2. Llámame Mask
Llegué al fin a la sala de baile después de perderme varias veces por el palacio. Las puertas estaban cerradas, así que traté de abrir una y colarme dentro. Estuve un buen rato tratando de empujar la pesada puerta. Probé con las manos, de espaldas, de costado, carrerilla... Nada. No se abría.
- Por fin entiendo por qué hace falta que haya guardias fuertes entrenados para abrir puertas- murmuré hacia mis adentros.
Entonces oí una carcajada y un apuesto joven salió de detrás de una columna, tratando de contener su risa con la mano. Le miré extrañada.
- Mis disculpas, señorita, pero es que ha sido muy gracioso- su risa se acentuó y decayó instantes después-. Esa sala no se usa. Está cerrada. Te has perdido, ¿no es así? Ven conmigo, te llevaré a la sala de baile.
Me ofreció el brazo y lo agarré, aunque más rozandolo que sujetándolo. Me daba algo de vergüenza. Le miré de reojo, ruborizada. ¿Qué debía pensar de mí? Él tan cortés y galante, todo un caballero y yo la chica que se perdía en el palacio y no podía abrir una puerta.
- ¿Cómo es que estabas ahí?
- Digamos que me entró curiosidad por ver adónde te dirigías si la sala del baile estaba por el otro lado.
- Es que es mi primera vez aquí...
- ¿En serio? Creí haberte visto antes...
Palidecí. No podía ser que él me viera cuando estuve ahí una vez a escondidas observando un baile seis meses atrás. Esperaba que no me reconociera.
Llegamos a la sala de baile y en vez de invitarme a bailar me dejó y fue a pedírselo a otra. Cuando miré mejor, vi que se trataba de mi hermana. Ella aceptó y se pusieron a bailar. Sería ese un pretendiente suyo? Parecía que tenían química. Me alejé para que no me viera y tras buscar con la mirada a mis padres y ver que no estaban me quedé más tranquila.
Me senté y bajé la cabeza, suspirando y aguardando a que alguien me invitara a bailar. Pero ya todos tenían a alguien. Había estado practicando todos los días en secreto para aquella ocasion y al parecer nunca tendría la oportunidad de demostrarlo. De pronto, oí un ruido detrás de unas cortinas. Fui a echar un vistazo y vi a una dama a punto de quitarle el antifaz a un joven noble aprovechando que él la miraba embobado pensando que ella se acercaba para besarle.
La dama oyó mis pasos y se apresuró a llevar la mano al antifaz antes de que él se diera cuenta. Pero se equivocó. Éste se apartó, dándose cuenta de lo que ocurría y le pidió a la dama amablemente que se fuera.
- Estuvo muy cerca- dijo con alivio-. Por poco me descubren si no fuera por ti. Te debo una.
Me sonrió y se acercó, extendiendo levemente la mano en mi dirección, a modo de invitación.
- Si estás aquí será que no tienes pareja de baile. Permíteme ser tu acompañante esta noche.
Me ruboricé ante el doble sentido de sus palabras a pesar de que sabía que el significado era literal. Un hombre misterioso acababa de ofrecerse a ser mi pareja de baile durante todo lo que durara la gala. Posé mi mano sobre la suya, aceptando y salimos a bailar.
- ¿Cómo te llamas?- preguntó.
- Cathy.
- ¿Y qué más?
- No puedo dar más detalles.
- Ya veo...
- ¿ Puedo preguntarte quién eres?- me atreví.
- Lo siento, pero nadie debe saberlo.
- ¿ Pero cómo te llamaré?
- Hmm... Llámame Mask.
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