20
Gokudera por primera vez leyó los mensajes escritos en el interior de la puerta del cubículo del baño en el que se encontraba, siempre los había ignorado ya que eran de muy poco interés para él; pero en esa ocasión, no tenía nada más qué hacer. Sus nervios le obligaron a esconderse en el lugar más privado que pudo pensar y por cómo había huido de una incómoda conversación prefería quedarse ahí hasta que Takeshi se cansara y se fuera, dándole la oportunidad perfecta para regresar a Italia y fingir que había alguna clase de emergencia familiar.
Por desgracia, no era tan sencillo. Movió ligeramente la cabeza, logrando ver lo que había al otro lado de la puerta gracias a la pequeña ranura que había a los costados de ésta y sintió como el peso de sus hombros desaparecía al darse cuenta que ya no estaba él ahí. Era el momento justo para esfumarse antes de que decidiera aparecer de nuevo.
Observó una última vez el nombre que trataban de ocultar con varios rayones en la puerta y quitó muy silenciosamente el seguro mientras empujaba con lentitud, procurando no hacer ruido en caso de que el idiota del béisbol estuviera escondido en algún lugar cerca.
Se sentía como alguna clase de criminal que necesita huir de la escena antes de que lo atrapen; dejó escapar una pequeña bocanada de aire, recordando avergonzadamente lo que lo orilló a ocultarse como un maldito cobarde.
Después de que Hibari y Kyoko lo abordaron en el pasillo, se dispuso a indagar las razones por las que Yamamoto había hecho su tan radical cambio de look; tomó al beisbolista del brazo con fuerza de la muñeca, jalandolo para llevárselo con él sin importarle que estaba hablando con un par de personas más, y se encerraron en un salón vacío cuando lo localizó.
Como no pretendía gastar su preciado tiempo en una discusión posiblemente sin sentido, aceptaría la primera respuesta que Yamamoto diera. No le importaba si fuese lo más estúpido que jamás había escuchado, la aceptaría con tal de poder librerarse de sus tontos pensamientos que le decían que él era la razón del porqué había hecho eso y poder darle una explicación a Tsuna para que estuviera tranquilo.
Y recibió la respuesta a la cual no estaba preparado, palabras que lo hicieron huir antes de que él pudiera agregar algo más, frase que era motivo suficiente para regresar a Italia y quedarse ahí por un largo tiempo. Yamamoto nunca había sido tan directo como esa vez y no recordaba la última vez que sus ojos vislumbraron con tanta determinación.
Lavó su rostro con agua, queriendo aniquilar esos malditos sentimientos que empezaron a revolotear por lo que el azabache había dicho, y alzó la mirada para ver su reflejo en el espejo; se sentía como un grandísimo idiota por permitir que una simple oración lo afectara de semejante manera. Sus grandes ojos verdes se movían de un lado a otro, inspeccionando minuciosamente cada uno de sus rasgos mientras escuchaba con claridad las palabras que lo atormentaban en su cabeza; su corazón volvió a acelerarse y la vergüenza apareció en su rostro en forma de rubor. Era un idiota.
—Al fin sales —Hayato divisó en el espejo que detrás de él estaba Takeshi, seguía siendo una tortura ver su cabello amarillo, y cuando se percató que él estaba viendo sus ojos en el reflejo de éste, desvió la mirada hacia abajo para fingir lavarse las manos.
—Te dije que no me esperaras —espetó con mal humor, haciendo un gran esfuerzo para mantener la calma y que sus pensamientos no volvieran a evocar la incómoda conversación de la que escapó.
—Tenía que hacerlo, después de todo huiste cuando...
—Debiste haber ido con el décimo —se apresuró para volver a hablar, manteniendo su mirada fija en el agua que seguía corriendo, y gracias a los nervios que empezó a sentir su postura cambió a algo más rígido; su mente lo imaginaba como un robot lavándose torpemente las manos que ya estaban limpias.
—Sí, pero...
—Seguramente nos está esperando —lo volvió a interrumpir, quería deshacerse de él un momento antes de ir a almorzar con el castaño.
—Quizás, pero...
—Puedes ir primero, iré por bebidas para todos.
Yamamoto se quedó en silencio, sabía que cualquier intento de hablar acabaría en un rotundo fracaso, pero también sabía que si dejaba pasar aquella oportunidad para retomar la conversación que dejaron incompleta jamás lo haría; esperó un par minutos a que el contrario se dignara a dirigirle la mirada, aunque fuese mediante el espejo que tenían enfrente, y al ver que aquello no sucedería acortó aún más la distancia entre ellos dos, juntando su pecho con la espalda de él.
Hayato hizo un sobresalto, alzando con rapidez su vista, apartando sin querer las manos del agua que seguía cayendo de la llave; ¿qué demonios se suponía que estaba haciendo? ¿Era un abrazo?
—No deberías desperdiciar el agua, Gokudera —comentó casi en un susurro cerca de su oído, ocasionando que su piel se erizara y tuviera que mover un poco la cabeza para tratar de ocultar aquella reacción involuntaria, sus manos se deslizaron por los brazos y cerró la llave sin tardar, dándole así una excusa perfecta para mantenerlo capturado—. ¿Piensas que es una broma lo que te dije?
Su corazón palpitaba con fuerza, dándole cierto pánico que el contrario pudiera darse cuenta de la velocidad de sus alocados latidos, su mirada volvió a bajar, pero esta vez se detuvo en su propio rostro, vigilando que sus mejillas no cambiaran de color, y sus labios temblaron ligeramente, incapaz de contestar la pregunta que quedó en el aire.
—Quiero gustarte —agregó en voz baja, como si cada palabra que dijera fuera especialmente para que él las escuchara, y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver el rubor esparciéndose por el rostro del peli plateado—, ¿está mal que lo intente?
Hayato sintió una punzada en su pecho, obligándolo a bajar todavía más la vista, observando sus manos apoyadas en la barra y los brazos del contrario que lo rodeaban de la cintura para evitar que huyera otra vez; y todos los pensamientos que bombardearon su mente brutalmente concluyeron en que si debía ser sincero por al menos una vez en su vida con él, era el momento perfecto para serlo.
Sabía que se arrepentiría de lo que iba a decir, pero aún así lo hizo:
—Ya lo hacías —musitó con voz temblorosa, temiendo que en cualquier segundo sus nervios lo dejarían mudo; el beisbolista abrió los ojos de la impresión, incrédulo de que fuera la realidad misma y no un sueño—. Yamamoto, no tenías qué hacer todo eso porque...
"Ya me gustabas". Fueron las palabras que no pronunció porque el rubio lo tomó de la barbilla para depositarle un beso en los labios, robándole tanto el aliento como los nervios que lo hicieron tan vulnerable.
Sin embargo, en lugar de que Hayato continuara con aquel lindo momento, lo que hizo fue darle un puñetazo en su mejilla izquierda mientras apretaba con fuerza sus puños. —I-Idiota, no te intentes aprovechar.
Takeshi rió, estaba consciente de las consecuencias de aquel acto tan apresurado por lo que logró sostener su puño antes de que el golpe aterrizara, se encogió de hombros para restarle importancia al asunto y soltando la mano del contrario, cuestionó con diversión—: Ja, ja, ja. ¿Eso significa que somos pareja?
Hayato le respondió con un gruñido y salió del baño. Yamamoto amplió su sonrisa y observó su cabello rubio en el espejo, debía de sacar otra cita con la peluquera para regresar a su tono normal.
♡ ♪ ♡ ♪ ♡
Tsunayoshi volvió a leer los papeles que tenía enfrente al darse cuenta que estaba siendo observado por cierto azabache y suspiró al darse cuenta lo incómodo que era estar ahí; aún no podían arreglar lo que había sucedido en su casa cuando regresó del templo en la montaña así que era extraño estar en el mismo lugar, viéndose y desviando la mirada cuando el otro se daba cuenta. Giró su rostro hacia la puerta, pensando seriamente en irse de vuelta al salón, aunque aquello significaba lidiar con Kyoko.
—Tsuna-san, ¿se va a retirar? —Interrogó Chrome al seguir la mirada del mencionado, le dio una mordida al sándwich que Mukuro le compró para almorzar y se puso de pie para seguirlo, como su objetivo del día era encontrar la forma de hacerse con el segundo celular de Kyoko sería buena idea acompañarlo.
—Sí, pronto se va a acabar la hora del almuerzo —al menos era una excusa creíble, dejó las hojas sobre la mesa, detrás del monitor del de cabellos azules, y caminó hasta la entrada de la sala del comité, donde fue detenido por Hibari al tomarlo de la muñeca—. ¿Eh?
—Omnívoro, espera —echó un vistazo rápido al interior del lugar, teniendo a aquel par presentes sería imposible tener una conversación privada con él, salieron de la sala para quedarse un momento en el corredor y cerró la puerta, creyendo que de esa manera Mukuro sería incapaz de escucharlos—. Quería...
Se quedó callado al notar que un maestro pasaba a su lado, dirigiéndose al salón donde le tocaba dar clases; quizás el corredor no era el lugar más privado de la escuela.
—Lo siento, Hibari-san —Tsunayoshi mantenía la mirada en el suelo, le causaba nervios de ver el moretón que le había ocasionado por un arrebato de ira; sabía bien que ese tipo de actos eran imperdonables, mucho más cuando la persona afectada era tu pareja o, al menos, alguien por los que tienes sentimientos de amor—. No debí haberte golpeado, es solo que...
—Lo sé —lo interrumpió con un suspiro—, fui demasiado celoso, lo merecía.
— ¿Qué? —Arqueó una ceja, observando los ojos grises que tenía enfrente.
—Estuvo mal haber sacado conclusiones tan pronto —intentó explicar—. Por años sentías algo por la herbívora, eso me molesta.
Parpadeó incrédulo, ¿por qué demonios creería que la bofetada que le propinó la noche pasada fue por algo tan estúpido como eso?
—Me molesté porque querías volver a besarme —su expresión se endureció y fue peor cuando se percató la sorpresa que esto le ocasionó porque fue ahí cuando entendió que el azabache decía la verdad sobre sus suposiciones de que él estaba enojado por lo celoso que había demostrado ser; sin embargo, no era momento para molestarse más, sino para aclarar las cosas—. Hibari-san, no somos pareja... No deberíamos.
Se quedó en silencio, reflexionando en las palabras que quedaron en el aire; ahora se arrepentía tanto de haber dicho que eran simplemente personas que se gustaban. Si aquello era un problema para el castaño, entonces lo dejaría de hacer hasta que él se sintiera cómodo; aunque no sería nada sencillo, si moría de ganas de besarlo antes de decirle lo que sentía y ahora que sabía que eran sentimientos correspondidos sería el mismísimo infierno. Infierno que él mismo provocó.
Miró un momento sus ojos castaños, no parecía estar bromeando.
—Entiendo —no sabía qué otra cosa decir, no estaba preparado para eso así que lo único que se le ocurrió hacer fue aceptar sin rechistar, incluso olvidó de nuevo la invitación a la cita que tenía planeada; los minutos transcurrieron en silencio, indeciso en si debía decir algo más—. Debo irme —regresó a la sala del comité sin esperar la respuesta del contrario, encontrándose con lo que ya se imaginaba: Mukuro con la oreja pegada en un intento de escuchar su conversación.
En cualquier otro momento, lo hubiese mordido hasta la muerte, pero prefería mantenerse distraído; caminó hasta su escritorio para sacar una afilada navaja, la cual pertenecía a un idiota que intentó robar hace tiempo, y se la entregó a Chrome. —Ya sabes qué hacer.
Ella asintió con la cabeza, guardó lo que quedó de su sándwich y salió de la sala sin tardar, ni siquiera por la mirada llena de confusión de su primo ni por haberse topado con Tetsuya quien estaba a punto de entrar.
— ¡H-Hey! —Rokudo se acercó a pasos lentos hacia él, preocupado por la rapidez en la que la chica salió para cumplir su orden—. ¿Planeas matarlo?
— ¿Hm?
—A ese chico, aguada.
—Sawada —corrigió sin humor.
Kusakabe prefirió quedarse fuera de la sala al escuchar el apellido del castaño, lo había visto con una expresión muy poco usual en su rostro y no pudo evitar sentirse preocupado por él; quizás era porque se trataba del interés amoroso de su jefe, pero quería ayudar en lo que le fuera posible.
—Lo que sea —hizo una pequeña risa característica de él para restarle importancia—. Creo que es algo extremo asesinarlo por haberte pedido que lo dejarás de besar —se quedó callado un momento al percatarse cómo le había afectado su comentario—. Él solo pidió formalizar la relación, ¿no? —acortó un poco más la distancia entre los dos.
Sin embargo, él no parecía querer contestar. Sabía bien lo simple que era arreglar aquel detalle que le estaba empezando a molestar, pero no podía mentir en lo mucho que le dolía que la persona a quien más amaba en el mundo le pidiera no tener ese tipo de muestras de afecto con él; llevaba años enamorado de él, años protegiéndolo de la mejor forma en la que podía, años que mantuvo como un secreto todo lo que sentía. ¿Era tan malo finalmente poder demostrar lo que estaba ocultando por tanto tiempo?
Alzó la mirada, dejándola en la puerta donde logró divisar una sombra que desapareció, se acercó a ésta para abrirla y asomar su cabeza, queriendo encontrar al dueño de dicha sombra; sin embargo, lo único que vio fue un corredor que brillaba por la ausencia de personas.
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Hey~ gracias por leer uwu y por sus maravillosos comentarios ♥
Tengo un par de noticias, por así decirlo... La primera es que posiblemente tarde con la siguiente actualización del fanfic... Y es porque, aparte de todos mis pendientes que la mayoría son por culpa de la uni, lancé un reto en un grupo del Face y sería realmente triste si yo no participo también XD
El reto consiste de escribir 7 días sobre algo de KHR, lo bauticé como #VongolaWeek, así que quiero trabajar en esto porque me causa mucha emoción :'3
Lamentablemente no será BL, porque les presentaré a mi OC ♥ me aseguraré que sea interesante uwu
Sin nada más, muchas gracias por llegar hasta aquí!!! Nos vemos en la próxima~ ♥
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