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Caminaba sin miedo alguno, a pesar de que parecía estar en una escena sacada de una película de miedo, sostenía con fuerza los obsequios que llevaba en mano, sería una tragedia si los llegaba a soltar y alguien los pisara por accidente, y alzó la mirada en un intento de ver al cielo cuando consiguió escuchar música proveniente de la escuela Namimori, la niebla se apartó un poco para que pudiera ver las nubes oscuras llenas de agua; quizás debió haber hecho una parada en alguna tienda para hacerse con un paraguas. 

Sin embargo, Kyoko ya lo estaba esperando y no quería perder más tiempo para no hacer quedar mal a la chica; ¿qué dirían sus amigas si el perdedor Tsuna, después de haber conseguido salir con la belleza de Namimori, se tomara el atrevimiento de hacerla esperar? 

Sawada se detuvo un rato en el portón de la escuela, observando algo nervioso a la mano derecha del demonio de Namimori anotar con rapidez en unas hojas blancas, sacó su celular para disimular un poco y con ayuda de éste acomodó su cabello; estaba muy nervioso, estando tan cerca de cumplir un alocado sueño no sabía si en realidad sería capaz de hacerlo. Un par de carcajadas que escuchó a su lado le hicieron sentirse un poco inseguro, y fue peor cuando volteó y se encontró con un par de miradas que lo observaban con diversión. 

Dio unos pasos hacia atrás, contemplando la idea de regresar a casa y enviarle una disculpa a Kyoko al día siguiente; sin embargo, la imaginó ahí, sola, esperando a que él llegara. Sus amigas se reirían de ella porque la había dejado plantada el perdedor más grande de toda la escuela. Sacudió la cabeza para borrar esa desgarradora escena y, con valentía, se adentró en el edificio, volviendo a escuchar unas pequeñas risas y uno que otro "es Dame-Tsuna". 

Estaba a mitad del pasillo cuando su inseguridad le obligó ir hacia el baño, necesitaba verse en un espejo y deducir la razón de porqué los demás se estaban riendo de él. Empezó con su cabello, asegurándose de que no tuviera un animal atrapado entre sus mechones; siguió con su rostro, verificando que no tuviera manchas de comida o de tierra; y concluyó en su cuello, pensando, quizás, que debió haber llevado la corbata de moño. 

—Vamos, Tsuna — se animó a sí mismo una vez más mientras contemplaba los ojos de su reflejo—. Es por Kyoko-chan. 

Asintió con la cabeza, acomodó su corbata una última vez y salió del baño igual de animado como había salido de su casa; creía que estaba siendo paranoico, no había razones para que la gente se burlara de él. Al menos, no todavía.

— ¡Ey! — Un compañero del salón se fue acercando con los brazos abiertos y una sonrisa ladina junto a un par de chicos más, era extraño que lo estaban recibiendo de esa manera—. Es el gran Tsunayoshi — pasó un brazo por detrás de su cuello, rodeándolo como si de un amigo más se tratara—. Escuché que Kyoko vino contigo, qué suertudo. 

—Eres la envidia de todos — agregó uno de los que se unieron a él mientras caminaba para indicarles el camino que debían seguir. 

— ¿En serio? — Interrogó con curiosidad, empezando a sentirse orgulloso de la nueva fama que se estaba haciendo gracias a la chica, se dejó llevar por los de a su alrededor y sus nervios disminuyeron. 

Quizás se estaba preocupando de más. 

— ¡Por supuesto! — Aseguró en voz alta el tercero con una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su rostro. 

Y, por un momento, Tsunayoshi se sintió feliz. La chica de sus sueños lo esperaba para bailar con él y las demás personas tenían por primera vez un pensamiento diferente de que era un perdedor. Creyó alegremente de que su apodo de por vida finalmente moriría después de esa noche. 

Fue el último en entrar al gimnasio, lugar donde se estaba llevando a cabo el evento, y una luz brillante que lo apuntó apenas atravesó la puerta lo cegó temporalmente, tuvo que proyectar una sombra sobre sus ojos con ayuda de la caja de chocolates qué llevaba con él para poder ver un poco; había algo extraño, lo sabía por el abrupto silencio que se hizo presente de un segundo a otro. 

Unas cuantas risas ahogadas se escuchaban por el lugar haciéndole que se detuviera en seco por miedo a que sucediera algo peor. 

—Y aquí tenemos a la pareja más esperada de toda la noche — una voz que salía de las bocinas se hizo escuchar desatando consigo una sinfonía de estrepitosas risas, burlas y comentarios. 

Sawada sintió un dolor en el estómago, finalmente consiguió que su vista se adaptara a la luz y lo primero que vio fue a una multitud señalándolo con el dedo, algunos con celular en mano y la otra mano en el estómago; consiguió notar entre aquellas personas a la castaña que supuestamente lo estaba esperando, también riéndose a carcajadas a más no poder, y se giró temeroso, encontrando frente a él la razón del porqué las burlas. 

Una caja cristalina, aunque sin tapa, se encontraba en manos de un desconocido que mantenía una sonrisa maliciosa en el rostro y un ratón asomaba su cabeza por ésta, sin entender lo que estaba ocurriendo a su alrededor, moviendo su nariz como si estuviera olfateando algo. 

—Aquí está tu linda Kyoko — habló el chico con la caja en manos, acercó peligrosamente el objeto al contrario y rió con fuerza, haciendo temblar al roedor—. ¿No le vas a dar un beso? 

Un par de lágrimas se juntaron en los grandes ojos castaños del joven; toda la felicidad que había sentido antes de entrar se había evaporado como el agua. 

Sin embargo, por desgracia, su humillación no acabaría ahí. Un alumno descuidado tomó una fotografía, sin desactivar el flash, aquello provocó que el ratón asustado saltara sin dudar hacia el castaño, metiéndose entre su ropa en busca de libertad. 

Las risas se hicieron más fuertes, nadie estaba preocupado por el desastre que podía suceder con aquel animal suelto. 

—HIIIII — Tsunayoshi se retorcía, sintiendo las afiladas uñas recorrer su delicada piel, dejó caer los obsequios al sentir la alimaña en su pierna y, sin pensarlo dos veces, se quitó los pantalones para liberarse del roedor; aunque consiguió lo que quería, se percató que aquello provocó más risas y burlas de todos los presentes. 

Con lágrimas en los ojos recogió como pudo las cosas que dejó y salió corriendo con la dignidad por los suelos; estaba destrozado, lo que debía ser una bella noche romántica terminó en un desastre horroroso que pasaría a la historia de Namimori. 

Se odiaba a sí mismo, se hizo tantas estúpidas ilusiones en poco tiempo y se dejó llevar creyendo que el universo finalmente le estaba apoyando. Se sentía como el idiota más grande del mundo. 

♡   ♪   ♡   ♪   ♡

—Aquí está la lista — Kusakabe extendió un par de hojas hacia el contrario, se sentó frente al escritorio dejando su mirada en el tablero de ajedrez que había encima y analizó cuál podría ser su siguiente movimiento para asegurar su victoria—. Hay cuatro personas vigilando que no entren más estudiantes, aunque lo veo innecesario. 

Hibari tomó las hojas y leyó sin mucho interés los nombres que estaban anotados hasta que encontró uno en particular que lo obligó a leer nuevamente las listas, extrañándose de la situación que estaba deduciendo por sí mismo. 

— ¿Sawada Tsunayoshi vino solo? — Cuestionó para apartar su mirada de los papeles que tenía en mano, los dejó a un lado del tablero de ajedrez y observó las piezas acomodadas, notando que aún no ha habido un movimiento nuevo. 

—Sasagawa Kyoko vino con él — llevó una mano a su barbilla sin retirar la mirada de sus piezas, sería fácil actuar si tan solo la música no se escuchara tan fuerte, ni siquiera la tormenta que había comenzado hace poco era capaz de escucharse—. Bueno, eso escuché cuando salía del baño. 

Sintió una punzada en el pecho, quedándose sin aire por un momento, tomó asiento en su lugar de siempre y vio de reojo la lista, nunca pensó que alguien como él estaría interesado en esa clase de tonterías y mucho menos en asistir en compañía de una estúpida herbívora sin gracia. — ¿Qué tiene de divertido? 

—A las parejas les gusta bailar, supongo — tomó con sus dedos uno de sus peones, lo movió de casilla para capturar una pieza enemiga, dando como finalizado su turno, y alzó su vista para encontrarse con un par de ojos grisáceos— que es algo romántico. 

—Hm — resopló con irritación, sin poder comprender con exactitud el porqué aquello lo hacía enojar, tomó un caballo y capturó el peón que acababa de ser movido; estaba perdido en sus molestas imaginaciones de ese par de castaños bailando que no ponía la suficiente atención al juego en curso—. Es una estu… 

—Jaque mate — movió una pieza más para finalizar la partida, obteniendo por primera vez una victoria cuando su oponente era Hibari Kyoya, dejó descansar su espalda con el respaldo de la silla y esbozó una sonrisa ladina—. Si no lo conociera bien, Hibari-san, diría que usted está celoso. 

Se quedó callado, observando su patética derrota que pudo haber evitado con facilidad, dio un suspiro largo mientras veía el reloj que tenía a un lado y empezó a guardar las piezas. 

— ¿La música se detuvo? — Tetsuya se inclinó un poco hacia atrás para percibir mejor los sonidos del exterior, ignorando por completo un trueno que acababa de hacer resplandecer el cielo. 

—Iré a ver — se puso de pie dejando el juego a medio guardar, se colocó en sus hombros la chamarra del uniforme para después agarrar un paraguas y empezó a caminar por los solitarios pasillos, dispuesto a morder a alguien hasta la muerte para liberar un poco la rabia que apareció en su interior. 

Ardía de celos y no era algo fácil de admitir o controlar; era la primera vez que algo así le ocurría. Como aquellos eran sentimientos exclusivos de los herbívoros creyó que nunca se preocuparía por eso; sin embargo, cuando menos se lo esperaba, terminó cautivado por alguien tan perfectamente imperfecto como el castaño. 

Y pensar que alguien tan simplona como creía que era Kyoko lo hacía enfadar, aunque la culpa sería suya por no ser él en hacer los primeros movimientos. Chasqueó la lengua con irritación, escuchando como el eco lo repetía una y otra vez, realmente quería descargar su ira con el primer imbécil que se le atravesara en el camino. 

Justo cuando salió del edificio principal escuchó un montón de risas por encima del sonido del agua cayendo, abrió el paraguas de un solo movimiento y caminó por los charcos que se empezaban a formar; era su oportunidad para arruinar el ridículo baile de la escuela Namimori. 

Un cuerpo chocó contra él, provocando que la sombrilla y un par de objetos más salieran volando por los aires, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro al encontrarse con su primer víctima de un ataque injustificado motivado por los celos y, al notar una caja de bombones cayendo frente a sus ojos, bajó su mirada desafiante para ver a la persona que estaba en el suelo. 

— ¿Omnívoro…? — Gracias a la luz de un rayo qué iluminó el exterior consiguió distinguir el rostro de aquella persona antes de que pudiera sacar una de sus tonfas. 

Las pocas gotas de lluvia que habían estado cayendo se incrementaron de un segundo a otro, ambos terminarían empapados si no buscaban un lugar donde refugiarse pronto. Aunque a ninguno de los dos le importaba. 

Tsunayoshi mantenía una expresión afligida, era difícil deducir si estaba llorando o solamente era agua que había caído en su rostro, su cuerpo temblaba por la explosión de emociones que el horroroso evento había producido en él hace un par de minutos atrás y su mirada qué reflejaba tristeza parecía estar perdida en Kyoya, era como si no lo estuviera viendo en realidad. 

La música volvió a escucharse, apagando consigo las risas de las personas que seguían en el gimnasio. El temible demonio de Namimori no lo sabía en ese momento, pero estaba presenciando como la persona que amaba estaba cayendo en pedazos en completo silencio; el castaño no le contaría la tragedia de su vida a alguien que posiblemente no le importaba porque ignoraba el hecho de que al que tenía enfrente sería capaz de mover mares y océanos por él. 

Lo único que podían hacer en ese momento era mirarse sin capaz de decir o hacer algo, esperando a que el otro tomara la iniciativa.

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