seguro que se vería totalmente adorable, como un educado caballero en miniatura.

- ¿Lo consiguió?

- En absoluto. - Aceptó melancólico. - Era bastante mayor que yo, como ya se imaginará y además salía con un atractivo bombero. Aunque creo que al menos le parecía gracioso... - Añadió reflexivo.

- Mmmm supongo que ni siquiera usted puede competir con eso. - Bromeó soltando una carcajada, que él correspondió con una enorme sonrisa. - Aun así, es bastante increíble ¿Hay algo que no sepa hacer señor Kyong?

Sienna iba tan cómoda entre sus capaces brazos y estaban tan coordinados que, en ese momento, no era capaz de detenerse a reflexionar en ello, tal vez más tarde lo comprenderían...

- No, la verdad, forma parte de lo increíble que soy.

- Y así, con su enorme modestia, rompe la magia otra vez. - Añadió irónica y aburrida, volviendo a mirar hacia otro lado.

Sus ojos se movieron casualmente en dirección a Trevor, que ahora bailaba muy concentrado con la bellísima Amanda. Algo que no pasó desapercibido para una profunda mirada color chocolate que siempre reparaba en cada detalle de la doctora.

- Deje de preocuparse por él, Amanda no se lo va a quitar. - Protestó el duque, con algo de cansancio y fastidio, pero sin perder el ritmo o el paso. - Además mírelos, lo hacen bastante bien, el problema era usted supongo. - Dijo en voz baja, fingiéndose apenado.

El maldito tenía razón, pensó Sienna mortificada.

Si bien es cierto que los otros dos no eran unos grandes expertos, parecían hacerlo bastante bien, mejor que con ella antes y, además, se estaban divirtiendo. Era evidente que estaban disfrutando de la experiencia, muy cómodos y totalmente compenetrados.

Bueno, bien por ellos en realidad. Seguramente la señorita Bartlett acabaría las vacaciones sin decidirse a tener algo con Trevor, así que era mejor que él buscase a una mujer que sí podría corresponderle como merecía.

- Vaya gracias excelencia, siempre son bienvenidos sus cumplidos. - Soltó mordaz, haciéndolo reír genuinamente.

Su risa ronca y gruesa, mezclada con la animada música, no sólo la sorprendió a ella. Estaba casi segura de que era la primera vez que lo oía hacerlo abiertamente, sin intentar esconderla o camuflarla, desde que estaban allí.

Era un sonido bastante sorprendente e increíblemente atrayente, ¿cómo el ruido que hace una barra de chocolate negro al romperse de un mordisco, tal vez? No lo sabía exactamente, pero a juzgar por todas las miradas que volaron en su dirección cuando se produjo, era sin duda de lo más sensual, aunque él ni siquiera lo notó.

Esa noche, durante la cena, Michael se acercó a Sienna sorprendido, en cuanto la encontró sola y disponible para hablar. Quería averiguar que le había dicho al duque para hacerlo reír de esa forma tan natural y sexy. O lo más importante, ¿Cómo había conseguido bailar tan adecuadamente con él mientras había masacrado al pobre Trevor en el intento?

La doctora no tenía una respuesta para sus dudas, pues ni ella misma sabía que era lo que había pasado entre ella y Lord Antipático esa tarde.

NOTA DE LA AUTORA:

Hola mis preciosidades, ¿cómo les trata la vida? Espero que bien.

Bueno, aquí les he dejado un nuevo capítulo con un poco de baile para animar las cosas. Qué piensan ustedes, ¿el profesor tiene razón? ¿Una de las formas de enamorarse es bailando? No lo sé, hace tantos años que no bailo con alguien que seguro piso a todo el mundo como nuestra Sienna jajaja.

Espero que les haya gustado este capítulo también y como estoy llevando la historia, sobra decir que siempre estoy abierta a sugerencias, las buenas ideas son bienvenidas.

Muchas gracias por el apoyo y por seguir leyendo.

¡Muchos besotes!

Nos leemos ❤.

J.J.

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