23
Hibari lo sabía, no había nada en el mundo que pudiera decir para hacer cambiar de parecer al contrario; se acercó lentamente a la ventana por la que saldría, estaba decidido en dejar atrás algo que lo motivaba más de lo que quería aceptar, pero sentía que al menos debía decir algo antes de marcharse y adentrarse en la penumbra de la noche. Sus ojos grisáceos escudriñaron con paciencia su propio rostro en el reflejo del vidrio que tenía enfrente, reflexionando en las palabras que debía usar para hacer menos dolorosa la despedida.
—Tienes razón —habló en voz baja, casi como si lo estuviera susurrando pero el castaño era capaz de escucharlo por encima de sus sollozos, y abrió la ventana muy despacio, casi como si no quisiera hacerlo—. No puedo cambiar tu forma de pensar; pero era la manera en la que te estaba demostrando mis sentimientos —se quedó callado un par de segundos, no era un experto en aquel tema y sentía que tomar venganza por Tsuna sería una excelente prueba de todo el amor que sentía por él, dirigió su mirada hacia la temblorosa espalda que se negaba a dar la media vuelta y dejó escapar un suspiro mudo; no sabía amar y creía que era una excusa que solamente alguien débil diría—. Me voy, omnívoro.
Las palabras se fueron amontonando en su garganta, quería aclarar todo y, de ser necesario, suplicar por una segunda oportunidad; sin embargo, era demasiado orgulloso para eso, prefería adentrarse en la oscuridad helada de la noche y atormentarse con el peso de sus propios pensamientos.
Tsuna finalmente cedió a sus ganas de voltearse, encontrándose con la ausencia del azabache, un par de lágrimas bajaron a toda velocidad por sus mejillas y apretó los puños con fuerza, maldiciendo por primera vez el nombre del contrario; ni siquiera habían formalizado la relación y se sentía como si el mundo se estuviera acabando. Maldición, fue él quien dijo que no quería que aquello avanzara, ¿entonces por qué se sentía tan mal? Se acercó hacia las cortinas que volaban gracias a las brisas que se metían con toda seguridad a su habitación y decidió observar un rato la solitaria silueta de Hibari andando a dirección contraria de su hogar.
Así que aquello era el fin de su romance escolar.
—Tsuna, que bajes a cenar —El tutor de patillas rizadas abrió la puerta sin haber llamado antes, dando un vistazo rápido por el lugar, y suspiró con cierta irritación—. Y dile al idiota de Hibari que también baje a cenar, lo vi cuando entró.
—R-Reborn —dio media vuelta nerviosamente, sintiendo sus mejillas heladas por el aire del exterior, juntó ambas manos sobre su pecho del lado izquierdo y sorbió los mocos antes de volver a hablar, ocasionando que el mayor abriera los ojos en señal de sorpresa y decidiera abrazarlo con fuerza en un intento de consolarlo—. H-Hibari se fue.
No entendió bien a qué se refería, y aunque quisiera estar alegre por no tener que soportar a una persona tan arrogante durante la cena prefirió mantener su rostro serio, acariciando de vez en cuando los cabellos castaños de su alumno y dando como finalizado la ley de hielo que le había estado aplicando desde que se enteró que lo espiaba de vez en cuando.
♡ ♪ ♡ ♪ ♡
Mukuro observó con nerviosismo la gran entrada del edificio principal de la escuela, pensando erróneamente que los alumnos a su alrededor lo estaban comiendo con la mirada cuando en realidad solo lo pasaban de largo, alzó con cierta dificultad la mirada para dejarla sobre la ventana de la sala del comité y un pequeño suspiro de nervios se escapó de entre sus labios; se sentía como la primera vez que había ido junto con Chrome para atender el llamado de Hibari, había pensando que iban a tener una revancha que daría inicio a una buena amistad entre los dos prefectos de las mejores escuelas de la ciudad. Las posibilidades eran bajas, lo sabía, pero era capaz de dar todo lo que tenía con tal de tener un amigo como el demonio de Namimori.
Bajó la vista al darse cuenta que lo único que estaba haciendo era perder el tiempo en espera de visualizar la silueta de Kyoya y caminó a pasos lentos hacia el edificio con el que ya se estaba empezando a familiarizar tanto; se preguntaba si el idiota de Kusakabe ya lo habría delatado con su jefe y por eso estaba sintiendo tan diferente todo a su alrededor. Ayer estuvo a nada de entregarle su celular a Kyoko creyendo que aquello sería suficiente para estar más tiempo a lado de Hibari; por supuesto, Tetsuya apareció en el momento justo para impedirlo.
Suspiró de nuevo al ver el primer escalón, añorando la compañía de Chrome, y empezó a subir con la misma lentitud de antes; su prima tenía cosas pendientes que resolver en Kokuyo por lo que le fue imposible ir con él en esa ocasión, aparte de que sentía que ya no era necesaria para la tan deseada venganza de Hibari. Observó a un par de miembros del comité disciplinario haciendo guardia a los lados de la puerta y con notoria confusión se quedó de pie frente a ellos, indeciso en si debía intentar entrar a la sala donde seguramente Kyoya se encontraba.
—Rokudo —Kusakabe salió de la sala en el momento justo, en sus brazos llevaban dos pesadas cajas de cartón las cuales entregó al mencionado—. Aquí tienes —dio media vuelta para cerrar la puerta del comité con lentitud y le dio un par de palmadas a los dos jóvenes que montaban guardia para indicarles que ya se podían retirar—, si algún día necesitas un favor puedes comunicarte conmigo.
Apretó los labios. El tormentoso final que había querido evitar finalmente había llegado para dejarlo helado, ¿así es como serían las cosas? Dejó ambas cajas sobre el suelo, abrió una en busca de su computadora portátil y la tomó con ambas manos mientras sus pasos lo acercaban a la entrada de la sala; sin embargo, Tetsuya le dio un pequeño empujón para que retrocediera. —¿Oya, oya? Aún debo entregarle esto a Hibari.
—Ya no será necesario —puntualizó con un suspiro, sacudiendo sus ropas como si tuviera algo de polvo en éstas.
Los temores de haber quedado en malos términos con el azabache gracias a su debilidad que había mostrado tener con Kyoko empezaron a caer en su mente como si de lluvia se tratara; no quería que la relación amistosa que había entre ambos, o que al menos creyó haber formado, desapareciera de esa manera. Sentía que al menos debía disculparse por estar a punto de echar todo a perder. Dejó la laptop en la caja y volvió a acercarse, pero fue regresado nuevamente por un empujón. —Solo voy a despedirme.
—Hibari-san no quiere ser molestado —explicó con calma, no quería perder la paciencia con él, y se colocó frente la puerta para hacerle entender que no lo dejaría pasar.
Mukuro asintió sin estar convencido y volvió hasta donde sus cajas, asegurándose de que en realidad todas sus cosas estuvieran ahí; necesitaba encontrar alguna excusa para poder entrar a la sala del comité y plantarle frente a Hibari. ¿Quién demonios se creía él para echarlo de esa manera? Debía, al menos, dirigirle algunas palabras por todo el tiempo que estuvieron juntos y si él no lo quería como amigo lo quería escuchar con sus palabras.
—Por cierto —comentó sin dirigirle la mirada, como si realmente no le importara lo que estaba a punto de decir, y empezó a contar lo que había en el interior de la caja—, un par de sujetos se estaban peleando en el baño —se quedó callado un par de segundos al no notar reacción alguna en el contrario— o al menos eso creo. Eran... ¿Cómo se llamaban? —Alzó la mirada como si intentara recordar algo y después de varios segundos la dirigió hacia Kusakabe—. Comedera y Tomatodo.
—Gokudera y Yamamoto —corrigió sin ánimos, pero empezando a interesarse por la supuesta pelea que había entre aquel par.
—Como sea —rodó los ojos y abrió la segunda caja para ver lo que había en su interior—. Creo que estaban peleando, Yamamoto se escuchaba molesto por algo y se encerró con Gokudera en uno de los cubículos —tras terminar la revisión cerró ambas cajas y las cargó para dar la finta de que estaba listo para irse—. Creo que Gokudera empezó a llorar, se escuchaba algo extraño, ¿sabes?
Tetsuya no necesitaba escuchar más para darse una idea de lo que realmente estaba ocurriendo, observó ambos lados del corredor y, sin esperar a que Mukuro fuera el primero en irse, se encaminó hacia los baños; si su intuición no fallaba, ellos dos estaban enamorados y probablemente esa pequeña discusión desencadenó a algo totalmente diferente a una pelea por lo que debía a apresurarse a detenerlos.
Rokudo rió maliciosamente al ver que su plan había funcionado, escondió las cajas detrás de un par de macetas para hacerle creer a Kusakabe que ya se había ido y se metió a la sala del comité con sigilo, sabía bien que podía ser mordido hasta la muerte por sus acciones; todo estaba ordenado, era como si él jamás hubiese instalado todo su equipo para hacer los ataques que Hibari ordenaba. Su mirada se dirigió sin tardar hacia el escritorio vacío del líder del comité, parecía que había acabado con su papeleo temprano, dio un par de pasos para poder observar el área donde se encontraban los sillones y ahí estaba él.
Hibari se encontraba dándole la espalda, sentado en el medio del sofá más grande que había mientras leía algo dentro de una carpeta y escuchaba música con sus audífonos, tomó la fotografía que había dentro de la carpeta y la mantuvo a la altura de su rostro, como la estuviera analizando a fondo.
El de cabellos azules ladeó la cabeza con curiosidad, esperando que aquello fuese suficiente para saber lo que el contrario estaba haciendo, dio un par de pasos para acercarse y apretó los labios al conseguir leer el nombre que estaba escrito en la carpeta; algo sumamente extraño estaba sucediendo, no había la menor duda, y creía que lo mejor que podía hacer en ese momento era marcharse para darle tiempo a solas al azabache.
Sin embargo, no era algo fácil de hacer. Estaba intrigado, no recordaba haber visto a Hibari con audífonos desde... Bueno, nunca lo había visto utilizar algo así. Ni siquiera sabía que le gustaba la música, pero... ¿Por qué estaba tan distraído con una tonta fotografía de Tsunayoshi?
Se quedó paralizado al ver una gota cristalina rodar por la mejilla pálida del contrario y sintió como si se estuviera quedando sin aire, ¿acaso estaba viendo bien? Frotó con brusquedad sus ojos, como si estos estuvieran descompuestos, y su mirada se dirigió con rapidez hacia la gota que avanzaba lentamente hasta llegar a la barbilla; no lo quería creer, no podía ser verdad. El temible y frío demonio de Namimori estaba... ¿Llorando? No, no, debía ser alguna clase de broma.
Observó la puerta, debía regresar y fingir que no había visto nada, después llamaría a Kyoya para preguntarle si todo estaba bien; pero... Se percató que en la carpeta había ya varias gotas que se empezaban a secar gracias al aire cálido que entraba por la ventana y en su pecho sintió una fuerte punzada que lo animaba a quedarse con él. ¿Qué tanto debía estar sufriendo para que alguien como él estuviera llorando?
Acercó temerosamente su mano hacia su hombro, con intención de hacerle saber que estaba ahí, pero se arrepintió antes de poder tocarlo; lo mejor era darle su tiempo, tenía que buscar urgentemente a ese tal Tsunayoshi para saber qué demonios estaba ocurriendo.
♡ ♪ ♡ ♪ ♡
La primera semana de haber terminado, aunque no sea la palabra correcta para usar porque realmente nunca empezaron algo de manera oficial, se acababa de cumplir ocasionando que el ánimo de cierto castaño volviera a hundirse como si de un barquito de papel se tratara; no estaba seguro que tanto tiempo le iba a tomar para superar a Hibari y agradecía no haberlo visto durante esos días porque solamente lo haría más difícil. Giró lentamente su cabeza sobre la mesa al escuchar los pasos que ya reconocía acercándose a él y suspiró con cansancio, una discusión se aproximaba.
—Tienes que hablar con Hibari —Mukuro le insistió una vez más, aprovechando que su par de amigos no se encontraba en el mismo lugar que él, y colocó una de sus manos frente al rostro del contrario, esperando a que éste se dignara a levantar la mirada—. Te pagaré.
—Si tanto quisiera Hibari hablar conmigo entonces estaría aquí, ¿no? —Arrastró las palabras con pereza, mordiéndose la lengua para controlar la sensación de querer llorar, giró nuevamente su cabeza para evitar hacer contacto visual con el contrario y cerró ambos ojos; no quería que lo siguiera molestando con lo mismo.
Puso los ojos en blanco ante su terquedad, dio un par de pasos para ir al otro lado y se tomó la libertad de colocar su laptop sobre la mesa, usando la última carta que planeaba jugar para convencer al castaño a que hiciera algo. —Se niega salir de la sala del comité, no tengo la menor idea de si ha comido y mira —señaló la pantalla, consiguiendo la completa atención del contrario—, es lo único que hace todo el día.
Parpadeó perplejo al ver la sala del comité en la pantalla de la computadora y no pudo evitar sentir como si su corazón se hiciera chiquito con solo ver la silueta de Kyoya; lo extrañaba más de lo que imaginaba y aún así hacía su mejor esfuerzo para evitarlo. Quizás debió haberle hecho caso a Reborn cuando le aconsejó ir tras Hibari y hablar con él para llegar a alguna clase de acuerdo, pero se sentía tan estúpido ir llorando donde el azabache para retractarse de las palabras que ya había dicho con tanta seguridad.
—Espera un segundo —acercó su rostro a la pantalla, queriendo analizar cada detalle que sus ojos para nada entrenados podían observar, y arqueó una de sus cejas al localizar lo que parecía ser la fecha y hora actual—. ¿Hay cámaras de seguridad?
—Eso no importa —contestó con cierta irritación, creyendo que lo único que estaba tratando de hacer era desviar el tema de conversación—. Escuché de Tetsuya que ni siquiera quiere salir a golpear...
—No, en serio —su mirada aterrizó en los ojos bicolor del contrario—. ¿Hibari-san sabe que hay cámaras?
Mukuro se quedó callado ante la interrogante planteada, apagó su laptop sin dirigirle la palabra al castaño y la tomó para guardarla nuevamente en su maletín. —...Debes de ir a hablar con él.
—No sabe, ¿verdad?
— ¿Saber qué?
—Lo de las cámaras.
— ¿Cuáles cámaras? No sé de qué me hablas —sus labios temblaron al querer mantener oculta una sonrisa nerviosa, desvió su mirada hacia los lugares vacíos que había alrededor de ambos y dio un suspiro largo, queriendo dejar aquella conversación en el olvido—. Él te extraña —dio media vuelta para observar el vivido castaño de sus ojos—. No tengo la menor idea de qué sucedió, pero conozco lo suficiente a Hibari como para saber que él no tiene la menor idea de lo que es amar a alguien.
Rodó los ojos con cansancio, era una de las tantas frases que no dejaba de sonar en su mente desde que su trágica ruptura inicio, y se desplomó en su asiento como si no tuviera energía alguna para mantenerse firme; quizás era tiempo de que él diera ese paso en un intento de reconciliarse, después de todo Kyoya era quien siempre lo hacía después de haber discutido.
—Sawada-san —Kusakabe entró al salón, fulminando con la mirada al de cabellos azules quien se echó a correr para volver a escapar; gracias a su gran terquedad había conseguido que Hibari lo betara de manera indefinida de la escuela y era el que más causaba problemas para los del comité disciplinario—. Así que ya lo sabe, ¿no?
Asintió en silencio, suponía que ahora era el turno de Tetsuya para convencerlo de ir a hablar con Kyoya, y se levantó con lentitud de su lugar, debía de pensar muy seriamente en lo que debía decir para no arruinarlo; se sentía preparado para enfrentarse a lo que estaba escapando desde hace una semana, aunque sintiera un agujero que se hacía cada vez más grande en su estómago.
Sabía que era una persona a lo extremo torpe, lo tenía más que en claro gracias a los miles de comentarios que ha recibido desde que iba al jardín de niños, y aceptaba que los temas amorosos no eran algo en lo que debía estar involucrado, hizo mal al creer tontamente que él también merecía experimentar lo bello que era ser amado; sin embargo, aún con todo eso en mente, reconocía que sus sentimientos por Hibari eran mucho más fuertes de lo que pensaba y que tal vez había cometido un grandísimo error al haberle pedido que dejaran la relación antes de que la pudieran empezar de forma oficial.
Colocó una mano en su pecho, sintiendo mucho mejor los acelerados latidos de su corazón, y echó un vistazo hacia atrás mientras subía las escaleras, sentía como si Kusakabe lo estuviera escoltando hasta la sala del comité disciplinario, asegurándose de que realmente se dirigiera a aquel lugar y no se desviara a la última hora; había dejado pasar tanto tiempo para aclarar las cosas entre ellos, había incluso aceptado que su destino no era a lado de Hibari y, también, había hartado a sus únicos dos amigos con la misma triste historia sobre él y su eterna soledad. Creyó que sería estúpido irse a disculpar, pero sería más estúpido si dejaba que el tiempo pasara.
Dio un largo suspiro y abrió los ojos con sorpresa al chocar con una chica que iba saliendo muy campantemente de la sala del comité. — ¿Kyoko-chan?
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Siento tanto la demoraaaa, fue un tiempo pesado jaja pero ya estoy aquí, se nos viene el final de la historia ;u; pero tengo tantas ideas para oneshots y fanfics... Espero poder aterrizarlas para traer contenido nuevo ♥
Así que, nada, muchas gracias por continuar leyendo ♥
Quería prepara un Oneshot por llegar a las 1k de views, pero ya vamos en los 2k y siento que me vería mal publicando un especial xD así que posiblemente no lo haga ajajaja
Nos vemos en la próxima!!! Gracias a tod
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