Prólogo.
—¡Dame el dinero, perra! —jalé la bolsa cuando uno de los chicos con la cara cubierta con un pasamontañas quiso tomarla.
Negué con la cabeza, mis nervios cada vez estaban aumentando, pero también estaba muy enojada.
—Tan cobardes son que no muestran su maldita cara.
La voz de él, no me resultaba familiar, creí que era alguien de la clase, pero ahora estoy teniendo mis dudas.
—¿Estás segura que es todo el dinero que pedimos? —asentí.
—Lo es, solo tienen que borrar el video, por favor.
Una risa burlona me hizo enfadar.
—¿Y si no lo borramos?
—Entonces no te doy nada.
Traté de alejar la bolsa de dinero nuevamente, pero no me fue posible, ya que el chico frente a mí, la tomó y de un jalón me la arrebató.
—Ya es mía —nuevamente comenzó a burlarse, no supe que hacer, así que solo corrí hasta él y comencé a golpearlo con mis manos.
—¡Devuelve mi dinero, hijo de puta!
Él trató de alejarse, pero yo estaba llena de rabia, así que no se lo permití y seguí golpeando su pecho, luego le di un golpe en la cara, pude ver sangre salir de la comisura de su labio.
—¡Vete a la mierda, Madison! —sus manos tomaron las mías fuertemente, observe como el dinero cayó al suelo, y sin más comenzó a hacerme retroceder.
—¡Suéltame! —grité ahora asustada, él no lo hizo. —¡Por favor!
Dejé de forcejear, esperando quizá que él me soltará, pero no lo hizo, lo siguiente que paso fue que me pusieron una soga en el cuello, no supe quien, pero era seguro que el chico que estaba chantajeándome no estaba solo.
La cuerda comenzó a hacer presión en mi cuello, impidiéndome respirar.
—Por favor no —dije con dificultad.
—Gracias por el dinero, ahora es hora de que te vayas —miré como limpio su labio, sonrió y comenzó a empujarme contra el barandal de donde estábamos subidos, no supe que hacer, solo intenté llevar mis manos hasta la soga, pero estaba muy apretada, no podía quitarla.
—¡Lánzala ya! —fue lo último que escuché, ese chico frente a mí me empujó, sentí los barrotes en mi espalda y supe que iba a morir.
Por unos segundos me vi cayendo al escenario, después, todo se puso en negro.
***
Madison se encontraba colgada de una cuerda sobre el escenario, sin vida.
—¿Está muerta?
—Así es, la asesinamos —una pequeña risa salió de sus labios. —Pero hay una cosa buena, ahora somos millonarios, y lo mejor, nadie va a extrañarla.
—No, iremos a la cárcel, yo no quiero ir a prisión.
—No te preocupes, nosotros nos encargaremos de que esto sea un suicidio.
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