6
Tsunayoshi miraba el techo de su habitación, esperando que sus cobijas volvieran a generar el calor que había perdido tras haberse dado una ducha; aún se negaba salir de su habitación, no tenía el suficiente valor para revelar sus tragedias.
El sonido de las gotas de lluvia golpeando su vivienda le traía la fría memoria de él y Hibari después de haber salido del gimnasio; si pudiese regresar el tiempo hubiera cambiado su manera de actuar ante él.
Dudaba que siguieran siendo un secreto para los adultos de la casa, seguramente hicieron hasta lo imposible por sacarle algo de información a Hibari.
Se sintió abrumado de solo imaginarse la situación, era claro que tendría que disculparse por ambos para evitar problemas con él.
Giró levemente su cabeza, leyendo el reloj digital que estaba sobre su cómoda; se preguntaba a qué hora volvería a ser visitado por el respetable líder del comité disciplinario de su escuela.
Por alguna razón le emocionaba que él volviera a apartar un poco de tiempo para acompañarlo, le daba esa sensación de importancia que era justo lo que necesitaba para sentirse mejor consigo mismo, aunque sus motivos eran para descubrir los individuos responsables de lo sucedido en el baile.
Suspiró.
Todo había quedado arruinado, sus posibilidades de tener un romance escolar habían bajado a números negativos, ¿acaso era posible eso? Estaba seguro de que Kyoko nunca le haría caso, no después de la humillación que pasó frente a ella.
Le dolía recordarla riéndose de él junto a las demás personas que lo señalaban; le era imposible imaginarse quién sería tan horrible para aprovecharse de su oportunidad de oro y convertirlo en aquel trágico evento.
Fue un error haber bajado la guardia; como de un día para otro las agresiones y bromas hacia su persona habían disminuido considerablemente creyó que su infierno estaba llegando a su fin.
Su vista empezó a deformar los números del reloj gracias a un par de lágrimas que amenazaban con salir; se sentía como un idiota, debió haberle hecho caso a Gokudera cuando le dijo sobre no confiar en los demás. Pero le emocionó tanto que la chica perfecta de Namimori le hubiera hecho caso que se cegó a sí mismo, impidiéndole ver que la gente envidiosa estaría detrás de él.
Giró sobre la cama, observando como la poca luz de un rayo en el cielo intentaba infiltrarse por los lugares que la cortina no alcanzaba a cubrir bien; había pasado un día más sin darse cuenta de aquello.
¿Por qué el universo era tan cruel con él? ¿No merecía un poco de felicidad? ¿Qué necesitaba hacer para conseguirlo?
Tomó su celular, en un intento de borrar sus oscuros pensamientos que de vez en cuando se apoderaban de su mente, y leyó sus mensajes pendientes desde la barra de notificaciones; no quería entrar a ningún chat para evitar dejar evidencia de que lo había leído.
Tenía varios mensajes de Gokudera, era imposible leerlos todos ya que enviaba varios conforme transcurría el día, había otros tantos de Yamamoto, los cuales siempre buscaban la manera de animarlo, y había varios en el chat de su salón de clases, aparentemente habría un festival cultural en la escuela y estaban discutiendo qué iban a hacer en el salón; por desgracia, no había mensajes del azabache.
Se preguntaba si era estúpido sentirse ansioso en espera de alguna señal de él; le había dicho que regresaría, pero nunca acordaron la hora por lo que era un martirio ver los números de su reloj incrementar sin que se hiciera presente.
De su cajón agarró un dulce, quizás era momento de hacerse a la idea de que él no iría a visitarlo nuevamente. ¿Por qué lo haría? Se sentó sobre la cama, abrazando con fuerza sus rodillas con uno de sus brazos mientras que el otro se ocupaba de agarrar un par de malvaviscos.
—Hey —una voz se escuchó desde la ventana al mismo tiempo que una luz iluminaba una parte del lugar.
El castaño observó la sombra proyectada del intruso en la pared, asustado de que se tratara de algún ladrón; no se había dado cuenta de que habían abierto la ventana. Giró hasta que reconoció a Hibari entrando a su habitación con una lámpara y una bolsa de compras en manos, nunca antes había sentido tanto alivio de encontrarlo.
—Hibari-san —esbozó una temblorosa sonrisa, sintiéndose avergonzado de que el otro pensara qué se sentía feliz por verlo, caminó hasta el interruptor para iluminar la habitación y dejó el empaque de malvaviscos a medio comer sobre la mesa para después hacerle una invitación para que tomara asiento—, pensé que ya no vendrías.
—El del sombrero no me dejaba pasar —apagó la linterna que llevaba con él, cerró la ventana para evitar que el agua se metiera a la habitación y se quitó el gorro del impermeable negro que estaba usando.
—Ah… —Rascó nerviosamente su mejilla mientras se dirigía al baño de la habitación por una toalla seca—. Perdón por eso, Reborn puede ser muy pesado —salió con el objeto en manos y se lo entregó, siendo aceptado sin rechistar— a veces.
Secó con delicadeza su rostro, quería saber el vínculo exacto que había entre ambos, pero no podía desperdiciar su tiempo en indagar ese tipo de cosas; de los bolsillos de su chamarra sacó un par de papeles doblados y se los entregó junto con la toalla y la bolsa con más golosinas en su interior.
— ¿Conoces a alguien de la escuela Midori? —Se movió por el cuarto en busca de una hoja en blanco y una pluma, necesitaba tomar anotaciones sobre la conversación para no dejar escapar ningún detalle.
—Gracias —extendió el pedazo de tela en una silla cercana, dio un vistazo rápido hacia el interior de la bolsa, dándose cuenta que lo único que había era una generosa cantidad de un mismo dulce, y examinó los papeles, los cuales reconoció con rapidez como dibujos de sus hermanos menores—. Ah… ¿Midori? —Guardó las ilustraciones en una carpeta y se sentó en el suelo, cerca de la mesa donde había dejado sus malvaviscos—. No en realidad, ¿por qué?
—Hm —de un cajón sacó un examen con mala calificación, le dio media vuelta para escribir en la parte trasera y con la pluma que convenientemente se hallaba en el escritorio empezó con sus anotaciones—. La herbívora… —Tuvo que hacer una pausa para recordar el maldito nombre de la chica que tenía como rival amoroso—. Sasagawa… ¿Crees que haya sido ella quien planeó todo?
— ¡No, para nada! —Exclamó en su defensa, era una locura imaginar que una chica tan linda como ella haría algo tan horrible, giró su rostro al notar la mirada del contrario en él y tomó aire, intentando tranquilizarse para seguir hablando—. Kyoko-chan jamás haría algo como eso.
Hibari apretó tanto la pluma que escuchó un crujir que le advertía que podría quebrarse si seguía aplicando la misma fuerza, le había molestado la forma en la que se comportó, defendiéndola y refiriéndose a ella de manera amable. Qué fastidio.
— ¿Te gusta la herbívora? —Dejó reposar tranquilamente la punta de la pluma sobre el papel, esperando con la mirada clavada en su letra recién escrita; sabía que la respuesta que iba a escuchar iba a ser un golpe duro que lo dejaría sin aire, pero debía saber si su posición defensiva se veía afectada por sus sentimientos.
Así sabría si sería buena idea investigarla como primera sospechosa.
Tsuna se atragantó con un pequeño malvavisco que hace unos segundos estaba en su boca, se golpeó varias veces el pecho hasta conseguir pasar el pequeño bombón y carraspeó tantas veces que le pareció una exageración; esa pregunta lo había tomado por desprevenido, como normalmente solía suceder cuando se trataba de Kyoko.
No había sido capaz de responder con la verdad, ni siquiera cuando sus mejores amigos le preguntaban; la vergüenza terminaba ganándole y terminaba mintiendo. ¿Quizás era momento de ser valiente y decir la verdad sobre sus sentimientos por primera vez?
—Eh… Sí —aunque no sentía que estaba siendo sincero—, bueno… ¿No? —Se quedó callado, tratando de encontrar una respuesta—. No lo sé.
— ¿Cómo que no lo sabes? —Se dirigió hacia él, estaba desesperado por su indecisión, se le acercó con dar un par de pasos y observó con detenimiento sus ojos castaños, los cuales se movían de un lado a otro para evitar el contacto visual—. Es un sí o un no, omnívoro.
— ¡No lo sé! —Exclamó de pronto, se sentía tan presionado como cuando es un día de examen en la escuela, un bochorno se apoderó de sus dos mejillas y su mirada temerosa finalmente se encontró con la del contrario—. Simplemente no lo sé.
— ¿No lo sabes? —Repitió con irritación y sarcasmo, incrédulo por lo que estaba escuchando; aunque había hecho la pregunta para su investigación, ahora su insistencia era por sus motivos personales.
— ¡¡No!! —Reafirmó en voz alta, empezando a cansarse por dudar de sus propios sentimientos; hace una semana estaba seguro de lo que sentía, pero ahora dudaba y no tenía la menor idea del porqué—. ¡No lo sé, ¿bien?! —Frunció el ceño, sintiéndose como un tonto por no poder identificar sus emociones—. Dime idiota, perdedor, tonto, bueno para nada, o como quieras llamarme, pero no lo sé.
Un silencio incómodo se hizo presente tras la discusión.
Tsuna tuvo que bajar el rostro, esperando que sus ojos vidriosos no empezaran a soltar lágrimas y que su rubor desapareciera; Kyoya, por su parte, retrocedió un par de centímetros y notó que había arrugado el papel de sus anotaciones sin querer.
— ¿Por qué la invitaste al baile? —Interrogó en voz átona, tratando de mejorar el ambiente que se había creado, extendió el examen sobre la mesa, intentando quitar las arrugas que había provocado, y dirigió su mirada hacia él, esperando paciente su respuesta.
—Solo quería bailar con alguien que me quisiera —suspiró desganado, temiendo ser objeto de burla por sus patéticas razones, apoyó la frente contra la mesa y cerró los ojos, no podía caer más bajo porque ya había tocado fondo—. Ella nunca se burlaba de mí, por un momento creí… —El tono de su voz fue bajando hasta quedarse mudo, reflexionando en su propia estupidez.
El azabache se mantuvo en silencio, estaba tentado en pedirle ahí mismo bailar alguna tonta canción con tal de que se animara; él lo amaba, vaya que lo hacía, y quizás era el momento para decirlo.
Estiró su mano, dudando en si era una buena idea lo que quería hacer, iba a tocar su espalda, pero el golpeteo en la puerta de madera provocó que ambos se pusieran en alerta, dejando morir el tema de conversación.
—Tsuna —Reborn habló desde afuera de la habitación, giraba la perilla de un lado a otro sin conseguir lo que quería, golpeó un par de veces más la madera y maldijo en voz baja al notar que ya se cumpliría el cuarto desde el encierro de su alumno—. Necesitamos hablar, Nana y yo ya vimos el video.
De pronto le hizo falta aire al castaño, su rostro palideció y tuvo que sostenerse del brazo de Hibari para no caer al suelo; aunque su instinto le decía que los adultos responsables de él ya sabían todo, no se sentía preparado para platicar con ellos.
Kyoya se levantó apenas se dio cuenta que el agarre del que estaba siendo prisionero cedió, se colocó nuevamente el gorro del impermeable que llevaba puesto y caminó hasta la ventana; era tiempo de irse, causaría una escena si el italiano lo sorprende en la habitación del castaño.
—Hi… Hibari-san —consiguió tomarlo de la manga antes de que pudiera abrir la ventana y bajó la mirada, observando los talones que se escondían dentro de los pantalones oscuros del contrario—. ¿Podrías quedarte…? Yo… Yo… —Su voz empezaba a quebrarse al mismo tiempo que se formaba un nudo en su garganta—. No… Yo no… —Un par de lágrimas bajaron por su barbilla hasta caer en el suelo y la necesidad de sentirse seguro lo obligó a abrazarlo por la espalda, sabiendo que posiblemente aquello le costaría una dolorosa golpiza—. No podré hacerlo solo… Por favor…
El azabache sintió como su corazón empezaba a palpitar como un loco, incluso le dio cierto pánico que el menor se diera cuenta de aquello por lo que tuvo que separarse de él un par de segundos después, se dio media vuelta para ver el cuerpo tembloroso que intentaba abrazarlo nuevamente, buscando la calidez humana que necesitaba en ese momento de fragilidad, y levantó la mirada al notar que la puerta estaba siendo abierta.
Estaba en una situación difícil; tenía al chico que le gustaba suplicando de su compañía y soporte para una plática de la que no estaba interesado, pero si se quedaba el italiano podría tomarlo como alguna clase de ataque y la posibilidad de simpatizar con él bajaría a cero. Incluso podría llegar a afectar el poco progreso que ha conseguido con Nana.
¿Qué demonios debía de hacer?
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