17.5
El festival cultural no se terminó como se había planeado, un par de enchufes mal conectados hicieron cortocircuito y varias chispas prendieron en fuego el escenario que tuvieron que armar en el interior del edificio gracias a la lluvia del exterior; lo que dejaba a Mukuro como un héroe por haber activado la alarma a tiempo, antes de que ocurriera una tragedia.
Los participantes en dicho evento fueron haciéndose menos conforme el sol se ocultaba para darle paso a la oscuridad de la noche, fue así hasta que los únicos que quedaban en el área eran los mismos que estaban en la sala del comité disciplinario antes de que la alarma sonara, a excepción de Mukuro, Chrome y Reborn.
Tsunayoshi se puso de puntillas una última vez, tratando de ver al azabache que seguía platicando con los bomberos, y suspiró al darse cuenta que posiblemente tardaría más de lo esperado.
—Décimo, ¿lo acompañamos a su hogar? —Gokudera provocó que su atención se dirigiera a él—. Seguramente Reborn-san lo está esperando.
—No —resopló por la nariz y torció la boca, estaba molesto por la invasión a su privacidad—. No quiero ir a casa.
Hayato parpadeó perplejo, jamás creyó escuchar esa oración proviniendo de él, apretó los labios al quedarse sin palabras y dirigió su mirada hacia el portón de la escuela, notando que Yamamoto le hacía señas con los brazos levantados. —Ya llegó el taxi, ¿vendrá con nosotros?
—Gracias —su expresión se suavizó casi al instante, moviendo su cabeza de un lado a otro para negar—, pero quiero hablar primero con Hibari-san.
Un breve momento de silencio, sus temores le impedían pensar con total claridad; aún no pasaban más de 24 horas y ya estaba siendo desplazado por su mejor amigo. Bajó la mirada, sintiendo como si en cualquier segundo proyectaría sus miedos, y apretó los puños con fuerza en un intento de controlarse, había tantas cosas en su mente que le era complicado concentrarse en algo.
— ¡Gokudera! —Gritó Yamamoto desde donde se encontraba, agitando más los brazos para volver a capturar su atención—. ¡Es hora de irnos! ¡Nos vemos luego, Tsuna!
El castaño se despidió agitando la mano con una sonrisa en su rostro.
—Nos vemos allá, ¿décimo?
—Uhm... No estoy seguro... —Dudó, no sabía qué tanto tiempo le llevaría hablar con Kyoya y no quería molestarlo tan tarde—. Ah, perdón, yo te envío un mensaje —se apresuró en despedirse, los bomberos finalmente habían terminado su exhaustiva conversación con el azabache, y caminó velozmente para alcanzarlo.
Hayato lo siguió con la mirada, incapaz de sentirse peor de lo que ya estaba; se torturaba a sí mismo haciendo una cuenta regresiva de los días que le quedaba para seguir siendo útil para el castaño, pronto sería reemplazado junto con Yamamoto y le dolía en el pecho ese sentimiento.
Tsuna logró detener a Kyoya antes de que ingresara de nuevo al edificio junto a Tetsuya, sujetándolo de la muñeca accidentalmente; su intención era tomarlo de la manga, pero como iba a tropezar con una piedra no tuvo de otra que sostenerlo de ahí desesperadamente para no caer al suelo.
— ¿Hm? —Su mirada grisácea bajó con rapidez para encontrarse con el castaño del cabello, hizo una sonrisa ladina que intentó ocultar antes de que Kusakabe se diera cuenta y carraspeó para que su dulce voz no se hiciera presente—. ¿Necesitas algo, omnívoro?
—Yo me ocuparé de cerrar, Hibari-san —el segundo al mando del comité disciplinario colocó una mano en su pecho mientras esbozaba una sonrisa sincera—, puede irse si así lo desea —dio un par de pasos de reversa y dio media vuelta para darles algo de privacidad—. Nos vemos mañana —empezó a caminar hacia el interior sin esperar una respuesta, pensando que ese tiempo lo podrían usar ambos para aclarar las cosas entre los dos pues no se había enterado de lo del baile entre ellos.
— ¿Vas a pedirme que te acompañe a casa? —Arqueó una ceja coquetamente mientras esa pequeña sonrisa imposible de ocultar volvía a aparecer en su rostro, dando pasos lentos hacia el portón de la escuela.
Tsuna sintió su corazón dar un vuelco, se sentía especial por escuchar una propuesta así, pero con el rostro sonrojado tuvo que negar con la cabeza, recordándose a sí mismo que no quería regresar todavía.
—No quiero ir a casa —suspiró con pesadez, desvaneciendo el bochorno de sus mejillas.
Se detuvo en seco al escuchar sus palabras, vaciló por no saber qué hacer y se limitó a observar sus bellos ojos que no mostraban duda alguna de lo que había dicho; intuía que Reborn era lo que lo motivaba a no querer regresar y se sentía culpable de ello—. Me preguntaba si... Uhm... Podíamos hablar.
— ¿Sobre lo que pasó cuando bailábamos...?
— ¿Eh? ¿Cuando baila...? —Su voz se fue apagando al mismo tiempo que recordaba con perfección a lo que el contrario se refería, sus mejillas no tardaron en tornarse rojas—. ¡N-No! —Tomó algo de aire, tratando de olvidar esa vergonzosa memoria—. Es sobre... Nosotros —no se sentía seguro de usar la última palabra por lo que su voz tembló.
—Hm —no parecía del todo cómodo con la idea, sentía como si de alguna manera se estuvieran apresurando aún si no sabía bien del tema exacto que él quería que abordaran, echó un vistazo rápido a su alrededor, en busca de algún sitio en el que pudieran conversar tranquilamente, y debido a lo tarde qué era propuso—: ¿Vamos a mi casa?
♡ ♪ ♡ ♪ ♡
Tras un silencioso viaje de quince minutos llegaron al hogar del azabache; la pared de bambú que separaba la acera de la propiedad de los Hibari fue lo primero que los ojos de Tsunayoshi vieron, después localizó la entrada al jardín principal y permitió que el asombro se reflejara en su rostro cuando divisó la gran casa que le pertenecía a Kyoya. No lo diría, pero era la típica casa que aparece en las novelas antiguas que Reborn y Nana disfrutan ver.
Al ingresar a la morada lo primero que hicieron fue quitarse los zapatos, una costumbre normal de aquel país, Kyoya se adelantó para encender las luces de adentro y que fuera desapareciendo esa sensación de terror que producía por lo silencioso que estaba el ambiente; fue en ese momento que el castaño recordó que el azabache vivía solo lo qué le hizo pensar que no sabía nada sobre los padres del contrario o de su familia. Sin embargo, era algo por lo que preguntaría después, no quería desconcentrarse y desviarse del tema principal.
Caminó lentamente a una distancia considerable detrás de Hibari, temiendo en perderlo de vista porque estaba seguro que se podría perder en el inmueble, entró a una habitación amplia donde había una mesa de madera al centro y varios muebles pegados a la pared, y se puso de rodillas frente a la mesa, sintiendo que el suelo en realidad era suave como era de esperarse.
— ¿Quieres té? —Cuestionó Hibari desde la entrada del lugar, en caso de recibir una afirmación se iría sin tardar hacia la cocina, de lo contrario podría tomar asiento a un lado de su invitado.
—Claro, gracias —aceptó con confianza, de esa manera tendría un poco más de tiempo para mentalizarse y no caer en los nervios antes de iniciar la conversación.
Asintió sin agregar nada más, dio media vuelta y antes de poder emprender con su marcha, la melodía de un celular sonando le hizo traer a la memoria que aún no entregaba el móvil que había recuperado en el salón del castaño. —Lo olvidé —lo sacó de su bolsillo y se lo entregó—, aquí tienes —volvió a girar sobre sus talones y se encaminó dejando atrás el sonido que desaparecía conforme avanzaba.
Tsuna bajó la mirada, leyendo en la pantalla de quién se trataba, y resopló por la nariz molesto; no le apetecía hablar con su tutor todavía. Colgó la llamada entrante y se dirigió a los mensajes para escribirle algo a su mamá, al menos debía avisarle que pasaría la noche en casa de Gokudera, o al menos eso planeaba hacer cuando terminara de hablar con Kyoya. Una vez que recibió una respuesta ante su misiva, apagó el móvil para evitar ser molestado en medio de la conversación.
Lo único que necesitaba para darse como satisfecho era dejar en claro sus sentimientos hacia él y saber con exactitud la relación que ambos tenían, se lamentaría hacerse ideas erróneas y darle esas mismas ideas a su par de amistades. Se levantó, siendo víctima de los nervios de solo imaginarse decir "también me gustas", se dirigió a uno de los estantes y leyó sin mucho interés los títulos de los libros que había en dicho mueble; quería hacerse una idea de cómo debía decirlo, no quería sonar como una chica definitivamente.
Y, antes de que pudiera encontrar la manera perfecta para decirlo, un libro llamó su atención; lo tomó con cuidado, se odiaría a sí mismo si caía de sus manos, lo abrió en una página aleatoria para inspeccionar con rapidez lo que había en su interior.
"Caliente...", "húmedo...", "duro...", "pasión...". A pesar de saber que lo que tenía entre sus manos era literatura erótica no despegó su vista ni un solo segundo, su curiosidad era tan poderosa que no se lo permitía; un bochorno apareció en su rostro, haciéndose más fuerte con cada párrafo que leía, y apretó los labios con nerviosismo, imaginando a los personajes principales como él y Hibari. ¿Algún día harían todo eso...?
—Pedí sushi para cenar —la voz de Kyoya le hizo asustarse, cerrando con rapidez el libro y devolviéndole a su lugar de origen; con todo eso en mente le sería imposible verlo a la cara—, ¿te parece bien?
Entró al lugar con una pequeña bandeja de metal en las manos donde llevaba un par de tazas, dejándola cuidadosamente sobre la mesa, y su mirada viajó hasta donde se encontraba el castaño, esperando una respuesta ante su interrogante.
—C-Claro —musitó con pena, fue alzando con lentitud su rostro para verlo, y notó la ausencia de la chamarra del uniforme y sus mangas de la camisa arremangadas; no pudo evitar pensar que se veía increíblemente bien de aquella manera. ¿Siempre había sido tan apuesto?—. Gra... Gracias.
—Hm —se sentó en el suelo, frente a la mesa, y tomó su taza para respirar hondo el agradable aroma de su bebida, consiguiendo calmar sus nervios con rapidez—, ¿de qué quieres hablar?
Tomó asiento al otro extremo de la mesa, incapaz de verlo a los ojos, extendió su mano para tomar su taza y, en lugar de eso, se dio cuenta que sus dedos chocaron con la mano del contrario lo que lo obligó a retirar su extremidad con rapidez al mismo tiempo que lo veía con los ojos abiertos a más no poder.
Sí, su actitud total y completamente extraña, ¿pero quién lo podía culpar? En su mente lo único que había era esa tonta imaginación que obtuvo tras leer las pocas páginas de aquel libro.
Hibari ladeó su cabeza, desconcertado por su comportamiento inusual.
— ¿Omnívoro?
—Sí, perdón —su voz tembló de nervios, apretando los puños bajo la mesa, y su mirada viajaba entre los ojos grisáceos que lo observaban y la taza que seguía sobre la bandeja; su mente mezclaba su reciente imaginación con la necesidad de confesar sus sentimientos—. Hibari-san... Tú... Uhm... —Apretó con mayor fuerza los puños, esforzándose para tener algo de valentía, y suspiró para tratar de despejar su mente—. Tú me... Tú me lo incrustas.
Parpadeó atónito ante lo escuchado, quiso creer que se trataba de una equivocación y que había escuchado mal, pero debido a la reacción del contrario confirmó que él sí había usado exactamente esas palabras. Tenían intención de hacer un comentario al respecto, pero el timbre de su hogar le hizo levantarse y marcharse en vez de aquello.
Si el rostro de Tsunayoshi estaba rojo como un tomate después de haber bailado con el azabache, ahora estaba llegando a nuevos niveles que creía imposibles. Maldita sea, ¿en serio había dicho eso? Dios santo, solo tenía que decir una simple oración de tres palabras como mínimo.
Corrió para abrir la ventana de la casa y tomar algo de aire fresco, aprovechando la poca llovizna que empezaba a caer en un intento desesperado de desaparecer el bochorno en su rostro; las gotas golpeando contra sus mejillas eran increíblemente frías, cosa que le ayudaba a cumplir con las intenciones de haber sacado la cabeza.
Él era demasiado torpe, lo sabía de antemano, pero nunca se imaginó arruinar algo tan importante para él de esa manera.
—Llegó la comida —anunció el dueño de la casa mientras ingresaba nuevamente al lugar, dejando una bolsa de plástico sobre la mesa, y dirigió su mirada hacia el castaño quien se asustó y terminó golpeando su cabeza contra la ventana—. ¿Te encuentras bien?
— ¡Ouch! —Se acuclilló mientras sujetaba su cabeza con ambas manos, el golpe le ocasionó que diera unas molestas punzadas de dolor—. N-No te preocupes —se levantó antes de que Hibari pudiese acercarse, pretendiendo que todo estaba bien, y, antes de poder sentarse frente a la mesa, tropezó consigo mismo tumbando accidentalmente su té encima de él—. ¡Ah! ¡Está caliente!
Alzó ambas cejas, incrédulo de todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo, y se acercó para ayudarle a deshacerse de la camisa que acababa de llenarse de té y examinar la quemadura en su piel.
—No es grave —comentó con voz tranquila, dirigiéndose a una de las estanterías en busca de alguna pomada que pudiese usar—. Espera ahí —ordenó al notar por el rabillo de su ojo que el contrario tenía intenciones de levantarse, consiguió lo que estaba buscando y se sentó detrás de él, colocando una generosa cantidad de pomada en su espalda para después entregarle el envase—. Ponte en el pecho.
—Gra... —Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir las manos frías en su piel, dejó escapar un gran suspiró y obedeció a la indicación—. Gracias.
Tuvieron que transcurrir un par de minutos en silencio antes de que alguno de los dos se animara a decir algo.
— ¿Estás nervioso o tendré que cargar un botiquín de primeros auxilios siempre? —Cuestionó con un ligero toque de diversión en su voz, sus manos seguían recorriendo cuidadosamente la espalda del contrario, olvidándose por completo que su trabajo había finalizado hace poco.
—L-Lo siento —suspiró derrotado, se sentía sumamente patético en ese momento—. Yo solo quería decir que también me gustas —su voz empezaba a quebrarse y varias lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos— y lo arruiné todo, típico del bueno para nada de Tsuna —su cuerpo temblaba por el esfuerzo que hacía para no quebrar en llanto—. Soy un idiota.
Y eso fue suficiente para comprender lo que estaba ocurriendo. Lo rodeó lentamente de la cintura, dándole igual si su camisa se llenaba de pomada, y dejó su barbilla sobre su hombro derecho, abrazándolo con tanto cariño que logró tranquilizarlo.
—Ya lo sabía —murmuró suavemente en su oído, disfrutando de la calidez que el cuerpo emanaba—, pero gracias por decirlo.
No le sorprendió, sabía bien que estaba de más decirlo. Suspiró con alivio, haciendo una pequeña risa por evocar toda su torpeza expuesta en un ratito, y recargó su cuerpo hacia atrás, pensando en lo cómodo que era estar así, a pesar de estar con el torso desnudo.
—Iré por algo de ropa —alejó ambas manos de la cintura, pero fue tomado de las muñecas obligándolo a regresarlas a donde estaban—. ¿Hm?
—Espera —sus manos acariciaban suavemente las del contrario—, solo cinco minutos más.
¿Cómo rechazar semejante propuesta?
♡ ♪ ♡ ♪ ♡
La lluvia de afuera se había intensificado, ninguno de los taxistas quería tomar el pedido del castaño por el peligro que implicaba manejar a dichas horas con tanta agua cayendo, y la electricidad se había ido por culpa del mal clima, dejando la gigantesca casa del Hibari casi a oscuras.
El azabache poseía un par de candiles para dichas situaciones, uno se encontraba en la habitación en donde ambos pasarían la noche, mientras que el otro se encontraba en el baño junto con Tsuna.
De su armario sacó un par de futones, los cuales extendió a un brazo de distancia, y colocó una almohada y una cobija ligera en cada uno, dando como finalizado los preparativos necesarios para dormir. Tomó el candil y lo dejó en medio de ambos colchones, sentándose sobre el que usaría.
Tsuna finalmente salió del baño, usando un yukata oscuro que le había sido prestado para dormir, uno exactamente igual a que el anfitrión vestía; se lo imaginaba desde el momento en que se le propuso prestarle una pijama, Hibari era demasiado tradicional.
Apagó el candil que llevaba con él, dejándolo a un lado del qué seguía encendido, y se metió bajo la cobija del futón que estaba desocupado, manteniendo su mirada nerviosa en el techo de la habitación; había conseguido confesarse, ¿pero a qué costo? Y todavía quedaba algo pendiente que arreglar.
—Voy a apagar la luz —comentó antes de hacerlo, siendo respondido con un "bien", se acomodó bajo su cobija y cerró ambos ojos, sintiéndose extraño por poder cumplir uno de sus alocados sueños qué tenía desde que se enamoró—. Buenas noches, omnívoro.
—Ah... Hibari-san —giró sobre el colchón, contemplando un momento el buen perfil del mencionado; se sentía seguro de resolver de una vez por todas la inquietud que seguía presente.
— ¿Hm? —también giró, haciendo contacto visual inmediatamente.
—Me preguntaba —vaciló por un momento, pensando que quizás dejaría pasar la oportunidad, pero negó con la cabeza para motivarse a sí mismo a hacerlo—, ¿cuál es nuestra relación?
Kyoya volvió a girar, manteniendo su mirada en el techo como si éste fuera a decirle la respuesta que necesitaba dar, y movió la cabeza para volver a intercambiar miradas con él.
—Nos gustamos —pronunció pausadamente, dudando en si era correcto lo que pretendía comunicar; si por él fuese, en ese mismo instante salía en busca de algún cura para que los casara, pero era apresurarse demasiado y no quería asustarlo. Debía de ir con calma si quería que todo saliera bien—. Tengamos citas y después decidimos.
Asintió con la cabeza, aunque no era lo que esperaba escuchar, volvió a dejar su mirada en el techo y suspiró en silencio; se sentía un poco mal por haberse ilusionado tan rápido, creyó erróneamente que ya eran pareja por los dos besos que ya se habían dado. Enjugó con rapidez un par de lágrimas pequeñas que salieron y se convenció a sí mismo que el plan del contrario era lo correcto, tenían que conocerse un poco más antes de formalizar su relación.
—Ah... Hibari-san —su voz tembló un poco, pero carraspeó para volver a la normalidad—. Gracias por haber bailado conmigo, fue muy lindo de tu parte.
—Vete acostumbrando —sacó su mano de la cobija, en busca de la del contrario, y, una vez localizada, entrelazó sus dedos con los de él—, me aseguraré de que lo hagamos más veces.
Sonrió alzando las dos comisuras de sus labios, imposible de no sentirse sumamente especial, apretó cariñosamente la mano del contrario y sus deseos de quedarse para siempre a su lado se hicieron más creíbles.
—Buenas noches, Hibari-san.
—Buenas noches, Tsuna.
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Pido perdón!! Jajejsja sé que esta vez tardé mucho en actualizar xd y es que no pude concentrarme en nada en esta semana ;~; ni siquiera en tareas...
De pronto, leyendo otra vez el capitulo, fue como "TÚ PUEDEEEES" y aquí estamos :'3
Si, esto es como un bonus 👀 porque no influye mucho en la historia en sí... Se supone que este es el tercer bonus xD pero como no le he dedicado tiempo a escribir los otros dos no están ni escritos JAJESJAJEJA pero este sí pq es como una disculpa por la tardanza ;u;
Sin más que decir, nos vemos en la próxima!! 💕
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