II
El agua bien fría es lo mejor para espantar la mala noche, tardo más de lo normal en la ducha haciendo que mi hermano me reclame: «¡Se hace tarde para la escuela!».
Ya todos reunidos en el comedor los observo con el objetivo de encontrar muestras de mala noche en sus caras, pero se ven perfectamente los muy frutos podridos.
—¿No escucharon ruidos anoche? —dejo la interrogante sin mostrar mucha importancia, y dándole un mordisco a mi emparedado de nutrientes de hoy.
—¿Anoche? No —responde mi madre—. ¿No dormiste bien?
—Es solo que... escuchaba risas, creo que había algún pomo vagando por allí.
—Si despertó a alguien más además de ti ya te enterarás de quien fue, debe estar detenido en la garita —añadió mi padre.
Omití a todos el resto de los sucesos de anoche. Aun así todo este tema estuvo vagando mi cabeza durante el camino a la universidad. Nadie estaba detenido en la garita. Según Anton, el mejor vigilante níspero que hemos tenido, arrugado y temible como ninguno, no hubo ningún disturbio anoche, por lo que no entiendo qué sucedió. Recuerdo la silueta, vagamente porque estaba muy lejos, pero la vi, en definitiva era una pera, fue como haberme visto a mí mismo de espalda. En Pomácea quedan muy pocas familias Pyrus, hace años una plaga nos contaminó y pocos retoños como mis padres subsistieron. Así que diría que conozco a todas las peras de por aquí.
Llego a la universidad y como siempre, me interno en mi taller inmediatamente a trabajar, necesito distraer mi cabeza; pero me resulta imposible al ver la gran maqueta metálica de la ciudad que ocupa el centro del área, unos dieciséis metros cuadrados. Observo la calle donde vivo, una miniatura comparado con lo inmenso de la ciudad, y la estudio detenidamente, ¿cómo una pera pudo estar al final del callejón y en cuestión de segundos estar frente a mi casa? ¿Por qué la risa? Frutas sin oficio y arriesgadas.
Mi amigo Jaf me pasa la cortadora, tenemos que continuar con la fabricación. Debemos hacer que este proyecto funcione, de no ser así, podríamos afirmar que la extinción de muchos frutos llegará y será pronto.
•••
—Te digo, que esta maqueta está maldita —vocifera Dirla, mi amiga durazno, más ácida de lo regular.
—Claro, y fíjate que nos salvará el pellejo a todos, ¡tonta!
—Jaf, ¡cállate! —se defiende ella—. Entiendo que esta idea teóricamente nos salvará, pero algo sucede con la maldita «Maqueta» —reclama haciendo énfasis en la última palabra.
—¿A qué te refieres? —le pregunto.
—He tenido demasiadas pesadillas con ella, y demasiado es decir poco.
—Oye, tranquila. Créeme, no has sido la única. Estamos muy inmersos en este asunto; eso hace que hasta soñemos con ella. Es completamente normal, Dirla.
—No, Marcos, antes no le di tanta importancia, precisamente por eso, pero anoche fue espeluznante. Y estas pesadillas nada tienen que ver con el proyecto en sí —confiesa, lo cual hace que mi mente vuelva a la noche anterior.
—¡Oye! Cálmate, solo fue un mal sueño. También me ha pasado. De hecho, anoche una pesadilla tampoco me dejó dormir, aunque luego esa pesadilla no fue nada comparado con el hecho de que alguien andaba por allí quitándome el sueño y burlándose de mí, solo que no fue nada gracioso.
—¿Qué sucedió?
—Nah, ya no importa. Tuve una mala noche, eso es todo. Podemos por favor ya seguir trabajando —le suplico molesto por la conversación alargada que no nos lleva a ninguna parte—, debemos encontrar la forma de conectar los paneles solares de manera que redirijan el calor en redes.
Jaf había quedado mudo con el resto de la conversación entre Dirla y yo, los tres decidimos callar y seguir con nuestras labores.
•••
Fue un día pesado, desde que iniciamos el proyecto no he tenido tiempo para distraerme, ni siquiera para asolearme un poco y absorber energía naturalmente, cada vez nos alejamos más de lo natural y la tecnología nos succiona la vida.
Saludo a mis padres al llegar a casa, y no estoy seguro si me han respondido, estoy hecho pulpa y caigo sobre mi cama sin despojarme siquiera de la gorra sobre mi tallo. No siento hambre solo cansancio, así que me dejo llevar.
Despierto exaltado, me falta aire, no puedo respirar; a diferencia de anoche, el calor es insoportable, y la ingrata ventana está cerrada, qué inconformidad con la vida. Salgo hecho un jugo de la cama para abrirla y la desgraciada ventana no abre. ¡Dios! ¿Qué es lo que está pasando ahora? La golpeo, no sé ni porque estoy tan molesto, una furia me brota la piel y esta se enrojece toda. Siento como si la habitación cayera sobre mí, las paredes se alejan y se acercan repetidamente mientras el sonido horrible de esa incesante risa que no es ni un poco graciosa vuelve a llamar mi atención.
—¡¿Quién está allí?! —grito a alguien que no me acompaña—. Ya fue suficiente de bromas, estoy cansado y necesito dormir... ¿qué demonios?
Veo el espejo de mi habitación tomar vida propia, me da un escalofrío que me alerta, se desprende de la pared y se acerca a mí poco a poco sin una base ni nadie que lo sostenga. Golpeo la ventana con toda la fuerza que tengo dentro, pero no cede, no se rompe. ¡Maldición! ¿Qué está pasando? Mi garganta se cierra. El espejo se fija frente a mí, firme, y me veo a mí mismo en él.
Pienso que en algún momento veré una aparición dentro de él, pero no permito que suceda, lo golpeo, y lo golpeo. Logro romperlo con facilidad, solo queda el soporte del vidrio de pie en el aire y lentamente, hasta que la gravedad lo toma, cae al suelo como si se le hubiera acabado la vida. Mis extremidades están cortadas, temo oxidarme con tanto calor.
Bajo a la cocina, y busco el congelador que usamos para este tipo de emergencias, dejo caer mis brazos directamente al abrirlo.
Se siente bien.
Me toma unos segundos reaccionar... no vi a mi familia en sus habitaciones. Todas las ventanas están cerradas. Camino lento ahora que no hay ruido y verifico que efectivamente estoy solo, busco el reloj de pared que marca las una con cinco de la mañana.
Me relajo un poco. Pienso en esta situación y mi conclusión es que debo tener algún hematoma en mis minúsculas semillas. Todo esto tiene que ser producto de mi imaginación, o una pesadilla muy bien trabajada y profunda.
Si esto fuera real mis padres estuvieran aquí. Lo sé.
Vuelvo a mi habitación y allí sigue el espejo roto en quizá cuántos pedazos, supongo que ahora además de esta mala suerte tendré siete años de más mala suerte. Lindo. Rodeo la escena, y me dirijo a mi mesa de noche donde siempre dejo mi teléfono celular, lo recojo y salgo de allí. Busco entre mis contactos el de mi padre y presiono «Llamar». Si esto es un sueño, ¿me contestará? Escucho el sonido de que la llamada ha entrado y repica, ¿dónde estás papá?
El repique molesto del teléfono de papá, «La lluvia en llamas» de su grupo de rock favorito, se hace escuchar en su habitación. Sin cortar la llamada me adentro en su cuarto, su teléfono está tirado sobre su cama. ¡Mierda! Y la cama está hecha. ¿Desde cuándo no están aquí?
Me decido a salir de la casa, visitaré a Anton, él sabe quién entra y sale de pomácea.
Caminando a la puerta principal, esa maldita risa infernal me descoloca de nuevo, no parece tener un origen, se escucha como eco por toda la casa, ¿se está burlando? Acelero el paso pero al llegar a la puerta e intentar abrirla no lo logro. Ni siquiera puedo mover el gancho, está como soldado a la puerta y a las paredes, haciendo la ilusión de ser un solo material, una sola pieza. Lanzo mi puño en contra de ella, ganándome solo más lesiones.
Marcos, ¡cálmate! Esto solo es una pesadilla demasiado real.
Lo mejor será terminar la noche justo como lo hice ayer, durmiendo. Me devuelvo y me refugio en mi cama evitando observar a mi alrededor, tardo en conciliar el sueño pero lo consigo. Me duermo. Hasta la mañana siguiente.
Despierto, me encandila la luz tan brillante del sol que entra por la ventana.
—¡Sí! —exclamo y continúo hablándome—: solo un mal sueño.
Bueno, eso hasta que veo el espejo, está en el mismo lugar hecho pedazos y éstos dispersos tal cual como sucedió anoche, la ventana sigue cerrada, voy hasta ella, y observo desde dentro a los vecinos, todos en sus rutinas, unos saliendo a trabajar muy temprano, otro limpia su jardín frontal y conversa con su vecino de al lado,eso me hace sonreír, y al intentar abrir la ventana, no puedo. Le doy golpes y veo desde aquí que la puerta de mi casa se abre, me pego al vidrio para ver mejor quién sale, entonces lo veo... ¿Soy yo?
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