15
Al haberse quedado sin tiempo para elegir el vestuario que los ocultaría de los miembros del club de kendo, se vieron obligados a tomar el peor traje de todos, aunque sumamente eficiente para mantenerlos ocultos; Tsunayoshi sería quien portaría una botarga de oso y Chrome la de rana, ¿por qué? Bueno, así lo decidieron ellos tras una acalorada discusión en las regaderas a las que se fueron a esconder cuando la puerta trasera del gimnasio fue abierta.
El plan inicial era ir a la casa del castaño para pedir ayuda desde allá, pero al pensarlo mejor lo único que estarían haciendo sería llamar la atención una vez que salieran del área escolar; cambiaron de rumbo antes de salir del edificio, moviéndose con dificultad entre la multitud de alumnos que iban de un lado a otro.
Era un lío poder moverse por los transitados corredores de la escuela, como ambos eran unos completos inexpertos usando ese tipo de ropa hacían movimientos extraños, cualquier padre razonable hubiese huido con sus hijos en brazos antes de que vieran las tétricas acciones que un par de botargas adorables hacían.
Se suponía que llegarían a la sala del comité y con quien quisiese que se encontraran ahí le pedirían ayuda para mantenerse a salvo y que recuperaran su ropa de donde la habían abandonado; sin embargo, cuando el nuevo plan estaba a punto de finalizar exitosamente, se quedaron callados para escuchar el altercado que había en el interior de la sala.
Las palabras que Kyoko pronunció fueron balas directas al corazón del castaño; para la mala suerte de todos, él era el idiota que creería en esa engreída de mierda. ¿Y cómo no hacerlo si para él tenía mucho sentido? Eso explicaba el porqué Hibari quería involucrarse en lo que sucedió en el baile, el porqué siempre sus conversaciones terminaban en averiguar la relación que él y Kyoko tenían y el porqué las insistentes preguntas sobre ella; antes creía que era porque sospechaba fuertemente de la castaña, pero ahora veía con claridad que solamente era un hombre perdidamente enamorado, llegando a lo que se podría denominar obsesionado.
— ¿Puedes creerlo? —La que vestía de rana habló entre jadeos, exhausta por correr pero feliz por haberse enterado de algo de semejante magnitud—. El gran cretino de Hibari enamorado de nuestra hermosa idol, wow.
Tsunayoshi giró con rapidez hacia ella, era sumamente extraño escucharla hablar de aquella manera; ¿dónde había quedado su timidez o su respeto hacia Kyoya?
—Y pensar que ella quiere a Dame-Tsuna —hizo una carcajada estrepitosa antes de retirarse la cabeza del traje que llevaba, dejando a la vista su verdadera identidad—. Oye, Nayuki, hay que decirles a todos.
—Yo no… —Tsuna también se quitó la cabeza, realizando un contacto visual con la contraria quien se quedó en blanco al descubrir que no era su amiga la que estaba con ella.
Justo cuando el castaño iba a pronunciar otra palabra, ella dio media vuelta y caminó con rapidez para dejarlo solo; se sentía como una tonta por haberlo confundido con su amistad, mismo modo en que él se sentía. Bueno, uno de los muchos modos.
Tsuna era un torbellino de emociones, se sentía traicionado, deprimido, desilusionado, preocupado, entre otras cosas. Era difícil para él concentrarse en algo porque otro pensamiento lo interrumpía, tenía tanto en la cabeza que le fue imposible no quebrar en llanto, cosa que no le importó ya que estaba en un salón vacío.
Sentía como si lo poco que quedaba de su mundo se viniera abajo, de nuevo; su pecho dolía y las grandes lágrimas no dejaban de caer. Si cuando creía que Hibari y Mukuro tenían algo se sintió devastado, ahora se sentía mil veces peor; de profesional de los tontos pasó a ser coronado como el rey de ellos.
Aunque tenía que felicitar a Hibari, pasar tanto tiempo al lado de su rival amoroso sólo para deshacerse de él no era cosa fácil; lo sabía muy bien porque eso mismo intentó con Mochida, quien creía fielmente que se convertiría en su pareja oficial.
Lanzó la gigante cabeza contra el suelo, sintiendo algo de paz en aquella violenta acción, y se sentó en el suelo para continuar llorando, aunque era un poco difícil de hacer por la estúpida música alegre que se escuchaba a lo lejos; tenía tan poca relación con su estado de ánimo que maldijo mentalmente al festival por no poder sufrir a gusto.
Su vista se desplazó hacia la ventana, observando a través de ésta un cielo grisáceo y gotas de agua golpeando contra el cristal, y dejó escapar un suspiro lleno de tristeza; pensó que el ruido provenía de afuera, pero sería imposible con ese tipo de clima. Lo más seguro era que las bandas a presentarse se encontraban en la primera planta del edificio, eso explicaría el retumbo rítmico de las paredes del salón.
Enjugó un par de lágrimas y mandó su cabeza hacia atrás, intentando que las vibraciones del muro que sentía en su nuca lo ayudaran a acomodar sus ideas, pero era una tontería.
Estaba tratando de nadar en un mar de sentimientos, siendo ahogado ocasionalmente por algún pensamiento repentino que caía sobre él como una pesa; era claro que necesitaba un salvavidas y la única persona en la que podía pensar que le lanzaría uno era Hibari, el mismo que lo empujó primero a aquel mar de confusiones.
«Maldita sea, Hibari-san —pensó con los ojos cerrados, incapaz de sentir alguna emoción negativa gracias a la música de fondo—. ¿A qué estás jugando? —Se levantó con rapidez, como si se le hubiese ocurrido la mejor idea del mundo, pero solamente era como la ira en él se estaba reflejando—. Finges ser mi amigo, me enamoras y ahora…».
—Descubro la verdad —completó sus pensamientos en voz baja, aunque poco hubiese importado por la supuesta ausencia de personas, y se detuvo al quedar a escasos centímetros lejos de la ventana—. Te gusta Kyoko —un par de lágrimas se volvieron a asomar, su voz tembló ante lo pronunciado y apretó con fuerza los labios, negándose a decir lo que lo terminaría de hundir—: y yo no… ¡HIIIII!
Un rayo qué partió en dos el cielo e iluminó por completo el aula en el que se hallaba le silenció sus últimas palabras y lo obligó a retroceder un par de pasos, lo suficiente como para sentirse a salvo si caía otro más.
Tsuna frotó sus ojos con los puños, quitándose las pocas lágrimas que tenía acomuladas, y enfocó su mirada en una diminuta figura que se veía gracias al reflejo del cristal; primero pensó que se trataba de su imaginación, pero tras dar media vuelta comprobó que, efectivamente, él estaba debajo del marco de la puerta.
—Omnívoro —entró por completo al aula, cerró la puerta tras de él, y Tsuna sintió como su corazón daba un gran vuelco.
No se sentía preparado para enfrentarse a la cruda realidad, tenía miedo de ser azotado por la fría sinceridad que el azabache estaría mostrando por primera vez; en ese caso, prefería escuchar mentiras para evitar que su corazón se partiera.
Pero a la larga le terminaría haciendo más daño que escuchar la verdad. Lo único que podía hacer en ese momento era que él hablara para verificar que tanto escuchó de sus pensamientos en voz alta.
Kyoya observó sus ojos rojos, podía jurar que había estado llorando hace poco, y se sintió inseguro, a pesar que lo había visto así decenas de veces; se odiaría a sí mismo si estropeaba todo por no usar las palabras en el orden y tiempo correctos. ¿Estropear qué? Bueno, ni siquiera él lo sabía.
Dudaba mucho que fuera una amistad lo que había de por medio, porque ya lo había besado, pero… ¿Y si Tsuna no pensaba de esa manera?
—Así que aquí estabas —se enojó consigo mismo por empezar de esa estúpida manera, típico de un herbívoro simplón, carraspeó un par de veces para borrar los pocos nervios que empezaban a causar estragos en su comportamiento y le entregó su uniforme pulcramente doblado—. Supuse que lo necesitarías —se explicó al recibir una mirada llena de curiosidad la cual fue retirada antes de que pudieran hacer contacto visual—. ¿Estás bien?
El castaño mantenía los ojos sobre la ropa que le acababan de entregar, sintiéndose sumamente incómodo por lo extraño de la situación; como últimamente había pasado mucho tiempo con él podía interpretar lo que decía de una manera mucho más clara. "Tsuna —sí, porqué él creía que con omnívoro se refería especialmente a él—, te había estado buscando por todos lados. Chrome llegó con nosotros y nos contó lo que les había sucedido; fui por tu uniforme porque pensé que te querías quitar ese traje de oso. Y, también, supongo que eras tú el que estaba afuera durante todo ese alboroto, así que… ¿Quieres hablar de lo que escuchaste?". Palabras más, palabras menos.
—Uhm… —Se dio la media vuelta en un intento de esconder su rostro avergonzado, pensando en cómo contestar la interrogante implícita.
Lejos de querer averiguar sobre la relación que él y Kyoko podían (o no) tener, su corazón escribía lentamente en su mente una pregunta mucho más importante: ¿qué significó para ti el beso que me diste?
—Hibari-san —su voz temblaba, las palabras que quería decir se atoraron en su garganta hasta formar un nudo que sería difícil de deshacer, se aclaró la garganta en busca de borrar los nervios que sentía y suspiró derrotado, no se atrevería a formular aquella cuestión porque creía que era una tontería—, gracias —dijo en cambio, levantando un poco el uniforme que tenía en sus manos—. ¿Podrías voltearte?
El azabache obedeció porque sabía que lo iba a hacer era cambiarse de ropa, se sentó en una de las tantas sillas de madera que había sin dejar de ver ni un solo segundo a la puerta y esperó paciente a escuchar algo más; los motivos que lo llevaron a buscarlo, aparte de que quería ganarle a Kyoko, eran porque necesitaba explicarle todo lo que pudo haber escuchado, no quería que se fuera con ideas erróneas sobre una supuesta traición por su parte. Jamás se atrevería hacer algo así, no a él.
Pero si Tsuna se mantenía callado, ¿entonces cómo debía explicarlo? Se sentía incapaz de hacerlo si él no empezaba la conversación antes.
Se inquietó al percibir el sonido del cierre del traje de oso y fue peor cuando, a pesar del volumen de la música que inundaba el salón, oyó las pesadas ropas caer al suelo; no por imaginarse al contrario en ropa interior, era lo último que pensaría en una situación así, sino porque parecía ser que no tenía otra alternativa más que ser el primero en hablar.
Y si de eso requería para salvar la relación confusa que había entre ambos, lo haría.
—Yo…
—Así que…
Ambos se quedaron callados cuando se dieron cuenta que hablaban al mismo tiempo. Tsuna volteó a verlo, esperando a que él hiciera lo mismo porque un intercambio de miradas es lo que suele suceder en momentos similares, pero él se mantuvo en su misma posición respetando la petición del castaño.
Hubo un par de minutos sin decir nada, en espera a que el otro volviera a tomar la palabra.
—Continúa —Kyoya decidió que lo mejor es permitir que él sea el primero en hablar, así le sería más sencillo exponer sus ideas.
—Aja —subió los pantalones que había dejado a media rodilla, sin poder retirar ni un solo segundo su vista de la nuca del contrario; quería ver sus reacciones corporales con lo que iba a decir—. Kyoko-chan te gusta, ¿verdad? Supongo que por eso querías acercarte a mí —sintió una punzada dolorosa en el pecho, quedándose sin aire con solo imaginar la respuesta—. Necesitabas saber sobre ella.
—No —sentenció sin vacilar, sabía que lo fundamental en la conversación era dejarle en claro que lo único que sentía por la chica era repugnancia, apretó los labios pensando en qué más decir y tomó un poco de aire—. Ella no me gusta, definitivamente.
Tsuna suspiró aliviado; era lo que quería escuchar, pero no le gustaba la idea de pintar a Kyoko como una mentirosa habilidosa. —Supongo que no ahora.
—Nunca me ha gustado.
— ¿Y qué dices de Rokudo-san?
—Tampoco.
— ¿Y Chrome-kun?
—Por supuesto que no.
El castaño colocó su corbata alrededor de su cuello, apartó sus manos antes de atarla como era debido y fue hasta donde Hibari para obligarlo a voltearse; era increíblemente difícil saber si estaba mintiendo si no podía ver sus gestos, aunque dudaba que le fuera de gran ayuda por lo poco expresivo que resultaba ser.
Sus miradas se encontraron, ninguno de los dos quiso interrumpir aquel contacto visual. Quizás de aquella manera podrían hablar con la verdad.
— ¿Por qué debería creerte? —Arqueó una de sus cejas, observando atentamente el gris de sus ojos que le recordaban a un lago congelado—. No te costaría nada traicionar al bueno para nada de Tsuna.
—Porque somos amigos —murmuró la última palabra, indispuesto a seguirla utilizando para referirse al contrario.
—Conozco muy bien esa estrategia —se dio media vuelta y se alejó de él mientras amarraba su corbata, en su mente pasaban los millones de amigos falsos que solo lo utilizaron para al final hacerse con más material para burlarse o humillarlo—. Si Kyoko te gustaba pudiste haberlo dicho…
—Ella… —Lo interrumpió, pero se quedó sin palabras a la mitad de su oración; planeaba usar lo que dijo Kyoko sobre haberlo rechazado por el castaño pero, conociéndolo, le buscaría alguna tonta excusa que justificara aquel comportamiento inusual de alguien supuestamente enamorado—. No me gusta, jamás podría…
— ¿Por qué no, Hibari-san? —Cuestionó alterado, el torbellino de emociones arrasaba lentamente con su cordura, relajó los hombros al notar su tono elevado de voz y bajó la mirada, avergonzado por ser incapaz de controlarse ante una posible dolorosa traición—. Ella es perfecta, hermosa, agradable —suspiró derrotado, aceptando en contra de su voluntad que era un don nadie a comparación de ella—. Serían una bonita pareja.
—Omnívoro.
—Digo, ella siendo tan popular, y tú siendo tan guapo…
—Tsuna.
— ¡Por Dios! —Sus labios temblaron y empezó a sentir un molesto nudo en la garganta; estaba realmente metido en sus pensamientos sobre ellos dos—. Serían perfectos, tendrían una boda espectacular y sus hijos serían hermosos…
— ¡Tsuna!
—Saldrían en…
Hibari empujó hacia atrás la silla, levantándose con energías, tomó del cuello de la camisa del contrario y lo calló con un largo beso en los labios; estaba cansado de ser ignorado por él, necesitaba hacerlo reaccionar de alguna manera y lo único que brincó a su mente, a parte de morderlo hasta la muerte, fue aquella simple acción que resultó bastante eficiente.
Tsunayoshi, en vez de corresponderle, le dio un empujón para alejarlo mientras le permitía a sus lágrimas salir libremente, recorriendo sus mejillas rojizas por la vergüenza. Su respiración estaba agitada, le había robado más aire de lo que se imaginó.
— ¿Por qué me besas? —Interrogó con dificultad por su voz quebrada y frotó sus ojos con los puños en un intento de secar las gotas de agua de su rostro—. Si yo no te gusto, ¿por qué…?
No pudo hablar más, el nudo en su garganta detenía cualquier intento de pronunciar alguna palabra.
Kyoya hizo una sonrisa ladina, gracias al comentario incompleto se sintió seguro de lo que estaba sucediendo por lo que no dudó en actuar, tomó suavemente las muñecas del contrario y las bajó para darle acceso libre a sus mejillas, las cuales acarició con amor.
—Me gustas —pronunció con voz calmada, depositándole un tierno beso en la frente, y juntó las puntas de sus narices para poder verlo a los ojos—. Tsuna, ella nunca podría gustarme porque estoy enamorado de ti.
Parpadeó perplejo ante sus palabras, cortando como por arte de magia las cascadas que salían de sus ojos, y lo sujetó con suavidad de sus muñecas, deseando no despertar pronto en caso que fuera un sueño; sin embargo, era la misma realidad en la que tanto había sufrido.
Finalmente podía ver ese destello de felicidad en medio de su oscura soledad.
—Hibari… —Quería responderle, confesarle de los sentimientos que había desarrollado en todo el tiempo que pasó junto a él, pero la música finalmente había cambiado para dar un buen efecto ambiental.
Una canción lenta, de letra romántica, creada para que las parejas se animaran a danzar al son de la melodía. Tsuna se la sabía de memoria, pues era con la que de pequeño soñaba bailar con su verdadero amor o, en su defecto, alguien que lo quisiera.
Y no sabía si era producto de su imaginación, o si seguía siendo un sueño, o era la realidad misma dándole un poco de felicidad como rara vez suele suceder, pero ahí estaba Hibari, extendiendo su mano hacia él en espera de que fuera tomada; lo estaba invitando a hacer algo que practicó por semanas y que no pudo comprobar los resultados como lo imaginó.
La vergüenza que sentía se proyectó en ambas mejillas, se sentía como un idiota por haberlo puesto en duda, aceptó la invitación sin necesidad de decir alguna palabra y colocó su mano izquierda en la cintura del contrario sin cuidado; era la única manera en la que había practicado, porque creyó que sería Kyoko con quien lo haría, esperaba que Hibari no fuera a molestarse por tener que asumir el rol de la mujer.
Ciertamente fue desconcertante para él al principio, pero no lo suficiente como para rechazar la idea; al contrario, se limitó a dedicarle una pequeña sonrisa y dejarse guiar sin rechistar. No arruinaría el momento por algo tan tonto como eso.
— ¿Cómo sabías…?
—Me lo dijiste hace tiempo —Kyoya contestó antes de que él pudiera terminar de formular la interrogante que asaltó a su mente, dejó su mirada cálida en los ojos del contrario y acercó el rostro a su oreja, para poder susurrarle y poder ser escuchado—. Estaba esperando el momento adecuado.
Su pecho dio una punzada, pero no dolorosa; era como esa clase de señal que te manda el universo para que te des cuenta de algo importante. Tsuna no supo cómo interpretar aquella nueva sensación, pero sí se sentía seguro de algo: quería estar para siempre al lado de Hibari. Aunque "para siempre" sonaba como un cuento de hadas. Sin importar qué, él quería estar presente.
Dejó descansar su cabeza sobre su pecho, acercándose aún más a él, y se sintió relajado al escuchar el constante palpitar de su corazón; todo a su alrededor había desaparecido, solo estaban ellos dos danzando, encerrados en una burbuja color rosa donde las preocupaciones no existían.
Era un bello momento sin duda alguna, pero no para la castaña que observaba a través de la ventana de la puerta.
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Cené extremadamente tarde, así que aquí me tienen xd
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