20. Perdóname.
Pasaron varios días desde que me encerré en mi habitación. Mi hermana, los sirvientes y los profesores trataron de hacerme salir pero no lograron nada. No dejaba de llorar y llorar. A ratos me calmaba y volvía a llorar.
No dejaba de pensar en Andrés y en Mask, y cómo rechacé la propuesta. En mi cabeza no cabía nada más que recuerdos vividos con Andrés y me dolía el corazón al rechazarle.
Tuve ganas de ir y aceptar, seguro que no lo estaría pasando tan mal como en la situación en que me encontraba.
Si me arrepentía de no aceptar, ¿significaba eso que en realidad quería casarme con Andrés?
Empecé a meditar esa opción, pensando en cómo sería. Me llevaba muy bien con él, pagó por mi libertad sin pedirme nada a cambio, hubiera podido obligarme a ser suya pero no lo hizo, prefirió que fuera una opción. Si eso no era amor no sabía qué era, ya que solo por nobleza no se hacen esas cosas. Además, siempre me lo había demostrado y yo no me di cuenta, ni siquiera le tomé en serio cuando me lo propuso esa vez en la playa.
Y yo, ¿qué había hecho yo por él? Nada. Ni siquiera le mostré mi agradecimiento debidamente. Las lágrimas volvieron a asomar y lloré de nuevo, dándome cuenta de lo egoísta e injusta que había sido con él.
No pude más que pensar esto: ¿con quién más podría ser yo feliz si no con aquél que me dio la libertad y me amó en silencio, recurriendo a su personaje misterioso en el cual yo estaba interesada sólo para tener una oportunidad conmigo?
Al fin y al cabo, Mask era Andrés y Andrés era Mask, si quería a uno debía de querer al otro... Simplemente Mask había cobrado identidad. ¿Por qué no aceptaba su identidad si era lo que siempre había deseado saber? Y encima era alguien a quien le tenía mucho aprecio, podía haber sido cualquier otro hombre que conociera y no me gustara. ¿ Acaso hubiera sido mejor que fuera un extraño? Ahí sí que me hubiera decepcionado... ¿De qué me servía ver su rostro si seguía siendo un desconocido? En mi corazón deseaba que fuera alguien que conocía, alguien que me pudiera gustar, alguien con quien me pudiera reír, alguien que estuviera ahí para mí. Alquien que me quisiera tal y como era y que estuviera dispuesto a todo por mí.
Ése era Andrés. ¿Fue siempre él mi ideal y no me había dado cuenta?
Estaba yo aún en mi reflexión y cuestionando mis sentimientos cuando Andrés llamó a la puerta. Dejé de llorar, dejé de pensar, dejé de moverme, dejé de respirar. Andrés estaba ahí...
- ¿Puedo pasar?- preguntó Andrés.
Entonces reaccioné. Él no podía verme así. Vi moverse el pomo de la puerta al no escuchar mi respuesta y fui corriendo a cerrar la puerta, pero me tropecé y caí delante de Andrés, que ya estaba por entrar. Sentí mucha vergüenza. Escondí mi rostro para que no lo viera cubierto de lágrimas.
Se acercó a mí y se agachó a mi lado, acabando por dejar una rodilla flexionada y la otra apoyada en la tierra. Inclinó la cabeza.
- Perdóname.
Esas palabras me sorprendieron. Era lo que yo debí decir. ¿Por qué se estaba disculpando?
- Te forcé a una entrevista matrimonial conmigo a través de Mask. No debí hacerlo. Debí tener las agallas para pedírtelo yo, como el Andrés que conoces, y no confundirte con la proposición de alguien sin identidad- me hablaba con voz suave, tiernamente-. No escondas tu rostro, por favor. No debes avergonzarte de llorar... Yo sí.
Levanté la mirada y vi sus ojos rojos y con ojeras, enlagrimados. Nunca creí que vería a un hombre llorar. Aunque técnicamente no estaba llorando en ese momento.
- Sólo tú me has visto así y nadie más debe verlo ni saberlo.
- Creí que los hombres no lloraban- dije en voz baja.
- Cuando algo les duele de verdad, sí.
- Perdóname...- susurré.
- Vine a hacer esto bien. Vengo como Andrés. Sólo Andrés. Ni príncipe ni Mask ni nada. Sólo como lo que soy, un joven enamorado que necesita tenerte a su lado para ser feliz.
Esa vez, las lágrimas ya no dolían. Me emocioné, sencillamente me emocioné. Me sentí aliviada, como si me hubieran quitado un peso de encima.
- No me atrevo ya a pedirte que te cases conmigo, no me lo merezco, pero si tan sólo me dieras la oportunidad de cortejarte y ganarme tu amor...
Me miró con los ojos brillantes, esperando sonar lo bastante convincente como para ver que iba en serio.
- ¿Me darás esa oportunidad? ¿Serás mi novia?
¿Era eso? Así que ser su novia era la oportunidad que le estaba dando para ganarse mi amor... ¿Quería yo eso? Sí, lo deseaba. Deseaba amar a alguien como él y...
- Creo que ya te la estoy dando- sonreí, afirmando mis sentimientos y viendo que iban en la misma dirección que los suyos.
Él también sonrió. Se levantó y me cogió en brazos, dando vueltas y besándome. Salimos al jardín, a tomar un poco el aire tomados de la mano.
- No te arrepentirás de esto- me dijo.
- Lo sé.
En verdad, nunca me arrepentí de ello. ¿Cómo puedes arrepentirte de aceptar estar con esa persona que lo da todo por tu sonrisa?
Desde entonces, sólo pensé
en hacer lo mismo por él.
Fin
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