El Regalo
Canción no. 1: Crema de estrellas.
Intérprete: Soda Stereo.
Estando a dos semanas de Navidad, dos infantes corrían apresurados por lo ancho de las escaleras.
Halaban de lado a lado una hoja de papel doblada en cuatro partes iguales. Peleando por quién depositaría en el árbol la carta a Santa Claus, pues debido a su experiencia de los años anteriores, creían que aquel que colocaba la carta era quien recibía los mejores regalos.
—¡Quítate! Tú la pusiste el año anterior. —Clamó empujando a su hermano.
—Pero hace dos años te dieron un juguete en casa de la abuela, a mí calcetines horrendos. —Protestó.
Su madre observaba divertida desde el marco de la puerta de la cocina, habitación subsiguiente a la sala.
—¿Por qué no mejor lo hacen juntos? Así Santa les traerá algo bueno a los dos. —Sugirió la eriza de púas rosadas.
Los menores intercambiaron miradas, haciendo caso omiso a su madre y retomando su pelea. Su progenitora rodó los ojos riendo.
Sus hijos tenían la personalidad graciosa y positiva que tanto amaba, irónicamente, la habían aprendido del hombre que odiaba.
Llamó a sus pequeños al comedor, debían de desayunar muy bien, era invierno y por ende, la temperatura era fría.
Hoy saldrían sin ella y como era costumbre de cada sábado, regresarían súbitamente agotados.
Posterior a un desayuno animado y las extremadas medidas de precaución de mamá, los nudillos de las robustas manos de un erizo cobalto golpearon la puerta repetidas veces.
—¡Es papá! —Asumió la pequeña eriza. Dejando el resto de su desayuno en el plato con tal de ir a abrir la puerta.
Su hermano, sin emitir comentario alguno, pero con una sonrisa de oreja a oreja la siguió. Continuando su disputa por quién le abría la puerta a su padre.
El diminuto varón logró hacer a un lado a su hermana, pudiendo descorrer el cerrojo de la puerta. Sin embargo, la chiquilla fue la primera en lanzarse a los brazos de papá.
—¡Hola princesa! —Saludó con un beso en su frente.
—¡No es justo! Yo abrí. —Manifestó su descontento.
—Cálmate envidioso. —Bromista, lo levantó. Cargando a ambos infantes, uno en cada brazo, recargándolos en su tórax.
Pasó al interior de la casa, cerrando la puerta tras de sí. Aún siendo abrazado cálidamente por los dos.
—Vámonos. —Pidió el pequeño.
—¿Y sus abrigos? —Cuestionó bajándolos.— Vayan por ellos, no quiero que se enfermen. —Justificó mandándolos a su cuarto.
Sonic se recargó en el posabrazos del sofá. Sopló sobre sus guantes, para después frotar su manos en busca de calor.
—Ya han hecho su carta. —Informó su exesposa haciendo acto de presencia.
—Lo hablamos en la noche. —Contestó indiferente mirando a sus dos retoños bajar a velocidad supersónica por las escaleras.
—Maurice, Amanda. —Llamó en tono de regaño.— ¿Qué les he dicho de la súper velocidad en la casa?
Los susodichos agacharon la mirada estando posicionados detrás de su padre.
—Amy tiene razón. —Secundó.— ¡Habrá que buscar un lugar donde correr allá afuera! —Exclamó sonriendo, destrozando la tensión del ambiente dentro del hogar.
Ambos niños festejaron. Se despidieron de su progenitora con una caricia de sus labios en su mejilla y se marcharon siendo tomados de la mano de su padre.
Amy se sentó en su sofá, vislumbrándolos caminar alegres por los alrededores de su casa. Alejándose cada vez más.
Sonic y ella habían contraído matrimonio hace años. Pese al anillo que demostraba su compromiso y amor puro, las cosas no salieron como planearon. Pocos años después de la llegada de sus hijos, los problemas comenzaron.
Amy había decidido retirarse del Sonic Team para dedicarle más tiempo a sus bebés, se vio en la necesidad de buscar un trabajo menos peligroso. Por otro lado, Sonic decidió quedarse, ¿con qué cara abandonaría el equipo que él mismo fundó, aquél que, para colmo, lleva su propio nombre?
Las peleas siempre estuvieron presentes, pero tras la llegada de los mellizos, éstas se intensificaron. Discutían por diversos motivos, tantos que podrían hasta enlistarse.
El error de su matrimonio radicó en la forma en la que veían sus problemas, solían mirar sus discusiones como algo que aguantar, en vez, de algo que solucionar.
Poco a poco, esas peleas apasionadas pasaron a ser charlas repletas de indiferencia.
[...]
La noche cayó. Amy yacía leyendo recostada en su cama, siendo iluminada por una lámpara en su buró. Escuchó el timbre, bajó apresurada, abriendo la puerta inmediatamente suponiendo la obvia llegada de sus hijos.
Se topó con Maurice siendo cargado por su padre, mientras la pequeña Amanda lo tomaba de la mano muerta de cansancio.
Sonic miró a Amy esperando su aprobación para entrar. Ésta se ladeó, apartándose del camino, su exmarido ingresó a su casa, subió las escaleras dirigiéndose al cuarto de los niños.
Depositó con sumo cuidado al erizo azul claro en la cama, lo arropó, besó su frente y sonrió enternecido. Llevó su mirada a la cama de al lado, su hija ya estaba debidamente tapada por las cobijas.
—Maurice no aguanta nada. —Bromeó sacándole una risilla a su padre.
—Es hora de dormir, Amanda. —Enunció encuclillándose a la altura de su cama.
—¿Vendrás mañana? —Cuestionó haciendo que la mirada del cobalto se desviara.
—Princesa, tengo que salir a una misión. —Acarició su mejilla.— Se los recompensaré el próximo fin de semana, ya verás. —Concluyó con un beso esquimal.
Se incorporó, dio la vuelta, apagó la luz y tomó el picaporte de la puerta.
—Ten cuidado. —Frenó al escucharla.
—Papá tendrá cuidado, Amanda. —Afirmó sonriéndole.
Salió de la habitación y cerró la puerta. Dio un pequeño salto al notar la presencia de Amy afuera del cuarto.
—¿Otra misión? —Interrogó cruzándose de brazos.
—Creí que ya habíamos hablado de esto. —Suspiró tallando su sien.— Soy un héroe, Amy. Yo no puedo "pedir el día" en el trabajo. —Bajó las escaleras siendo perseguido por la eriza.
—Lo sé, pero ¿en tantos años no has podido reclutar a nadie más para el Sonic Team?
—Claro que lo he hecho.
—¿Entonces por qué nadie nunca te puede cubrir? —El erizo alzó su dedo índice dispuesto a hablar, sin embargo, no encontró cómo formular su respuesta.
—Ellos me necesitan allá. —Suspiró al no encontrar el modo de que el erizo pasara más tiempo con sus propios hijos.
—Los niños ya están dormidos, no hay que despertarlos con nuestras peleas. —Pidió al llegar a la planta baja.
—Como sea, dices que ya han escrito su carta, ¿no? Dime de una vez cuánto sufrirá mi cartera. —Pronunció con gracia al ver el pino artificial de navidad ya colocado.
—No tengo idea, aún no la he leído. —Tomó la carta puesta en una funda colgada de una de las ramas del árbol.
Desdobló la hoja a la vista de ambos, para la sorpresa de los dos, la mayor parte del papel estaba vacío, ésto debido a que no había toda una lista de regalos, sino sólo uno.
Querido Santa:
Este año no queremos pedirte juguetes. Hace mucho tiempo mamá y papá pelearon y se enojaron mucho, nuestro papá se fue de casa, ahora vive en un edificio grande con mis tíos Tails, Knuckles, Silver y más.
Mamá nos regaña cada que nosotros peleamos, nos dice que siempre hay que hablarlo para solucionarlo, pero ella y papá nunca hablan sin pelear. Sólo por está vez Santa, no queremos regalos, queremos a mamá y papá juntos.
Atentamente:
Maurice y Amanda.
Su carta estaba adornada por dibujos, colores y, ciertamente, llena de reflexión. Aquella incoherencia explicada en el texto había caído como balde de agua fría sobre los dos mayores.
Después de haberle dado lectura a la carta de los pequeñines, el ambiente se vio envuelto en un silencio incómodo.
—¿Y... Qué les compramos? —Habló Sonic, dando por perdido el hecho de volver a entablar una relación amorosa con su exesposa.
—No lo sé, pensaba darme una guía con su carta como todos los años pero, ahora mismo estoy en blanco.
—¿Qué les gusta a los de su edad? Estoy seguro que su generación ni siquiera sabe qué es un trompo.
—¿Una bicicleta a cada uno?
—Yo tuve una de pequeño... Estarás de acuerdo conmigo que la súper velocidad y las bicicletas no es la mejor combinación. —Amy le miró alzando una ceja.— Me rompí el brazo.
—Ok... Con dos erizos súper sónicos, creo que la idea de las bicicletas queda completamente descartada. —Un pitido procedente de la muñeca de Sonic interrumpió su charla.
El de orbes esmeralda alzó la manga de su chamarra, pulsó uno de los botones de su comunicador y atendió.
—Partimos dentro de dos horas, tenemos que irnos antes, la situación se ha complicado. —Informó Tails del otro lado de la línea.
—Te veo en dos horas entonces. —Cortó. Ambos erizos conectaron miradas.— Debo de alistarme.
—¿Y qué haremos con esto?
—Lo veremos cuando regrese, no tardaré mucho. Eggman sigue siendo el mismo villano ridículo de siempre. Nos vemos en unos tres o cuatro días, supongo.
[...]
En su estancia en la misión contra el Doctor Eggman, recibió gran cantidad de llamadas de su expareja. Amy solía darle opciones a Sonic sobre qué comprar aunque éste terminaba por rechazar sus propuestas con un buen argumento.
De manera viceversa, Sonic pasaba su tiempo libre de la batalla poniéndose al día sobre nuevos juegos y juguetes anunciados en televisión. En cuanto encontraba lo que él creía era el "regalo perfecto", Amy contraatacaba mostrándole el porqué adquirirlo sería contraproducente.
—Nunca creí que elegir un buen regalo para la navidad de un niño fuese una tarea tan complicada. —Suspiró él en la llamada.
—No es difícil, el problema es que tú eres muy perfeccionista.
—¿Perfeccionista yo? ¿Disculpa? ¿Quién fue la que me negó la propuesta de matrimonio la primera vez por no arrodillarme correctamente? —Bufoneó.
—¡Era una broma! Tú fuiste el que se lo tomó muy apecho. —Siguió con una risa.
—¿Me estás diciendo delicado?
—Lo estoy afirmando. —Burló.
—Eres una vengativa. Lo dices porque soy al que quieren más los niños.
—¡Claro que no! Me quieren más a mí.
La transmisión se vio inundada por las risas risueñas de ambos. Increíblemente lo único que les faltaba para arreglar su problema de convivencia era un problema externo a ellos.
—En más de una ocasión los he escuchado presumir que tienen a la mamá más hermosa de Mobius. —Entonó con dulzura.— ¿Sabes qué les he dicho yo? —Su volumen bajo y su timbre galán la hacían sonrojarse con tan sólo oírlo, una vieja sensación que había olvidado completamente.
—¿Qué? —Demandó a que prosiguiera.
—Que están muy equivocados. —Remató burlesco.
—Eres un idiota.
Sonic pasó a desternillarse, Amy sólo lo esperaba pacientemente a lo largo de la llamada.
—Sólo bromeó. —Calmó su risa. Cambiándola por un tono más sincero.— Ellos tienen toda la razón del mundo al describirte de tal forma. —Su oyente prefirió no responder.— Bueno... —Carraspeó.— Tengo que colgar, aún quedan muchos badniks, robots y un gran número de bazofias que destruir.
[...]
Regresó un viernes por la madrugada. Por fin había vuelto de su misión, yacía completamente agotado, pero si había algo que siempre le subía los ánimos era pasar el rato siendo altamente acosado por los diminutos erizos que tenía como hijos.
Se recostó sobre su colchón suspirando vagamente. Decidió que por la mañana iría a darles una visita sorpresa.
Posterior a una muy buena siesta, Sonic se arregló para salir. Pese a que su vida se resumía en la velocidad y actuar de manera impulsiva; se tomaba el tiempo para admirarse en el espejo y eliminar aquellas imperfecciones.
Se perfumó con la colonia que desde su juventud, sabía que Amy adoraba. Sus problemas aún seguían allí, pero ahora se camuflajeaban detrás de la sonrisa de ambos.
Golpeó la madera de la puerta, a diferencia del sábado anterior, esta vez tardaron más en abrirle y cuando eso pasó, fue Amy quien lo recibió.
—¿Puedo pasar? —Interrogó recargando su brazo en el marco de la puerta.
—Ah sí, sí. —Se hizo a un lado para dejarlo entrar.
Él caminó por su lado. El olor de su colonia se impregnó en sus fosas nasales, realmente Sonic no se equivocaba al afirmar que ese aroma la volvía loca.
—Estamos desayunando en la cocina. —Informó caminando hacia allí. Sonic la siguió.
Amy entró, los niños reían entre ellos mientras le prestaban atención al televisor. Sonic pasó a la cocina... Y fue totalmente ignorado por sus propios hijos.
—¿Pero es que acaso no me piensan saludar? —Preguntó ofendido.
En cuanto oyeron su voz, ambos infantes se giraron para verle. Abandonaron su plato aún con comida en la mesa y se tiraron sobre de él.
Ambos se le abrazaron de las piernas para de este modo no dejarlo caminar, y por ende, no permitirle irse.
—Ya entendí, sí, yo también los extrañé. —Enunció incómodo.— Niños, su desayuno. —Recordó.
Suspiró derrotado al no ver reacción de su parte. La risa de Amy se hizo presente en la situación.
—No sé qué te parece tan gracioso, esto sólo demuestra que no me equivocaba cuando te dije que me quieren más. —Argumentó con una sonrisa ladeada.
La eriza bufó rodando los ojos. Le ayudó a librarse de Maurice y Amanda. Para luego volver a dejarlos en la silla detrás de su plato.
Sonic miró dubitativo el cómo Amy posicionaba otro plato en el comedor, al analizar la situación y percatarse que era para él estiró su mano para indicarle que parase.
—No te molestes, Amy. Yo-. —Fue interrumpido.
—Ya claro, anda. Se te va a enfriar. —El cobalto se encorbó suspirando cansado, sus niños rieron al notar que aquel fuerte y valeroso héroe era controlado por su madre.
Los cuatro se sentaron para desayunar. Sonic debía de admitir que extrañaba el sazón que Amy tenía al cocinar, siempre fue algo que se le diera bien.
Al terminar, los niños se dirigieron a su cuarto para cambiarse y alistar su mochila. Sonic los miró con una sonrisa al verlos bajar vestidos con ese uniforme que los hacía ver aún más pequeños.
—Se me hará tarde para el trabajo. —Entonó preocupada al mirar el reloj.
—Yo puedo llevarlos a la escuela. —Ofreció.
—¿En serio? ¡Gracias! —Le proporcionó un corto y fugaz abrazo. Dio la vuelta y subió las escaleras para poder tomar una ducha.
Sonic sonrió embobado y levemente sonrojado. Le dio la mano a cada uno y salieron rumbo a la escuela.
En los alrededores y aún en la propia entrada de la escuela, aquellos tres erizos acaparaban la vista de todos. Aunque era bien sabido que Maurice y Amanda eran sus hijos, la multitud no podía evitar su sorpresa al ver al mismísimo Sonic The Hedgehog por las calles.
Se agachó quedando a la altura de los niños. Sintió un leve ardor al notar el tacto de su hija sobre su herida.
—¿Qué te pasó ahí? —Cuestionó dulcemente.
—Es sólo un rasguño.
—Te dije que tuvieras cuidado. —Regañó.
Él soltó una risa, se despidió de ambos con un abrazo y se marchó caminando directo al trabajo de su exesposa.
Por más que lo negara, ser un héroe no causaba la misma sensación que hace años. ¿Cómo olvidar su adolescencia llena de aventuras y odiseas? Vivía con la adrenalina a flor de piel... Hasta que el tiempo surtió efecto, estuvo a punto de ser el último miembro del Team en sentar cabeza.
Ahora mismo, ya no era sólo él quién importaba. Sonic se había hecho padre, y sus decisiones no sólo lo afectaban a él, sino también a terceros. Si perecia en el campo de batalla, sería Amy quien pagaría las consecuencias en el ámbito económico y sus hijos en el emocional. Dejar sola a su familia era una de las cosas que más le pesaban.
[...]
La eriza escuchó un golpeteo en la puerta de su oficina. Contestó sin dejar de leer el documento que yacía en sus manos.
—Adelante.
—Hola, hola. —Saludó animado sentándose en la silla frente a su escritorio.
Observó con duda el carácter del cobalto. Para ser un adulto, seguía con esa personalidad que tanto la hizo estremecer desde su niñez.
—¿Qué haces aquí?
—Espero a que Maurice y Amanda salgan de clases. —Compartió cerrando los ojos mientras pasaba sus brazos detrás de su cabeza.
—¿Vas a estar por casi cinco horas en mi oficina?
—Yep.
—¿No tienes nada más que hacer?
—Nop.
Amy suspiró con gracia. Realmente no le molestaba tanto el hecho de tenerlo cerca.
—Si vas a estar aquí sin hacer nada es mejor que te vayas. —Amenazó.
—¿Qué quieres que haga y cuánto me vas a pagar por hacerlo? —Su oyente rió.
—Tengo todo este papeleo. Hay que organizar los reportes por orden alfabético. —Explicó dejándole un pequeño paquete de hojas.
—Pff. ¿Sólo eso? —Amy se inclinó, tomó toda una columna de papeles que se albergaba en los cajones de su escritorio.— Yo y mi puta boca. ¿Quién lo diría? Un día estás en misiones para salvar al mundo y al siguiente estás sufriendo de sobreexplotación en una oficina de Gobierno.
[...]
La labor de Amy se vio concretada prontamente debido a la característica velocidad de Sonic. Tras haber ido por los niños a la escuela, la familia pasó un día en unión yendo al parque.
Sonic y los infantes eran fanáticos de desplazarse a gran velocidad. El mayor les enseñó a cómo derrapar utilizando únicamente su peso, recargándose ligeramente en las yemas de sus dedos.
Su madre observaba con detenimiento las facciones de los tres erizos, ambos tenían como factor común una sonrisa. Debía de admitir que el padre de Maurice y Amanda era alguien muy comprometido con su trabajo, pero que a su vez, estaba lleno de sorpresas y detalles, como darles una visita inesperada, por ejemplo.
—¡Uff! Extrañaba correr hasta cansarme. —Pronunció sentándose a su lado.
—¿Tú cansando? ¿Serán los años? —Bromeó a lo que él frunció el ceño en respuesta.
—Eres menor sólo por tres años, yo no alardearía si fuera tú. —Sonrió acostándose en el pasto.
—Te agradezco por haberles enseñado a derrapar, ahora no podré con ellos en casa. —Sonic se desternilló.
—En ese caso tendremos que salir todos más seguido. Así cuando lleguen a tu casa ya no sufrirás intentando controlarlos. —Propuso.
—Es un modo muy directo de pedir una cita. —Rió.
—¿Disculpa? —Entonó ofendido.— Si no mal recuerdo quién pedía una cita conmigo a gritos eras tú. Eras una depravada sexual en potencia desde pequeña.
[...]
Amy abrió la puerta de su casa. Maurice entró encorbado y bostezando, por otra parte, su hermana se encontraba en los brazos de su padre.
—Amanda no aguanta nada. —Comentó haciendo que Sonic soltara una carcajada.
El peliazul se encargó de darles las buenas noches y hacerlos dormir. Bajó las escaleras fatigado, dispuesto a irse a su morada. Fue detenido por un par de orbes jade observándolo desde el comedor.
—Te ves agotado, ¿no quieres un café? —Ofreció.
—Debo de ir a casa, Amy.
—¿Cuál es la prisa? Eres súper sónico, llegarás en un santiamén. —El descrito bufó con regocijo.
—Venga, sólo una taza.
Ambos ex amantes gozaron de la compañía del otro. Contaban anécdota tras anécdota, broma tras broma y ¿por qué no? Cursilería tras cursilería.
—Se ven preciosos cuando tienen puesto su uniforme, ¿verdad? —Cuestionó agitando su café.
—Es obvio de quién lo heredaron. —Presumió humorístico.
Sus risas cesaron. Un silencio abrumador se formó entre ellos.
—Creo que sus compañeros siguen sin creer que yo sea el padre de Amanda y Maurice. —Rió risueño.
—Habló la fama andante. —Bufoneó.
—No los culpo... Contando esta vez, sólo he ido a su escuela dos veces en los tres años que llevan estudiando allí. —Enunció poco decaído.
—Tal vez si intentaras reducir el número de misiones que tienes por semana... —Planteó.
—No puedo arriesgarme a perder vidas.
—¿Y qué hay del riesgo de perder la tuya? —Cesó. Sonic agachó la cabeza.— ¿Nunca has pensado en eso? ¿Qué pasaría si nuestros hijos se quedan sin padre?
—Lo he pensado más de lo que tienes idea. He intentado buscar soluciones, pero siempre que lo hago todo parece ponerse en mi contra. —Pausó dando un sorbo a su bebida.— Desde que ellos llegaron al mundo soy muchísimo más cuidadoso, el peligro es el que parece no permitirme que me aleje. No quisiera perderme de más de lo que ya me he perdido de sus vidas.
—¿Sonic? —Llamó al notar sus ojos cristalinos.
—¿Jamás has tenido esa sensación de querer volver a ser la familia que éramos? —Planteó.
—No creo que fuera una-.
—Extraño ser despertado por los brincos de ellos sobre nuestra cama. Odio mirar los vacíos pasillos de mi casa y recordar cuando vivíamos aquí juntos, acordarme de lo inquietos que eran sus pasos cuando descubrieron que heredaron mi velocidad.
Amy vislumbró su rostro de aflicción. Lo había visto tan alegre en la tarde que ahora parecía ser alguien completamente diferente.
—Sigo emocionándome cual niño cada que veo el vídeo de los primeros pasos de Amanda... O las primeras palabras de Maurice... ¡Todos ellos! Estuve ahí... Presencié sus primeras experiencias y de repente... Ellos tuvieron su primer día de escuela sin un padre que los alientara. Ellos tuvieron su primera competencia en atletismo y yo no acudí por tratar con un ataque a Station Square...
La chica guardó silencio. Su hablante poseía una mirada perdida en el suelo, a su vez, jugaba impaciente con sus dedos.
—Quizá no estés del todo equivocada, después de todo sí soy un pésimo padre; tal vez tampoco fui el mejor marido... O el novio perfecto... O muy probablemente tampoco fui un buen amigo. Pero sí el más sincero; y puedo asegurarte que no miento cuando digo que extraño los años en los que estuvimos juntos.
El ambiente se consumió en la ausencia total de sonido. Los semblantes de ambos denotaban incomodidad. ¿Cómo abrir el canal nuevamente después de haber evidenciado sus más recónditos sentimientos?
—Gracias por el café. —Sin más, se levantó de su asiento y cruzó la puerta.
[...]
Días después de lo sucedido. Ambos erizos mayores acordaron reunirse para comprar los regalos de Navidad de sus hijos, aprovechando que éstos solían dormirse desde temprano.
Sonic y Amy permanecían en la fila que conducía a la caja de cobro. Tras haber evaluado distintos tipos de juguetes, lograron decidirse por un par.
Posterior a haber ejecutado el pago, montaron las compras al carrito y salieron del centro comercial hacia el auto de la eriza.
El cielo nocturno estaba atiborrado de estrellas brillantes. Un paisaje que Sonic adoraba, sobre todo por el cómo se reflejaba en los ojos de su amada.
Cuando estaba oscuro, todo empezaba a verse más claro en la constelación que se formaba en su mirar.
Usualmente le gustaba recordar sus gustos, las canciones que solían oír e inclusive, el PH de su saliva. Desde el día en el que comenzaron con la discusión de qué tipo de regalo sería el indicado, su relación mejoró tanto que ahora no podía aclararse del todo sus sentimientos hacia ella.
El ensordecedor disturbio proveniente del centro de la ciudad llamó su atención. Inmediatamente el comunicador del erizo hizo acto de presencia con un pitido.
—¿Qué pasó? —Cuestionó al apenas aceptar a la llamada.
—Eggman y su regalo de Navidad. —Resumió el zorro de dos colas desde el otro lado de la línea.
—¿Quiénes más están cerca del área?
—Por el momento el más cercano eres tú, mi radar nota las ondas de los comunicadores del resto aproximándose.
—Lo entretendré, manda refuerzos cuanto antes. —Finalizó.
Justo cuando éste ya se encontraba en posición de correr, Amy lo tomó del brazo, al mismo tiempo, negaba con la cabeza.
—Amy... Hay vidas en peligro. —Razonó.
—Incluyendo la tuya. Eggman siempre es acompañado por toda una flota de badniks y grandes robots. Son muchos para ti solo.
—¿Y qué sugieres?
La eriza se lo pensó por un momento, conectó su mirada con la de él y sin más, provocó la aparición de su tan añorado Piko Piko Hammer.
—Sugiero que te vendría bien un poco de ayuda.
—Ni hablar, si nos matan a ambos-.
—Tenemos más posibilidades de sobrevivir trabajando como equipo, tú solo lo tienes complicado.
Sonic refunfuñó. Por más que quisiera evitarlo, ella tenía razón. Inhaló y exhaló lentamente con la finalidad de tranquilizarse.
—Espero que aún recuerdes cómo usar ese martillo, Ames. —Pronunció con una sonrisa ladeada.
El cobalto extendió su mano, Amy la tomó con algo de timidez. La haló a él y cargó cual nupcias, para luego correr en dirección a la zona bélica.
El gran robot era escoltado por tropas de badniks, mientras Eggman observaba con diversión desde su eggmovile.
El doctor fijó su vista en ambos erizos. Una sonrisa desquiciada se formó en lo ancho de su rostro.
—¡Qué sorpresa! Creí que ustedes dos se habían separado. No debieron de adelantarse, no se preocupen, yo haré que cumplan su promesa... Hasta que la muerte los separe. —Mofó.
—Lo siento, Calvito. Pero prefiero un divorcio. —Bufoneó.— ¿Lista?
—Siempre.
—Claro, por eso nuestros hijos son prematuros. —Entonó sarcástico.
Peleaban juntos, espalda con espalda, aún si sus enemigos llegaban a rodearlos podían librarse de ellos fácilmente al combinar sus ataques.
—Suficiente, vamos por el gran premio. —Sonic la tomó en brazos nuevamente.
Se las ingenió con velocidad para conseguir salir de entre el montón de badniks, se movió con agilidad alrededor del robot más grande, aprovechando su rapidez. Éste proporcionaba ataques aleatorios hacia los héroes, pese a que no les habían causado ningún daño, si que lograban desorientarlos.
—Lánzame. —Ordenó acomodando sus manos en el martillo.
—Como gustes, muñeca.
—No es el mejor momento para coquetear.
Asió la mano izquierda de Amy y, tras una risa, la arrojó por los aires. Con suma concentración, se perfiló y dio un golpe certero en la articulación que unía uno de los brazos del robot con el resto de su cuerpo.
Sonic esquivó el impacto del frío metal, corrió hasta donde supuso caería la eriza rosada. Posicionó sus manos correctamente con el fin de atraparla.
—Uno menos.
Sin más, repitieron la misma técnica, dejando al robot desarmado. Bastaba con un fuerte golpe en el tórax para derribarlo.
—Hora de acabarlo. ¿Te importaría darme un poco de ayuda? —Cuestionó con un tono sensual.
—¿Desde tan lejos? Eres un temerario. —Contestó siguiendo su juego seductor.
Sonic cargó el spin dash, Amy se posicionó e impactó su cuerpo con fuerza utilizando su Piko Piko Hammer.
El erizo colisionó con el robot, la escena causó una luz cegadora proveniente de la explosión del robot.
Amy corrió hasta Sonic, él yacía sentado en el suelo con unos cuantos rasguños.
—¿Estás bien?
—¡Ja, ja, já! Por supuesto. Buen tiro, me mandaste directo al centro de poder. —La chica le extendió su mano.
—Aún tengo el toque. —Él la agarró, ayudándole a levantarse.
Sonic se sacudió, quitando el polvo de su cuerpo. Se sonrieron, Amy había olvidado la sensación de luchar en contra del mal.
—¿Crees que les agraden los regalos a los niños? —Entabló conversación.
Los badniks restantes se dirigieron a ellos con un propósito bien definido: acabar con sus vidas. Sin embargo, ninguno de los dos les dio mucha importancia.
—Seh. Después de haber visto tantos catálogos y anuncios, creo que lo que compramos está, cuidado atrás. —Advirtió, Amy proporcionó un golpe a un badnik spikes sin ni siquiera voltear.— Te decía, creo que están bien.
—Esperemos que el próximo año especifiquen algún regalo. Egg pawns acercándose a nueve metros. —Informó.
—Voy yo. —Se desplazó corriendo hacia ellos. Acabándolos con un homing attack.— Pan comi-.
No terminó su oración gracias a un voraz golpe en su mentón. Cayó arremetido contra el áspero suelo.
—Tú otra vez, hmp, eso explica esa sensación de déjà vu. —Enunció limpiándose la sangre con su muñeca.
El autor de la contusión fue un robot con una apariencia inconfundible, Metal Sonic.
—Lo distraeré, intenta darle un buen golpe. —Pronunció dando inicio a su lucha.
Mientras Sonic corría por la ciudad siendo seguido por Metal, Amy se encargaba de lanzarle martillo tras martillo.
—¡¿Quieres dejar de hacer que se mueva?! —Reclamó.
—No sé si no lo hayas notado, pero es idéntico a mí. Mantenerlo quieto es una tarea un tanto complicada. —Bromeó.
Metal Sonic aprovechó aquel descuido para lograr taclearlo. El cobalto alcanzó a reaccionar, tirándose al suelo. Sin embargo, el erizo de metal consiguió darle un fuerte golpe en la cabeza.
Sonic se hallaba completamente anonadado, el ataque de su contrincante había sido tan fuerte que incluso lo mareó. En su situación, le resultó fácil proporcionarle impactos fugaces en todo su cuerpo.
Amy lo tomó por desprevenido, finalmente obtuvo lo que quería, un martillazo directo al abdomen de Metal Sonic.
Éste chocó contra uno de los edificios de la zona. La eriza se aproximó a Sonic, el aspecto de éste no era el mejor, con sólo haberle otorgado unos cuantos golpes procedentes
del invento de Eggman, consiguió romperle el labio inferior, hacerle sangrar su sien y causarle un hematoma en la parte izquierda de la cabeza.
—¿Estás bien?
—Sólo un poco mareado.
Se inclinó para poder auxiliarlo al incorporarse. Aún en su estado, Sonic continuó con la pelea ahora teniendo el apoyo de Amy.
Cada golpe que Sonic acertaba era rematado rápidamente por el martillo de la eriza. Lo hacían ver tan sencillo como un aparente partido de voleibol.
Sin embargo, Metal pudo predecir uno de los ataques del erizo de ojos esmeraldas. Logrando esquivarlo y proporcionarle un corte profundo a un costado de su abdomen.
Sin más, Metal Sonic tuvo un corto circuito, aquello había sido su última acometida. Amy se encargó de mandarlo lejos de allí a causa de un martillazo, Eggman huyó, dejándola a ella sola al lado de su enamorado.
Éste posicionó su mano en la zona embestida, se encuclilló y apretó los ojos. La eriza se le acercó con velocidad, intentó observar su herida, pero el cobalto no se lo permitía.
—¡Déjame ver, maldita sea! —Demandó.
Sin estar del todo seguro, se lo permitió. Retiró su mano con lentitud, dejando indagar a la atemorizada vista de la chica.
El guante blanco que cubría la mano del erizo estaba teñido de un rojo carmín. Su torso mostraba una insición, ésta iba desde una de sus costillas flotantes hasta el medio de su abdomen de forma diagonal.
Al notar la cantidad absurda de sangre que brotaba de la herida, la fémina entró en pánico. Llamó a una ambulancia, la cual no tardó mucho en llegar pues varias unidades ya a dirigían hacia allá con el fin de chequear a aquellos que se vieran involucrados en la escena.
Inmediatamente, lo colocaron sobre una camilla e introdujeron al vehículo. Amy subió también, se ubicó a su lado y lo tomó de la mano mientras recibía atención médica.
[...]
Abrió sus párpados debido a la molesta luz frente a su cara. Sus pupilas temblorosas recorrieron la habitación blanca en la que se encontraba. Miró su actividad en los monitores, la solución salina conectada a él mediante un catéter, y todos aquellos objetos que sin lugar a dudas le hizo comprender que se encontraba en el hospital.
Sintió una presión sobre el lado izquierdo de la cama. Observó atento la presencia de su exesposa, ésta se encontraba dormida. Su cabeza y brazos yacían sobre el colchón mientras el resto de su cuerpo permanecía sentado en un pequeño banco de metal.
—Ames. —Llamó enternecido.
Su sueño era profundo notoriamente. Acarició múltiples veces sus púas rosáceas con la yema de sus dedos desnudos.
—Hey.
Sus ojos se abrieron de manera sosegada. Al vislumbrarlo su semblante se mostró atónito, sonrió parándose enseguida, se acercó a él y lo abrazó con cuidado.
Correspondió al instante. Sentir sus cálidos brazos alrededor de él era algo que siempre le encantó m.
—Qué susto me diste, pedazo de idiota. —Insultó causándole una carcajada ronca a su oyente.
—Estoy bien, exagerada. —Contraatacó bromista.— ¡Ah! Me duele reírme. —Rió nuevamente, pareciendo un total ignorante.
Ella lo vislumbró con una sonrisa estática. Sonic enarcó una ceja por su carácter confuso.
—Sé que soy guapo, pero-. —Amy envolvió su mano con las suyas.
—Te quitaron toda tu ropa...
—Lo entiendo, pero lamento decirte que no me encuentro en las mejores condiciones ni estamos en el mejor lugar para hacerlo.
—¡No me refiero a eso, estúpido! —Regañó.
Ambos rieron, Sonic llevó su mano libre a su abdomen, realmente le dolía reír. Pese a ello, no podía evitarlo, era consecuencia de la tan hilarante actitud que solía tener al estar junto a ella.
—Te quitaron esto. —Informó entregándole una de sus pertenencias.— Creí que ya no lo usabas.
Recibió en la palma de su mano su preciado anillo de matrimonio que él guardaba con tanto esmero.
—Es... Bueno... —Pausó para tomar aire.— Algo importante para mí.
Desvió la mirada apenado, apartándose del tacto de Amy. Se colocó el anillo en el dedo anular de su mano izquierda.
—Oye... —Articuló nerviosa.
El erizo azul fijó su vista nuevamente en Amy. Se sentía incómodo, ¿y cómo no hacerlo? Quizá se había asincerado mucho, ahora mismo se sentía un completo imbécil sin la capacidad suficiente como para poder superar a la madre de sus hijos.
—Si sirve de algo... —Cesó posicionando su mano derecha en su muñeca izquierda.
Arrebató la tela que cubría su extremidad con paciencia y un poco de indecisión.
—Yo también sigo conservándolo. —Extendió su mano, mostrando su reluciente anillo.
Los ojos esmeraldas de Sonic se abrillantaron esperanzados. Optó por tomar la mano propietaria del anillo y entrelazarla con la suya, obviando ambos aros metálicos.
—Era bello ¿no? —Interrogó sin despegar la mirada de su contacto.
—¿Qué cosa?
—Estar juntos.
Al no obtener respuesta alguna decidió separarse. Tal vez aquella correspondencia sólo fue por lástima.
Presenció el tacto de su expareja en sus mejillas y con el mismo temor experimentado en su primer beso como novios, juntó sus labios.
Lo tomó por sorpresa, aunque no pensaba apartarse. Continuó gustoso de probar lo deleitosamente hábil que podía llegar a ser su boca, perdiéndose entre los roces flamantes de sus suaves labios.
—Quizá sea tiempo de volver a intentarlo.
En aquella vez la noche irradió algo especial. Desde la habitación del hospital se lograban observar el firmamento nocturno, aparentando una crema de estrellas que parecía cubrirlo todo.
[...]
La navidad llegó, su hogar permanecía repleto de luces con colores cálidos y adornos propios de la temporada. Ambos niños esperaban impacientes la llegada de su padre mientras veían a su progenitora colocar dificultosamente la estrella sobre el árbol.
Fue entonces cuando, los nudillos de las robustas manos de un erizo cobalto golpearon la puerta repetidas veces.
—¡Es papá! —Asumió la pequeña eriza yendo corriendo a abrir la puerta.
Su hermano, sin emitir comentario alguno, pero con una sonrisa de oreja a oreja la siguió. Continuando su disputa por quién le abría la puerta a su padre.
La diminuta damita logró hacer a un lado a su hermano, pudiendo descorrer el cerrojo de la puerta. Sin embargo, el varón fue el primero en lanzarse a los brazos de papá.
—¡Feliz navidad, pequeñajo! —Felicitó abrazándolo.
—¡No es justo! Yo abrí. —Manifestó su descontento.
La levantó. Cargando a ambos infantes, uno en cada brazo, recargándolos en su tórax.
Se abrió paso al interior de la casa, cerrando la puerta tras de sí. Se percató de la situación que se estaba dando en la sala, rió divertido al ver los intentos fallidos de Amy. Bajó a los niños y caminó hasta ella.
Inesperadamente, la sujetó de la cintura y la alzó del suelo para que pudiese ubicar la estrella resplandeciente en la cima. Al conseguirlo, la hizo descender lentamente.
—¡El doctor dijo que nada de esfuerzos innecesarios! —Exclamó.
—Ya, ya, no quiero ni imaginar lo que sufren a diario Maurice y Amanda aquí contigo. —Mofó.
—Más te vale no haber salido a misiones en esta semana, el doctor dijo que no.-—Se vio interrumpida por los labios del erizo azul sobre los suyos.
Aquella acción, mas que asquear a los infantes, los había dejado sin habla. Simplemente le habían dado paso y en un abrir y cerrar de ojos estaba besándose con su madre.
—¿Qué? ¿Amy no les dijo? —Bromeó.
Los erizos más pequeños demostraron su alegría comenzando a correr en torno a sus padres con suma hiperactividad. Aún sin haber abierto las cajas que contenían sus regalos, estaban completamente seguros de que el regreso de sus padres sería el mejor regalo de la noche y, muy probablemente, también de su niñez.
[...]
La noche llegó, Maurice y Amanda fueron dominados por el sueño. Después de haber pasado toda la tarde dando vueltas a toda velocidad por su hogar a habían cansado lo suficiente como para dormirse en cuanto terminaran de abrir sus regalos.
—Creo que la noticia de nuestra reconciliación les alegró un poco. —Comentó al ver a sus hijos dormidos en el sofá.
—Me di cuenta en cuanto casi tiran el árbol de navidad con sus carreras. —Articuló sarcástica sacándole una risa a su pareja.
—Bien, ya es algo tarde, tengo que irme mañana saldré de la ciudad.
—¿Otra misión? —Suspiró. Tal vez nunca podría decirle adiós a las peleas con Sonic causadas por su deber como héroe.
—La última. —Su oyente guardó silencio.
—¿Qué?
—Bueno, creo que lo último fue un aviso. Es mejor darme un descanso del riesgo.
—¿Y qué pasará con el Sonic Team? ¿Lo separarás? —Interrogó preocupada.
—Por supuesto que no. He estado pensando en una forma de solucionarlo y me he decidido por dejarlo en manos de alguien lo suficientemente experimentado. Tails se quedará como líder del Sonic Team.
—¿En verdad?
—Sí. Ya le he comentado y aceptó sin dudarlo. Mañana Sonic Maurice The Hedgehog se retira oficialmente del heroísmo... A no ser que Mobius me necesite con urgencia, claro.
—¿Estás hablando en serio? —Sonic volvió a reír debido a la poca credibilidad que le daba Amy.
—¿Tan pésima es mi reputación contigo como para que dudes de mí? —Burló.
La eriza lo abrazó totalmente emocionada. Lo besó múltiples veces, repartiendo labial rojo en la cara de Sonic. Éste sólo se mostraba divertido.
—Es una pena que te tengas que ir. —Entonó seductora.
—Si lo pones así... Creo que podría pasar la noche aquí. —Bromeó para luego ser halado del brazo, yendo directamente a la habitación.
Escrito: 02/10/2018.
Publicado: 03/10/2018.
Ya sé que aún faltan dos meses pero el reto sólo dura un mes. Lo vuelven a leer en navidad jsjs.
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