14
—¿Tenemos los resultados?
El médico soltó un largo suspiro. La expresión de desconcierto se había hecho presente en su rostro.
—Sí. Todo indica que no fue una muerte accidental. Hay algunos signos de ahorcamiento en el cuello, unas marcas irregulares. Murió por asfixia.
—Qué terrible. Pero estoy pensando... Hoy fui a visitar a los vecinos y los noté muy nerviosos. Obviamente, este tema los tiene desconcertados y asustados. Todo el mundo conocía a la señora Turner, aunque fuera de vista. Creo que hacer público que esto fue un asesinato solo va a empeorar más las cosas.
—Pero señor, no podemos mentir en el informe... Es un asunto gravísimo.
El hombre frente al médico ladeó el rostro.
—Entiendo, doctor, créame que sí. Pero pongamos la situación en la balanza. La señora Turner no tenía hijos, ni familia. Vivía sola, estaba mentalmente inestable, todos los vecinos lo sabían. ¿No le parece mejor que prioricemos la tranquilidad de la comunidad? No tiene sentido sembrar el caos en un pueblo tan pequeño como Sacramento. Probablemente no aparezca nadie a reclamar por ella.
—Sí, lo entiendo —insistió el doctor—, pero me parece poco ético, para ser sincero.
El hombre lo tomó del hombro con gentileza.
—Mira, hagamos esto: yo me comprometo a investigar a fondo este asunto, ¿está bien? Pondré a la policía a trabajar día y noche para averiguar quién asesinó a la señora Turner, pero necesito que tú hagas esto, no por mí, sino por la comunidad. Tú sabes que yo siempre pienso en el bien mayor, de lo contrario no te pediría una cosa así. Lo entiendes, ¿no?
El doctor arrugó la boca.
Desde luego, aquella petición no solo iba en contra de su ética profesional, sino que también despertaba muchísimas sospechas. Pero él sabía que, más que una petición, era algo que debía hacer. Una especie de orden pasivo agresiva que debía acatar sin poner muchos peros en el camino.
. . .
—¿Entonces...? Sí, sí. Están nerviosos, como deberían estar si aparece una vecina muerta... okay, lo tengo claro. Adiós.
Se guardó el teléfono en el bolsillo de la chaqueta y se recostó contra el asiento del patrullero. Su compañero había salido en busca de un par de cafés y algo para comer. Así había sido durante los últimos tres días.
Su supervisor los había enviado a rastrillar el barrio entero en busca de alguna prueba o testimonio. Por supuesto, todos los vecinos tenían versiones distintas sobre lo que sucedió esa noche. Algunos, como era de esperarse, le dieron un poco más de sazón a su testimonio para crear más misterio en torno a la situación, pero ellos tenían la experiencia de las calles; sabían cuando un testimonio era verídico y cuando no.
—El supervisor me acaba de llamar —le dijo Alex a su compañero cuando este entró al patrullero—. Hoy salieron los resultados de la autopsia, parece que fue muerte natural.
—¿Me estás diciendo que se murió de vieja?
Alex se encogió de hombros.
—Parece ser.
El hombre chasqueó la lengua.
—Bueno, entonces supongo que es un caso cerrado. Ojalá que el supervisor nos deje irnos a descansar. Necesito ducharme y comer algo decente.
Alex asintió con energía, dejándole saber a su compañero que secundaba su comentario.
Arrancó el patrullero rumbo a la estación para reportar las novedades y dejar asentado el trabajo de investigación. Para su fortuna, el supervisor se apiadó de ambos y les dio como recompensa un par de días libres para que se refrescaran antes de regresar al ruedo.
Alex pasó por su casa, saludó a sus padres, disfrutó de la sabrosa comida de su madre y, luego de una larga y tendida ducha, se marchó rumbo a la casa de Federico.
—No te esperaba tan pronto por acá —admitió el hombre cuando vio al oficial parado en la puerta—. Incluso viniste de civil, eso es una buena señal, ¿no?
Alex sonrió.
—La autopsia concluyó que se trató de una muerte natural, así que supongo que sí.
—Es bueno verte otra vez —agregó Federico.
—Es una linda forma de decir que me extrañaste.
A Federico todavía le costaba un poco de trabajo mostrarse afectuoso con Alex. No es que le pareciera algo malo, más bien tenía que ver con su personalidad tímida e introvertida, que se sumaba a su reciente descubrimiento con respecto a su sexualidad. No sabía muy bien cómo debía comportarse con otro hombre, así que a veces terminaba por reprimirse un poco.
Alex, por otro lado, le había dado rienda suelta a sus sentimientos desde el primer momento. Era atento, cariñoso y gentil. Era como si no temiera en absoluto mostrar lo mucho que le gustaba Federico. Algo extraño en una persona criada en un pueblo tan ortodoxo.
El oficial cerró la puerta detrás de su espalda y avanzó para abrazar al otro hombre. Lo tomó por la cintura y apoyó el mentón sobre su hombro, aprovechando la cercanía para aspirar con ganas el aroma dulce del shampoo de Federico.
Alex tampoco estaba muy claro con respecto a sus sentimientos. Lo único que sabía era que disfrutaba del tiempo con Federico. Le gustaban sus besos, sus abrazos, incluso su timidez. Se sentía a gusto con él.
—¿Quieres que pida algo para cenar?
Alex asintió con energía después de deshacer el abrazo.
—Sí, cualquier cosa está bien.
Justo cuando el oficial se acomodó y estaba a punto de quitarse los zapatos. Su teléfono comenzó a vibrar de forma insistente dentro de los bolsillos de sus jeans.
—¿Hola?
—Alex, soy yo. Necesito que hablemos.
—¿Es urgente? Acabo de salir de un turno muy pesado por el caso de la señora Turner. ¿Puedes decírmelo por teléfono?
—Lo siento, pero no. Lamento molestarte, pero es urgente. Ven a la morgue cuanto antes. Mi turno acaba en media hora.
Alex resopló.
—Está bien. Trataré de estar allí en unos veinte minutos.
Cuando cortó la llamada, la mirada triste de Federico lo apenó sobremanera.
—¿Te tienes que ir?
—Sí... —respondió, cabizbajo—. El médico forense que le hizo la autopsia a la señora quiere hablarme sobre algo.
Federico se apoyó en el marco de la puerta.
—¿Tiene que ver con su muerte?
—No lo sé —respondió Alex, encogiéndose de hombros—. iré a averiguarlo. El caso ya está cerrado, así que no sé qué más pueda aportar. De todas maneras, trataré de no tardar mucho. Solo escucharé lo que tiene para decirme y regreso para que cenemos juntos.
—Más te vale, porque pedí una pizza muy grande.
Alex le dedicó una sonrisa.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top