6
—¿No crees que estas exagerando? —preguntó Sam, poniendo los ojos en blanco—. Debes reconocer que Matthew se portó a la altura, incluso por lo que me acabas de contar quede sorprendida, es como si me estuvieses hablando de otra persona.
—Por primera vez logramos convivir como personas civilizadas y admito que me sentí cómoda, pero de ahí, a que me quiera casar con él, ni siquiera estoy lista para dar ese gran paso—aseguré.
—Con que no lo estas ¿eh? —murmuró, entre risas.
—Cambiemos de tema—dije un poco irritada—. ¿Qué hay de ti?
—¿De mí? —preguntó incrédula, dándole un sorbo a su jugo de naranja.
—Si, no me digas que en todo el tiempo que estuve ausente, no te enamoraste.
—Sabes que no tengo tiempo para eso, mi vida se resume entre el colegio e ir a casa, los fines de semana, cuando no estoy tomando lecciones de piano, estoy en el club con mis padres—respondió sin ganas—. Como veras, querida prima, mi vida es un asco.
—Sabes, Matthew esta particularmente interesado en que conozcas a su primo Steven—informé, dedicándole una sonrisa de medio lado.
—No gracias—se apresuró a decir—. No estoy interesada en conocer a otro Hamilton. ¡Dios! suficiente tengo con soportar a dos Hamilton—masculló.
—Y luego dices que yo soy la melodramática.
—En verdad, Jul, agradezco tus buenas intenciones, pero...por ahora no quiero poner en riesgo a mi corazón, no después de lo que paso con Mark—murmuró, bajando la mirada.
Para mi mala o buena fortuna, jamás pude conocer a Mark Spencer en persona, salvo por las incontables fotos que Sam me enviaba de él, o por las que se publicaban en los periódicos y revistas, a simple vista era muy guapo, sus facciones se veían tan delicadas, tanto que hasta parecía como si de un muñeco de porcelana se tratara, ahora que lo pensaba, si hubiera sido mujer, sin duda habría sido una excelente modelo y una de las más cotizadas de la industria. Para nadie era un secreto que Mark, pertenecía a una de las familias nobles de Inglaterra, aun cuando su familia no era multimillonaria los títulos de sus antepasados le ayudaban un poco, pero nada de lo que uno pueda sorprenderse. Mark había sido matriculado en la misma preparatoria que Sam, exactamente cuando les faltaba tan solo un año para concluirla, Si bien, el imbécil de Mark, en tan poco tiempo logro convertirse en el chico popular del instituto, haciendo que centenares de chicas le coquetearan, pero su único objetivo fue Sam, «la chica rara» como solían llamarla, ya que ella al igual que yo le cuesta mucho socializar con las personas, y es que siempre buscan su amistad para sacar cierto provecho, ya sea monetaria o por unos minutos de fama y en esa ocasión no fue diferente, pues si bien junto con los idiotas de sus amigos, habían apostado a que no lograría llevársela a la cama antes de la graduación, y como era de esperarse, él, se lo tomó tan en serio, que utilizo sus encantos y exquisitos modales para endulzarle el oído, Sam estaba tan enamorada de él, que incluso hasta yo lo llegue a considerar el chico ideal, pero, como no todo en esta vida es de color rosa, el tipo no solo logró su objetivo, sino que la expuso públicamente, lo que provocó que con mayor razón fuera el centro de burlas y humillaciones constantes, tanto que mi padre y tío, tuvieron que pagar una buena cantidad de dinero para que los tabloides eliminaran las fotos que les habían hecho llegar, y a Sam la retiraron del instituto, para evitar que siguieran desatándose más escándalos que pudieran afectar el buen nombre de la familia, cada vez que lo recordaba, sentía demasiada impotencia, por no haber podido estar ahí para ella, justo cuando más me necesitaba, en cada una de sus cartas, siempre hacía mención de que quería morirse y en lo miserable que se sentía, temía tanto por su vida, que incluso le había rogado a mis padres me dejaran regresar antes de lo previsto, pero su respuesta había sido un rotundo «no» sin embargo, le daba gracias a Dios, que ahora Sam, se encontrara un poco mejor, pues si algo malo le hubiera sucedido, definitivamente jamás me lo habría perdonado.
—Jul, ¿te he perdido nuevamente? —volvió a preguntar en tono de burla, mientras me dedica una cálida sonrisa.
—Lo...lo lamento, Sam—atiné a decir.
—No es nada, es normal que te distraigas con facilidad—respondió sin importancia.
—No me refiero a eso—dije.
—¿Entonces? —preguntó curiosa.
—En verdad lamento mucho, no haber estado a tu lado cuando más me necesitabas—dije con pesar—. Jamás fue mi intención dejarte sola en un momento tan complicado.
—Primero que nada, Jul...yo no tengo nada que perdonarte, pues no estaba en tus manos, regresar sólo para consolarme. Al contrario, te agradezco por siempre regalarme unos minutos de tu tiempo, por que aun cuando las diferencias de horario entre Londres y New York, varían, eso no te detuvo para siempre hablar conmigo, eso no cualquiera lo habría hecho.
—Eres como mi hermana y lo sabes—le recordé.
—Lo sé perfectamente y porque lo sé, es que te quiero tanto y aprecio lo que has hecho por mí, aun cuando estuvimos separadas—dijo, apretando mis manos, que se encontraban reposando sobre la mesa—. Pero ya no hablemos de cosas tristes, mejor cuéntame, ¿volviste a ver a ese hombre guapo? —preguntó en tono pícaro.
—¿Hombre guapo? —repetí, haciéndome la desentendida, sintiendo como mis mejillas empezaban a arder.
—No te hagas la desentendida, si bien qué sabes a quien me refiero—alegó—. Por cierto, Jul—dijo ahora mostrando un semblante de preocupación—. ¿Has estado comiendo bien? Te veo un poco pálida.
—Estoy bien, Sam, no tienes nada de qué preocuparte—me apresuré a responder— y es que la verdad, lo que menos deseaba era que ella se diera cuenta de mis problemas alimenticios, pues hacia exactamente un año, que había empezado a obsesionarme, con mi peso, debido a los constantes comentarios hirientes de mi madre, era consciente de que ella esperaba a que llegara a tener una cintura pequeña, sin embargo, mi complexión jamás había sido así, pero al menos lo estaba intentando, aunque creo que esto no era suficiente, pues seguía con sus comentarios desagradables, ni siquiera se daba cuenta de lo mucho que me lastimaban.
—Jul—dijo, sacándome de mis pensamientos—. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ahora ya no estás sola, pues nuevamente estamos juntas—aseguró, volviendo a tomar mis manos entre las suyas—. Soy consciente de que tu vida no está siendo para nada sencilla, pero sólo quiero recordarte, que, entre las dos, podremos llevar la carga.
—Te lo agradezco, Sam—respondí aclarándome la garganta, pues sus palabras me habían conmovido a sobremanera, sin embargo, no podía permitirme llorar, pues no quería preocuparla, así que solo me limité a esbozar una gran sonrisa, aunque aquello me había resultado demasiado titánico.
—¿Has podido hablar con Sebastián? —me preguntó, enderezándose en su asiento, mientras miraba con curiosidad su bebida.
—No, y ya no es novedad, es un milagro que apenas y nos saludemos—solté con ironía—. Pues desde que tengo uso de razón, él siempre ha sido de estar con sus amigos.
—¿Acaso él no se alegró de verte? —preguntó incrédula.
—Siento que no le ha causado ninguna emoción, pues mi presencia tampoco es algo que le afecte o beneficie.
—Mi primo sí que es un idiota, créeme que, si yo tuviera una hermana como tú, seríamos inseparables. Ojalá, que nunca se arrepienta de haberse perdido muchos momentos maravillosos a tu lado, pues el tiempo es algo imposible de recuperar.
—Al principio, deseaba su compañía, pero ahora que los años han transcurrido, su indiferencia ya no me lastima.
—Bueno, ya no hablemos de cosas tan deprimentes, ¿Qué te parece si vemos una película? —sugirió—. Y no hace falta que te pregunte cual quieres ver, pues ya me sé de memoria cual vas a terminar escogiendo.
—¡Oye! —exclamé, dándole un leve golpe en su brazo derecho.
—¿Qué? Es la verdad—bromeó—. Pero no te voy a negar que yo también adoro Orgullo y Prejuicio, pues amo al señor Darcy—dijo con ensoñación.
—Lo sé, es tan perfecto—aseguré soltando un gran suspiro—. Ojalá que existieran hombres así.
—Creo que ya lo has encontrado, pues Matthew, es todo un caballero, se nota que ha cambiado para bien, estoy segura de que ambos serán felices.
—Creo que te estas adelantando—me apresuré a decir. — Pues honestamente aún me seguía pareciendo irreal que él, se hubiera fijado en mí, sabiendo que yo no era para nada su tipo, pero eso era algo que por nada del mundo deseaba expresar abiertamente.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top