🌺 Capítulo 13

🎧 Canción del capítulo: Wham! -Last Christmas.

Otra vuelta.

Otra pasada por delante de ella, fingiendo no verla.

Otra vez que no podía ignorar su triste rostro a un lado de la pista.

¿Por qué se había quedado allí apartada? Si su intención era molestarlo por dejarla, lo había conseguido sin lugar a dudas. Porque odiaba verla ahí alejada y sola, mientras él disfrutaba de la jornada con la empalagosa señorita Rodríguez.

Bueno, ahora no estaba siendo justo con Amanda Rodríguez.

Debía admitir que era una mujer bastante admirable, algo que en cierto modo le gustaba. Ella había conseguido abrirse paso sola y únicamente gracias a su gran talento, dentro del competitivo mundillo de la moda de alta costura. Además, era de lo más agradable, sin duda muy hermosa, inteligente, divertida y lo más importante, quería formar una familia.

Era exactamente el tipo de mujer que sus padres querían y por supuesto, también su abuela. Por favor, la intrépida duquesa de Allenbright, lo arrastraría hasta el altar sin dudarlo nada más conocerla.

No, puede que eso no fuera cierto. Conociendo a la abuela y lo peculiares que solían ser sus ideas siempre, probablemente acabaría escogiendo a otra quien nadie se esperaría. Probablemente alguien como la señorita Bartlett, porque mientras todos notarían desde el primer momento que, la señorita Rodríguez era la candidata perfecta, ella haría un berrinche y defendería a muerte a la doctora.

Estaba seguro de que también tiraría de sus orejas si supiera lo antipático que había sido con ella antes y que, como si eso no fuera poco, la había dejado plantada, sola y apartada, mientras todos se divertían. Inconscientemente levantó la mano derecha para tocar su oreja, imaginando el dolor que sentiría con el castigo.

¡Pero no era su culpa si ella quería rechazarlos a todos!

Había visto a más de uno acercarse amablemente y luego marcharse solo con una agradable sonrisa suya. No iba a negar que le gustaba ese don que parecía tener para despedir a otros hombres rápida y cordialmente, sin ofenderlos o incomodarlos, pero ese no era el momento de mostrarse distante. No, si quería disfrutar de la actividad.

No se engañaba pensando que lo hacía por una especie de fidelidad hacia él, Sienna no haría eso precisamente por él y menos en esos momentos en los que seguro que seguía molesta por el incidente de antes. No sabía porque lo hacía, pero tampoco era su problema, después de todo le había avisado con tiempo suficiente para pudiera buscar otra pareja.

Además, ¿Qué le importaba lo que hiciera esa mujer que no sabía respetar un trato? Pensó, cada vez más malhumorado.

— Ay, estoy agotada. — Dijo Amanda suavemente, al notar la rigidez repentina en el cuerpo de Cailean. — ¿Qué te parece si descansamos un poco? Me muero de ganas de beber algo caliente.

— Claro. Vayamos hasta aquel puesto, parece agradable. — Aceptó ofreciéndole su brazo para caminar con cuidado y pensando en lo sencillo que había sido hablar con esta mujer.

Si realmente hubiese estado en busca de una esposa, con seguridad la habría escogido a ella, pues tenía todas las agradables cualidades que buscaba en una mujer.

Aunque no estaba enamorado, sabía que Amanda sería capaz de comprenderlo, de aceptar que eso era algo que podría llegar después, cuando ya llevaran tiempo de casados y se conocieran mejor.

Pero, desafortunadamente, él no quería saber nada de bodas todavía y con seguridad, Amanda encontraría rápidamente a alguien que supiera amarla de la manera adecuada. Después de todo, era una mujer de lo más agradable, alguien de trato fácil, no como otras doctoras sabiondas que lo desequilibraban constantemente.

Definitivamente todo era mucho más sencillo con la señorita Rodríguez.

Por favor, si hasta se hablaban sin formalidades, reflexionó recordando cuanto le había molestado ese tratamiento entre Trevor y Sienna. Que tontería, le daba igual como se relacionara ella con otros, después de todo no eran nada más que socios en eso de las parejas falsas y para colmo, ella ni siquiera había sido capaz de respetar como se debía el acuerdo.

— Gracias por aceptar acompañarme esta tarde. — Pronunció Amanda llamando su atención. — Admito que creí que sería más complicado separarte de la doctora. — Añadió con una pequeña sonrisa para nada inocente.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Bueno, han estado juntos desde que llegamos y parecen entenderse bastante bien. — Él no pudo contener el suspiro irónico que escapó de sus labios, si supieran la verdad...

— En absoluto.

— Todos piensan que hay algo entre ustedes. — Así que el loco plan si estaba funcionado después de todo, razonó, sin poder evitar que sus ojos la buscaran nuevamente. — Sobre todo cuando te comportas de esa manera. — Añadió ella divertida.

— ¿De qué forma? No estoy haciendo nada. — Protestó, centrándose en la hermosa mujer aferrada a su brazo.

— ¡Claro que sí! Lo haces siempre, me he fijado.

— Así que te has fijado en mí. — Pronunció en tono lisonjero, tratando de desviar la conversación hacia otra cosa que no fuera Sienna.

— Sabes de sobra que sí, todas lo hemos hecho. Para eso vinimos después de todo. — Aceptó sin remordimientos. — Pero desgraciadamente, es bastante evidente que llegamos tarde a ti.

— No entiendo que quieres decir.

Él parecía genuinamente sorprendido o tal vez más bien confundido, como si no entendiera que era lo que le estaba insinuando. Ella negó con una sonrisa, a veces los hombres podían estar tan ciegos a lo evidente... reflexionó, sin poder evitar buscar a Trevor entre todas las parejas.

— Que te gusta mucho la doctora y creo que tú también a ella.

El duque no pudo reprimir la carcajada que se le escapó y luego, olvidando que se suponía que estaban fingiendo gustarse para alejar a todos y todas, añadió:

— Para nada, apenas nos soportamos si te soy sincero.

— Pues lo disimulas bastante bien. Sobre todo, cuando te comportas como hace un momento, siguiéndola con la mirada a donde quiera que vaya. Sin olvidar la cara de ogro malo que pones cuando algún hombre la ronda.

— Ah... puede que tengas razón. — Aceptó recobrando la compostura y recordando que, se suponía que eso era algo que debía hacer como parte de su acuerdo.

Lo de buscarla con los ojos no entraba en plan, pero seguro que en realidad no lo hacía. Probablemente eran cosas de Amanda, que lo veía todo color romance, pensó mirando en dirección a la doctora otra vez sin darse cuenta.

— Creo que mejor descansaré un poco aquí. — Ella soltó un suspiro agotado y se sentó en una coqueta mesita fuera de la pista. — ¿Por qué no aprovechas a invitarla a dar una vueltecita? La pobre se ha pasado la tarde allí sola.

— No, seguro que está bien así. — Respondió hosco.

No quería ceder, no podía salir corriendo hacia ella a la primera oportunidad.

Estaba teniendo una tarde buena y entretenida con la señorita Rodríguez, no tenía que interrumpirla solo por ir en busca de la traidora de Sienna. Ella estaría bien, lo sabía.

— Oh vamos, sé caballeroso. Falta un hombre y encima yo te he acaparado casi todo el día, no me molestaré porque vayas un rato a hacerle compañía. — Insistió.

— No se... — Miró nuevamente hacia ella, que ahora estaba acompañada por otros dos hombres y dio un paso dudoso.

¿Cómo iba dejar sola a Amanda ahora? Eso sí sería descortés. Claro que en realidad era ella quien le enviaba y se suponía que tenía que fingir que le gustaba la señorita Bartlett y por tanto deseaba estar con ella.

¿Por qué siempre tenía la doctora que complicarlo todo?

— Venga ve, yo estaré aquí disfrutando de un café con un delicioso bollo caliente.

Amanda le dio un pequeño un empujón y él, después de dudarlo unos segundos más, se encaminó finalmente hacia Sienna. Por su culpa al final había tenido que interrumpir una buena cita. ¿No podía ella haber aceptado hacer algo con alguien y ya estaba?

Refunfuñando improperios en voz baja y en varios de los idiomas que hablaba, se acercó a la doctora.

— ¡Vamos a patinar! — Le ordenó de tal forma que pareció un ladrido.

— ¿Qué? — Cuestionó, sin dejar de soplar con suavidad el humeante chocolate, que Caesar acababa de traerles a los tres, en cuanto había visto llegar a sus acompañantes.

— ¡Deje de hacer eso y venga a patinar conmigo! — Exigió, bajo la antena mirada de varios pares de ojos.

— No quiero. — Dijo apartando por fin los ojos de la taza de cacao, solo para encontrarse con otros dos pozos profundos del mismo color que la miraban fijamente. — ¿Por qué ha venido? Parecía que se divertía con la señorita Rodríguez.

— Y lo hacía, pero ella ha sentido pena de usted y me ha pedido, o más bien obligado, a que viniera a buscarla.

— No pienso patinar con usted por pena, váyase. — Ella frunció el ceño, lo que le faltaba ahora, su lástima. — Estoy bien con mi bebida y mis amigos. — Bebió un trago, pero tuvo que volver a soltarlo dentro de la jarrita porque le quemó la lengua. — Ay.

Michael soltó una pequeña risita disimulada escondiéndose detrás de su taza, al tiempo que Jason le daba un suave codazo para que se callara, aunque era evidente que también él quería soltar una carcajada.

Caesar, preocupado, se adelantó para intentar mediar entre su querida doctora y este hombre que todavía le daba un poco de miedo o más bien le imponía bastante. Aunque lo cierto es que ella no parecía en absoluto asustada, ni intimidada nunca.

—¿Puedo traerle a usted una taza, milord? — Preguntó, pero el conde prácticamente lo ignoró, porque estaba centrado en Sienna y lo que acababa de hacer.

— Que desastre, deje eso por favor. — Recriminó fastidiado quitándole la taza de las manos. — Parece un bebé ¿Todavía no ha aprendido a beber? ¿Y por qué tiene tantas cositas de azúcar rosa flotando dentro? Ni que tuviera siete años, vamos.

— ¡No voy a ir! — Exclamó, guardando por fin la lengua dentro de la boca, aunque todavía le ardía un poco pese a que había estado haciéndose aire. — ¡Devuélvame mi taza! — pidió.

Pero él no lo hizo, al contrario, ignoró intencionadamente su petición mientras la colocaba a un lado, donde no hubiera peligro de que se derramara sobre alguien.

— ¿Se puede saber por qué no ha patinado con nadie? — Cuestionó malhumorado, arrodillándose delante de ella para ajustar las ligas de sus patines como si fuera una niña.

— Porque no sé. — Aceptó sin más, intentando apartar la pierna, pero él la aferró firmemente con las manos y continuó con lo que estaba haciendo. — ¿Y usted sabe que también hay más gente aquí y es de buena educación saludar cuando se llega a un nuevo grupo?

— Es verdad, disculpen caballeros. — Dijo levantando la cabeza con una amable sonrisa dirigida a la pareja. — Ha sido descortés por mi parte. ¿Qué tal están?

— No importa, comprendemos que estaba distraído con otra cosa. — Dijo Michael con picardía.

— Supongo. — Aceptó con una sonrisa.

¿Acaso todos pensaban que estaba loco por ella? Piensa en plan Cailean, no olvides el plan, se repitió.

Sienna por su parte ignoró intencionadamente el comentario de su amigo y luego recordó de repente la frase que dice algo así como: "Si en realidad quieres conocer a alguien, fíjate en como trata a quienes le sirven" e iba a protestar por el comportamiento mal educado que había tenido Lord Antipático con Caesar cuando él habló.

— Señor Caesar, buenas tardes a usted también. — Dijo cortésmente. — No hace falta que me traiga nada ahora, gracias. — El muchacho aceptó con un asentimiento de cabeza y el duque siguió con su tema de conversación. — Es una tontería que no haya patinado por eso. — Le comentó a Sienna. — Seguro que a más de uno le habría gustado enseñarla.

— Eso mismo intentamos decirle todos, pero no nos quería escuchar.

— Pero no quería que lo hicieran. — Protestó avergonzada.

¿No podía Michael ponerse de su lado esta vez?

— Oh vamos, deje de comportarse como niña malcriada. — Cuando acabó con los patines se levantó y tiro de ella para ponerla de pie. — Ya estoy de vuelta con usted, quite esa cara enfurruñada.

— Por mí como si se vuelve a ir con la señorita Rodríguez, que le soporte ella. — Él escondió una risita y tomo las manos de ella para conducirla a la pista de hielo. — ¡No!, ya le dije que no quiero ir, no sé.

— Aprovecha Sienna, si de todas formas estabas decidida a ir con nosotros. — La animó Jason, desde donde estaban sentados, sin soltar su humeante café.

Malditas bebidas calientes, si no se hubiesen distraído con ellas ahora estaría patinando con Michael y Jason, no teniendo que soportar otra vez a Lord Antipático.

— Ve, ya estaba preparada. — Añadió aprovechando las palabras del juez. — No le pasará nada, lo prometo. Déjese guiar por mí y verá cómo se divierte.

— La última vez que me dijeron eso tenía dieciocho años y casi acabo sin ropa interior en la parte trasera de un coche, no gracias.

— Que aventurera, señorita Bartlett. — Dijo con picardía, mientras se movía despacio sobre el hielo ayudándola a mantener el equilibrio. — ¿Y por qué solo casi? Si se puede saber claro...

— No se meta en lo que no le importa. ¡Y no me deje caer! — Protesto, cuando uno de sus pies se deslizó demasiado rápido y casi se va directa contra el hielo.

— ¡Es su culpa! ¿Por qué va tan tensa? No le pasará nada, no puede ir más allá de su trasero al suelo.

— Ja ja muy gracioso. — Se quejó con ironía. — ¡Concéntrese y no me deje caer!

— No lo haré, tranquila. — Dijo con una agradable sonrisa tranquilizadora, sosteniéndole mejor las manos.

Podría creerle lo que él quisiera cuando transmitía esa serena seguridad y el calor de sus agradables palmas la envolvía incluso a través de los guantes de lana. Que tonta e impresionable era a veces. Aunque seguro que no era la única a la que le pasaba algo así con un hombre tan carismático como el duque.

Después de todo, ¿a quién no le ha gustado alguna vez un chico malo diciéndole que, se deje llevar, mientras le sonríe cargado de seguridad?

— Vamos a alejarnos un poco de la barrera de protección por si acaso y a ir un poco más de prisa, ¿le parece? — Tiró un poco de ella para hacer lo que decía.

Pero no alcanzó a acabar la frase, ni siquiera logró avanzar mucho, cuando sucedió lo que temía, una esquina de la chaqueta de ella se enganchó en el bajo cercado que rodeaba la pista.

Sienna perdió el equilibrio completamente y sus piernas se movieron sin control.

Aunque él intentó esquivar el golpe y sostenerla con fuerza, no pudo evitar que ella se deslizara entre sus propias piernas y lo barriera sin remedio en la caída. Cailean trató colocar los brazos alrededor de ella para que no le doliera tanto, pero con la de capas de ropa que llevaba la mujer dudaba que sintiera nada, seguro hasta rebotaba en el suelo.

— Auch... — Dijo ella cuando los dos, todavía enredados, dejaron de deslizarse suavemente por la pista helada. — Prometió que no me dejaría caer. — Añadió poco después quejumbrosa.

— Perdón, le prometo que intenté evitarlo, pero es que salió disparada como un torpedo y me llevo con usted.

Él sonrió suavemente, casi sin querer. Observándola desde muy cerca, analizando con cuidado cada detalle de su rostro, tratando de asegurarse de que todo estaba en orden. Aunque le dolía un poco la rodilla y estaba seguro de que le saldría un gran moretón, todo estaba bien, pero no sabía si podía decir lo mismo de la doctora.

— ¿Se encuentra bien? — Preguntó preocupado apartándole algunos rizos rebeldes del rostro con suavidad.

La doctora tenía la punta de la nariz roja por la caída o por el frío del lugar, no estaba del todo seguro. Su piel, normalmente pálida, estaba también algo sonrosada por la actividad y por los pocos días de sol que había visto allí. Los labios, naturalmente rojos y llenos, estaban entreabiertos por su respiración agitada, que le hacía cosquillas en la mejilla.

Pero los ojos, esos seguían firmemente apretados.

Estaba desesperado porque los abriera y lo mirase, o al menos que dijera algo más. Parecía estar bien, pero no podría saberlo con exactitud hasta que ella lo dijera abiertamente.

— Me está aplastando un poco. — Admitió, al tiempo que abría lentamente los ojos, por fin.

Sus océanos azules, se veían ahora incluso más claros por el reflejo de la nieve y por las pestañas húmedas a su alrededor, como dos hermosas joyas reluciendo por la luz. Lo atrapó irremediablemente en ellos, no le importaría ahogarse en ese mar cristalino, pensó dejando escapar un cálido suspiro que chocó con la boca de ella.

Sienna se sorprendió al darse cuenta de lo cerca que estaban.

Es cierto que lo sentía pegado sin tener que verlo, pero no esperaba que fuera tanto como para poder contar los destellos verdes que escondía la mirada del duque. O como para sentir tan nítidamente su aroma, que la abrazaba y la envolvía por todas partes al tiempo que resultaba increíblemente atrayente.

Debía aceptar sin lugar a duda que, su colonia, su jabón o lo que fuera que olía de esa manera, con el perfumen agradable de un bosque húmedo, salpicado con las notas ligeramente ahumadas de la madera de enebro, las flores silvestres y tal vez, incluso algo de nieve fría, era el olor que seguro tendría su querida Escocia durante el invierno y se sentía sencillamente maravilloso en él.

Como una especie de reflejo de sí mismo, o de parte de sus ancestros. Era como si, casi toda su escancia europea, estuviera allí disponible para ser reconocida en su piel.

¡Centraré Sienna y para con esta tontería! Es el cretino de Lord Antipático en quien estás pensando. Se recriminó.

— Lo siento, le aseguro que intentaba parar la caída, pero creo que de todas formas se llevó la peor parte. — Bromeó él luego de unos segundos de simplemente contemplarla en silencio, pero sin apartarse del todo y sin dejar de tocar los pequeños rizos dorados que se le pegaban a la frente. — ¿De verdad se encuentra bien? —Insistió.

— Supongo. — Aceptó Sienna no muy convencida. — Estoy bien, ya puede apartarse. — Intento empujarlo un poco, pero pese a que él le dejó más espacio, no acabó de alejarse completamente.

Aunque ahora no la miraba a ella, sino a un punto lejano detrás de su cabeza. ¿Qué podía haber allí que fuera tan importante? ¿Le preocupaba que la señorita Rodríguez los viera de esa manera? Mientras ignoraba, tal vez intencionalmente, que cada vez que se movían sus narices casi chocaban.

Por favor, que ganas tenía de apartarlo de un empujón. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué seguían ahí anudados en el suelo?

— Espere un momento.

Dijo Cailean despacio, pero sosteniéndola mejor para que dejara de moverse. ¿Es que esta mujer no se daba cuenta que si seguía así las cosas podían ser mucho más incomodas todavía? ¿No podía estarse quieta?

— Las señoras nos están mirando y parecen bastante encantadas con el espectáculo. — Explicó el duque, que volvió a centrarse en ella, sonriendo como un pilluelo satisfecho.

— ¿Las hermanas Vaughan?

— Las mismas, ya verá la carta tan larga que le envían a mi abuela contándole con todo detalle lo que acaba de pasar. Seguro que lo han visto como algo muy romántico, ya sabe, como en esas películas empalagosas.

Seguía hablando para no distraerse ni ceder a la tentación.

Pero, aun así, sus dedos rebeldes se negaron a obedecerlo e hicieron lo que llevaba tiempo deseando. Recorrieron el camino que marcaba el nacimiento de su frente, dejando de tocarle el sedoso cabello, para deslizarse con mucha delicadeza sobre la piel.

Terciopelo tibio, tal y como imaginaba, pensó deslumbrado.

— Tal vez deberíamos dejar de hacer estas escenas. — Murmuró Sienna, algo hechizada por el delicado movimiento de su mano. — A este paso acabarán planeando nuestra boda. ¿Todavía nos miran?

— Si. — Mintió el duque sin remordimientos.

Hacía rato que ellas estaban ya centradas en otra cosa, pero él no estaba preparado para dejarla ir todavía, para perder su calor, para volver a sentirse lejos de la vida.

— No se preocupe por eso, acabaríamos con nuestra farsa antes de la ceremonia. — Bromeó con una gran sonrisa.

— Muy gracioso, su excelencia. — Dijo irónica.

— Ah, que molesta. No me llame así, ya se lo he dicho.

Eso sí lo hizo apartarse como disparado, por fin, su plan había funcionado después de todo. Podía ser tan predecible a veces, ella soltó sin querer una carcajada, que ambos sintieron por todo el pecho.

Quedó paralizado por un momento, pero rápidamente volvió a centrarse.

¿Qué demonios hacía disfrutando de tener a la doctora Bartlett entre los brazos? Estaba loco, sin duda ella le habría contagiado de alguna forma. Menudo tonto, como si él hubiera estado alguna vez necesitado o más bien, falto de compañía femenina.

— Ya está. Vamos, levántese. — Dijo sin mucha delicadeza y tirando de ella para ponerla de pie.

— Creía que las señoras nos miraban. — Protestó, sorprendida por el repentino cambio.

— Ya no, se habrán aburrido. Llevábamos como una hora ahí recostados.

— ¿Y por qué se enfada ahora? ¡Fue usted quien se empeñó en tenerme ahí apretada! — Se quejó ella, poniéndose de pie con increíble facilidad y sacudiéndose la nieve de la ropa.

De verdad que no lograba comprender a este hombre. ¿Por qué estaba molesto? Había sido idea suya permanecer ahí enredados, como si fueran un par de tontos enamorados disfrutando del momento.

¿Se habría dado cuenta de que la había puesto nerviosa cuando le tocó la frente como si estuviera embelesado? ¡Qué vergüenza! Esperaba que no, solo había sido un tonto momento que se le había ido de las manos debido a toda la situación.

Era todo tan romántico que, sin querer y solo por un instante, sintió que era real.

Afortunadamente no lo era, solo se trataba de una farsa. Entregarle el corazón al señor Kyong sería la peor idea que cualquiera, sobre todo ella, podría tener nunca y Sienna podría ser muchas cosas, pero no era tonta.

Jamás haría algo así.

— ¡Porque fue su culpa! — Volvió a quejarse Cailean. — ¿Por qué no se dejó guiar por mí? Se puso toda tensa y difícil, por eso acabamos en el suelo.

— ¡Le dije que no quería patinar! ¡Idiota! — Le espetó saliendo de la pista como podía y dejándolo atrás enfadada.

Genial, otro incidente, a este paso la gente acabaría dándose cuenta de que lo suyo era puro teatro. Bueno, sería peor para él, a ella nadie iba criticarla por marcharse de aquellas vacaciones sola.

*

Estaba agotada, pero contenta, pensaba satisfecha Sienna mientras recogía su cena más tarde.

Le había gustado mucho la experiencia, incluso con la aparatosa caída había sido divertido, ahora que lo revivía más tranquila. Sin duda, se tomaría el tiempo necesario para ir las pistas las próximas navidades, cuando regresara a casa.

Al final, estas vacaciones le estaban enseñando lo que su madre tanto le repetía, la vida era algo más que trabajar y trabajar. No sacaría pareja de allí, pero al menos estaba aprendiendo a vivir, a dejar de limitarse a simplemente existir y eso le parecía más que suficiente. Después de todo, ¿quién necesitaba un marido cuando una estaba empezando a conocerse a sí misma y a disfrutar el proceso?

A ella realmente le encantaba su profesión y lo que hacía, pero ahora, además, estaba descubriendo muchas otras cosas que también le gustaban. Como patinar sobre hielo, leer un libro en playa bajo una sombrilla o hacer senderismo por nuevos lugares.

Tal vez podría hacer cada fin de semana alguna actividad diferente, ya lo pensaría bien cuando llegara, pero no tenía dudas de que las cosas iban a cambiar mucho después de eso.

La comida de esa noche, como la de siempre allí, tenía un aroma tan apetecible que se moría de ganas de probarla, sentía que la boca se le hacía agua con solo imaginar su sabor. Pero, al ir acercándose a su mesa, la alegría se apagó un poco cuando empezó a ser sustituida por la incertidumbre.

¿Qué se suponía que debía hacer?

A la derecha estaba Lord Antipático, que la miraba con su habitual cara de aburrimiento, como si todo le diera igual y con quien había "discutido" dos veces ese día. Aunque, de todas maneras, él hizo ademán de ponerse en pie para acomodar su silla como siempre, sin olvidar sus buenos modales de caballero.

A la izquierda, no muy lejos de él, se encontraba todavía solo el encantador Trevor, con una amable sonrisa pintada en la cara. El deportista, la miraba como esperando que se sentara a cenar con él, sobre todo, teniendo en cuenta que se había quedado muy apenado por no haber podido acompañarla más temprano.

Y en el medio estaba ella, que no sabía que hacer allí de pie entre los dos hombres.

Por un lado, estaba uno que apenas la soportaba, pero con quien tenía un trato y al otro un hombre agradable que podría convertirse en algo más que un amigo, si ambos quisieran.

Ojalá estuviera cenando allí Michael, podría sentarse con ellos dos y adiós a las dudas. Seguro que él se quejaría porque estaba ignorando a dos de los mejores candidatos disponibles para ella, pero no importaba, porque eso sería menos incómodo que esto.

Cailean pareció comprender sus dudas nada más verla y la mueca de fastidio en su rostro se magnificó, su oscura mirada parecía querer retarla diciéndole: no te atrevas a hacerlo, no pienses en dejarme plantado.

¡Que se fastidiara!

Él había decidido ignorarla toda la tarde por la señorita Rodríguez, la había ido a buscar solo por obligación y encima, se había marchado del almuerzo de mal modo y sin acabar, ahora que se aguantara. Pensó enfadada, encaminándose muy decidida hacia la mesa del deportista que, en ese momento, la miraba con una enorme y encantadora sonrisa.



NOTA DE LA AUTORA: 

Bueno mis bellas personitas ¿Qué piensan del capítulo de hoy?

Nuestra pareja se ha distanciado, pero al final han vuelto con el otro, ¿o no? Tal vez nuestra pareja no sea en realidad, nuestra verdadera parejita ¿Qué piensan ustedes? Trevor siempre esta dispuesto a aparecer al rescate y la señorita Amanda viene pisando muy fuerte... 

Espero que les haya gustado y por supuesto que les deje con ganitas de más. 

Muchas gracias por el apoyo y por seguir aquí leyendo. 

¡Muchos besotes!

Nos leemos ❤. 

J.J.

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