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Las puertas de la mansión Brooks fueron abiertas de par en par. Un grupo de jóvenes se adentró por el enorme vestíbulo. Aquella fachada era conocida por llevar un par de décadas abandonada. Algunos entraban por curiosidad y otros solo para aislarse del mundo por un instante.
Henry Weber, llevaba una cámara fotográfica y prorrumpía una carcajada. Sus compañeros comenzaron a reír y finalmente uno de ellos subió por la enorme escalera de madera que rechinaba por lo viejo y descuidada que se encontraba la mansión. — Yo bajaré al sótano, quizás ahí haya algo interesante— dijo apuntando con la cámara a sus compañeros, quienes no respondieron ni una sola palabra.
Henry, bajó cuidadosamente. Pronto fue recibido por un desagradable olor. El joven se cubrió la mitad del rostro y tropezó torpemente al suelo. La cámara cayó por un pequeño pozo de tierra húmeda y Henry golpeó fuerte — ¡Maldición! — exclamó con un ligero enojo. Apoyándose de sus piernas se levantó y miró por todos lados. El olor cada vez se volvía más desagradable. Se cubrió de nuevo con su brazo. La desesperación le estaba ganando, incluso pensó en abandonar la cámara y salir del lugar, sin embargo, su mirada fue acaparada por aquel hueco. Fijó su vista y notó una parte de madera manchada. ¿Será posible que sea lo que creo? Se preguntó a si mismo. Sus piernas comenzaron a temblar y el sudor recorrió su piel erizada. Adentró su mano por el hueco y tocó madera plana. Movió un roedor que lo hizo pegar un grito. La rata gris chillaba con desesperación y aturdía al tiempo al joven.
Sus compañeros que de momento se encontraban en la parte superior de la casa, bajaron corriendo hasta el llamado de su amigo.
— ¿Qué sucede? — preguntó uno de ellos con un gesto atemorizado.
— Debemos llamar a la policía— respondió agitado Henry. Un grito se había ahogado en su garganta y sus manos temblaban.
— ¿Por qué? — se atrevió a cuestionar.
— Aquí abajo — señaló con miedo — hay algo — susurró. — Y ese olor es insoportable. Estoy seguro de que se trata de un ataúd—. Henry intento no chillar al contrario se incorporó y tomó su celular. Desesperado y con pocas opciones marcó — Hola soy Henry Weber, por favor, deben venir a la mansión Brooks, algo sucedió aquí — dijo y colgó de inmediato. — Debemos irnos.
— ¿Qué dices? — se exaltó Dick — Acabas de hablar con la policía, no podemos irnos solamente — contradijo.
— Entonces como tú quieras, yo no me quedaré aquí — respondió Henry, quien salió dando la espalda, al mismo tiempo que golpeaba su hombro.
Sin más opción y desganado, Dick hizo lo propio y junto con los otros chicos se marcharon dejando atrás aquel suceso.
Los detectives llegaron al lugar, lo que al principio les pareció una broma sin duda fue uno de los peores hallazgos. Registraron toda la mansión hasta que el grupo forense bajó al sótano y descubrieron el cuerpo de una mujer blanca, tal vez de algunos treinta y cinco años. Cabellos castaños y ojos verdes. Causa de muerte degollada.
— Quien sea que lo haya hecho no dejó evidencia alguna — aclaró un miembro del forense a los detectives.
— Entonces, dices que lo hizo un fantasma — respondió la detective Rollins, una mujer de tez cetrina, cabellos castaños y rostro muy marcado. Sus ojos eran de color castaños y su voz tenía un tono muy serio.
— Así es, aunque solo podré darte más información después de la autopsia — respondió el médico forense.
— ¿Quién realizó la llamada? — preguntó el detective Stone, un hombre alto de tez clara. Sus ojos eran fríos y por porte parecía haber pertenecido a los marine.
— Fue la voz de un joven. Estaba alterado y no dijo mucho, pero no hay rastro alguno de él. Cuando llegamos la mansión estaba abierta, aunque eso no sería relevante a la investigación, pues lleva años abandonada y por lo general hasta un grupo de drogadictos pudo haber entrado a pasar un buen rato. — Richter se dirigió hacia el detective Stone.
— Tenemos un caso sólido, ni siquiera sabemos quién realizó la llamada — dijo el detective Stone con poco animo.
— No te desanimes aún — respondió la detective Rollins. — Al parecer el grupo forense encontró algo más cerca del ataúd de la mujer.
— ¿Qué fue lo que encontró? — preguntó con curiosidad el hombre.
— Una cámara fotográfica — sonrió la mujer.
━━━━━━✧Departamento✧━━━━━━
En el departamento de policía se encontraban reunidos los detectives a cargo del caso de la mansión Brooks.
— ¿Pudieron encontrar al dueño de la cámara? — preguntó Grace Rollins la detective a cargo.
— Si Grace, al parecer le pertenece a un joven llamado Henry Weber, tiene un montón de fotos de él y sus huellas aparecen por todos lados — respondió Mike Stone el compañero de Grace. Los dos intercambiaron miradas. Por un instante pudieron sentir la tensión de aquel sitio que se estremeció por clamor que se elevó dentro del departamento.
— ¿Porque habrá botado su cámara ahí? — preguntó Grace.
— Tal vez, porque él lo hizo — aseguró Mike.
— Ahí te equivocas Stone, estuve revisando el cadáver y tal vez quieran oír esto — intervino el agente forense, un hombre de algunos sesenta años de edad. Tenía complexión delgada y un rostro muy severo.
Los dos agentes acompañaron al hombre. La duda cada vez lo invadía más y solo se formulaban un sin fin de preguntas, todas sin respuesta alguna. — El joven que la encontró no lo pudo haber hecho, no solo porque no encuentro ni una sola huella, sino porque llevan tres meses muerta — dijo con un tono cansado.
— ¿Que dices? — preguntaron en unísono y con asombro en la voz los dos detectives. Sus miradas profanas se volvieron al forense.
— Le corto la garganta de lado a lado, no sin antes haberla amordazado de pies y manos. Lo hizo para que la víctima no pudiera defenderse. Le gusta conservar algo de sus víctimas, lo sé porque le falta un mechón de cabello. Al parecer quería que pareciera todo un funeral decente, ya que pese a que estaba atada de manos y pies, vestía elegantemente y con el color de sus labios pintados de color carmesí. También encontré algo más, dejó un par de rosas, las cuales por el tiempo se han marchitado, así que difícilmente podré tener una huella limpia.
— ¿Puedes saber si fue violada? — preguntó Grace mirando a la joven con tristeza.
— No puedo saberlo, no hay tejido desgarrado ni tampoco semen, ninguna muestra, pero sé que estaba limpia cuando fue asesinada, tal vez la obligó a ducharse — comentó el forense.
— Y ¿como lo sabes? — preguntó Mike.
— Ya te lo dije, al parecer a nuestro atacante le gusta las cosas sutiles y cuida cada detalle, no estaba bañada en sangre, había unas cuentas manchas en el ataúd tal vez detalles que olvido pulir — dijo observando a la joven.
— Eso significa que nunca antes había asesinado a alguien — comentó Grace.
— Tal vez Jane Doe, es su primera víctima — dijo el hombre.
— ¿Jane Doe? — preguntó Mike.
— Tome una muestra de sangre, sin embargo nuestra víctima no aparece en el sistema. Los detectives intercambiaron sus miradas.
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