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Los abogados de Addison habían explorado varias estrategias durante el receso y estaban listos para contraatacar. Robert había presentado demasiadas pruebas contundentes y sería ridículo intentar desmentir aquello, así que la última opción era enfocar toda su energía en defender al alcalde.
—Si se pudre en la cárcel es porque él mismo se lo buscó —mascullaba el hombre mientras soltaba el humo del cigarrillo por el costado de su boca—. Guardar el arma homicida, ¿a quién demonios se le ocurre algo así? Cómo no tuve eso en cuenta... —se decía a sí mismo—. Ya no hay nada que hacer, ¿verdad? No hay forma de que él se salve.
—Presentó demasiadas pruebas que lo involucran directamente en el homicidio —explicó uno de los abogados—. No podemos ir en contra de una muestra de ADN o de su propia confesión. Quizás podamos tratar de desacreditar su testimonio alegando que fue coaccionado a hacerlo, pero no creo que funcione.
—Yo pienso que tenemos que apostar lo que nos queda para salvarlo a usted, señor Addison —opinó el otro abogado—. Robert sabía las consecuencias si confesaba. No hay mucho más para hacer por él, pero tal vez usted...
—Sí, bueno, hagan lo que tengan que hacer para quitarme del medio —interrumpió el alcalde—. Ya veremos si después puedo pagarle una fianza o algo. Ese chico estúpido...
El juicio se reanudó y le tocaba el turno a los abogados del alcalde. Tenían el permiso para atacar a Robert con todas las armas que tuvieran disponibles, así que comenzaron.
—Señor Addison, comprendo que este es un momento difícil para ti. Mencionaste que Bruno Franco y tú compartían una amistad desde que eran unos niños. Sin embargo, hay algo que me gustaría que nos aclararas. Cuando tú golpeaste a Bruno con el martillo estabas intoxicado y fuera de tus cabales, ¿es correcto?
—Sí, es correcto, pero eso no tuvo nada que ver.
—¿Entonces dices que eras plenamente consciente de lo que estabas haciendo?
—Yo no... no sé si era consciente de que lo iba a matar.
—Entonces... ¿por qué lo golpeaste?
—Porque estaba agonizando y me asusté. Creí que no había nada más que hacer por él.
—Entiendo. Dijiste que llamaste a tu padre inmediatamente después del incidente. ¿Cómo reaccionó él cuando le contaste lo que había pasado?
—Estaba alterado, molesto...
—¿Cuándo le dijiste a tu padre sobre el golpe con el martillo?
—Se lo mencioné cuando estábamos al teléfono y luego volví a contarle cuando llegó a la escena.
—¿Cómo reaccionó él cuando supo toda la verdad?
—Estaba muy enojado conmigo. No quería que nadie supiera la verdad porque eso significaba que su único hijo se convertiría en el asesino del pueblo. Él estaba aspirando a ser alcalde y yo me estaba por ir a la universidad. No era conveniente para ninguno de los dos que se supiera.
El hombre miró a su colega, ambos se hicieron un gesto. El alcalde se mantenía con la mirada baja y las manos cruzadas sobre la mesa. Sus abogados le habían pedido encarecidamente que tratara de guardar la compostura. Así que estaba haciendo un esfuerzo enorme para no ceder ante sus impulsos y gritarle una sarta de maldiciones a su hijo.
—Su señoría, hemos estado estudiando con detenimiento el testimonio del señor Robert Addison. Está claro que no podemos ir en contra de una confesión, pero sí podemos apelar al sentido de conciencia de este jurado. El señor Trevor Addison ha dedicado su vida a este pueblo. Ha estado trabajando incansablemente para mantener este lugar seguro y limpio de delincuencia. ¿Pero cómo creen ustedes que reaccionaría si su propio hijo lo llama una noche y le dice que asesinó a golpes a su mejor amigo?
>>Quiero apelar a su sentido de paternidad. Que se pongan en el lugar de mi cliente para que experimenten lo que sintió él esa noche. Su hijo le estaba rogando que lo ayudara a encubrir un crimen, alegando que había sido un accidente. Todos nosotros daríamos la vida por nuestros hijos, ¿verdad? Incluso podemos llegar a tomar decisiones equivocadas por ellos. Creo que este fue el caso. El señor Trevor Addison hizo lo que creyó correcto en ese minuto: Proteger a su hijo. Tal vez muchos pensarán que fue un error y tal vez lo fue, pero yo creo que esto no es más que el reflejo de lo que un padre o una madre daría por su hijo. Eso es todo, su señoría. No tengo más preguntas.
Con aquel discurso, el abogado del alcalde dio término al interrogatorio de Robert. El chico se bajó del estrado y caminó entre las dos filas de asientos para ocupar un lugar al final. Se encontró con la mirada de Federico y con la de los padres. Vio muchas cosas allí, pero el sentimiento que predominaba era el dolor. Robert sabía que ellos jamás iban a perdonarlo. Tampoco había nada que él pudiera decir para excusarse por lo que hizo. Prefería vivir condenado a seguir acarreando el peso de sus actos. Tampoco sabía si el discurso patético del abogado había generado algún sentimiento en el jurado, pero al menos, él había contado la verdad.
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