CAPITULO 1

Barcelona

Carla.

—Digame si la comida te cae mal,—comienza mamá y ruedo los ojos—: Los platillos de allá suelen ser muy raros...

—Ma.

—¿Y si tu abuelo no sabe cuidarte?—interrumpió.

—Sé cuidarme yo—me apresuré en decir.

—Eres una nena todavía, cariño—sus manos acunaron mis mejillas, dándome un beso en la frente.

«No llores, no llores»

—Vamos mujer,—bromee—: Sólo será un tiempo, me hará bien salir de aquí.

Y no me quejo, amaba Toronto. La nieve que solía caer en pequeños copos en mi ventana, el aroma de los postres de mamá en cada celebración del país. A mis amigos sacándome de casa para ir a cualquier plaza para hablar estupideces, muchas cosas iba a extrañar.

Pero a pesar de que muchas cosas eran buenas, yo no quería quedarme estancada aquí.

Lisandro, mi abuelo. Hace algún tiempo había dejado los aires de Toronto, pero él fue por trabajo. Se suponía que iba a volver, que pasado algún tiempo en allá cuando tuviera el dinero suficiente volvería.

No fué así, y gracias a los dioses no porqué le fuera mal, sino porque se enamoró de las tierras españolas.

Si él pudo, ¿Por qué yo no?

"Pasajeros con destino a Barcelona por favor acercarse al ala oeste"

—Ese es el mío—murmuré agachándome para tomar mi maleta de mano.

Los brazos de Almedit me envolvieron nuevamente y, por una parte tenía que entenderla. Supongo que cuando yo tenga hijos entenderé, sentiré lo que ella siente al ver a su única hija irse.

Cuando el boleto de avión cayó en mis manos hace apenas unas semanas mi único remordimiento fué dejar a mi madre sola. Tenía miedo de que algo le fuera a pasar en mi ausencia y que no pudiera hacer nada al respecto.

Pero luego caí en cuenta que estaba Charlie.

Un señor bastante regordete con apenas unas canas a los costados de su cabello negro. Él y mi madre se conocieron en clases de repostería gourmet.

A mi madre no le salía, a él si. Un día apartaron para unas clases aparte y lo demás es historia.

—Dios te acompañe todo el viaje cariño.

Asentí con lágrimas en los ojos.

—Amen.

Llenandome de todo el valor del mundo me di la vuelta y caminé en dirección a la puerta que me separaba del avión. Intentaba concentrarme en cualquier cosa que no fuera en aquél sentimiento de tristeza que se me estaba formando en el pecho.

Mi expresión se contrajo y antes que pudiera evitarlo estaba corriendo a los brazos de mi madre de nuevo.

Ambas estábamos llorando en medio del aeropuerto, rodeadas de un montón de gente que nos miraba llenos de curiosidad. Otros de compasión.

Ejerciendo un último apretón, fuí yo la que tomó de sus mejillas para besarle la frente.

—Avisame cualquier cosa.

—Eso lo debería decir yo, cariño—ambas reímos.

—Te amo—murmuré, haciendo que el nudo de mi garganta creciera.

—Te amo mucho más.

Sonreímos y evitando que me llegara el arrepentimiento, salí pitando a lo que me separaba del mejor vuelo de mi vida.

Una pequeña fila se hizo presente para recibir el boleto, la chica me sonrió y me adentré en la pista. El tamaño de aquel mounstro gigante de metal que me iba a llevar junto a mi abuelo me abrumó. Mariposas que no sentía hace mucho me llenaron el estómago.

Aquél avión no lo consideraba un amor imposible, pero si aquella exposición frente a todo el colegio a la que te da miedo enfrentarte.

Eran los únicos ejemplos que tenía para comparar aquella emoción y sensación tan escalofriante que tenía dentro de mi.

Tras chequearme por última vez el boleto me dejaron pasar hacia el diminuto pasillo que había entre los asientos compartidos.

B-15, B-15... ¿B-15? Si, B-15

Leía el papel varias veces, comparando con el número que adornaba casi borrosamente todos los asientos. Sonreí cuando lo encontré, dejé la maleta en los cajones de arriba y me acomodé.

A mí derecha había una señora mayor de los treinta años con unos audífonos, su asiento tenía la ventana.

"Pasajeros, por favor ponerse los cinturones. En cualquier momento empieza el despegue"

—¿Señorita?—una mujer vestida de azafata chasqueo sus dedos frente a mi, la voltee a ver rápidamente.

Parecía que llevaba haciéndolo bastante rato.

—¿Eh?

—¿Qué si quiere maní?—me ofreció del carrito lleno de pequeñas bolsitas.

—Ah, no gracias—asintió y siguió con su recorrido.

Si como algo en estos momentos; lo vómito. Y no quiero pasar una vergüenza innecesaria por haberle vomitado a un pasajero mi desayuno de esta mañana.

Las pequeñas turbulencias se hicieron presentes y un pequeño letrero se iluminó al comienzo del pasillo. Escuchaba la voz del capitán a lo lejos, los nervios en mi crecieron y me prepare para lo que serían las horas más lentas pero más ansiadas del momento.

Apreté tan fuerte los ojos que lo único que me hizo saber que ya estábamos en el aire fué la señora a mi costado, se removía en el asiento para poder ver mejor por la ventana.

Suspiré y me concentré en mantener la calma.

—¿Que preciosa vista, no?—habló mi compañera de asiento.

Miré por la ventana y sólo vía nubes. Asentí sin poder creer que ya estábamos volando.

—Es hermoso.

Sonrió ante mi respuesta.

Intente detallarla, no era muy conversadora para intentar sacarle algún tema para charlas las horas que nos restaban. Pero era buena suponiendo, me equivocaba muchas veces.

Sin embargo, lo consideraba divertido.

Viaja sola, y no tiene anillo en el dedo. Algunas pulseras de colores brillantes adornan sus muñecas, sus uñas estaban pintadas de un rojo intenso que hacía un contraste perfecto con su piel blanca. Miraba con cierta añoranza las nubes, ¿Divorciada? ¿Buscará nuevo comienzo?

Sonreí de costado y me concentré en la pequeña pantalla que había en la parte trasera del asiento de enfrente. La gran mayoría eran shows de canto, de cocina.

Me resigne, y coloqué cualquiera. Lamentandome de no haber descargado nunca alguna película mediocre por internet en el teléfono.

A medida que los episodios iban terminando, la luz del avión empezó apagarse. Cada vez era más tenue, miré la hora y eran apenas las 7 de la noche en Toronto pero al mirar por la ventana parecían más de las 10.

Recosté la cabeza en una de las almohadas que te dejaban en los cajones superiores, y ese fué el primer error.

Sólo ahí me di cuenta de lo cansada que estaba, mis ojos se empezaron a cerrar y dije adiós a mi nota mental de esta mañana de quedarme pendiente todo el transcurso del viaje.

Mi hombro empezó a removerse por lo que sentí que fueron segundos después de cerrar los ojos. Fruncí el seño hacia mi compañera de asiento.

—Estamos llegando, linda.

«¿Eh?»

Aún con un pie más allá que de acá mire la hora en el teléfono. 3:13 AM.

"Queridos pasajeros por favor abrochen sus cinturones, en unos segundos aterrizamos en Barcelona"

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Un beso, recuerden que son lo más bello de wattpad❤️

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