14

Escuchó un par de pasos provenir desde el fondo del salón, viéndose obligado a girar para ver a la persona que había hecho ese comentario tan... Acertado. Escudriñó con la mirada, observando los destrozos que ocasionó la pelea y se recordó a sí mismo en morder hasta la muerte a los herbívoros que dañaron a la escuela, y la dejó fija en la figura que emergía con lentitud de la oscuridad, como un monstruo que revela su identidad a la víctima antes de que huya.

Una mueca de desagrado apareció en su rostro.

—Tomaré tu silencio como un sí —hizo una pequeña sonrisa de lado, creyendo que había acertado en su suposición—, supongo que por eso nunca pude llamar tu atención.

El rostro de Kyoko se volvió serio tras sus últimas palabras, recordando sus intentos fallidos por enamorarlo, porque sabía que si alguien como él caía ante sus encantos estaría muy bien posicionada y su poder cubriría por completo la escuela. Esa era su manera de actuar, buscando su propio beneficio a costa de los otros, dándole igual si tenía que ilusionar o mentir.

No importaba la manera si ella resultaba victoriosa.

— ¿Qué quieres? —Preguntó con frialdad, navajeando el silencio que los rodeaba sin temor; él disgusto que reflejaba molestaba enormemente a la castaña, odiaba que él fuera inmune a su resplandeciente belleza y sus encantos.

Su mente no dejaba de repetir que hubiesen sido la pareja perfecta, que en realidad no lo es; la chica más bella de toda la escuela junto al chico frío, distante y fuerte... Hubiesen dado mucho de qué hablar durante años, posicionándolos en la cúspide de la pirámide sin dudar.

Ella hubiese podido conseguir todo lo que quisiera sin tener que pronunciar ni una sola palabra, porque nadie duraría en darle algo si tenía de pareja al demonio de Namimori. Hubiese sido imparable.

Y él, bueno... Podría presumir que tenía una novia idol.

Sin embargo, en uno de sus intentos para llamar su atención, un Hibari hastiado de la repetitiva situación le dejó muy en claro lo repulsiva que la encontraba. En sus palabras, la definió como una devoradora de corazones sedienta de fama y poder; y aunque tuviera razón, ella se ofendió y declaró una guerra fría, en silencio, esperando un descuido de él para atacar. Y parecía que finalmente lo había encontrado.

—A Tsuna —contestó sin vacilar, sonriendo tras notar su leve reacción—, no me malinterpretes, cariño —caminó coquetamente hasta él, como lo había hecho tantas veces en el pasado, y se inclinó hacia el frente para ver su rostro desde abajo, manteniendo esa maldita sonrisa estática—. No estoy interesada en él, pero es muy bueno con los regalos, ¿sabes? A pesar de que es un inútil.

—Él ya te olvidó —puntualizó con seriedad, viéndose afectado por la forma tan grosera que hablaba de él.

No tenía la menor idea de si lo que estaba diciendo era verdad o se le acercaba un poco siquiera, pero quería dejar en su lugar a esa cretina de mierda. Le daría un fuerte golpe a su orgullo si descubre que alguien como Tsuna, siendo tan impopular, no estuviera interesado en ella.

—Así que lo viste —retrocedió un poco, manteniendo una corta distancia entre ambos, y finalmente la sonrisa que tenía en su rostro se desvaneció con amargura, fastidiandose por recordar los ojos grises que la miraban con superioridad durante aquel maldito beso—. Esa chica no es nada —apartó la mirada, dudando de lo que decía—, soy mil veces mejor.

—Pero ella le dio su primer beso —su comentario le llegó como una bofetada en el rostro, sacudiéndola violentamente contra la nada por darse cuenta de qué tan importante pudo haber sido aquella muestra de afecto para el castaño; en ese momento, temía de no ser capaz de recuperarlo—. ¿Hm? ¿No lo sabías?

Kyoko lo fulminó con la mirada, odiaba tener que repetir aquella maldita escena una y otra vez en su mente. — ¿Tú cómo lo sabes?

Por primera vez en lo que llevaban conversando el azabache sonrió con aires de superioridad, cualquiera que lo hubiese visto pensaría estar alucinando por lo extraño de la situación, y sus ojos brillaron, como cuando el apostador se da cuenta que tiene el juego perfecto.

Aunque moría por decirle la verdad, de que había sido él quien lo besó tan dulcemente, no lo haría. Tendría que dejarlo para otro momento y no era para evitar darle el toque de estocada, para nada, solamente quería hablarlo antes con Tsunayoshi.

—Hace poco nos hicimos —se quedó callado un momento, meditando en la palabra que muy pocas veces salía de sus labios, y, a pesar de que prefería usar otra palabra, continuó—: amigos. Él me contó lo que sucedió con ella y de lo perdidamente enamorado que está —se deleitó con su rostro estupefacto, parecía quien le recita su vergonzoso secreto que nadie debería saber, disfrutaba estar haciendo sufrir su orgullo—. Al parecer se conocieron después del baile... Qué suerte, ¿no crees?

Se sentía destrozada, acababa de perder algo sumamente importante y la sensación le hacía sentir un ardor recorrer su interior que se extendía peligrosamente con el paso de los segundos; alzó su mirada temblorosa, fijándose en esos ojos burlones que la veían. Esa expresión... No había duda alguna, era la misma que la supuesta estudiante de Kokuyo le dedicó. Consiguió reponerse, pensando con mayor claridad, y de nuevo esbozó una sonrisa.

—Supongo —levantó las palmas de su mano a la altura de sus hombros, enseñándolas hacia el cielo, como si no le importara en realidad lo que hace unos momentos la había afectado tanto que hasta había perdido el aire—. Ah, pero, Hibari-san —apoyó suavemente su dedo índice en su rosada mejilla, fingiendo una inocencia que claramente había perdido hace años—, ¿qué sucedería si le hago creer que tiene una mínima oportunidad conmigo? —Pasó a su lado, caminando hacia el corredor para retirarse del lugar—. Seguro que volverá a mí.

Hibari quería exigirle que jamás en su vida se le volviera a acercar, que era la reina de las estúpidas por pensar en toda esa mierda que salía de su boca, pero sabía que todo aquello lo hacía para provocarlo, porque necesitaba información de él y era la mejor forma de obtenerla; no perdería la compostura, tendría que esperar primero a aclarar las cosas con Tsuna y avisarle de los diabólicos planes que la castaña tenía en mente.

Con aquel corto enfrentamiento, no tenía dudas de que ella hubiese sido la mente maestra de la broma en el día del baile, así que ya podía empezar a planear su dulce y exquisita venganza; debía de apresurarse en encontrar a Sawada antes que ella lo hiciera, bajó su mirada para observar el celular extra que llevaba y suspiró profundamente, ¿dónde diablos estaría metido?

Alzó la vista al techo y recordó al par que siempre lo acompañaba, la última vez que lo vio estaba con ellos. Supuso que quizás si los buscaba podría dar más rápido con Tsuna.

♡ ♪ ♡ ♪ ♡

Mukuro maldecía al cielo, creyendo que de esa manera podría encontrar más rápido a Chrome, regresó a la sala del comité disciplinario y suspiró con pesadez al ver a la única persona que se encontraba cuidando el lugar: Kusakabe.

Si hubiese sido otra situación, lo hubiese mandado por un café a la tienda que está al otro lado de la ciudad, pero ahora no tenía tiempo para mortificar al pobre subordinado de Kyoya. Volvió a revisar su computadora, moviéndose entre los videos en tiempo real y se hundió en el sofá para volver a llamarla a su celular; sin embargo, él no sabía que le sería imposible responder ya que su móvil se perdió cuando cayó al suelo junto con Sawada.

— ¿Ha visto a Hibari-san? —Era su forma de preguntarle si todo estaba bien sin que lo sospechara, aunque sus sentimientos de desagrado fueron disminuyendo con el tiempo, no podía evitar compararse así frente a él.

Despegó su vista de la pantalla de su celular para dejarla en el contrato y arqueó una ceja como respuesta, no sabía a lo que se refería con aquella cuestión.

—Dijo que iría con usted para ayudarle a buscar a Chrome-sama —explicó sin rodeos, preguntándose si a su jefe no le molestaría que él supiera aquella molestia que se estaba tomando.

Bajó su mirada, viendo por encima de su móvil para observar la pantalla de su computadora, causándole cierta gracia al encontrar una botarga de oso caminar junto a una de rana.

En su mente regresó todo lo que hizo desde que salió de la sala la primera vez, no recordaba haberse topado con Kyoya, pero sí una gran pelea en uno de los corredores del primer piso.

—No —respondió finalmente a la pregunta—, pero deberías de mandar a alguien al pasillo de los laboratorios, había una multitud peleando.

—Entendido, regresaré en seguida —hizo una reverencia y se marchó sin nada más que agregar, acatando la orden de su jefe temporal. Deseaba que ese infernal mes llegara pronto a su fin.

Cuando Tetsuya se marchó, su mirada volvió a ver en la pantalla de su monitor, atraído completamente por aquel par de botargas que paseaba sin vergüenza; era divertido de ver, pero pensaba el que los de club de teatro estarían en el gimnasio, ¿entonces qué hacían ellos dos tan lejos? Dudaba mucho que fuera algún tipo de promoción de un salón.

Hizo un acercamiento al par y observó atentamente sus movimientos, como si trataran de mandarle algún tipo de mensaje, pero no, solamente eran dos personas disfrazadas caminando sin rumbo aparente. Volvió a hundirse en el sofá al igual que en sus pensamientos, quería creer que su prima estaba disfrutando del festival por su cuenta, pero no tenía sentido alguno si recordaba lo tímida que era y el pánico que me causaban las multitudes enormes.

Finalmente pensó que había regresado a casa sin avisar, una vieja costumbre qué tardó años en quitarle, y que no escuchaba su teléfono porque lo dejó en silencio. ¿Tenía sentido para él? Un poco, pero era la única manera en la que podía estar más tranquilo.

El sonido de la puerta deslizándose lo obligó a salir de la conversación qué estaba teniendo con él mismo en su mente y fingir qué estaba trabajando en la computadora haciendo clics innecesarios.

—Kusakabe —habló sin retirar la mirada de la pantalla, recordando que su programa hace tiempo había finalizado y lo único que quedaba era buscar por los archivos la mente maestra de lo sucedido en el baile—, creo que hay dos de teatro perdidos —era la forma en la que le decía que quería estar solo, dándole órdenes tontas como esas, y al no recibir respuesta decidió girarse—. Ah, tú no eres Kusakabe.

Kyoko pestañeó, cuando vio a Tetsuya irse a dirección contraria a ella pensó que la sala se encontraría abandonada, acomodó su cabello nerviosamente y le dedicó una sonrisa de culpabilidad, como el ladrón que atrapan justo después de entrar a un edificio.

—Lo siento —se dio un pequeño golpe en la cabeza mientras sacaba la lengua, haciendo un gesto completamente infantil—, pensé que no habría nadie, por eso no llamé antes de entrar.

— ¿Qué necesitas, ku, fu, fu, fu? —Interrogó con amabilidad, siendo ligeramente cautivado por su apariencia.

Sasagawa no pudo evitar observar su uniforme, no entendía porque alguien de otra escuela se encontraba ahí, pero podía resultar beneficioso para ella si lo que necesitaba era mentir, y era lo que haría.

—Hibari-san me mandó por unas cosas de su escritorio —respondió con naturalidad, daba escalofríos lo fácil que se le daba, dio un par de pasos más a dirección del escritorio y se detuvo al notar que el contrario requería de más información—. Unas llaves, al parecer está cerrado un salón.

Mukuro le fue suficiente aquello, se encogió de hombros y volvió a dirigir su mirada a la pantalla que tenía enfrente, dándole el paso libre a la joven al mueble al que pretendía esculcar en busca de algo que pudiera usar en su contra.

Estuvo a punto de abrir uno de los cajones cuando el de cabellos azules la detuvo:

—Espera —rodeó el mueble con rapidez y colocó una mano en el cajón que iba a ser abierto; recordó a tiempo de que en uno de aquellos compartimientos se encontraba su uniforme de la escuela Kokuyo junto a la peluca.

Y ahora que lo pensaba, ¿por qué Hibari mandaría a una estudiante cualquiera si tenía decenas de subordinados a su disposición? Había algo que no le agradaba.

Observó sus grandes ojos castaños y ladeó su cabeza, ¿ya la conocía? Le daba la sensación de haberla visto antes.

— ¿Sucede algo? —Cuestionó pausadamente, temiendo haber sido descubierta.

— ¿Nos conocemos?

—Si quieres —le dedicó un guiño coqueto.

Mukuro arrugó el entrecejo ante su respuesta y después de varios segundos entendió a lo que se refería, rodando los ojos como si lo que acababa de escuchar era una estupidez. —Tú...

—Bueno, ¿me vas a dar los papeles? —Se apresuró para interrumpirlo, se imaginaba que Kyoya le habría contado de ella y prefería marcharse antes de que la reconociera.

Su vista se dirigió hacia el cajón donde tenía su mano, queriendo darle lo que venía buscando, pero... ¿Dijo papeles? Definitivamente algo extraño estaba sucediendo ahí. Alzó la mirada y, antes de poder decir algo, observó encima de su hombro a la botarga de oso que estaba a cierta distancia lejos de la entrada.

— ¿Qué demonios está pasando? —Hibari entró a la sala del comité, ignorando al par de botargas que estaban afuera esperando, y sus pasos lo dirigieron inmediatamente a la castaña que se giró con lentitud.

La chica trataba de desaparecer el sentimiento de miedo que apareció en ella, sabía bien que si actuaba natural nada podría salir mal; a menos, claro, que Mukuro decidiera exponerla frente a él.

—Por favor, tomen asiento —Tetsuya le permitió la entrada a Yamamoto y Gokudera, quienes estaban exhaustos por pelear sin descanso con los estúpidos miembros del club de kendo, miró a ambas botargas que le estaban poniendo los nervios de punta y se quedó afuera para platicar con aquellas personas disfrazadas, suponía que algo querían para estar ahí.

Takeshi aterrizó en uno de los sofás tras tropezar con uno de los tantos cables que había en el suelo, agradeció a los cielos de no haber tumbado nada accidentalmente, y se acomodó para tomar un merecido descanso. Hayato observó brevemente la escena que estaba ocurriendo en el escritorio, queriendo entrometerse, y se sentó en el sofá qué daba frente al deportista, al menos desde ese lugar podría escuchar la conversación sin problemas.

—Nada, yo ya me...

—Dijo que la mandaste por unas llaves —explicó Mukuro antes de que terminara de hablar, cruzó los brazos con aires de autoridad y dejó su mirada desaprobatoria en ella—. Después dijo que por unos papeles.

Kyoko sonrió atónita, no esperaba que fuera delatada sin antes haberse esfumado del lugar, y dio un par de pasos hacia atrás para alejarse del campo de alcance de Hibari; tenía que pensar en algo para que no la quisieran incriminar como una ladrona o algo peor.

— ¿Tienes algo qué decir antes de que te suspenda por querer robar material escolar? —Se sentó frente a su escritorio, manteniendo a su lado a Rokudo quien daba la apariencia de ser un guardaespaldas, y sacó un formato en blanco para la suspensión de un alumno, el cual estaba dichoso de llenar con los datos de ella.

— ¡No es justo! —Exclamó en voz alta, atrayendo la atención de todos los que estaban presentes, incluyendo a los que se quedaron afuera, permitió que un par de lágrimas se asomaran por sus ojos y consiguió que un rubor apareciera en su rostro—. Quería buscar el celular de Tsunayoshi —bien, no sonaba como algo malo—, pensé que si se lo devolvía podría acercarme más a él —desvió la mirada, haciendo mucho más creíble la mentira—. Últimamente ha estado distante conmigo...

Ahora todas las miradas se dirigieron hacia Hibari, quien con una mueca amarga dejó la pluma en el escritorio.

—Es lo que obtienes después de hacerle esa horrible broma —culpó sin vacilar, seguro de su teoría de que ella era la responsable de todo ese desastre, dejó descansar su espalda en el asiento y tocó un piano imaginario en la mesa con sus dedos, esperando el siguiente ataque.

Ahora era ella quien tenía la atención de todos.

— ¿Por qué me culpas de algo tan desagradable? —Las lágrimas rodaron por sus mejillas, parpadeó varias veces para dejar de llorar y tomó algo de aire para poder hablar sin que el nudo de la garganta se lo impidiera—. Solo porque te rechacé por Tsuna no puedes culparme de algo tan grave, Hibari-san.

— ¿De qué...? —Las miradas llenas de curiosidad que lo atravesaba como cuchillos no lo dejaron hablar, golpeó fuertemente con sus palmas abiertas el escritorio, haciendo retumbar la pluma y hoja que ahí se encontraban, y frunció el ceño mientras se levantaba del asiento, estaba indignado de la estúpida acusación que acababa de lanzar.

Si otro caso hubiese sido, la hubiese ignorado porque le era suficiente saber la verdad, pero ahora tenía a una multitud atenta a la conversación, multitud que desconocía su verdadera situación. Debía de repelar, no podía dejar duda en tantas personas porque al final lo podría perjudicar.

Abrió la boca, pensando seriamente en qué decir, pero la contraria le arrebató la palabra:

—Supongo que por eso te obsesionaste conmigo —su voz temblaba, parecía sentir miedo de las palabras que salían de su boca como balas, imposibles de esquivar—. Yo no sé qué hice... —Yamamoto, conmovido por su actuación, fue donde ella para tomarla de los hombros en un intento de tranquilizarla—. Y lo del baile... —Se cubrió su boca con sus dos manos, dando la impresión de que estaba sorprendida a más no poder—. Dios, soy una tonta.

— ¿Qué pasó en el baile? —Interrogaron Takeshi y Mukuro casi al unísono, interesados cada vez más en la historia que estaba a punto de contar.

—Él... Bueno... —Alzó su mirada, notando los ojos inyectados en sangre del líder del comité, así que prefirió dar un par de pasos hacia atrás, fingiendo estar asustada de lo que él pudiera (o no) hacer—. Va a encontrar la manera de culparme, yo lo sé.

Y antes de que pudieran hacerle otra pregunta, salió corriendo, haciendo a un lado a las personas disfrazadas que había escuchado cada palabra de aquella conversación.

Hibari se dejó caer en su silla, derrotado, creyendo firmemente que nada de lo que dijera ahora cambiaría la opinión de los demás.

—Lo lamento —Kusakabe se disculpó al entrar a la sala, sintiendo que estaba arruinado el ambiente que se había generado ante la dramática partida de la castaña—. Hibari-san, espero a sus órdenes.

Sip, esa era su forma de decirle que contaba con su apoyo, independientemente de lo que Kyoko hubiese dicho, por algo era su mano derecha, ¿no?

—Ku, fu, fu, fu —el estudiante de Kokuyo le dio un par de palmadas amistosas en la espalda y se sorprendió de que por primera vez fueron bien recibidas sin intentos de evitarlas, quizás por eso se dio cuenta de lo afectado que se encontraba de las mentiras lanzadas en contra de él—. Tienes una rival fuerte, supongo que es un buen reto para ti.

—Ja, ja, ja —Yamamoto sonrió de oreja a oreja, pero no le quitaba ni una pizca su evidente cansancio—. No sé qué suceda, pero puedes contar conmigo, Hibari-san.

—No puedo creer que diga esto—murmuró Hayato, hablando consigo mismo, queriendo morderse la lengua antes de decir algo de lo que en el futuro se pudiera arrepentir, exhaló aire con pesadez y subió el tono de su voz para que todos fueran capaces de escucharlo—. Solo un idiota creería en esa engreída de mierda, así que cuentas conmigo.

Hibari no tenía la menor idea de qué decir; ellos se estaban uniendo a él por voluntad propia, porque creían en él. no tuvo que amenazarlos u obligarlos para obtener su lealtad. Era difícil de comprender, pero se sentía sumamente agradecido por ello, juraba en su mente que algún día se los pagaría.

—Oye, Tetsuya —Mukuro se dirigió hacia el mencionado, omitiendo el silencio del adorado líder del comité disciplinario—. ¿Qué demonios querían esas botargas?

—No tengo la menor idea —se encogió de hombros mientras respondía—, se fueron detrás de Sasagawa antes que pudiéramos hablar.

El de cabellos azules le pareció extraño, no lo iba a negar, caminó hasta el corredor para mirar por ambos lados para probar suerte y ver si los conseguía divisar, y tomó su celular para intentar marcarle otra vez a Chrome, esperanzado de que esta vez tomara su llamada.

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