T r e s

Amordazado y en una silla en mitad del gimnasio del colegio. ¿Por qué no matar dos pájaros de un solo tiro? Sin clases por unos días y sin él, fácil.

Doy vueltas a su alrededor esperando a que despierte, fue difícil traerlo aquí, pesa demasiado pero lo demás fue sencillo, vive solo con un gato al cual me encargué de poner en casa de la vecina, no quiero que esté solo.

—Uhm... —Escucho y me quedo en la oscuridad. Él abre los ojos desorientado, mira a todos lados y luego intenta levantar sus brazos pero ve que está atado. Empieza a forcejear lo cual solo ocasiona que se haga más daño, lo noto en su cara. — ¡Ayuda! —Grita pero es inútil, aquí nadie escucha nada. Nadie está aquí.

—Shhh... nadie vendrá. —Susurro en tono frío con una pizca de burla y pongo el indice en mis labios en señal de silencio, pero claro él no me ve.

—¿Quien está ahí? —Pregunta confundido intentando ocultar el temblar de su labio inferior, intenta buscar en la oscuridad pero no me encuentra. —¡¿Quien eres?! ¡¿Qué quieres?! —Pregunta molesto de nuevo luchando contra las cuerdas.

—Hola, soy yo. —Saludo en un susurro captando su atención. Él parece buscar en su mente a quien pertenece la voz y cuando parece recordar sus ojos se agrandan y su boca forma una O.

—¿Emo fallido? —Pregunta en shock provocando que mi sangre hierva, salgo de la oscuridad jugando con una cuchara. Él me mira con miedo y confusión. —¿Qué crees que haces? —Pregunta moviéndose y luego suelta unos quejidos que son música para mis oídos.

Camino a su alrededor y luego cojo lo necesario. Cuchara, alcohol, un plato, silbato y pegamento. Esto será divertido.

Me acerco a él poco a poco, me debato entre ponerle cinta en la boca pero quiero escuchar sus gritos, quiero escuchar el dolor, así que nomas pongo cinta en sus parpados para que siempre estén abiertos.

  —¿Qué harás?  —Pregunta mirándome con miedo. Sonrío con suficiencia.

  —Nada. —Respondo inocente y cojo la cuchara dirigiéndola a sus ojos, antes fue limpiada con un poco de alcohol.

Voy a su ojo izquierdo y meto la cuchara escuchando sus gritos y como se mueve intentando liberarse. Grita y eso solo me motiva a hacerlo más fuerte, está difícil pero yo no soy el que está sufriendo así que no importa, yo solo disfruto.

  —¡Detente! —Grita con dolor, en respuesta río y por fin lo logro, su ojo ya está en la cuchara. La sangre sigue saliendo y yo nomas la admiro, es tan linda, al igual que el globo ocular.

—Sabe, señor Snake, tiene unos hermosos ojos. —Digo y se lo muestro, lagrimas salen por su otro ojo y me parece increíble. Un lado sangra, el otro llora, es hermoso. 

Él sigue gritando y soltando quejidos de dolor. Me siento en frente y lo miro deleitándome con su dolor, esa hermosa melodía y que él aun piense que puede escapar es algo que hace que quiera más... y lo conseguiré. Me levanto y limpio la cuchara de nuevo con alcohol, el ojo ya está en el plato aún con un poco de sangre, no lo limpiaré, eso sería asqueroso.

Hago lo mismo que antes con la cuchara y su ojo, sus gritos, el dolor, los quejidos, las suplicas, me motiva, me incita. Aquí está, lo tengo, es hermoso. Dos agujeros negros en su cara, bueno, dos agujeros rojos y sangre.

  —Sabe maestro, esto me recuerda al capitulo de una serie, pero ahora no recuerdo el nombre, igual no creo que usted la conozca. —Comento admirándolo. —Se los mostraría pero claro, no puede ver.

  —E-eres... un mal... maldito enf-enfermo. —Arrastra las palabras y yo sonrío. Se siente bien pero aún no termina.

Pongo los ojos en el plato y cojo el pegamento, me acerco a él y cojo sus labios, pongo pegamento y los uno teniéndolos apretados con mis dedos, él intenta safarse pero no puede. Ya seco el pegamento pongo también en el silbato y lo pego a su boca. Me alejo y admiro mi trabajo. Todo está perfecto, solo falta alto... que él muera.

Saco un cuchillo y voy a su cuello, hago un corto y segundos después está bañado en sangre.

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