El matadero 12.

~Advertencia de sangre, violencia y tortura gráfica que podría afectar la sensibilidad del lector. Se recomienda discreción.~

-Lider Park, debería descansar, estoy seguro que atendieron al señor Jeon lo mejor que pudieron. Despertara mañana por la mañana. - sugirió un chico, entrando furtivamente a la habitación.

-Lo sé... Se que estará bien, solo... Quiero estar con él cuando despierte. - Jimin lucía cansado y se le notaba en la voz, pero no quería estar dormido si Jungkook llegara a despertar.

Después del incidente, la hacienda en la que vivía el rubio estaba muy alejado de la zona como para atenderlo de emergencia, así que el rizado se encontraba postrado en los aposentos de una de las joyas ausentes.

Algunos de los chicos habían estudiado medicina, así que atención médica no le faltó a Jungkook.

Lastimosamente Jimin no podía estar presente mientras curaban sus heridas, pero desde que lo postraron no se había separado de él.

¿Y que más podía hacer? Se culpaba por todas y cada una de las heridas y traumas con las que Jungkook pudo haber salido. Era su territorio, su distrito, y juraba protección a todos los que pisaran sus tierras, y no pudo proteger a un solo chico...

Si hubiera estado patrullando como siempre lo hacía... Si tan solo pudiera salir de aquella casa gigante...

Recargo su frente sobre la mano de su hermanastro, estaba seguro que si Jungkook despertaba y se movía, aquel movimiento de mano lo haría despertar a él.

-... Jefe, ¿Y que hacemos con... Los intrusos? - cuestionó el mismo chico.

Después de la pregunta, Jimin abrió los ojos, lo había olvidado.

-¿Ya despertaron? - preguntó el jefe.

-Aun no, nuestros chicos los drogaron para asegurarse de que despertarán mañana. - notificó.

-Bien, pueden retirarse. Quiero vigilancia extra en las fronteras del distrito y la rotación de cada tres horas de los guardias del matadero 12. - ordenó.

El chico dió una pequeña reverencia y después se retiró, cerrando las enormes puertas tras de sí.

Jimin suspiró, estresado. No podía ausentarse un par de días porque ahora estaba seguro que todas las pandillas de los alrededores sabían que él estaba ausente.

Fugarse no era una opción, su madre lo encontraría rápido y tendría muchos problemas con ella. Pero de alguna manera tenía que vigilar su territorio lo más constante posible.

No había de otra, tenía que huir de aquella casa en cuanto tuviera las oportunidades, y volver sin ser notado. Quizás por las noches sería mejor opción.

Y de esa forma, pensando en alternativas cada vez más creativas de como huir de esa mansión fue que se quedó dormido.

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El plan de Jimin funcionó, Jungkook movió la mano al momento de despertar, lo que provocó que se despertará. Jimin rápidamente observo la hora, eran las 7 AM.

-¿Jimin...? ¿Dónde...? - cuestionó el rizado, observando la habitación y no reconociendo dónde se encontraba.

Jimin se apresuro a tomarle de la mano y cubrirla con las suyas propias.

-No te preocupes, estás despierto, que es lo importante. - se mostró preocupado.

-¿Cómo me encontraste?... - pregunto el rizado apenas con un hilo de voz.

-Este es mi distrito, me entero de todo lo que pasa en él. - infló el pecho, orgulloso. Pero después, bajo la mirada, triste. - ... Al menos, lo más rápido que puedo.

-No... No es tu culpa, no te culpes por lo que me pasó... Fue... - comenzó a decir el castaño, leyendo la mente de su hermano mayor.

-No, claro que es mi culpa. Mi trabajo es mantenerlos a salvo y tú... Saliste lastimado. Perdóname, esto no te habria sucedido si no hubiera venido aquí sabiendo que me seguirías. - se disculpo, apretando el agarré sobre la mano de Jungkook.

-No. Esto no me habria sucedido si hubiera tenido más cuidado. Fuí ingenuo, no supe cómo encontrar tu hacienda y dejé que unos pandilleros cualquiera entrarán a mi auto pensando que eran tus chicos... - se confesó, el rostro sorprendido de Jimin inmediatamente apareció.

-¿Los dejaste entrar a tu auto? ¿Estás demente? ¿Y por qué no escapaste por la ventana en cuanto viste que no eran mis chicos? - le comenzó a regañar.

-Desde que tu gente me secuestro rompiendo la ventana de mi auto mandé a ponerle vidrio antibalas... - confesó, sabiendo perfectamente que la situación lucia muy cómica.

Jimin suspiró, con un atisbo de sonrisa en sus labios.

El castaño sé carcajeo débilmente junto a él. Después, el rubio se levantó de su asiento y con una mano, acaricio la frente del chico postrado, cosa que solo era una supervisión de temperatura, pero a Jungkook le gustaba engañarse.

-¿Amo...? - apareció de repente el dueño de la habitación.

Tanto Jimin como Jungkook se sobresaltaron, el rubio rápidamente quitó su mano de la frente del rizado.

Jungkook frunció el ceño, un chico de piel blanca, rizos dorados y ojiverde vestido con una toga griega que descubría las piernas apareció tras la puerta.

-Heasol... - susurro Jimin, con un tono tan dulce que por un segundo, Jungkook no reconoció. - Espero que los guardias te hayas mencionado la situación...

-Lo hicieron. Solo que... Quería verlo, aunque sea solo unos segundos... - el chico extraño se tocó el pecho y desvió la mirada, sonrojándose repentinamente.

Jungkook observo a su hermanastro, creyó haber visto una sonrisa en Jimin, pero eligió no darle importancia.

-¡Jefe Park, los intrusos despertaron! - interrumpió un guardia, entrando a la habitación con escándalo.

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Uno a uno recuperaron la consciencia, todos reaccionaron igual: tratando de gritar inútilmente con una mordaza en su boca.

Se encontraban atados los cinco a un solo palo de madera, justo al centro de lo que parecía ser un espacio cerrado y lleno de lodo.

Las pisadas de unos tacones pisando sobre lámina resonaron con eco, y después de un par de susurros extraños, la luz fue encendida.

Se trataba de lo que parecía ser un matadero, atados a un palo situado en una fosa, y justo arriba de ellos había barandales que los exhibían cual animales en venta.

La única puerta de la fosa se abrió, revelando a un par de chicos y, justo en medio de ellos, el líder de Sangre Azul.

Los pandilleros comenzaron a gritar he implorar clemencia, pero Jimin solo escuchaba cerdos chillar.

-¿Así que les gustan los fuegos artificiales? - pregunto Jimin, recargando una de sus mejillas sobre una de sus palmas.

De repente, tras Jimin aparecieron tres chicos con cajas en las manos.

Jimin saco el contenido de una de las cajas y se las mostró, revelando una vela romana de un largo exagerado.

Inmediatamente la pandilla entendió a donde irían a parar esas velas romanas, a lo que intentaron implorar por sus vida... O por sus anos.

-Asegurense de que el líder sobreviva. - ordenó Jimin a sus chicos, a lo que estos inmediatamente se pusieron manos a la obra.

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Al terminar, el lodo no era el único líquido esparcido en el piso, sino también sangre fresca.

En el lodo descansaban los cuerpos de sus compañeros, el pelirrojo lloraba y babeaba mientras se hacía bolita en una esquina.

Jimin se quitó el guante empapado en sangre y se acercó al traumado chico, lo tomó por el cabello y lo obligó a verlo.

-Te vamos a quitar la mordaza y más te vale que respondas a mis preguntas. Si no gritas, prometo ser amable contigo. - explicó Jimin, uno de los guardias se acercó y despojo de la mordaza al chico.

-¡Pudrete, maldito maricon! ¡¡Ayuda!! ¡Eres un enfermo! ¡¡Ayúdenme!! - comenzó a gritar el pelirrojo.

Jimin rodó los ojos, soltó al prisionero violentamente y pateo en la cara al escandaloso. Inmediatamente comenzó a gotear sangre de su nariz.

-Maldito loco... - susurro el intruso.

-¿Ahora dirás algo interesante? Estás perdiendo mi tiempo. - se quejó Jimin, metiéndose las manos a los bolsillos traseros de su pantalón negro ajustado.

-... Solo di la verdad y dime qué verme así te excita... - alzó el rostro el pelirrojo, mostrando una sonrisa mal formada. - ¡Me das asco! ¡Todas las pandillas saben que te gusta el arroz con popote, ¿Por qué no vienes y me chupas el pene, he?!

El rubio suspiró, tomó su arma favorita: una Smith & Wesson M&P, y la apunto justamente sobre la mandíbula del chico, mientras que con uno de sus pies presionaba con fuerza el pene del adolorido muchacho.

-Escuchame bien, podré ser un maricon y todo lo que tú quieras, pero este maricon... - presionó con aún más fuerte el pene del pandillero, lo que le provocó un enorme dolor y lo hizo quejarse. - Puede matarte y acabar con tu miserable vida en menos de tres segundos. Así que te aconsejo que dejes de escupir tus propias inseguridades heterocuriosas y comiences a cacarear la información que quiero. Imbécil de porquería.

Fue después de ese discurso que Jimin pudo sentir como su prisionero tragaba saliva gracias al arma que presionaba contra su mandíbula.

Pero lejos de decir lo que Jimin quería, el hombre escupió sobre sus ojos.

-¡Jefe! - se mostraron preocupados sus guardias.

-¡Maldito, ¿Quien te crees que eres?! - Quiso uno de los chicos darle una lección al pelirrojo, sin embargo, Jimin los detuvo a todos.

El rubio se irguió y se limpio la saliva de sus ojos con calma.

-Haa, yo no quería llegar a esto. - suspiró Jimin tranquilamente. - Pero es momento que este idiota sepa la razón por la que soy líder de la pandilla más peligrosa de todo corea.

El pelirrojo frunció el ceño, confundido.

-Jefe, ¿Usamos al “potro”? - cuestionó uno de los chicos, a lo que Jimin asintió sin decir palabra.

Dos de los guardias se apresuraron a abrir una pequeña escotilla enterrada entre el lodo y la sangre, jalaron con fuerza hacia arriba de la escotilla salió una pequeña polea que enrollaba a dos cuerdas.

Otros dos guardias le ataron las muñecas ya esposadas a la pared en la que se recargaba y aquellas otras dos cuerdas de la polea se las ataron a los tobillos.

Pensó que solo lo estaban atando, hasta que uno de los guardias tiró de la polea y jaló sus piernas, lo que le provocó un pequeño dolor en los pies.

Y cuando el tirar de aquella polea siguió prolongandose, provocando un insufrible dolor en sus extremidades, fue que comienzó a pensar que de verdad planeaban arrancarle los pies.

-¡Alto! ¡Detenganse! ¡Les~les diré todo lo que quieran! ¡Por favor, paren! - suplicó el pelirrojo, retorciéndose del dolor y gritando con fuerza.

-Un poco más. - pidió Jimin, a lo que la polea no se detuvo.

Los gritos del pandillero fueron destarradores, al punto que todos los presentes casi pierden el tímpano.

-Alto. - dijo Jimin, y la tortura se detuvo. - ¿Ahora hablaras?

-¡¡Si!! ¡Si! ¡Les diré todo! ¡Por favor ya no sigan! - lloró el chico, sintiendo verdaderamente como la articulación de su rodilla derecha ya había cedido.

Jimin sonrió, complacido.

-“El potro” nunca falla. - se burló uno de los guardias que custodiaba la puerta de la fosa, a lo que su compañero asintió, totalmente de acuerdo.

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Que miedo ser rival de Jimin 🐥.

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