17. Rescate
Enterarse de que una ya no se pertenece a sí misma y que carece de libertad es lo más doloroso y desesperante que una chica puede oír. Le pertenecía a un amigo de infancia que se convirtió en prometido, luego en ex, luego en secuestrador y por último en mi dueño y amo sin yo saber nada. Yo no quería estar con él, y lo que más deseaba en ese momento era que viniera alguien a hacer un milagro y sacarme de la situación.
No sabía qué hacer. Empecé a pensar en formas de escapar e incluso se me ocurrió que a Ray le pudiera pasar algo después de la boda y yo sería libre de nuevo... De pronto me asusté viendo que empezaba a pensar como mi madre. Debía retirar ese pensamiento de mi cabeza. La solución era hablar. Así se resuelven las cosas.
Ray vino a mí y me cogió de la mano, llevándome con delicadeza hacia la habitación donde estaba mi vestido de novia. Me susurró al oído:
- Quieras o no, ahora eres mía. He pagado una suma considerable que no puedes devolver, así que hazte a la idea y vuelve a enamorarte de mí como una vez lo estuviste. Prepárate, vamos a empezar la ceremonia- me dio un beso en la mano y me dijo- esta mano me pertenece -sonrió y me hizo una promesa-. No tienes nada de qué preocuparte. ¿Cuándo he dejado yo de tratarte como a una princesa?
Dicho aquéllo se marchó, cerrando la cortina y dejando que me cambiara. No podía negarle que me tratara como a una princesa, siempre fue su forma de ser. Pero no podía pretender que yo le amara sólo por portarse bien conmigo. Después de todo, ya me gustaba alguien...
Avancé hacia el vestido de novia preguntándome qué debía hacer, y si había alguna forma de librarme de aquello. El vestido estaba colgado y llegaba hasta el suelo. Era precioso, había que decirlo. De pronto las faldas del vestido se movieron y de detrás del vestido salió Henry, guiñándome un ojo y diciéndome que no me preocupara, que todo saldría bien y que siguiera con la boda.
- Pero yo no quiero casarme- protesté.
- Confía en mí, eso no sucederá, al menos, no con Ray.
Se marchó y decidí hacerle caso. Si lo decía, debía de ser por algo.
Subí las escaleras que llevaban al interior de la mansión, ya que yo había salido por otro lado para entrar por la puerta de delante y al entrar, pasé entre las filas de asientos con todos mirándome. Ray me miraba sonriente y yo sonreí con picardía, pensando que esa ceremonia no se llevaría a cabo. La ceremonia siguió y nada sucedía, todo parecía que iba según van las bodas normales.
No puedo negar que me sentía un poco decepcionada. No dejaba de mirar la puerta esperando que alguien entrara por ella. Cuando vino la parte de los sí quiero, vi que nada sucedía y pedí una pausa para ir al baño. Salí corriendo y me tropecé con los tacones, que se rompieron y se me salieron, provocando que me cayera.
Ahí en el suelo, lloré de la desesperación y la rabia sin consuelo. Entonces, alguien de la sala vino hacia mí, me cogió en brazos y arrojó una bolsa de monedas a los pies de Ray.
- Ahí está lo que pagaste por ella duplicado. No la vuelvas a tocar, ya no te pertenece.
Era la voz de Andrés. Me brillaron los ojos al verle. Vi entrar algunos guardias del palacio y arrestaron a Ray, a sus padres y a mis padres.
- Se ve que no estáis enterados de la ley que puso mi padre hace poco que prohibía el comercio con personas bajo pena de dos años de prisión aunque depende de la gravedad del asunto. Además, a los padres de Ray les esperan algunos años más por sus negocios ilegales con otros países vecinos.
Dictada la sentencia, Andrés salió llevándome con él a la carroza real y oí un gran alboroto proveniente de los demás presentes. También oí carcajadas. Entonces comprendí que muchos estaban ahí para presenciar algo más que una boda.
- Si me la hubierais dado a mí, os hubiera regalado el dinero por gusto, y encima triplicado- les dijo Andrés a mis padres antes de entrar a la carroza-. Haber pensado mejor la jugada.
Les guiñó un ojo y cerró la puerta de la carroza. Entonces me miró y sacó un pañuelo, secándome las lágrimas de la cara con cuidado.
- Van a ser las cinco, tienes que llegar a la reunión del té que tienes con la reina. Siento no poder acompañarte, ya que tengo otros asuntos. Espero que pases buena tarde.
- ¿Por qué has pagado por mí?
- Porque puedo. No te preocupes, no te pediré nada a cambio. Sólo que seas feliz y que elijas tú con quién casarte.
- Gracias- le dije entre lágrimas.
Llegamos al palacio y Andrés me dejó que fuera sola ya que tenía que irse y no me podía acompañar, pero Henry sí. No podía dejar de pensar en lo que Andrés hizo por mí. Entré al inmenso salón donde estaba la reina esperando a que viniera. Todo estaba ya preparado. Pero había algo más que me llamó la atención. Alguien más nos acompañaba.
Mask.
N/A: Lamento no subir un capítulo ayer, me dormí :p.
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