El heredero de Eterna.
Por lo general las personas ligan el dinero con una vida sin obstáculos, creen que nacer entre el privilegio monetario te convierte en un ser superior que explota todo su potencial en diferentes habilidades que una persona de clase media o baja no podría pagar, como clases de música, artes marciales, idiomas, y cursos en los que terminas siendo una calculadora andante. No podrían estar más acertados.
Jungkook es uno de aquellos niños que nacieron entre la riqueza, y por lo tanto: desarolló todo tipo de habilidades sin límite.
Desde niño se le instruyó al negocio de su padre, a tal grado que, una vez había cumplido los 10 años de edad, sabía más que lo básico sobre contabilidad, administración, chino he inglés, y finanzas.
Lo cierto es que nunca encontró un verdadero reto, su padre lo amaba por ser tan correcto y perfecto en todo lo que hacía o se le enseñaba; el número 100 estaba marcado en rojo en todas sus libretas escolares, y el número 1 tallado en todos sus trofeos.
Cunado comenzó la vida escolar se dió cuenta que, tenía problemas para socializar y hacer amigos, sus compañeritos le rechazaban constantemente y estaba condenado a comer solo durante los recreos.
Realmente nunca le importo no tener amigos, pero habiendo atravesado los 5 años se dió cuenta que el problema no era él, sino el resto. No les gustaba que él les ganará en todo y que los humillará, y por eso lo excluían.
Fue entonces que se dió cuenta que su vida no era igual a la de los demás, y que lo que él sabía no era normal a su edad.
Él no era normal...
Él era mejor.
Cuando comprendió eso, comenzó a sentirse orgulloso de sus habilidades, y ni siquiera necesitaba esforzarse para aplastar a sus oponentes. Sus victorias eran disfrutadas con lentitud y gozo.
Y siguió disfrutando sus aplastantes victorias hasta la fecha, nunca en su vida había saboreado una derrota; hasta que lo conoció a él.
Cuando masticó el pasto y su cabeza sintió la presión de su botín, no pudo sentirse de otra manera que no fuera emocionado. La adrenalina, el sabor amargo de la derrota recorriendo su lengua, la humillación de haber sido derribado sin esfuerzo y la atmósfera superior que emanaba del rubio era algo indescriptible que amó en ese momento.
Nunca antes había sentido algo mínimamente parecido a lo que sintió con Jimin.
Quería más, quería volver a sentirse así. Se encontraba desesperado por buscar a Jimin.
Lo necesitaba... Lo necesitaba para volver a experimentar lo de aquella noche.
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Ese día había sido rutinario para Jungkook, madrugar para asistir a su padre a reuniones de trabajo y eventos, asistir a sus clases de box una hora después, natación a las 6 pm, el resto de la tarde era exclusivamente a criterio del rizado.
Al llegar a su hogar, sorpresivamente le estaba esperando su padre en el comedor. Reparó en la fecha, hoy no era 16 de abril, fecha exclusiva y única en la que se juntaban a cenar juntos desde que tenía memoria.
-¿Que estamos celebrando, padre? - pregunto el rizado mientras tomaba asiento del otro lado de la larga mesa.
El hombre dejo de beber su largo trago a la copa de vino y dejo la copa sobre el mantel de la mesa.
-Hijo, ¿Recuerdas a la familia Park? - pregunto el hombre de canas.
-¿Cómo olvidarla? Son mi familia temporal, ¿No es así? - se burló Jungkook de la costumbre de su padre de presentarle una nueva familia constantemente.
-No te pases de listo, muchacho. - advirtió su padre. Para después suspirar y tomar control de su temperamento. - A lo que quiero llegar es que hemos estado hablando la señora Park y yo, y ambos concordamos en que, si vamos a ser una familia de aquí en más, sería conveniente que nuestros hijos se relacionen.
Ciertamente aquello no era un problema para Jungkook, planeaba “relacionarse” con Jimin, se lo pidiera su padre o no.
-Se que puede ser repentino, y que quizás la idea de conocer un poco más al joven Park te es desagradable. - siguió su padre.
Realmente no, todo lo contrario.
-No quiero que exista conflicto entre ustedes ahora que son hermanos, y es por eso que hemos decidido lo siguiente... La familia Park se va a mudar con nosotros. - creyó que la noticia podía manejarlo, pero lo tomo por sorpresa:
Solo escupió el vino que estaba por tragar, desparramandolo por el mantel blanco de la mesa.
El desastre había hecho un alboroto, las sirvientas se apresuraron a levantar los platos aún intactos, los chefs comenzaron a quitar el mantel mientras que el resto de empleados se encargaba de conseguir una nueva tela.
-Debes ser más prudente, hijo. - regaño el hombre frente a él en la mesa.
-Y usted también en el sentido de la forma en la que me notifica de cosas tan importantes, en especial algo como esto, padre. - pidió Jungkook mientras agradecía por lo bajo a los empleados que limpiaban lo que había hecho.
Una vez estuvieron solos de nuevo, Jungkook analizo la situación, y todo lo que podía concluir era que Jimin debía estar furioso con esta noticia. Además de complicarle la forma en la que dirigía a los Sangre Azul tan a la distancia, sabía perfectamente que Jimin odiaba estar cerca de su padre, definitivamente no era buena idea la convivencia “familiar”.
Aunque le gustaría permanecer más cerca del rubio, también velaba por la comodidad de Jimin.
-Mil disculpas, padre. Pero creo totalmente insensata esta desición. Me opongo. - reveló Jungkook, mostrándose firmé.
-Lo lamento, hijo mío. - se disculpo el hombre mientras se levantaba de la mesa. - Pero está vez, ustedes no tienen voz ni voto. La desición está hecha.
Teóricamente, su padre mentía. Al menos en la parte “esta vez no tienes voz ni voto”, realmente nunca la tuvo. Al menos en las decisiones realmente importantes.
Su padre desapareció una vez subió las escaleras, y al quedarse solo con su cena sin terminar, suspiró con frustración.
-Jimin... - susurró a modo de llamado, he instintivamente observo el cielo y las estrellas a través de una enorme ventana que le alumbraba. - Por favor no enloquezcas...
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Los días pasaron, rápidos para Jungkook y lentos para Jimin; aunque de igual forma ambos se sentían nerviosos.
El día esperado llegó y en un abrir y cerrar de ojos, el rizado ya se encontraba en la puerta de su casa, esperando a recibir a la familia Park.
Su padre había enviado un auto especialmente para traerlos, cuando ese auto se estacionó frente a sus narices, habría jurado que se desmayaría.
No podía evitar sentirse emocionado, se sentía culpable por eso, sabiendo que Jimin no se encontraba ni mínimamente contento con su llegada a aquella casa. Una llegada permanente.
Cuando vio a la señora Park bajar del auto, radiante, hermosa y muy emocionada, inmediatamente busco a Jimin tras ella, y no tardó en encontrarlo. Simplemente el pandillero se veía angelical, aquellos aretes seguramente habían sido puestos de manera obligada por su madre, pero no se le veían mal.
Lo único que no le convencía era el peinado, le parecía que se veía mejor con el cabello suelto que recogido en una coleta, pero de igual forma se veía bien.
La camisa gris bajo el saco y el pantalón morados le sentaba bien, y los botines le agregaban altura, cosa que le favorecía.
Una vez el mayor estuvo frente a él, no perdió la oportunidad de saludarlo. Inmediatamente se dió cuenta que el rostro del rubio estaba ojeroso, seguramente no había dormido la noche anterior.
Obviamente Jimin no le devolvió el saludo he ignoro a su padre, yendo directamente a la casa de la que nunca podría salir.
Suspiró, no esperaba menos.
-Me costo convencerlo, pero aquí estamos. - se carcajeo levemente la señora Park.
-Jungkook tampoco estaba feliz con la noticia, pero que remedio, a veces se necesita ser firme. - dijo el señor Jeon, a lo que la señora Park se mostró afirmativa.
Jungkook rodó los ojos con fastidio, no quería escuchar más. Así que simplemente entro a la casa en busca de Jimin.
-¿Jimin...? - observo hacia todas direcciónes pero no lo encontró.
Comenzó a caminar a ver si tenía suerte, pero nada.
-¿Jimin? ¿Dónde estás? - pregunto el rizado, estaba comenzando a sospechar que el rubio había escapado.
Ahora realmente estaba preocupado, Jimin era capaz de cometer una locura...
Comenzó a correr por los pasillos, hasta que subió al segundo piso para probar su suerte.
-¡Jimin! - estaba por entrar en pánico, hasta que se detuvo frente a una puerta, una puerta que se encontraba sospechosamente abierta.
Camino hacia ella y, ni siquiera le hizo falta acercarse fuera del umbral de la puerta, lo vio, al menos a su silueta.
Suspiró con alivio en todo su aliento. Ahí estaba...
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