CAPÍTULO 3

Arenas movedizas.

Almedit.

Ser madre joven nunca ha sido fácil. Y menos cuando es una niña, una que cuando empezó a caminar nadie la podía agarrar.

Aquella que lloraba sino le daban lo que ella quería, una que siempre quería que la tuvieran en brazos. No fué fácil cuando le crecieron los dientes, quería morder todo, y a todos. A plena vista era una nena que adoraba todo el mundo, hasta que pedían estar un rato con ella.

Recuerdo miles de reclamos por parte de las niñeras, decían que no dejaba de llorar por cualquier estupidez. Pero no era así, era que siempre hemos sido ella y yo, por lo tanto cuando me ví apurada con los gastos me tocaba dejarla gran parte del tiempo para conseguir comprarle sus cosas.

Un día estando tan apurada me tocó dejarla con papá. Me daba mucha pena el que ella pudiera hacerle algo a sus cosas, consideré ponerle guantes antes de bajar del auto. Su abuelo la recibió de mil amores y yo aún con mis dudas la dejé a su cuidado.

Toda la mañana en el trabajo esperé una llamada, un mensaje, una señal de humo pero nada. No tenía ninguna queja por teléfono, pensé en que quizás estaba esperando que llegara a casa para formarme la riña.

Pero no, que equivocada estaba cuando llegué.

Mi nena dormía cómodamente en brazos de su abuelo, cargaba unos colores en mano y su biberón. Era una imagen tan digna de una foto, los miré todo lo que pude, tratando de que ese recuerdo no se fuera de mi cabeza.

Ahí supe que no sólo a ella, sino que a papá también le gustaba. Me mencionó unas pocas veces la falta de compañía, después que mamá murió mis hermanos y yo concordamos ir enviando dinero para él.

A ellos se les hizo fácil, pero a mí no.

Trabajos y trabajos se me fueron rechazados por no tener alguna experiencia previa en otra cosa. Apenas terminé la universidad con una barriga de 4 meses, fuí la más juzgada entre mis amigos. O bueno, aquellos que decían serlo.

Hice sientos de llamadas durante años. En muchos empleos diferentes en los cuales duraba menos de dos meses porque me cambian por alguien mejor. No era fácil pasar por esos despechos y menos cuando tienes que llegar con una sonrisa porque tienes una hija en casa que no quieres preocupar.

Ella todavía era muy joven cuando su abuelo abandono el país. Decía que el sueño español era algo que lo llamaba, que lo seguía desde hace tiempo. No lo cuestioné por más que me pareció repentino.

—Extraño al abuelo—me había dicho Carla una noche.

—Yo también, cariño—le respondí después de unos segundos, acercándome para besarle la frente.

Creí ver una luz en el túnel cuando recibí unos pagos por limpiar unos hoteles. Eso bastó para comprar los útiles que Carla necesitaba para su nuevo año escolar, poco a poco mi niña estaba siendo cada vez más independiente. Más grande.

Tenía miedo de estar tan ocupada en conseguir darnos todo que me estaba perdiendo de su crecimiento.

Sin ella, no era nada.

Creí que muchos sentimientos en mi estaban muertos hasta que conocí a Charlie. Me sacaba sonrisas con chistes malos, me compraba dulces que no me gustaban, se ofrecía miles de veces en llevarme a casa. Todas las rechazaba.

Pero una vez, acepté un almuerzo y eso fué lo que me condenó.

—Me encanta tu nombre—había comentado bebiendo de su copa.

—¿Si?—hice una mueca—: A mi no me gusta.

Sonrió.

—Es que queda bien contigo.

—¿Me debo ofender?—casi reí. Casi.

Negó rápidamente—: Almedit, almendras. Ricas, pero sino encuentras las buenas, son amargas.

Por momentos juré que iba a escupir de la risa el contenido de mi copa. Él sonreía ya por verme reír, se ofrecía en contarme más de una cosa que tenía sobre mi nombre, pero negué. No quería que nos botaran del local por ser escandalosos.

Y así, paso tiempo.

Mis trabajos pasaron a ser más estables, nunca me quedaba en uno solo. Pero si con alguien, con Charlie. Me recogía en cada salida, me compraba el almuerzo y de vez en cuando algún que otro dulce para mi hija.

Una noche, pensé que sería buena idea que lo conozca. Si a ella no le gustaba le iba a indicar a Charlie dónde estaba la puerta. Primero era ella, luego todo el mundo.

—Buenas noches, Carla—saludó él al verla en la sala de estar.

Cuando ella volteó, le dedicó una sonrisa.

—Con que tú eres por el qué mamá suspira.

Me ahogué con la saliva—: ¡Carla!

Tras reír lo saludo con la mano y se fué al comedor. Mi rostro seguía de mil colores durante toda la cena, por más que mi hija había tenido un crecimiento bastante fuerte, no se que había hecho de bueno para que me saliera con una actitud tan dulce.

Muy pocas veces estaba enojada, siempre tenía una sonrisa en rostro y unas ocurrencias que me hacían sorprender. Por más que sabía que en su interior extrañaba a su abuelo, siempre mantenían una comunicación.

Y, siendo adolescente es necesario algún tipo de apoyo ajeno a los padres. Ese es el de su abuelo.

—Es lindo, ma.

Su comentario me gustó, lo había aceptado.

—¿Te trata bien?—preguntó cuando escuchamos el auto de Charlie arrancar.

—Si, cariño—besé su frente—: Me trata muy bien.

Sonrió.

—Eso es todo lo que necesito saber.

Me abrazó y corrió hasta su habitación, no tenía que preguntar para qué. Ya lo sabía. Por años, siempre escogía un lápiz antes que un instrumento, una caja de colores antes que una calculadora.

Sus cuadernos eran terminados de puros dibujos, al principio disparates que sólo entendía ella, ¿Ahora? Obras de arte.

El gen de las pinturas en vez de heredarlo alguno de mis hermanos o yo, lo heredó su nieta. ¡Y lo hacía hermoso!

Años y años haciendo todo lo posible para comprarle hojas de papel, lápices y colores para que ella fuera feliz. ¡Me sorprendía cuando me pedía de cumpleaños unos borradores o pinceles!

Eso era todo lo que me pedía, ella estaba muy consciente de los inconvenientes que hemos tenido a través de los meses con el dinero, por eso siempre agrega un..

—Mami, cuando puedas..—musitó entrando a la cocina un día—: ¿Me podrías conseguir un lápiz B14 o B18? El que sea no importa, y sino hay no te preocupes.

Era bastante considerada. Y nunca insistía, era muy paciente por más que lo que sea que haya pedido en aquel momento le llegará un mes después. Amaba a mi hija más que a nada, y quería que lo tuviera todo.

Ojalá pudiera darle más.

Para mí sorpresa fué cuando un día llegó de clases, pasando por el umbral de la puerta corriendo, buscándome hasta encontrarme en el patio de la casa. Decoraba unas pocas flores que tenía cuando ella llegó con una hoja en mano.

Iba a preguntarle qué tal le fué, si tenía tarea o algo. Pero casi me caigo sobre las plantas cuando me lo dijo.

—¡Quiero ir a España con el abuelo!

Pensé que eran de esos caprichos de adolescente. Mi nena ya era casi legal cuando lo notificó en voz alta, pero no. Ese pensamiento duro unos años más. Me sorprendió mucho cuando me mostró sus ahorros. Todo lo que le quedaba del dinero del almuerzo que le daba para clases lo fué recolectando.

Aquel papel de aquel día estaba pegado en su habitación. Era el aviso de unas de las mejores escuelas privadas de arte de Barcelona. Se me arrugó el corazón al pensar que mi pajarito estaba creciendo, buscando sus alas.

«¿Por que crecen tan rápido?»

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad

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