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—Bajenme, malditos bastardos —Gruñó con los dientes juntos mientras pataleaba en el aire, retorciéndose bajo los brazos que lo cargaban a fuerzas, sintió cómo de pronto era soltado en el piso de los baños, cayendo sobre su estómago, y, al levantarse, notó la puerta siendo cerrada con él adentro, ni siquiera tuvo oportunidad de alcanzar a uno de sus agresores—. ¡Los mataré! 

— ¿Gokudera? —Salió de uno de los cubículos, subiéndose el cierre del pantalón, e hizo una sonrisa tonta al confirmar que se trataba de él—. Ja, ja, ja, ¿también te dio ganas? 

Hayato puso los ojos en blanco, otra vez no, se acercó hasta la puerta e intentó empujarla para abrirla, pero ésta no cedía; maldita sea, por favor, otra vez no. 

— ¡Abran la puta puerta! —Demandó en voz alta, golpeó con fuerza una y otra vez sin conseguir lo que buscaba, y chasqueó la lengua, viejas memorias recorrían su mente de la última vez que lo dejaron encerrado con Yamamoto—. Maldita sea. 

—Espera, Gokudera —caminó hasta donde se encontraba una pequeña ventana y tuvo que ponerse de puntillas para que su rostro quedara cerca de ésta, pudiendo percibir algunos cuantos sonidos del exterior—. Creo que puedo escuchar algo. 

Se detuvo en contra de su voluntad, de todas maneras no iba a poder salir dentro de poco, caminó hasta donde se encontraba el azabache, desganado por imaginarse los comentarios que tendría que soportar a lo largo de la semana por faltar a otro anuncio junto a Takeshi, e imitó sus acciones, esperando escuchar lo mismo que el contrario. 

—…sucedido en el baile —la lejana voz de Hibari muy apenas se podía escuchar a través de aquella diminuta ventana. 

Hayato apretó los puños, sintiendo como un dolor punzante recorrer su interior; había visto con horror la razón del porqué Tsunayoshi no regresaba a clases, sintiéndose un completo inútil por ser incapaz de proteger a la persona más amable que jamás había conocido. 

Ni siquiera había conseguido hablar un poco con él desde aquella noche, lo único que podía hacer era mandarle mensajes todo el tiempo, esperando paciente a recibir una simple respuesta; sin embargo, un día, decidido en intentar de nuevo en que Tsuna lo recibiera, se lo encontró en la cocina. Era como si nada del desastre que lo estuvo atormentando todo ese tiempo hubiera ocurrido en realidad, y se alegró. 

En verdad, él estaba feliz de que finalmente el castaño hubiese tenido el valor de salir de la seguridad de su habitación; aunque siguiera sin asistir a clases. 

Cuando habló con él pudo notar que seguía dañado por lo que le ocurrió, pero que estaba confiado de que pronto se sentiría mejor y las cosas mágicamente se arreglarían. ¿No era maravilloso? 

Pero… Nana le mencionó que Hibari había conseguido ese gran avance, que había sido él quien extendió su mano para sacar al castaño de la oscuridad que lo rodeaba. Y, por si no fuera poco, estaba buscando a los malditos que se atrevieron a hacer algo así. 

Maldita sea, tanto tiempo que le tomó al peli plateado para ganarse la simpatía de la madre y la del tutor para que llegara un idiota descerebrado a querer opacarlo. 

Rodó los ojos, siendo invadido por la rabia que crecía desde su interior como si de una planta brotando de su semilla se tratara. 

Estaba feliz por Tsuna, claro que sí, pero no podía evitar sentirse mal que no fuera él quien lo hubiese conseguido; su amigo más cercano, en el que más confía… Era un fracaso, permitir que semejante humillación le ocurriera a su amigo del alma y que alguien totalmente ajeno a él le estuviera ayudando era inaceptable. 

— ¿Gokudera? —Takeshi bajó la mirada, incapaz de concentrarse para percibir las palabras del líder del comité disciplinario—. ¿Te encuentras bien? 

—Sí —musitó, teniendo que frotar con rapidez sus ojos para evitar que se escaparan un par de lágrimas, alzó la mirada para ver la ventana por la qué trataban de escuchar e hizo una medición mental—. Oye, idiota del béisbol, ayúdame a subir. 

Entrelazó sus propios dedos, formando lo que le serviría de escalón al contrario, se agachó lo suficiente para que él pudiera alcanzarlo y al sentir su peso tuvo que empujarlo hacia arriba, sin tener que esforzarse mucho gracias a una ranura de la pared en la que Hayato se pudo apoyar. 

Estando arriba meditó el cómo debía de girarse para evitar caer de rostro, intentó hacerlo pero en medio de su maniobra cayó al suelo de costado, haciendo un quejido de dolor el cual suprimió con rapidez para no atraer la atención de los miembros del comité disciplinario. 

—Me desharé del que está en la puerta —habló con el volumen suficiente para que Takeshi fuera capaz de escucharlo. 

—No —respondió con rapidez, provocando que se quedara inmóvil justo donde estaba—, ve tú. 

Gokudera no se iba a poner a discutir con él, no podía arriesgarse a ser descubierto, miró a su alrededor, asegurándose de que tuviera el camino libre, y se fue corriendo, escondiéndose entre los arbustos para acercarse cautelosamente donde se encontraban todos los alumnos formados. 

—...mordido hasta la muerte —Hibari continuó hablando con ayuda de un megáfono mientras caminaba por entre las filas de estudiantes, intimidándolos únicamente con su presencia; sus pasos se hicieron más lentos al recorrer donde se encontraban los compañeros de clase de Sawada, examinando cada uno de sus rostros—. Una sola palabra y les haré vivir su propio infierno. 

Más de uno palideció ante su comentario, aunque hicieran su mayor esfuerzo para no demostrarlo. 

Hayato, asomándose desde uno de los arbustos, gateó con sigilo hasta poder integrarse a una de las filas, dándole igual si no era la de su grupo; una vez mezclado con todos, no podría ser descubierto por Hibari y sus subordinados. Estando ahí se podía considerar como un logro. 

—Gracias, Hibari-san. Supongo que no hay dudas por lo que daré un aviso del festival cultural… 

—Tetsuya robó la atención de los estudiantes formados, dejó su vista sobre un papel que llevaba con él y la alzó después de leer lo que estaba escrito—. ¿Sucede algo? 

Todos se giraron hacia la única persona que tenía la mano levantada. 

—Sí —una estudiante de intercambio a la que no le advirtieron a tiempo sobre el aterrador demonio que acecha en la escuela con tal de imponer disciplina asintió con la cabeza, bajando su mano con lentitud al sentir tantos ojos observándola—. No entiendo porque ese tal Sawada es tan importante como para que… 

Un golpe en el estómago fue suficiente para que se sofocara y cayera de rodillas al suelo en un intento desesperado en conseguir aire. Dos miembros del comité qué anticiparon las acciones de su jefe cargaron a la chica para llevarla a enfermería. 

— ¿Alguien más tiene dudas? —Kyoya guardó la tonfa utilizada, relamiendo su labio inferior tras la golpiza dada, hizo una sonrisa ladina al ver a la multitud temblar de miedo como respuesta y le hizo una señal a Kusakabe para que continuara hablando. 

Dio media vuelta, decidido en regresar a la sala del comité, pero se quedó inmóvil al notar la singular cabellera platinada de un individuo que reconocía con facilidad; sus ineptos subordinados de nivel más bajo fracasaron en la única tarea que tenían, ¿por qué no le sorprendía? 

Se preguntaba qué tanto tiempo llevaba ahí, ¿habrá escuchado lo primero que anunció? Maldición, necesitaba hablar con él, pero… Levantó su mirada hacia el edificio, observando a Mukuro y Chrome asomarse por la ventana de la sala. No podía desperdiciar ni un solo segundo teniendo en cuenta que el festival que serviría como trampa para las estudiantes de la escuela Midori sería en una semana. 

Volvió a caminar, dejaría aquel asunto en manos de Tetsuya. 

♡   ♪   ♡   ♪   ♡

Gokudera pateó una lata vacía que rodaba por la calle. Por más que le preguntó a sus compañeros se negaron a darle una respuesta de lo que había ocurrido antes de que llegara a la explanada de la escuela, le parecía tan extraño que temió por la seguridad y bienestar de Tsuna. 

Si nadie le quería decir el motivo del porqué Hibari Kyoya los había convocado tan repentinamente, entonces creía que el castaño estaba involucrado en aquello de alguna manera; ¿y si fue el bastardo de Hibari quien planeó lo del baile y todavía quiere rematar? 

— ¿Aún sigues pensando en lo de la mañana? —Interrogó el azabache que lo acompañaba, cambiándose de mano la caja con agarradera que le dieron en la pastelería—. No creo que sea malo. 

— ¿Sabes algo? —Preguntó con rapidez. 

—Ja, ja, ja, no —levantó su mirada para ver el azul del cielo, el clima había estado como un loco que era raro poder apreciar un día despejado—. Pero la última vez que nos encerraron —una expresión reflexiva apareció en su rostro, recordando lo que había pasado en aquella ocasión—, cuando Tsuna regresó del hospital, dejaron de molestarlo tanto. ¿Recuerdas? 

Rodó los ojos, refunfuñando un par de maldiciones que brincaron a su mente; no creía que debía relacionar los dos eventos porque era imposible que gracias a uno se debiera a lo otro. 

—La última vez que visitamos a Tsuna no quería salir de la habitación —comentó de pronto el beisbolista, en un intento de cambiar el tema de conversación—. Me preguntó si se pondrá feliz de vernos, ¿tú qué piensas? 

—Claro que sí —tocó el timbre de la casa, conteniendo el aliento de la emoción por finalmente poder verlo otra vez, retrocedió un par de pasos, manteniéndose más adelante que su acompañante, y sonrió al ver la puerta siendo abierta. 

Sin embargo, a quien se encontró recibiéndolos no fue a Nana ni a Reborn, ni siquiera uno de los molestos hermanos menores del castaño. No, el que estaba frente a ambos, usando un mandil que normalmente era la castaña quien lo usaba, no era un integrante de la familia Sawada. 

— ¿Quién es, Kyo-kun? —La adulta apareció después de unos minutos en silencio, abrió por completo la puerta del hogar para ver a los dos jóvenes afuera y esbozó una alegre sonrisa contagiosa, haciéndose a un lado para permitir qué ambos entraran—. Adelante, Gokudera-kun, Yamamoto-kun. 

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