Nuestro reflejo.
El chico le entregó al vendedor el dinero por ambos helados. Agradecieron y se retiraron del pequeño puesto mientras disfrutaban de la compra.
-Muchas gracias por invitarme, pensé que traía algo de dinero conmigo... - dijo a modo de disculpa el peligris.
-No es nada, 5 wones no son nada. - le restó importancia el castaño.
Ambos se dirigían de nuevo a la hacienda, subían colina arriba entre el pequeño callejón oscuro, tan solo disfrutando de los sabores que habían elegido; cuando repentinamente aparecieron dos extraños de entre otro callejón.
Uno de ellos desenfundó una navaja.
-Denos todo el dinero que tengan, imbéciles. - amenazó con su navaja el más alto.
-Hey, ese tiene linda ropa, debe tener mucho dinero... - analizó el otro delincuente.
Jungkook se mostró preocupado he instintivamente comenzó a sacar su billetera, pero el segundo en el que dejó de ver a los extraños le dió tiempo a TaeHyung de noquearlos. Para cuándo los volvió a mirar, estos ya se encontraban en el piso.
-He... He... - tartamudeo confundido el rizado.
-Mierda, dejé caer mi chocomenta... - se lamentó TaeHyung, pateando impotente el vasito de su helado.
-He... Cómo agradecimiento por salvar mi cartera, te compraré otro. - sonrió el menor, a lo que el peligris celebró.
-De acuerdo, solo permite que llame a unos compañeros para que les den su merecido a estos. - señaló a los inconscientes.
Jungkook asintió.
Tenían que esperar a que aquellos compañeros de los que habló TaeHyung llegarán, para asegurarse de que los asaltantes no sé despertarán. Mientras tanto, ellos se dedicaron a hablar sobre trivialidades.
-¡Hey, Tae! - le saludo un enorme hombre con una cicatriz en el labio.
-¿Dónde están los infelices? - preguntó el otro pandillero.
-¡Gamnam! ¡Sinu! - les saludó sonriente.
En lo que se aproximaban aquellos compañeros, uno de los asaltantes comenzó a recobrar la consciencia.
El de cicatriz lo tomó de la camisa y lo levantó sin esfuerzo alguno solo para poder verle el rostro.
-No son de por aquí, ¿Cierto? - se carcajeo el pandillero.
-Sinu, dale lo que se merece. - sonrió su compañero.
El asaltante tembló del miedo, no tenía oportunidad de huir así que solo le quedó cerrar los ojos para esperar la paliza.
Alrededor de diez segundo mantuvo los ojos cerrados sin sentir dolor, con lentitud y confundido abrió los ojos, viendo delante de él que aquel pandillero le entregaba una bolsa, que por el tintineo, podría suponer que contenía monedas.
-Esta es para ti, y la que está a tus pies es para tu amigo. - le explicó mientras lo volvía a acostar en el suelo.
El asaltante se quedó inmóvil, ¿Esto era una clase de broma cruel?
Si intentaba huir, ¿Le darían una paliza?
-Oye, más te vale que tú y tu amigo se vayan con esas bolsas antes de que les demos su paliza merecida por haber intentado asaltar a nuestro Tae. - amenazó el otro pandillero.
Fue entonces que el chico reaccionó, despertó a su amigo a los golpes y, cuando recobró la consciencia, ni siquiera le explicó nada, solo lo hizo tomar su bolsa y huyeron.
Jungkook, quien miraba desde una distancia prudente, frunció el ceño, confundido. Creyó que de verdad los golpearían, nunca se esperó que los chicos les regalarían dinero.
-Nos reflejamos. - explico Tae, aunque aquella frase confundió más a Jungkook, por qué lo que tuvo que explicarse mejor. - De no ser por Sangre Azul muchos de nosotros asaltariamos gente de este distrito para sobrevivir. Nos reflejamos en sus ojos.
-Antes de unirme a Sangre Azul, yo participaba en peleas callejeras para conseguir algo de dinero. - recordó Sinu con nostalgia.
-Yo no tengo una historia como ellos, mi madre fue parte de esta pandilla, por lo que yo nací siendo un Sangre Azul. - sonrió Gamnam.
Jungkook observo a los tres chicos, estaba mudo, no sabía que decir.
¿Que debía hacer? ¿Felicitar, dar su pésame?
TaeHyung se carcajeo por la reacción congelada del rizado.
-No tienes que decirnos algo si no lo quieres. - le restó importancia Sinu, sonriente.
-Si, esto te lo decimos para que comprendas un poco más la ideología de Sangre Azul. - explicó el peligris.
Jungkook asintió.
Estaba sorprendido, sabía que no era una pandilla de matones comunes pero, ¿Regalar dinero a asaltantes?
Jimin en verdad había hecho un buen trabajo como líder de estos chicos, los reformó, los ayudó he incluso los crío. Estaba impresionado por la habilidad del rubio.
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~Hacienda Park: aposentos del jefe~
Mientras tanto, Jimin había recurrido a su mejor máquina anti-estres: una de sus joyas.
Habían comenzado hace ya una hora, lo que podría parecer impresionante, sin embargo...
-Espera, espera, espera... - pidió Jimin, bajandose del regazo de Nill con cansancio.
Se desplomó a su lado mientras jadeaba sin parar. Por otro lado, Nill estaba mudo, tan solo analizando lo que acababa de suceder, o más bien... Lo que no había sucedido.
-Debo estar más estresado de lo que creí. Lo siento... - dedujo Jimin, disculpándose con él por no haber podido acabar.
Nill abrió la boca tan solo un segundo, queriendo decir algo y retractandose al momento. Se acostó de lado, recargandose sobre su codo y mirando fijamente al rubio.
-... ¿Te encuentras bien de salud? - preguntó Nill, preocupado.
Aquella pregunta pareció ofender al ojiazul.
-¡Ya te dije que solo estoy muy estresado y cansado! - se explicó.
-Yo sé, se que estás bajo mucha presión últimamente, pero... Nunca te pasó que... No pudieras... - Intentó indagar, sin embargo, la mirada molesta de Jimin le advertía que no siguiera por aquel camino. Y para preservar sus genitales, cambió de tema. - ¿E~estas seguro que has estado durmiendo bien? Escuché que la falta de sueño...
-Olvidalo. Se que piensas que soy un impotente. - se levantó de la cama, molesto.
-¡N~no es cierto! - intentó seguirlo, pero las vueltas que daba Jimin por toda la habitación lo marearon, entonces decidió quedarse en un solo punto y dejar que el jefe ronde a su alrededor. - Jimin, está bien, todos alguna vez pasamos por algo así...
-¡Pero yo no! ¡Nunca yo! - gritó molesto.
Nill guardó silencio, tan solo decidiendo no seguir intentando hacerlo sentir mejor, que parecía que eso lo molestaba aún más.
Jimin suspiró para tranquilizarse y comenzó a recoger su ropa.
-Solo... Olvida que esto pasó. - ordenó mientras se vestía.
Nill asintió, mirando al suelo, tan solo dejando que Jimin se vistiera y dejará la habitación.
El rubio caminó molesto por el pasillo, dirigiéndose hacia su oficina, estaba por cruzar la puerta principal para ir hacia el lado derecho de la hacienda, cuando un par de risas le detuvieron.
Se trataba de tres de sus chicos, y Jungkook.
Se escondió tras un pilar, por mero reflejó. No es que no quisiera verlo.
¿Que hace él con mis chicos? Se preguntó curioso.
Pero analizando más a detalle la situación, se dió cuenta que los cuatro no hablaban entre ellos, sino que dos de ellos hablaban entre sí, mientras el peligris y Jungkook charlaban por separado.
¿Desde cuándo Jungkook tenía amigos con los que charlar entre su pandilla?
Observó por un tiempo más hasta que los cuatro desaparecieron de su vista. Y cuando no los vió, meditó la situación.
Había algo que le molestaba de todos esto... Pero, ¿Que podría ser?
-¿Jefe? - preguntó un guardia, sacando de sus pensamientos al rubio. - ¿De quién se esconde?
-¿E~esconderme yo? Para n~nada. - carraspeo su garganta y se alejó de la columna. - Solo observaba la firmeza del concreto de esta columna, ¿Si? Y~ya la observé, está en perfecto estado así que... Me voy...
Huyó del lugar tan pronto pudo, se encerró en su oficina después de eso.
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Al día siguiente, Jimin creyó que esa mañana Jungkook dejaría el distrito, pero no fue así. A primera hora recibió la noticia por parte de uno de sus chicos que Jungkook había pedido permiso a su padre para quedarse un par de días más antes de la boda, a lo que le concedió el permiso.
Decidió ignorar aquella noticia, era más que obvio que Jungkook planeaba quedarse más tiempo para tener la oportunidad de hablar con él, pero no sé lo permitiría, estuvo cambiando de habitación constantemente para reducir la oportunidad que irrumpiera en su oficina.
Y estaba funcionando.
...
O en realidad Jungkook no lo estaba buscando.
Pff, que ridículo, por supuesto que me esta buscando como un loco para disculparse. Se dijo a si mismo.
-Y este es el nuevo contrato de alianza de comercio entre Cuervo Negro y Sangre Azul. - le entregó las hojas un chico.
El chico le dejó el contrato justo frente a él en el escritorio, pero Jimin parecía inmerso en sus pensamientos, ignorando completamente tan importante papel.
-Por favor, asegúrese de leerlo detenidamente. - aconsejó, diciendo aquello de manera intencional para sacarlo de sus triviales pensamientos, pero parecía no haber funcionado. - Jefe, ¿Se encuentra bien?
-¿No te parece que el dorado es mucho mejor que el gris? - preguntó sin contexto alguno el rubio.
El chico se descolocó completamente, ¿A qué venía eso?
-Si, piénsalo. Es decir, el gris es un color muy aburrido y oscuro. ¿Quien en su sano juicio escogería al gris antes que al dorado? - se carcajeo divertido, como si la respuesta fuera obvia.
El chico estaba confundido, pero aún así decidió seguir la conversación.
-B~bueno, el gris es un color que combina con todo: gris y blanco, gris y rosa, he incluso gris y café. En cambio, pocos colores complementan al dorado sin lucir demasiado saturado. E~es... - comenzó a dar su opinión, hasta que observo a un no muy contento Jimin mirándole. - P~pero esa es solo mi ignorante opinión. Estoy seguro que el dorado es un muy buen color...
Jimin resopló frustrado y se levantó del escritorio.
-Tomare un poco de aire. - dijo mientras dejaba la habitación.
Salió al patio trasero, tan solo respirando el aire fresco y escuchando el piar de los pájaros que se refugiaban en sus nidos en los árboles de aquel enorme patio.
Caminó hasta adentrarse aún más entre los arbustos, cuando un par de risitas le llamaron la atención.
Siguió las voces hasta encontrarse de frente, pero muy lejos, a aquel peligris junto a Jungkook.
Sin darse cuenta apretó sus manos en puños.
De todas las personas... Rechinó los dientes, hasta que sus ojos se abrieron de la sorpresa al ver cómo aquel chico de cabello gris arrancó una flor rosa del árbol más cercano y se la entregó a Jungkook.
El castaño sonrió enternecido he hizo lo mismo. Ambos se carcajearon.
Aquella fue la gota que derramó el vaso.
Comenzó a acercarse a ellos, decidido y con llamas en sus ojos.
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