5
Debía reconocer que aquel muchachito altanero que había conocido, hacia más de doce años atrás, ahora, no sólo era un hombre apuesto, sino también caballeroso, inteligente y divertido, pero lo que me causaba envidia, sin duda era su manera de hablar tan despreocupada y fluida, dado que yo siempre había sido un tanto reservada, por lo que cuando solían preguntarme algo, siempre respondía con algunos monosílabos, tras quedarnos un rato en silencio, dirigí mi vista hacia la ventanilla del auto, ni siquiera miraba algo con exactitud.
—¿Qué opinas, Jul? —preguntó con entusiasmo.
—¿Perdón? —respondí avergonzada, volteando a verlo.
—Te decía, que, si te apetece comer algo de comida rápida, o tal vez prefieras, ir a comer a un restaurante—volvió a decir, con gran paciencia—. Sé que no te agrado y tal vez hasta estes incómoda, pero de verdad intento que esta sea una cita normal, sin tanto protocolo. Solo somos un hombre y una mujer que están a punto de casarse, pero que claro, antes de eso, deben conocerse.
—Discúlpame, por favor. Por primera vez, mi intención, no es parecer grosera, ni mucho menos hacerte sentir mal. En esta hora que llevamos en el auto, he podido conocer esa otra faceta tuya y que apuesto muchos desconocen.
—Yo solo quiero que me conozcas tal cual soy, sin filtros. Quiero que conozcas al torpe de Matthew Hamilton— musitó con diversión—. En la empresa soy un hombre frívolo, autoritario, y ante el mundo, soy ese rompecorazones, del cual siempre suelen hablar en las revistas de chismes, pero cuando estoy en casa o con mis amigos, suelo ser relajado y divertido, incluso me atrevo a decir que algo torpe.
—No me puedo creer, que el gran Matthew Hamilton, sea una persona común— solté con ironía.
—Es la verdad, y... ¿qué hay de ti?
—Yo..., yo, solo soy una persona insignificante, que siempre pasa desapercibida, gracias a que vivo a la sombra de mi hermano.
—En primer lugar, no eres insignificante, lo creas o no, a donde quiera que vas, logras robar algunos suspiros.
—¿Quién lo dice? Por favor, es lógico, que no están tras de mí, sino de mi apellido y fortuna.
—Lo dudo mucho, pues dejaste a la mitad de los caballeros, deslumbrados—confesó con gran pesar—. Es por eso, que debo esmerarme, pues si no lo hago, fácilmente otro, me quitara del camino— dijo regalándome una sonrisa seductora justo cuando con delicadeza tomo mi mano izquierda.
Las confesiones tan inesperadas de Matthew, habían logrado dejarme sin habla, me resultaba demasiado difícil corresponderle de la manera en que él deseaba. Era consciente de que muchas mujeres en mi lugar estarían más que encantadas de recibir cada una de sus atenciones, incluso, hasta podía jurar, que, al escuchar aquellas confesiones tan apasionadas, se le lanzarían y tal vez, hasta...de inmediato, borre aquellas escenas subidas de tono de mi mente, y no porque me provocaran celos, sino porque me causaban cierta repulsión. Casi al instante, pude sentir, como él entrelazo sus dedos con los míos, lo hacía con cierta posesividad, que cuando me atreví a mirarlo a la cara, él acorto la distancia que había entre nosotros, haciendo que mi pulso se acelerara y las rodillas me temblaran, solo atiné a cerrar los ojos y rogar por que algo sucediera, hasta que... la voz de su chofer se hizo presente, para informarnos que habíamos llegado a nuestro destino, Matthew, se alejo, molesto, mientras que yo agradecía al cielo que me hubiera escuchado, cuando abrí los ojos, quede impresionada.
—¿Un parque de diversiones? —pregunté incrédula.
—Quise que nuestra primera cita fuera memorable—respondió con orgullo.
—Pero, ¿no temes que nos acosen?
—La verdad, no. Pues, al fin, dejare ver esa otra faceta mía y que mejor que al lado de mi prometida. o, si lo prefieres, vamos a otro lugar.
—El parque está bien, es más tiene ya bastante tiempo que no piso uno. Agradezco, que hayas pensado en esto.
—Sólo quiero hacerte feliz, ¿ahora, que te parece, si nos bajamos?
—Por supuesto—respondí con emoción.
—Alex, por favor, estaciónate cerca de la salida, debemos estar prevenidos por cualquier cosa.
—Como ordene, señor—asintió obedeciendo, para después bajar a abrirnos la puerta, Matthew, fue el primero en descender y acto seguido me ofreció su mano, para que yo pudiera hacer lo mismo. Una vez que estuvimos afuera, pude sentir una alegría inmensa, haciendo que, por un breve instante, regresará a ser como una niña y cómo no hacerlo, si aquel lugar era maravilloso.
—¿Qué te parece, si nos subimos a la montaña rusa? ¿o tal vez, prefieras algo más ligero, como el carrusel?
—La montaña rusa, está bien—respondí con emoción.
—Entonces, madame... la montaña rusa será—canturreó de manera juguetona, volviendo a tomar mi mano—. Alex, si gustas, puedes ir a tomar algo, Jul y yo estaremos bien—aseguró, dirigiéndose a su guardaespaldas.
—¿Esta seguro, señor? Aquí hay demasiada gente, temo que alguien pretenda tentar contra su vida o la de la señorita.
—No seas tan exagerado, además, no olvides que es un lugar público, hay familias enteras, divirtiéndose.
—Muy bien, señor. Pero, aun así, estaré vigilándolo a una distancia prudente.
—Como quieras—respondió con frustración—. A veces siento que mis guardaespaldas exageran.
—No es para menos, además ellos hacen su trabajo, y presiento que tú no se los pones tan fácil. Qué tal si un lunático, te dispara desde esa distancia—apunté hacia el balcón de una tienda de recuerdos.
—Creo que has visto demasiadas películas de matones—musitó incrédulo, mirando hacia donde había señalado—. Lo mejor será, que dejemos de pensar en Gánsteres y disfrutemos del día—propuso empujándome hasta llegar a la montaña rusa.
Para nuestra buena suerte, la fila avanzaba rápidamente, al llegar a la par de los carritos, uno de los empleados, nos pidió nuestros respectivos pases. me sentía tan feliz y nerviosa, pues la última vez que había estado en un parque de diversiones, había sido a los diez años, demasiado joven, como para poderme subir a la montaña rusa. Y, ahora, finalmente, iba a experimentar lo que se sentía estar en ella.
—Adelante—dijo el empleado, permitiéndonos el paso. Matthew, con cuidado me ayudo a subir a nuestro respectivo carrito, se le veía tan sonriente, que por primera vez me di cuenta de que poseía una linda sonrisa.
—Tranquila Jul. Voy a cuidarte, con mi propia vida—aseguró rodeándome con su brazo derecho. De apoco las personas se fueron ubicando en los carritos disponibles, y yo, no podía más con la ansiedad que me invadía. Pues, ya quería que el juego se pusiera en marcha, justo cuando estaba por decir algo, los cinturones, nos fueron ajustados, y acto seguido, la hilera de carritos, empezó con su recorrido, a través de intrincados bucles y giros, cada vez que, hacia dicho movimiento, podía sentir algo extraño en el estómago. La adrenalina que recorría mi cuerpo, me hacía sentir libre y viva.
—Levanta los brazos, Jul—sugirió Matthew hablando en voz muy alta.
Obediente, lo hice, aunque al principio, sentí un poco de pánico, pero conforme pasaban los segundos me iba acostumbrando, la experiencia me resultaba maravillosa, definitivamente, tenía que regresar, pero esta vez con Samantha. Una vez que el juego se detuvo, esperamos, a que los demás bajaran, para después hacerlo nosotros, sin ningún problema.
—¿Qué te pareció?
—Honestamente... ¡me encanto! no puedo explicarte con palabras exactas lo que sentí, fue algo, tan...liberador.
—Y, eso que no nos hemos subido a los demás—dijo con emoción.
—¿Sueles venir muy a menudo?
—Muy poco, la verdad, y cada vez que lo hago, lo hago en compañía de Steven.
—¿Steven? —pregunté incrédula. Si bien, Steven Dunst Hamilton, era otro joven millonario, de casi la misma edad que Matthew (veintiún años) era apuesto, educado, pero demasiado serio, pues la mayor parte del tiempo siempre estaba con su ceño fruncido, tanto, que casi podía jurar que no sabía sonreír.
—Así es, ¿por qué es que te sorprende tanto?
—Tal vez, porque lo recuerdo como una persona demasiado seria. Ambos sabemos que él no es una persona que suele hablar mucho.
—Es verdad, pero cuando se siente cómodo, habla hasta por los codos. Me gusta conversar con él, he de confesar, que es el único pariente al que realmente aprecio, es algo, así como mi hermano.
—Te entiendo, eso mismo me sucede con Sam.
—Tal vez, deberíamos presentarlos—sugirió, de manera picara.
—No suena tan descabellada tu idea.
—Entonces, ya está. Ahora vayamos, a la noria.
Tras haber pasado casi tres horas en el parque de diversiones, finalmente Matthew, me llevo directo a casa, debía confesar que era la primera vez que me sentía cómoda en compañía de él, pues habia reído como nunca, gritado hasta casi quedarme afónica, pero lo más importante, habia podido sentirme libre.
—Hemos llegado, madame—anunció en tono coqueto, regalándome una espléndida sonrisa.
—Gracias por este día, Matthew... en verdad me la pasé muy bien—dije con sinceridad.
—Yo soy el que debe darte las gracias, pues lograste soportarme por casi cinco horas—dijo a modo de broma, tomando mis manos entre las suyas—. En verdad me gustas tanto, Jul, que estoy dispuesto a todo por tenerte en mi vida.
—Necesito tiempo, por favor—atiné a decir apartando de inmediato mis manos de las suyas, justo cuando estaba por abrir la puerta trasera él me detuvo.
—Lo que menos quiero es asustarte con mis confesiones tan apasionadas, pero es la verdad. No voy a renunciar fácilmente a ti.
—Nos vemos pronto—me despedí.
Cerré la puerta y apresuré mis pasos hacia el interior de mi residencia. Una vez dentro, me recargue en la pared, dejando escapar un largo y pesado suspiro. Temía que Matthew intentara presionar a mi padre para que se hiciera oficial nuestro compromiso, no podía imaginarme siendo la esposa del heredero Hamilton, pero lo que me causaba muchísimo más pavor, era tener de suegra a la viuda de Hamilton, esa mujer me detestaba, y, por si fuera poco, interfería mucho en la vida de su hijo, haciéndolo parecer su propio títere, ya podía visualizar que tan miserable iba a ser.
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