Capítulo 4
En retrospectiva.
Me pregunto.
¿Hice algo malo?
Durante la escuela media no hice nada particularmente malo creo yo.
Tuve desacuerdos con algunas chicas, pero nunca tomé represalias tras darles una lección, nada físico para aclarar.
Y durante la escuela superior...
Tampoco hice nada.
¿Quizás es por eso? ¿Debí entrometerme en los problemas de la escuela?
Había una chica que estaba siendo acosada en mi mismo año, pero no era mi problema.
Sí le gustaba un chico fuera de su alcance ¿Era problema mío?
Un día él me sujetó por el brazo y me arrastró a un lugar donde sólo estábamos los dos.
—Detente de una vez.
—¿Qué?
—¡Detente de una vez, ella no hizo nada!
—Yo tampoco.
Lo vi apretar la mandíbula —¡¿Crees qué puedes engañarme?! No mueves un dedo, pero sé que eres quién está detrás de todo.
—Con que así de bajo piensas de mí, huh.
—Una maldita mujer de corazón negro como tú nunca podrá ser comparada ni con un zapato suyo.
—¿Corazón negro, yo?
—Lo que a ti y a tu familia les importa es el dinero ¿No es así?
—¿Qué?
—¿Cuanto me costará que nos dejes a mí y a ella tranquilos?
Me dolió.
Nos conocíamos desde la primaria así que pensé que me conocería un poco mejor.
Me equivoqué.
Pude sentir las lágrimas llegar a mis ojos y mi vista se nublo.
Lo golpee en el plexo solar y cuando se encorvo para sujetar el lugar que le dolía lo abofetee tan fuerte como pude.
Cuando salía corriendo me topé con Kazuma y Yun, no quería que me vieran llorar así que los ignore y seguí corriendo.
—¿Kara?
Quizás elegí mal y debí caminar en lugar de correr para ser menos obvia o desahogarme llorando a todo pulmón.
Pero no elegí ninguna de esas opciones, no pienso que alguien pueda culparme por eso.
—¡Kitakura!
Lo oí llamarme, quizá tras esos golpes se le enfrió la cabeza y notó que cometió un error.
Pero ya no me importaba.
Él ya no me importaba.
Me fui tan lejos como pude, no deseaba volver a casa.
No quería causar problemas a nadie pero no podía vagar por la ciudad así sin más.
Kazuma contacto a Lucy, sólo a ella le respondí. Cuando le dije donde estaba llegó junto a Aidan.
Sabía que ella le contaría todo a Kazuma pero no lo haría hasta la mañana siguiente, como ella no podía pasar la noche fuera de casa Aidan se quedó a mi lado.
Esa fue la primera de muchas noches que pasé a su lado.
Sabiendo mi estado anímico nos fuimos tomados de la mano de ese lugar por la mañana mientras el sol aún no salía.
—¿Qué harás ahora?
—No quiero volver aún.
—¿Por qué no vienes a mi casa?
—Te meteras en problemas si lo hago.
—No puedes vagar por ahí tú sola.
—No estoy sola, no ahora.
—Sabes a lo que me refiero.
—Estaré bien, antes de todo esto saqué algo de dinero de la tarjeta.
—Kara.
—Lo sé, lo sé. Ya no me regañes ¿Por qué mejor no vamos a desayunar?
Fue más o menos por ahí cuando su teléfono comenzó a sonar —¿No contestaras?
—Es Lucy.
—Oh.
Nosotros 3 nos conocimos en primer año de escuela media, ambos eran amigos de la infancia y por una situación ridícula nos acercamos. Él era amable y considerado, ella enérgica y amigable.
Ambos comenzaron a salir a mediados de segundo año de escuela media.
Y desde esa noche yo...
—Me quedaré con ella, no te preocupes. Y no le des mi número a nadie.
—¡¿Por quién me tomas?! ¡Eso ya lo sé! ¿Cómo está?
—Mejor que ayer. Pero necesita su tiempo, dudo regrese pronto.
—Ya veo... ¿Puedo dejarlo en tus manos?
—Déjamelo a mí.
No regresé durante tres días completos.
Durante la tarde almorzabamos los tres juntos y desde la noche hasta el amanecer compartía desnuda una cama con Aidan.
Sí, creo que eso sí cuenta. Hice algo horrible.
Pero ninguno de nosotros de arrepentia de nada.
Cuando regresé el lunes a la academia Kazuma ingresó como un animal rabioso a mi clase me arrastró fuera y, una vez solos, me abrazó.
No supe que hacer.
Más tarde me enteré que por primera vez en la historia de la academia hubo una pelea a puñetazos entre alumnos.
Kazuma lo golpeó.
Yun me lo contó, cuando ellos dos fueron a hablar con él encontraron la función de grabadora activa.
Lo escucharon todo.
—Supongo que fue por una confesión, la evidencia final.
Yun no dijo nada más, supo que lo que dije era una verdad obvia.
—Ya no me importa.
Antes de todo esto estuve apasiguando a las niñas de mi grupo. Pero ya no más.
No soy la mala.
Pero tampoco la buena.
Bien, entonces no seré ninguna.
Les di a todas carta blanca.
"Hagan lo que quieran mientras no me involucren. Yo no tengo nada que ver"
Ese fue el mensaje.
Muchas se metieron en problemas, pero era cierto que yo no les dije "Hagan eso"
Simplemente...
—...Yo ya no las detengo.
Esa fue mi respuesta a Yun luego de que el acoso se intensificó.
—¡Kitakura-san!
—¿No te lo dijo tu amigo? Cuando las detenía tenía el "Corazón negro", entonces, ahora que ya no lo hago ¿Tengo el corazón blanco?
Se metieron en problemas pero eran mis amigas, ellas incluso me defendieron de él y de las niñas que se me oponían cuando estaba debilitada.
—¡Ella nunca haría algo como eso!
—¡Kara-sama no es esa clase de persona!
—¡Ella siempre evita que hagamos algo que pueda meternos en problemas!
—¡Alguien como tú no tiene derecho a hablar mal de Kara-sama!
Por ello hice todo en mi poder para protegerlas.
Hablé con sus padres y les comenté del asunto que ocurrió en la escuela, ellos ya sabían algo pero como ninguno de los involucrados explicó nada a nadie ellos (sus padres) estaban tanto molestos como preocupados.
Son padre después de todo.
Sí, porque eran sus padres hablé con ellos. El poder de su familia está en las manos de esas dos personas, no de él.
Como un príncipe noble que no puede mover manos o pies hasta que el rey tirano muera.
Él no podría hacer nada contra ellas mientras sus padres tuvieran el ojo puesto en sus acciones.
—Kitakura.
Algunas niñas se pusieron entre nosotros mientras que otras de colocaban a mi espalda, pero todas le dirigían miradas cautelosas.
La última vez estás mismas chicas sonreían mientras era llevada por él.
—Está bien.
Y así por primera vez en mucho tiempo nosotros intercambiamos palabras.
—Tenemos que hablar.
Yo sólo suspire —Usted y yo no tenemos nada de que hablar.
Como me disponía a irme el me sujetó —Yo sí tengo algo que decir.
—Incluso así, yo no deseo escucharlo —recuerdo que me dolió mucho y me dejó sus dedos marcados —Si me disculpa, me están esperando.
Esa noche Aidan vio las marcas en mi brazo.
Poco después la niña se suicidó, supongo que llegó a su límite pero, de nuevo, ese ya no era asunto mío.
Desde el principio nunca lo fue.
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