35

Aquel sueño se había vuelto algo recurrente.

Las imágenes y los sonidos llegaban durante la madrugada, en su momento más vulnerable, cuando no podía escapar de aquel recuerdo. Su mente sabía perfectamente como torturarlo; si no podía hacerlo cuando él era consciente, entonces lo haría mientras estuviera dormido.

Veía a su hermano saliendo de su casa con aquella enorme sonrisa de dientes blancos que solía mostrar; esa que casi le cerraba los ojos y marcaba sus carrillos.

Federico intentaba correr hacia él mientras le gritaba que no se fuera, pero sus pies no se movían y su hermano Bruno no parecía escucharlo.

La puerta se cerraba detrás de su espalda y entonces, una terrible oscuridad teñía toda la casa.

Luego, el sonido del teléfono de línea y el grito desgarrador de su madre.

Él se encontraba parado allí siendo apenas un niño. Ese niño de diez años con el corazón roto porque acababa de perder a su hermano mayor. Veía la figura de un hombre uniformado en la puerta. Era un oficial de mirada tosca y modales cuestionables.

Su madre seguía llorando, desarmándose en los brazos de su padre mientras el policía les hablaba, sin una pizca de empatía por aquellos padres que estaban recibiendo la peor noticia de sus vidas.

"¡No grite, señora!"

Le reclamó el oficial a su madre, que no podía parar de llorar.

"Mi hijo... ¡Mi hijo está muerto!"

Repetía una y otra vez la mujer.

Luego de eso, su mente lo llevaba hasta la sala de autopsias. No estuvo en la de su hermano, pero había visto las fotos y conocía aquel lugar a la perfección.

Había varias personas murmurando, observando el cuerpo de su hermano y anotando cosas en un papel. Pero Federico no lograba ver sus rostros.

"¡No murió atropellado, alguien lo mató!"

Pero de nuevo, nadie le prestaba atención.

"Mi hermano fue asesinado, ¡por favor escúchenme!"

Nadie escuchaba. A nadie parecía importarle su dolor. Entonces, Federico se giró para salir de aquella habitación, pero al ver su reflejo en el vidrio de la puerta, descubrió que todavía seguía siendo ese niño.

—Fede... Despierta, ¡estás teniendo otra pesadilla!

El hombre se despertó dando manotazos, pero Alex lo sostuvo hasta que logró calmarse. El oficial lo estrechó entre sus brazos mientras Federico sollozaba. El sudor se escurría por sus sienes y por su espalda, empapándole la camiseta.

—Ve a ducharte, voy a prepararte una taza de té.

Cuando Alex abandonó la cama, Federico se tomó unos momentos antes de levantarse. Llevaba una semana completa soñando lo mismo una y otra vez. Apenas descansaba durante las noches porque le costaba dormirse, y cuando lo hacía, esa pesadilla lo atacaba de nuevo. Se sentía exhausto.

Entró al baño, se quitó la ropa y entró en la ducha. Dejó que el agua caliente golpeara su espalda durante un rato para ver si así lograba relajar los músculos. Estaba tenso, contracturado.

Luego de una ducha rápida, buscó una camiseta limpia y un pantalón deportivo. Alex estaba sentado en el borde de la cama con la taza entre las manos.

—¿Otra vez ese sueño?

Federico asintió.

—Mi maldita cabeza no me deja en paz. Estoy harto de esto.

—Estás estresado —dijo Alex, mientras le acariciaba la espalda con suavidad—. El juicio es unos días, tus padres van a estar ahí y durante todo este tiempo tuviste que revivir todo lo que pasó. Es normal que intentes canalizarlo por algún lado.

—¿Qué pasará si Addison logra zafar de esto? Si nunca descubrimos quién asesinó a mi hermano... Ese maldito bastardo está suelto. Mis padres esperan que se haga justicia pero yo no puedo garantizarles eso. Ya tuvieron suficiente con haber perdido a su hijo, si vuelven a tomarles el pelo una vez más...

—Haremos todo lo posible para que eso no suceda. Llegaremos hasta el fondo, Fede. Incluso si no ganáramos el juicio, podemos empapelar todo Sacramento con la cara del alcalde para que la gente sepa la clase de basura que es. Yo sé que nada va a devolverles a Bruno, pero de alguna manera conseguiremos hacer justicia.

Federico suspiró, y una lágrima traviesa resbaló por su mejilla.

—Sé que Bruno hubiera hecho lo imposible por encontrar al culpable si hubiese sido yo. Él hubiera luchado con uñas y dientes para descubrir quién lo hizo. Yo quiero estar a la altura, quiero tener la valentía que tenía él, pero por momentos siento que esta situación me supera.

—Yo creo que lo estás haciendo bien. Tu hermano estaría orgulloso de ti, porque tú también estás luchando para encontrar al culpable, date un poco de crédito.

—Eres demasiado bueno para ser policía —comentó Federico entre sollozos y risas.

—Oh, no, mi amigo. Nunca sobran los policías buenos.

—Gracias, Alex. Todo esto sería mucho más difícil si tú no estuvieras conmigo.

Alex sonrió. Luego extendió sus brazos para estrechar el cuerpo de su amante.

—Cuando pasábamos momentos difíciles, mis padres siempre usaban esta frase para tratar de buscar consuelo: "por algo pasan las cosas". Ellos trataban de buscarle el sentido a todo porque nunca creyeron en las casualidades. Yo crecí con ese pensamiento, así que, ahora te lo digo a ti: Por algo pasan las cosas.

Federico sonrió. Quizá la vida le había arrebatado un hermano, pero a cambio, le había dado un amigo, un compañero fiel y honesto que, de alguna manera, siempre encontraba las palabras justas para aliviar el dolor de su corazón.

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