reflexión primera

Me arrastro por este suelo marchito, y no veo más que tiniebla alrededor mio. Llevo tantos años infligiendo el dolor, que ya no distingo si lo que hago está bien o esta mal. Debe ser mi naturaleza, lo que soy, lo que me impide ver luz al final de mi camino. El cielo oscuro a toda hora (para mi no hay día, solo noche); las sombras entre los árboles que parecen burlarse de mi confusión; el agua fría de los arroyos cuando mis pies la tocan levemente y que daña mis miembros; el aire que pasa a través de mi cuerpo lanzándose en terribles cuchilladas infinitamente pequeñas, cual agujas; y al final, mi esperanza, con su forma, la forma humana de una mujer. De ella.

¿Quién me iba a decir a mi, hace tan solo un pequeño espacio de tiempo, que no es ni tiempo en mi tiempo, son quizá algunos cientos de años que para mí no es tiempo, quién...? ¿Dónde ha quedado mi libertad? ¿Por qué vago solitario sin querer aparecerme ante nadie para hacerle sucumbir a los pecados? Eso es lo que hacia, eso es lo que era... el mal.

Y otra vez, de nuevo, estoy perdido, desubicado, enfermo, con mi no-corazón extraviado, lleno de amor ¡Odio el amor! Y no puedo dejar de sentirlo por ella. ¿Por qué, Señor, me haces esto? Sí, sé que merezco sufrir, pero ¿con algo bueno? ¿Que crueldad más infame hay que sufrir por amor?

La pusiste en mi camino y me la arrebataste. No la puedo tener. Se fue contigo. Me amó y se fue. Y ahora mi dolor será eterno y no podré ser quien fui. ¿Por qué, Señor, me haces esto?

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