[No hay título hoy, solo epicidad]

La habitación quedó en completo silencio cuando sus gritos de agonía habían parado, lo habían traído a la hacienda lo más rápido que pudieron, pero no lo logró.

De su boca fluía mucha sangre, lágrimas de dolor recorrían su rostro y, poco a poco el brillo de vida abandonos sus ojos.

Namjoon cerró los ojos y suspiró, a su líder no le agradaría para nada la noticia.

-¿Que... Hacemos con él? - preguntó uno de los chicos, preocupado, refiriéndose al cuerpo que hace tan solo unos segundos respiraba.

-El jefe nos va a matar... - tembló otro chico de cabello rojo.

El de hoyuelos, por respeto, le cerró los ojos.

-Informenle al jefe. - ordenó Namjoon, observando como había entrado por la puerta principal uno de los chicos. - ¿Cómo está él?

El resto de los chicos se apresuraron a levantar el cuerpo del hombre oso y sacarlo de la habitación antes de que empiece a oler.

-Él está bien, está descansando. - informó el joven mientras veía como levantaban el cuerpo, Namjoon asintió aliviado.

El chico se quedó en silencio, debatiéndose en sus adentros si debía externar su duda o no. Vaciló, pero decidió decirlo.

-Le informé al jefe su estado, pero actuó indiferente... ¿Ocurrió algo en esa pelea? - preguntó el nervioso chico.

Todos guardaron silencio, ni siquiera Nam planeaba responder esa pregunta.

El silencio era sepulcral, hasta que el timbre de un mensaje entrante provino del celular de Namjoon. Sacó su celular rápidamente y leyó el mensaje, guardandolo enseguida.

-Deshaganse del cuerpo, tengo que irme a una reunión urgente. - indicó antes de dejar el lugar.

Recorrió un par de pasillos con prisa, hasta que azotó una vieja puerta, todos los presentes le miraron. En el centro había una mesa sumamente grande y redonda, en la sala había 10 personas, todas y cada una eran líderes de pequeñas filiales dentro de Sangre Azul.

-Hyung, que bueno que a llegado. - le saludó un chico de ojos sumamente verdes y brillantes. - Siéntese, por favor. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

Namjoon guardó silencio, ni siquiera asintió la cabeza para saludarlo, simplemente se sentó y todos los presentes también lo hicieron.

Observo a su alrededor, lo único que podía ver no eran personas, sino hienas hambrientas de poder; egoístas y rastreras, esperando un movimiento en falso por parte del rubio que los lideraba, para quedarse con todo.

Lamentablemente Jimin no se había ganado el corazón de todos, existían personas que envidiaban su poder, y por eso se quedaban a su lado. ¿Como dice el dicho? ¿Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos, aún más cerca?

-Nos enteramos de la reciente pelea territorial que ocurrió con Cruz Roja. - comenzó aquel chico de ojos verdes, Namjoon ya sabía que tocaría ese tema no bien comenzarán la reunión. - Hyung, tu estuviste ahí. ¿Tienes algo para decirnos?

Había que admitirlo, Namjoon sudaba frío, estaba nervioso, a partir de ahí, tenía que cuidar cada palabra que decía.

Jimin, ¿Cómo voy a poder salvarte esta vez? Preguntó Namjoon al cielo.

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~En algún lado, bajo un edificio abandonado~

Su nariz sangraba de nueva cuenta, le había ocurrido tantas veces que ya no sentía dolor alguno, solo le desagradaba lo semiliquido que era su sangre recorriendo sus labios.

Disimuladamente observo hacia una pequeña ventana que le permitía ver el cielo y la luz del sol.

La mano que lo había estado golpeando todo este tiempo le tomó violentamente del mentón y le hizo verlo.

-¿Aún le tienes fe? Olvídate del líder Park, ya pasaron varios días y aún no viene a buscarte. - se burló el hombre. - Es líder de una de las pandillas más poderosas de Corea, ¿No crees que, si te amara tanto, ya te habría encontrado?

Chaseok frunció el ceño, mentalmente cerrando sus oídos a sus crueles palabras.

Pero lo que decía era verdad, Jimin siempre fue eficiente y rápido, si el quisiera buscarlo... Ya lo había hecho.

El hombre que sostenía el bat de béisbol se carcajeo un poco.

-Pobre hombre enamorado, creo que ya hasta me das lastima... - confesó, para después levantar el bat y, con una sonrisa satisfactoria y tétrica, golpearle la cabeza repetidas veces.

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~Hacienda Park~

Lentamente recobró la consciencia, abrió los ojos somnolientamente, observando la habitación a su alrededor.

Había poca luz solar, así que le costó darse cuenta que se encontraba en la hacienda de Jimin.

Comenzó a sentir dolor en su garganta, así que se llevó las manos al cuello he intentó tragar saliva de manera cuidadosa.

De repente, la puerta principal se abrió, observo aquella dirección, esperando que fuera Jimin, sin embargo, se trataba de una chica joven que en sus manos sostenía una bandeja.

La chica le miró, impresionada, así que asomó la cabeza del otro lado de la puerta y le susurró al guardia.

-Avisale al jefe que ya despertó. - ordenó, para después volver a entrar a la habitación, con una sonrisa en sus labios. - ¿Cómo te encuentras?

Jungkook observo perdidamente hacia las sábanas blancas que le cubrían, y las apretó en puños con sus manos.

-Esta... Es la segunda vez que me encuentro herido en esta cama. Y también es la primera vez que él no está a mi lado. - musitó el castaño.

La chica hizo una mueca de tristeza, para después tomar asiento al lado de su cama y dejando la bandeja en la mesita de noche.

-Voy a poner esto en tu frente. - advirtió la chica una vez que mojó una pequeña toalla en el cuenco de agua que llevaba aquella bandeja.

El rizado asintió y entonces la joven se apresuró a hacer su trabajo, ambos estaban silenciosos así que era incómodo.

Lo miro disimuladamente, observando como en su rostro abundaba la tristeza.

-El jefe está muy ocupado últimamente, seguramente vendrá a visitarlo en cuanto se enteré que usted despertó. - intento hacerlo sentir mejor.

Jungkook negó rotundamente.

-No, él no vendrá... Yo... Yo fui grosero con él cuando intentó ayudarme. - confesó mientras recordaba en su mente una y otra vez cuando le golpeó la mano cuando Jimin intentó consolarlo. - No va a venir porque... Me odia.

El chico metió sus propios labios dentro de su boca, mordiendolos un poco. Estaba ocupando todas sus fuerzas para no llorar, aunque ya se encontraba sollozando.

La chica suspiró impotente, se sentía mal por él, pero no había nada que pudiera hacer para hacerlo sentir mejor.

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~Oficina del jefe Park~

Lo hacía pocas veces pero, con tal de mantener su mente distraída, comenzó a hacer papeleo. Normalmente lo hacía Namjoon, pero hoy de verdad ocupada una distracción.

De repente, la puerta de su despacho fue abierta, un chico de cabello naranja asomó la cabeza por la puerta.

-Min Young, ¿A qué se debe tu visita? - se mostró sorprendido Jimin, dejando la pluma en el escritorio.

-Jefe, l~lamento no haber podido hacer nada, intente decirles, pero... - tartamudeo el chico, para después ser empujado por una gran figura dentro del despacho.

Inmediatamente entraron dos enormes hombres de traje, Jimin rápidamente los reconoció, se trataba de los guardaespaldas de Homing, el líder de Cuervo Negro, la pandilla más vieja y poderosa de todas.

Y había acertado, ya que el susodicho líder apareció tras aquellos hombres. Jimin se levantó rápidamente.

-H~hyung, ¿Que lo trae por aquí? - preguntó Jimin mientras le daba la vuelta a su escritorio y se acercaba a él para saludarlo estrechando su mano.

Cuando intentó acercarse, uno de los guardaespaldas le bloqueó el paso, por lo que el ojiazul observo al dueño de los guaruras.

-Jimin, sabes que no suelo intervenir en los asuntos de otras pandillas, y que me agradas, mi madre te adora. - comenzó Homing, palabras que tranquilizaron he inquitaron al rubio. - Pero sabes perfectamente que me metería en serios problemas si llegas a vender Sangre Azul a Cruz Roja.

De repente, el guardaespaldas lo levantó del cuello de la camisa y lo estampó contra la pared, inmediatamente Homing se acercó a su rostro con un semblante serio.

-Tu y tus eficientes chicos me hacen ganar mucho dinero diariamente, y sería desafortunado que esa fuente de ingresos se vaya abajo gracias a la mierda de pandilla que es Cruz Roja. - susurró el hombre. - Y créeme, hijo, si mi billetera se va abajo, tú lo harás con ella.

El enorme hombre lo soltó, y entonces Cuervo Negro dejó la habitación.

Jimin cayó de rodillas contra el suelo de madera, tan solo temblando he hiperventilandose del miedo.

Sangre Azul y Cuervo negro no solo mantenían una relación de poder ya que estos últimos eran los más viejos y fuertes, las víboras pagaban cuotas a los cuervos semanalmente para evitar conflictos.

No solo ellos, sino también el resto de pandillas que, al menos mínimamente, estaban por debajo de Cuervo Negro.

Jimin nunca tuvo problemas para pagar aquella cuota de más de 100,000,000 de wones* semanales. (Aproximadamente 1M de pesos)

Pero Cruz Roja sí, su líder nunca fue responsable en fechas ni horarios. Hubo una época en la que Cruz Roja era protegida por el ala del cuervo, pero a raíz de no respetar cuotas, fue expulsada y ahora viven sin reglas, sin ataduras con otras pandillas. Solo con el liderazgo de su líder actual.

Eso los convertía en una pandilla sumamente peligrosa he inestable. Sin cuotas que llenar, pero sin protección alguna de otras pandillas extranjeras.

Muchos decían que su líder había sido un genio, otros que había sido un reverendo estúpido. Ya que ninguna otra pandilla se había atrevido nunca a desligarse de Cuervo Negro.

¿Sería Sangre Azul otra versión de Cruz Roja?

No. Jimin no lo permitiría.

Estando en esa situación, meditó lo que había pasado en aquella pelea.

¿En verdad estaba dispuesto a vender Sangre Azul? Trataba de convencerse que no.

Pero la adrenalina del momento y la vida de Jungkook en riesgo provocaron que actuará sin pensar.

-Jefe Park, le tengo~ AHHH - se exhalto un guardia que acababa de entrar a la oficina, se apresuró a levantar al rubio. - ¿Que~que fue lo que ocurrió? ¿Se siente bien? ¿¡Quien hizo esto!?

-Estoy bien. - susurró Jimin, sentandose en su silla con ayuda del chico. - Homing se enteró de la estupidez que hice en la pelea...

Fue entonces que el muchacho entendió.

Jimin se cubrió el rostro con ambas manos, estresado.

-¿Y bien? ¿Que venías a decir? - preguntó Jimin para desviar el tema.

-He... Es que... - tartamudeo el chico.

-Con un demonio, ¡Solo dímelo! - ordenó irritado el ojiazul.

-¡He! ¡El castaño despertó! - lo dijo sumamente rápido.

Jimin guardó silencio, aunque su rostro denotaba sorpresa.

¿Él.... Despertó? Pensó, feliz. Sin embargo, aquella sonrisa se esfumó.

Se había metido en un enorme problema que ponía en juego su vida, ¿Y se había puesto feliz por el motivo de aquel problema?

No podía seguir así. No se permitiría ser irracional.

No echaría a la basura todo el esfuerzo que había hecho por levantar Sangre Azul solo por unos rizos bonitos.

Tenía que hacer algo para olvidarse de él, algo para dejar de sentir...

Por el bien de su pandilla.

Así que tomo su pluma y siguió firmando papeles.

-Bien. Puedes retirarte. - pidió Jimin.

El chico le miró confundido.

-¿No piensa... Ir a verlo? - preguntó en un susurro.

-¿¡Por qué iría a verlo!? ¡Él no es nada para mí! - gritó furioso.

El chico asintió rápidamente, nervioso.

-T~tiene razón, lo siento, siento haber supuesto cosas... Me retiro. - balbuceó mientras dejaba la habitación.

Al quedarse solo, Jimin suspiró.

Esto es lo correcto... ¿No? Se preguntó a si mismo.

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