Señor y señora Jeon.

El rumor de que el jefe Park ignoraba a su hermanastro a pesar de dormir bajo el mismo techo se esparció como pólvora por toda la pandilla. Era el tema del momento, tema del que siempre se hablaba en todas las conversaciones.

Pero las malas lenguas solo podían hablar rumores y teorías, nadie sabía que estaba pasando realmente.

Pasaron los días y Jungkook cada vez se acostumbraba más al ritmo de Goldenleonar, las primeras noches no pudo dormir mucho ya que los disparos nocturnos lo despertaban, eso ahora no pasaba.

Con la ayuda de TaeHyung ya no se perdía tan seguido en un lugar tan grande, el mismo peligris le dibujó mapas a crayola que daban a los lugares más importantes, cómo la cocina, el baño más cercano, salidas de emergencia. Los papelitos los cargaba siempre consigo.

En realidad, Jungkook no había estado buscando como un loco al rubio, simplemente porque sabía que el día de la boda de sus padres, inevitablemente tendría oportunidad de explicarse. Eso sí Jimin planeaba ir a la boda...

Y ese día había llegado.

A primera hora de la mañana llegó personal de su padre para transportarlos al lugar de la boda. El señor Jeon había aprendido la lección y en lugar de enviar una limusina costosa, envío un auto bastante insípido.

-El amo exigió la presencia del joven amo Park en un día tan especial como este. - dijo el guardaespaldas que se presentó frente a la hacienda.

Jungkook alzó la ceja.

-... La... La señora Park, la señora Park exige la asistencia de su hijo. - corrigió el hombre.

-Busquen a Jimin. - pidió Jungkook a los guardias que cuidaban la puerta.

Los chicos asintieron y solo uno de ellos entró a la hacienda en busca del ojiazul.

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En medio de la oscura oficina, se abrió la puerta, dejando entrar un pequeño rayo de luz natural. El guardia estaba nervioso, en este momento era el blanco fácil de todas las frustraciones acumuladas durante la última semana del jefe Park.

-¿Ya están aquí? - preguntó Jimin, sabiendo a qué venía aquel chico a su oficina.

El chico asintió lentamente, escondiéndose tras la puerta.

Jimin suspiró y, sin reproches, se levantó de su escritorio y se dejó guiar por el chico. El guardia, aunque confundido, lo escoltó hasta afuera.

El semblante en Jimin se mantuvo serio aún cuando conecto miradas con Jungkook durante unos segundos.

Ambos entraron al pequeño auto en silencio, y durante el largo viaje se mantuvieron así. Hasta el mismo chófer rezaba a todos los dioses terminar esto rápido para poder irse.

En un ataque de valentía, Jungkook se giró hacia su hermanastro.

-Solo quiero arreglar las cosas contigo, no quiero que tengas una mala imagen de... - comenzó, pero Jimin, sin apartar la vista de la ventana, le interrumpió.

-Como te dije la vez pasada: tu y yo no tenemos nada de que hablar. - puntualizó.

Ese fue el único intento que hizo el rizado por llegar a un acuerdo con Jimin, al menos durante el viaje en auto.

El lugar de la celebración fue una pequeña isla privada lejos de la ciudad, la mesa de snacks estaba repleta de todo tipo de platillos, las sillas y mesas para los invitados se encontraban listas y limpias. Todo lucía perfecto.

Al salir de la lancha en la que los habían traído, Jimin observó cada detalle del hermoso lugar.

-Estoy seguro que tu madre  estará muy feliz de verte en su gran día. - sonrió el castaño, inclinándose hacia el pandillero.

Jimin sonrió de lado, algo nervioso, y volvió a evitarle la mirada, para seguir viendo las decoraciones.

-Puede que no me creas, y quizás pienses que soy un entrometido. Pero he estado pasando más tiempo con tu madre y, no deja de hablar de ti. - el castaño se carcajeó con ternura. - Siempre menciona lo orgullosa que está de tí por tus logros, por lo mucho que creciste. Y regaña a los cocineros siempre que preparan algo que a ti no te gusta, les exige que cambien de platillo.

Jimin no pudo evitar reír debido a la idea de su madre regañando a chefs profesionales.

-Lo que trato de decir es que, se que han tenido diferencias y conflictos, pero ella aún te ama, y estoy seguro que si tienen una conversación extensa y tendida, ese hecho se volverá aún más evidente. - golpeó amistosamente el brazo del rubio. - Cómo un hombre que perdió a su madre a muy temprana edad, te aconsejo que hables con ella. Yo daría lo que fuera por haber podido resolver nuestras diferencias antes de que se fuera.

Aquel consejo fue realmente significativo para Jimin, quien sonrió genuinamente.

El rubio abrió la boca con la intención de dedicarle unas palabras al castaño, pero apareció una rubia a lo lejos.

-¡Conejito! - saludó Gulia, corriendo hacia los chicos con tacones blancos de planta alta.

-Gulia, n~no sabía que vendrías... - la abrazó mientras miraba disimuladamente a Jimin.

El pandillero se arrepintió de las palabras que iba a decir, en su lugar, dijo otras completamente diferentes.

-Ire a buscar a mi madre, los dejaré solos... - no le dió oportunidad a Jungkook de oponerse, ya se había ido.

Gulia lo observó irse, negó con la cabeza un par de veces y miró a Jungkook.

-¿No crees que es un poco grosero? - preguntó la chica.

-Dale un respiro, no está acostumbrado a las reglas de etiqueta. - dijo rápidamente el castaño.

-Aun así, ¿No recibió buena educación desde que su madre se juntó con tu padre? - siguió atacando la rubia, cosa que a Jungkook no agradó, en absoluto. - Además, leí en las noticias que es un gangster, ¿No te da miedo eso? Deberías mantener tu distancia de él, no sabes que puede hacerte.

-Estoy más seguro al lado de Jimin que al lado de una chica que habla a espaldas de la gente. - puntualizó, para después alejarse de ella, dejándola confundida y ofendida.

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Jungkook intentó buscar al chico tatuado, pero conforme pasaban los minutos, más invitados llegaban, y por cortesía, tenía que saludar y ser amable con cada uno de ellos.

-Debes estar muy feliz por tu padre. Al fin encontró una mujer estupenda después de tu madre. - le sonrió un hombre con canas a los lados de su cabello, chaparro y con una barriga.

-Aunque todos extrañamos mucho a tu madre, es bueno saber que tu padre sigue adelante. - dijo una mujer de grandes tacones rojos.

Se trataba de los padrinos de Jungkook, una vieja pareja dueña de una cadena de hoteles.

Más y más personas se acomulaban alrededor de Jungkook, esperando poder hablar y ganarse su simpatía; sin embargo, la música comenzó a sonar, anunciando que el evento comenzaba.

Todos tomaron asiento, esperando ansiosamente la aparición de la esposa.

El padre de Jungkook subió al altar, vistiendo un traje negro bastante elegante, lucía tranquilo y sereno. El hombre saludó con un gesto a su hijo, que tomaba lugar tras su padre ya que era uno de los caballeros de honor.

El piano acompañó al resto de instrumentos, y todos centraron su atención en la mujer vestida de blanco que caminaba entre los invitados.

La señora Park estaba inmensamente feliz, un brillo especial se iluminaba en sus ojos y su sonrisa parecía no borrarse nunca. Pero si de algo se dió cuenta todo el mundo, es que la mujer observaba hacia todas direcciones, buscando a alguien.

La mujer subió al altar frente a su prometido y se sonrieron mutuamente.

El padre comenzó su discurso de siempre, dando comienzo a la ceremonia.

Constantemente la futura señora Jeon observa hacia el único asiento solitario, y conforme pasaban los segundos, su enorme sonrisa se iba apagando.

-Querida... - le interrumpió el señor Jeon, susurrándole un poco.

La mujer salió de sus pensamientos, y por los gestos del padre y del señor Jeon, supuso que era su turno de decir sus votos.

-Una disculpa... - susurró la mujer. Carraspeo la garganta y comenzó sus votos. - Esto ya te lo dije a principios de nuestra relación, pero quiero repetirlo para que nuestro Dios sea testigo.

Y tal como lo hicieron con el señor Jeon, el padre le entregó un micrófono.

-Tengo un hijo. - puntualizó la mujer. - Un hijo que no es tu sangre, pero lo amo. Y pido que lo ames tu también. Quizás no tenga tu parentesco pero tiene el mío, y si me amas, lo amarás a él tanto como se lo merece. Es un muchacho tan dulce, tan caballeroso, muy humilde y, sobre todo...

En ese inter, una cabellera rubia pedía permiso a los invitados para poder sentarse en su respectiva silla. Su madre lo notó, Jimin hizo una pequeña reverencia hacia ella, tratando de lucir desinteresado.

Pero su madre no podía estar más feliz por su presencia, a partir de ahí, la sonrisa de antes volvió a aparecer, y más grande.

-Es el mejor hijo que pude haber pedido. - terminó su discurso la mujer, su voz se quebró en la última palabra.

Madre he hijo hicieron contacto visual, ambos se sonrieron.

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Al terminar la ceremonia, era momento de celebrar la unión de aquellas dos almas. La pista de baile estaba repleta, estaba a punto de oscurecer y la mesa de snacks seguía intacta; el alcohol estaba por acabarse.

Jungkook terminó aquel trago que uno de los invitados le había entregado. Y se apartó del grupo de adultos antes de que le ofrecieran otro trago, en su lugar, se acercó a la mesa de snacks, dónde se encontraba un solitario rubio bebiendo.

-Deberías dejar de beber tan seguido, llevas una docena de copas... - le reprendió mientras intentaba quitarle la copa.

Jimin se aferró a su copa y no le permitió quitársela.

-¿Me estas acosando o algo así? ¿Por qué cuentas las copas que tomo? - gruño llevándose un trago a la boca.

El castaño sonrió tímidamente.

-Gracias. - dijo Jungkook, ganándose la mirada interrogativas de Jimin. - Por haber hecho feliz a tu mamá hoy.

-Es mi madre. Aunque no me lo hubieras pedido habría estado presente, solo necesitaba un poco de tiempo para asimilarlo. - respondió, dándole otro sorbo a su bebida.

Jungkook recargó sus codos sobre la mesa, de frente al mueble, todo lo contrario a Jimin, que recargaba sus codos y la espalda sobre este.

A las lejanias, sobre el horizonte del mar, Jungkook logró ver tres luces brillantes.

-Que extraño. Según yo, mi padre no instaló fuegos artificiales... - entrecerró los ojos para poder ver las luces claramente.

-¿Fuegos artificiales? - Jimin se giró, mirando las luces que mencionaba el castaño.

Ambos se esforzaron por identificar que tipo de luces eran, lo único que se percibía es que cada vez se hacían más grandes, como si se acercaran.

El primero en saber que eran fue Jimin, quien inmediatamente entro en pánico.

Esos no eran fuegos artificiales.

Esos eran bombas de humo.

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