Es una madrugada de primavera en Argentina, por alguna razón que ni yo mismo acabo de comprender, no logro conciliar el sueño... Siento cansancio, casi puedo sentir las ojeras, esa resequedad en los ojos y la pesadez de mis párpados, pero no duermo, son las 3:23 de la madrugada.

Uno o dos mosquitos molestos zumbando en mi oído, el sonido de la lluvia cayendo, los latidos de mi propio corazón, forman casi una melodía, una rapsodia melancólica que no me deja descansar en paz. Tengo sueño, pero hay algo que me impide dormir, el tren se escucha a lo lejos, mi mente comienza a divagar, recorriendo las posibles historias de la gente sentada en el tren de las 3:26 a.m... una constante inquietud es, posiblemente, la causa de mi insomnio esta vez.

Releyendo lo que escribí, suena casi poético, no logro comprender la razón del por qué decidí escribirlo de esa manera.

Supongo que esta vez, no voy a poder dormir, ya son las 3:30 y debo levantarme a las 6:00, para ir al laboratorio de la escuela a las 7:30, estoy casi rogando por una tormenta.