S e i s

No es mi lugar favorito pero sé lo disfrutaré o por lo menos más que él.

Sobre una mesa y con solo un antifaz se encuentra dormido, fue fácil encontrarlo y más fácil aun traerlo aquí, increíble lo que un diferente peinado, ropa nueva y ojos de otro color pueden hacer pero claro, solo lo desnudé, drogué y escribí "Hazme lo que quieras" por todo su cuerpo y lo dejé en un bar de mala muerte. Ya otros tipos lo metieron y pusieron ahí, aquí no tendrán compasión de él, lo sé, aquí me trajo con sus amigos y nadie me escuchó.

Volví a ser yo con mi ropa, cabello y ojos y entré, cosa que me gusta: Aquí dejan entrar a cualquiera sea a ver o a hacer algo, yo solo veré el espectáculo... el cual ya empieza.

Muchos hombres lo rodean, él aún no despierta y ya lo están tocando, besando y preparando para meterla, no veré eso así que me distraeré jugando billar, sólo quiero escuchar sus gritos y sollozos.

Lo veo a lo lejos, solo a él, no me interesa ver lo demás. Está despertando. Hace una mueca de dolor y abre por completo los ojos.

  —¡Déjenme malditos enfermos! —Grita y eso no parece gustarles ya que uno lo golpea tan fuerte que su labio sangra y se empieza a mover más rápido, el de atrás está enojado. Veo sus muecas de dolor, las lagrimas salen, los gritos son desgarradores. Río y le pego a la bola blanca, meto la bola morada, no soy experto en esto.

—Ese niñito, hasta que le llegó su hora. —Comentan a mis espaldas, yo asiento al igual que los demás.

—¡Déjenme por favor! ¡Me duele! —Grita adolorido, lo veo en su cara pero solo se gana otro golpe y que atrás aceleren causando más quejidos. —¡DUELE! —Grita más fuerte, sonrío y meto la bola verde.

Jugar billar mientras escucho gritos de dolor se a convertido en mi momento favorito.

El tiempo pasa, una hora, dos horas, tres horas, los gritos de dolor terminaron pero su cuerpo sigue siendo utilizado por muchos más tipos que antes. Satisfactorio.

Salgo de este lugar al no tener ya la melodía que quiero oír y voy a la parte de atrás a esperar.

Él es tirado, está golpeado y no se mueve. Me acerco con la capucha puesta y lo veo. Sonrío. Agoniza. Me acunclillo en frente de él.

—¿Me recuerdas? —Pregunto. Él me mira y luego con terror asiente. —Hola, espero te gustara mi venganza. —Musito sonriente. Él niega horrorizado.

Saco algo de mi bolsillo y lo meto a su boca, veneno indetectable. Me levanto, lo miro por última vez y me voy.

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