🌺 Capitulo 11
🎧 Canción del capítulo: Tipling Rock – Staring.
Sienna se estaba ahogando.
Se encontraba hundiéndose cada vez más bajo el agua fría, le faltaba más y más el aire con cada segundo que pasaba, pero nadie lo notaba.
Sólo la contemplaban unos pícaros ojos color café con destellos verdes, que, en realidad, no hacían nada por ayudarla. Al principio parecían buscarla preocupados, pero luego, acabaron por desaparecer dejándola atrás y sin poder respirar.
A lo lejos, podía oír una voz repitiendo su nombre. Como un eco suave, como si fuera en realidad una sombra, o quizás un poco de humo que se desvanecía rápidamente con el viento.
Aun así, alguien la estaba llamando, buscándola. Tal vez quisieran rescatarla ¡Por fin!
Pero no podía estar completamente segura, porque sonaba apenas como un susurro amortiguado y, además, la distraía irremediablemente el rítmico sonido de unos pequeños golpecitos que parecían latidos.
¿Sería su corazón que sonaba tan fuerte?
— ¡Doctora Bartlett!
Esta vez, la voz se escuchó más fuerte, nítida y ella se sentó en la cama sobresaltada.
— ¿Señor Kyong? — Preguntó adormilada, todavía sin comprender que estaba sucediendo.
Aflojó la sábana que tenía enredada alrededor de su cuello y se quedó sentada en medio de la cama mirando a la nada. Que sueño tan extraño, pensó respirando con fuerza para llenar sus pulmones, seguro que fue porque casi se asfixia a sí misma sin darse cuenta.
Que tonta, se amonestó alejando la traicionera sábana de una patada.
¿Pero por qué aparecía Lord Antipático en el sueño? Porque, aunque no había alcanzado a ver el rostro al completo, estaba totalmente segura de a quien pertenecían esos astutos y pícaros ojos marrones. Eso en realidad era probablemente lo más extraño de todo, bueno, puede que no tanto como enredarse dormida en una sábana y casi ahorcarse, pero aun así ¿Por qué soñaba con él?
— ¡Doctora Bartlett! — Escuchó ahora con toda claridad, seguido del sonido crujiente como de unas piedrecitas al golpear contra el cristal.
Claro, él estaba ahí, incordiándola como siempre. Por eso se había metido en su descabellado sueño casi mortal. ¿Pero qué hacía a esa hora y para colmo arrojando piedras como si fuera un adolescente de Disney Chanel?
Se levantó apresurada para ver qué era lo que quería y que dejara de hacer escándalo. Pero no fue buena idea, porque casi recibe un golpe en medio de la frente al abrir la ventana.
— Perdón, no esperaba que saliera tan de repente. — Mentira, no lo sentía en absoluto, supo ella gracias a su expresión risueña imposible de esconder. — Uh... ahora entiendo que esté soltera, ese aspecto mañanero es difícil de sobrellevar. — Bromeó él poniendo cara de espanto.
Observó sus rizos enmarañados apuntando en todas las direcciones, su mirada malhumorada por haberse despertado de tan mala manera y la camiseta extragrande, que ejercía las funciones de pijama y tenía grabado un chiste sobre protones, resultaba bastante divertido si uno poseía los conocimientos suficientes para comprenderlo.
Él se rio disimuladamente al ver el mensaje, pues muy a su pesar le parecía bastante gracioso. Pero luego se puso serio al pensar quien se la habría dado, no le parecía que la prenda pegara con su forma de vestir por lo que era evidente que no era suya, seguramente tendría que ser de un hombre, uno grande, además.
¿Por qué seguía llevándola Sienna? ¿Tan especial era él?
No era de su incumbencia, se dijo Cailean, quien lejos de lo que quería hacerle creer a ella con sus palabras, lo cierto es que la imagen que presentaba le parecía de lo más tentadora. Con esa camiseta un poco descolocada dejando un travieso hombro y mucha cantidad de piernas al aire, el pelo revuelto, la cara somnolienta y los labios hinchados de dormir...
Definitivamente no le importaría tener que encontrarse con ese panorama al despertarse, seguro que eso pondría de buen humor a cualquiera. Siempre y cuando desapareciera esa tonta camiseta que habría pertenecido a otra persona, claro.
— Es demasiado temprano para sus tonterías ¿Qué quiere? — Se quejó ella restregando uno de sus ojos aburrida y todavía algo dormida.
— Su humor tampoco ayuda, ay... — Pronunció dejando salir un suspiro preocupado. — ¿Qué vamos a hacer con usted, doctora Bartlett?
— ¿Qué hace aquí? Todavía es tan temprano que Caesar no ha pasado por aquí para despertarme ni dejarme el desayuno. — Comentó conteniendo un bostezo y disfrutando de la vista del mar brillante detrás de su visitante indeseado.
— ¿Ese joven la despierta y le da de comer todas las mañanas? — Preguntó asombrado sin saber si debía preocuparse o no.
Seguramente no, después de todo, estaban de vacaciones y ella era una mujer libre.
— Por favor, deje de mal pensar y sea maduro. Es su trabajo.
— ¿Su trabajo? A mí nadie me despierta para llevarme el desayuno. — Se quejó.
— Porque su antipatía espanta al personal y nadie se atreve a acercarse.
— Vaya... nos despertamos guerreras hoy, ¿no? Como sea, el muchacho ya vino a buscarla, pero usted no respondía, por eso he decidido acércame yo. Vamos vístase que es tarde.
— ¿Qué?
Al parecer todavía seguía dormida o ¿estaría enferma?
Tal vez el baño improvisado al aire libre de la otra tarde le había sentado mal. Él no recordaba haber sentido frío, pero a lo mejor ella sí y había pillado un resfriado. Ahora que lo recordaba, también durante la cena de la noche anterior, estuvo algo extraña.
Preocupado se acercó a ella para poder revisarla más de cerca.
— ¿Qué hace?
— ¿Se encuentra bien, doctora? — Preguntó mirándola detenidamente. — Ya es hora de la excursión a la playa, por eso vine a buscarla.
— ¿De verdad? Oh lo siento, es que me quedé hasta tarde anoche.
Sienna soltó otro bostezo y se alejó de esos oscuros ojos cargados de preguntas que la perseguían hasta en sueños.
— ¿Haciendo qué? — Dijo él al fin sin poder contenerse.
— No le interesa, iré a cambiarme.
Sin otra palabra ella se dio la vuelta y entró otra vez a su habitación para darse un rápido baño y prepararse para la excursión.
Aunque se sentía cansada, tenía muchas ganas de ir a la playa. Si bien es cierto que podía verla con tan solo abrir la ventana, todavía no se había tomado el tiempo para visitarla o disfrutarla en condiciones.
Trató de hacerlo todo lo más rápido posible, pero sentía el cuerpo pesado y agotado. Por lo que se quedó unos segundos de más bajo la agradable agua tibia, que empezaba a hacerla sentir como una persona otra vez.
En cuanto acabó, se vistió, recogió las cosas necesarias para la excursión y salió a encontrarse con Cailean para que pudieran ir hasta el lugar del encuentro, donde el resto de los huéspedes estarían ya seguramente cómodamente instalados y gozando de la dorada costa.
Apenas hablaron durante todo el camino, él parecía pensativo y tal vez incluso algo preocupado. La miraba con intensidad durante unos segundos, como si buscara algo en ella y luego seguía caminando, pero sin decir gran cosa. También cargó amablemente con las cosas de Sienna sin siquiera ofrecerse a hacerlo, simplemente las tomó de sus manos y caminó esperando a que ella le siguiera el paso.
Estaba siendo tan amable que ella pensó que tal vez debería de empezar a preocuparse, afortunadamente no tardaron mucho en llegar a la zona especialmente acondicionada con todas las comodidades para disfrutar del mar.
— Bien quedémonos aquí, es el último resguardo con sombra que queda, por tardona. — Dijo él acomodando la sombrilla sobre una gran hamaca para dos que había en la arena. — Hay otro hueco allí, un poco más cerca de la costa. — Señaló el lugar para ella sin prestar mucha atención. — Pero me preocupa lo que pueda hacerle sol a esa piel tan clara que tiene.
Sienna miró a su alrededor intentando reparar en cada detalle, como si perderse algo de lo que la rodeaba fuese un pecado y una total pérdida de tiempo.
La arena suave se había sentido agradablemente caliente bajo sus pies, pero sabía por experiencia, que era cuestión de tiempo que empezara a quemar haciendo imposible caminar sin llevar algo puesto. Por su parte, el mar brillaba con un potente tono azulado como siempre, deslumbrante, tal vez incluso casi mágico bajo los fuertes rayos de sol, que creaban caprichosos destellos que desaparecían con rapidez solo para reaparecer centelleando en otra parte de su extensa superficie calmada.
La tibia brisa, casi inexistente, se movía entre todas las cosas con tal suavidad y delicadeza que uno incluso podía pensar que no existía, de no ser por las pequeñas cosquillas que dejaba a veces al acariciar la piel desprevenida de alguien.
Todo se sentía tan apacible, tan quieto, que en ocasiones parecía que el tiempo se había detenido en aquel lugar. Como si incluso el reloj estuviera agotado para hacer su trabajo y hubiera decidido tomarse justo allí unas vacaciones.
Los únicos que parecían tener prisa eran los insectos o los pequeños pájaros blanquecinos que corrían de un lado a otro, escapando de las olas percibidas por ellos como gigantescas e incluso amenazantes, mientras intentaban pescar algo de almuerzo para sus rechonchas crías que lo contemplaban todo desde una distancia segura. Demostrando que no importa lo que pase, el mundo siempre seguirá girando y avanzando impasible e indiferente a las sensaciones o necesidades humanas.
— Gracias, aquí estaremos bien. — Aceptó, sentándose exhausta por el calor que ya estaba comenzado a picar pese a ser temprano.
— Supongo. Además, estamos algo apartados, eso dará credibilidad a nuestras posibilidades como pareja.
— ¿No piensa en otra cosa que no sea esa farsa, señor Kyong?
— No. Sobre todo desde ayer, que sonreí varias veces y las damas han empezado a tomárselo como una invitación.
— Por favor, escoja una y deje de hacerme la vida imposible. — Protestó ella mientras acomodaba sus cosas y se colocaba cómodamente debajo de la sombra que tan pulcramente había colocado él.
— ¿Y dejarla abandonada? No, jamás le haría eso, doctora Bartlett. — Dijo Cailean fingiendo preocupación, mientras se dejaba caer al lado de ella de manera desinteresada y cómoda.
No sabía cuándo le resultaba más irritante, si cuando era el frío y rígido empresario bastante antipático al que todo el mundo trataba de evitar, o en esos momentos, en los que se comportaba como un hombre despreocupado y divertido.
Aunque esa mañana, si era sincera, no tenía ganas de lidiar con él en ninguna de sus formas. Todavía estaba incomoda por el extraño sueño, además, su malestar iba en aumento y le dolía un poco la cabeza.
— ¿Qué ha planeado para este agradable día de playa?
— Nada realmente, solo pensaba leer un libro y tal vez darme un baño más tarde cuando tenga más calor. — Contestó sin hacerle mucho caso, mientras sacaba el ejemplar de una novela de suspense que llevaba meses queriendo leer.
— ¿Y ya está? ¿Dónde entro yo en todo esto? — Preguntó girándose hacia ella y bajándose las gafas de sol para mirarla mejor por encima de estas.
— ¿No se da cuenta? Sobra.
— Que antipática está hoy. — Se quejó. —De haber trasnochado por lo que imaginé antes cuando me lo dijo, seguro que no estaría de tan malhumor.
Sienna le lanzó una mirada furiosa que él fingió no ver, porque se estaba divirtiendo fastidiándola, pues era increíblemente graciosa cuando parecía que se enfadaba.
Pero, desafortunadamente, ella se centró en el libro que tenía en las manos y lo ignoró sin remordimientos.
No pensaba permitir que lo desechara de esa manera, mucho menos que lo dejara fuera de la diversión. Así que decidió hacer lo que hacen los niños cuando otro tiene un juguete que quieren, se lo quitó de las manos de un tirón.
— ¿Qué va a leer? Parece interesante.
— Lo es ¿Me lo devuelve por favor?
— Podemos compartirlo, yo he olvidado traer algo y de lo contrario me aburriré. — Insistió, tratando de convencerla.
— Mire señor Kyong, sé que tenemos un acuerdo y que le preocupa enormemente que cualquiera de todas estas bellas, inteligentes y talentosas mujeres, intente ponerle un anillo en el dedo anular, pero sinceramente no tengo paciencia para lidiar con esto hoy. — Comentó demostrando lo cansada que se sentía. — Me está doliendo la cabeza y el calor no...
— Sabía que se encontraba mal. — Dijo él borrando su expresión de fastidiosa picardía automáticamente y sentándose para verla mejor. — Tal vez ha tomado demasiado sol. — Comentó preocupado, poniéndole una mano fresca sobre la frente caliente de Sienna. — Quizás sea mejor volver para que pueda descansar un poco.
Deslizó suavemente uno de los dedos sobre su frente mientras quitaba la mano despacio. Sí, su piel era suave como la seda, tal y como había sospechado siempre, pensó él.
¡Céntrate! La doctora no se encuentra bien, no puedes estar pensando en esas cosas justo ahora. Mejor nunca, se reprochó.
— No, no hace falta, estoy bien. — Ella se acomodó mejor en la tumbona y se apartó. — Pero no quiero estar jugando a esto de las parejas con usted. Simplemente quiero dormir un poco y disfrutar de la playa.
— Está bien, haga eso. Duerma un poco, la despertaré más tarde cuando vayan a darnos la comida o si tenemos que movernos por el sol.
— ¿Seguro? — Preguntó dudosa, sintiéndose también algo culpable por dormirse y dejarlo solo.
¡No te dejes convencer tan fácil Sienna! ¿Sólo porque el hombre está siendo un poco amable ahora ya vas a compadecerte o aceptarlo? ¡No seas tan floja mujer! Le gritó su conciencia.
— Bueno, supongo que mientras no me mueva de su lado nadie intentará atacarme, así que estaré bien, no se preocupe. — Bromeó sonriendo de manera afectuosa. — ¿Me presta su libro para entretenerse mientras duerme?
— Claro — Aceptó, era lo menos que podía hacer, después de todo.
Ella se recostó y se colocó lo mejor que pudo preparada para dormir, pero el condenado sueño la rehuía pese a sentirse increíblemente cansada. A lo mejor era porque la ponía algo nerviosa sentirlo tan cerca, no, que tontería. Seguro que no era eso, solo estaba algo inquieta por la pesadilla todavía.
— ¿Puede leer para mí un poco? Por favor. — Preguntó tratando de distraerse. — Tal vez eso me ayude a conciliar el sueño.
— ¿Yo? Ehh... — Dudó.
El duque miró a todas partes algo preocupado. Nadie estaba pendiente de ellos y no le haría daño concederle la petición, quizás eso realmente la ayudase a dormir. Además, él pensaba leerlo de todas maneras así que no le costaba nada hacerlo también para ella.
— De acuerdo, empezaré por el principio entonces.
Cailean comenzó a leer en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que ella lo oyera. Él la envolvió lentamente con sus palabras, con esa cadencia tan particular e inconfundible que tenía al hablar y su acento puramente escocés, hasta meterla de lleno dentro de la historia.
Se adentró tanto en la trama, que ni siquiera fue capaz de darse cuenta del momento en el que Morfeo la llevó con amabilidad hasta su reino, el de los sueños.
Sienna estaba otra vez dentro del agua.
Pero a diferencia de la vez anterior, esta era agradable. Flotaba tranquilamente sobre la superficie, sintiéndose ligera, libre y al mismo tiempo arropada.
En dicha ocasión, parecía que iba a la deriva sobre una suave colchoneta deliciosamente tibia. Ésta se movía suavemente al ritmo de las olas, con una pacifica cadencia de oscilación que solo puede dar un mar en total calma. A veces, incluso parecía como si estuviera siguiendo el compás de su propia respiración sosegada e imitándolo.
Arriba despacio, abajo con delicada lentitud, otra vez arriba con placidez...
Lo único molesto eran esos ojos penetrantes que la seguían a todas partes y esa pequeña pluma que le hacía cosquillas en la nariz. Movió la mano para apartarla y esta chocó con una superficie dura y caliente, entonces se dio cuenta de que hasta ese momento había estado soñando, pero ya no.
Además, notó que no había ningún flotador que se moviera suavemente sobre un mar en calma, ni tampoco ninguna pluma traviesa.
Estaba durmiendo encima del amplio pecho de Cailean y lo que en realidad le molestaba en la nariz eran algunos mechones sedosos de su pelo negro, porque tenía la cara completamente enterrada en su cuello.
Oh, oh, ¿Qué debía hacer ahora? ¿Estaría él también durmiendo y se ahorraría el bochorno? No había forma de saberlo. Tampoco se atrevía moverse, porque mientras estuviera quieta podía fingir que dormía y por tanto evitaba tener que lidiar con la situación.
Pero tampoco podía pasarse la eternidad durmiendo.
Qué vergüenza, ¿Cómo había acabado ahí? Él estaría semanas metiéndose con ella por eso si lo descubría, tenía que hacer algo para apartarse, pero ya.
Sus fuertes brazos se apretaron un poco más alrededor de ella, entonces fue cuando notó que la estaba abrazando. Luego de ese movimiento al parecer inconsciente, su respiración hasta en entonces calmada, se detuvo durante bastante tiempo como si la estuviera aguantando.
Okey, de manera que él también había estado durmiendo al parecer.
¿Cómo habían llegado hasta eso? Durmiendo enredados, uno encima del otro como si fueran realmente amantes. Y lo que era peor ¿Cómo se las ingeniaría para salir airosa de la situación?
El señor Kyong apartó los brazos de ella con rigidez y los movió varias veces, sin tener muy claro dónde colocarlos ahora que se había descubierto a sí mismo en tan comprometida situación. Sienna, por su parte, decidió aprovechar el momento y abrir finalmente los ojos fingiendo que nada había sucedido.
Tal vez él también se sentía avergonzado, entonces podrían simular que no se habían dado cuenta de lo que ocurrió e ignorarlo para siempre.
— Perdón, al final sí que me he dormido. — Murmuró sentándose lentamente y desperezándose, pero sin atreverse a mirarlo.
— Eh sí, creo que yo también. — Dijo él también poniéndose erguido mientras se revolvía el pelo algo incómodo. — Creo que... iré a darme un baño. — Comentó dudoso, sin despegar los ojos del mar. — ¿Quiere...?
— Claro, yo iré por algo de beber. Le traeré algo. — Respondió ella rápidamente, no lo dejó acabar la oración, puesto que trataba de alejarse de Cailean lo más pronto posible.
Ambos se levantaron algo rígidos y, sin siquiera mirarse, salieron disparados en direcciones opuestas. Buscando escapar de lo que acababa de suceder y apenas lograban comprender.
¿En qué pensabas Cailean? Se reprochaba mientras caminaba decidido hacia el agua.
Sin duda un buen chapuzón frío lo ayudaría a despejarse y a quitarse de encima esa sensación tan extraña que se había instalado en su cuerpo, al despertarse y encontrar a la doctora tranquilamente durmiendo entre sus brazos.
Se tocó el lado izquierdo del cuello, donde todavía podía sentir la quemazón de su respiración o el roce delicado de sus labios.
Sabía que estaba dormida, que seguramente no tenía control sobre lo que hacía, pero ¿Tenía precisamente que enterrar su pequeña nariz respingona justo ahí? ¿Debajo de su oreja, haciéndole cosquillas en ese lugar tan sensible? ¿Con la boca en el punto exacto donde su pulso latía cada vez más acelerado debido precisamente a eso?
¿Habría ella planeado eso? El primer golpe de agua en el estómago lo envío directamente a la realidad, como si fuera un puñetazo merecido y necesario. Claro que no, la doctora no podría saber que él se iba a quedar dormido.
Pero podría haber aprovechado la oportunidad una vez que lo encontró con la guardia baja y completamente disponible... ¡No! ¡Por supuesto que no! Deja de pensar en tonterías, se dijo metiéndose completamente debajo del agua en un intento por apagar todas sus ideas descabelladas
Además, ella no era de esa clase de persona y lo que era más importante, no estaba en absoluto atraída hacia él. Un duro golpe para su ego, pero beneficioso para su plan, sin duda.
Salió a la superficie el tiempo suficiente para respirar, luego volvió a sumergirse hasta no aguantar más. Tratando de borrar la extraña incomodidad que despertaba en él esa certeza inamovible de que, la señorita Bartlett no lo quería de ninguna de las maneras posibles.
Sienna lo miraba nadar con ímpetu desde el quiosco donde esperaba por sus bebidas. Sin duda todo lo hacía bien, como lo suponía desde el principio. Nadaba como si fuera un pez, completamente compenetrado con las olas y sus errantes movimientos.
¿Qué iba a hacer con lo que acababa de pasar? ¿Debería pedirle perdón? Seguro que no, eso solo haría que las cosas fueran más raras. ¿Pero fingir que nada había sucedido no sería igual de incómodo? Ay... ¿Por qué tenía que ser tan difícil?
— Deja de comértelo con la mirada. Lo vas a gastar. — Dijo risueño Michael, apareciendo a su lado.
— ¿Qué? — Todavía estaba algo abstraída pensando, aunque no precisamente en lo que su amigo creía. — Pensaba en otra cosa, perdón.
— Ya, ya me he dado cuenta de que estabas distraída.
La expresión cómplice de su rostro dejaba claro que era lo que creía que la tenía tan absorta. Entonces fue cuando ella se dio cuenta de que, había estado todo ese tiempo con la mirada clavada sobre el Señor Kyong.
¡Maldición! Primero se dormía sobre él y ahora esto...
— Tienes que ponerte algo de crema. — Comentó él cambiando de tema, tocando la punta de su nariz. — Tienes la cara roja y no creo que sea porque estabas espiando a un hombre. — Bromeó.
— ¡No lo espiaba!
— Si claro, lo que tu digas. Pero será mejor que vayas a que te ponga un poco de protector solar por todas partes.
Era evidente que no le creía y ella estaba a punto de protestar, pero entonces recordó que esa era su idea desde el principio. Su plan maestro se basaba en que todos creyeran que estaba saliendo, así que decidió guardarse las quejas y seguir con el juego.
Aunque la idea de mentirle a Michael la hacía sentirse horriblemente mal, no podía confesarle esa parte de la historia sin tener que contarle todo lo demás y lo cierto es que no estaba preparada para eso todavía.
— ¿Me pones tú? — Preguntó algo desesperada y avergonzada.
La sola idea de pensar en pedírselo a Cailean la ponía nerviosa, no quería imaginarse como se sentiría si él empezaba a pasarle rítmicamente las manos por todo el cuerpo. ¡No! ¡Olvídalo, Sienna! ¡Es mejor que ni siquiera pienses en cosas así! Ni siquiera es tu tipo, se recordó.
— ¿Por qué lo haría yo si tienes a un hombre guapo completamente dispuesto a hacerlo?
— Tú también eres muy guapo. — Comentó con una sonrisa, tratando de convencer a su amigo.
No podía decirle al duque que lo hiciera, imposible.
— Gracias, pero no vas a convencerme. Habla con él.
No pensaba hacerlo, iría al baño y se las apañaría ella sola mirándose en el espejo o como pudiera, de todas maneras, no pensaba salir de debajo de la sombrilla.
— Aquí tiene sus bebidas, señorita. — Comentó el camarero colocando un par de copas delante de ella.
Su intervención la había salvado de seguir conversando sobre ese tema tan incomodo con Michael, pero la enviaba directamente de vuelta a la mullida hamaca y por supuesto, al señor Kyong.
No había dudas de cual era la peor opción, pensó desanimada encaminándose de vuelta hasta su sitio, el cuál, por fortuna, todavía estaba vacío y sin rastros del duque.
NOTA DE LA AUTORA:
Hola mis amores bellos, ¿Cómo están?
Bueno, ¿Qué les ha parecido el capítulo de hoy? Supongo que tenían razón y tendremos un Sienna / Cailean después de todo. O no...
Muchas gracias por el apoyo y los votos.
¡¡Besotes!!
Nos leemos ❤.
J.J.
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