Antes de Sangre Azul (3)
Advertencia: lenguaje inapropiado, contenido gráfico y violento, además de temas serios que pueden tocar la sensibilidad del lector.
~Hace 3 años~
~Narra Jimin~
-¡Hijo! ¡Hijo! - escuché tenuemente.
En cuanto mi cuerpo recuperó la consciencia, la primera sensación que me invadió fue el dolor. Mi cuerpo agonizaba, sentía un fuerte ardor en el estómago y ni siquiera podía abrir los ojos, seguramente porque los tengo hinchados debido a los golpes.
-¿¡Quien te hizo esto!? - me sacudió mi padre, a las lejanias podía escuchar a mi madre sollozar. - ¿¡Fueron esos idiotas de Puerto De Lobos, no es verdad!?
Entre segundos podía abrir los ojos, aunque veía borroso. Mi padre, con la ayuda de mi madre, me levantaron del umbral de la puerta y me acostaron en el sofá.
-¿¡Que vamos a hacer!? - sollozó mi madre.
Yo solo podía ver la silueta de mis padres preocupados, mis párpados pesaban, creo que me voy a volver a desmayar.
-Tengo que ponerle un fin a todo esto. Antes de que te lastimen. - la figura de mi padre abrazó a la de mi madre.
-¿Q~que vas a hacer? - le tembló la voz a ella.
Cerré los ojos inevitablemente, pero aún podía escuchar.
-Dile a nuestro hijo que lo amo... - dijo mi padre, escuché lo que parecía ser un beso.
-¿¡A dónde vas!? ¡Dae-Hyun! - le llamó desesperadamente mi madre.
En ese instante, pude abrir los ojos, tan solo viendo cómo la figura borrosa de mi padre desaparecía tras la puerta principal.
-Pa... - balbucíe, tan solo el esfuerzo de hablar me producía dolor. - Papá...
De nuevo, todo se volvió negro.
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Mi corazón latio con fuerza contra mi pecho, mis pulmones volvieron a respirar profundamente, a la par que mis labios se abrían para probar aquel aire fresco. Mi cuerpo entero se revitalizó, entonces me senté en la cama de golpe cuando abrí mis ojos.
¿Que era este lugar?
Mire a mi alrededor, había un aroma extraño en el aire. Y está habitación pequeña producía una sensación incomoda de tranquilidad.
¿Estaba... En un hospital?
A mí costado derecho pude sentir una cabellera, me asusté, pero al verla detenidamente, me di cuenta que se trataba del cabello dorado de mi madre.
Ella me sostenía la mano con fuerza, como si nunca quisiera soltarmela.
-¡Ha, ya estás despierto! - apareció una enfermera, acercándose a mi cama y tomando la historia clínica que estaba colgada a los pies de mi cama. - Park Jimin, sufriste un síncope vasogaval. Eso quiere decir que te desmayaste porque tuviste una emoción muy fuerte. Es inofensivo y no necesitas medicación, así que ya te puedes ir.
Aquella enfermera me sonrió, esa información estaba mal. ¿Es que no revisaron mi cuerpo lleno de moretones?
-N~no, yo no me desmayé por eso. S~si sería tan amable de revisar mi cuerpo... - intenté bajar el escote de mi bata quirúrgica, pero ella simplemente dejó el historial donde lo había encontrado.
-Lo siento, parece que aún estás en shock. Te dejaré descansar... - dejó la habitación tan rápido como pudo, simplemente ignorando lo que le pedía.
Fruncí el ceño, entre confundido y molesto. Quise levantarme para pedirle a otra enfermera que me revisara, pero mi madre despertó en cuanto quise zafarme de su agarre.
-¡Hijo, ¿E~estas bien?! ¿Que te dijo la enfermera? - ella me tomó de las mejillas y revisó mi rostro, ante el dolor que sentí, sin querer la aparté de manera grosera.
-Lo siento, aún me duele... Todo mi cuerpo... - me rasqué el cuello, incómodo.
Ella me analizó, supongo que veía todos mis moretones, yo solo pude apartar la mirada al ver que sus ojos se cristalizaban.
De repente escuchamos un escándalo en el pasillo, pasos apresurados y el rechinido de las llantas de una camilla se hacían presentes.
-Madre, ¿Puedes cerrar la puerta? El ruido me está dando dolor de cabeza... - le pedí, tratando de taparme los oídos.
Ella asintió y se apresuró a llegar a la puerta, sin embargo, antes de siquiera llegar a ella, se detuvo abruptamente.
-¿Otro más? - se quejó una enfermera, ayudando a los paramédicos a llevar la camilla.
-Ya lo sé, ya van siete está semana... - suspiró un médico, levantando un poco la manta que cubría a la persona en la camilla.
Me congelé. El cabello dorado de esa persona en la camilla...
Antes de que yo pudiera reaccionar, mi madre corrió hacia aquellas personas.
-¡Dae-Hyun! ¡¡Querido!! - se avalanzó mi madre a la camilla, abrazando el cuerpo de esa persona.
-¡Señora, no puede estar aquí! ¿¡Usted es paciente!? - quiso apartarla una enfermera, pero mi madre, bañada en llanto, se aferró a la camilla.
-¡Dime qué no es verdad! ¡¡Dae-Hyun!! - sollozó mi madre, levantando la manta de su rostro, y confirmando mis sospechas.
A mí se me movió el mundo cuando ví su rostro pálido postrado en la camilla, me sentí débil.
Por instinto quise ir hacia él, pero en mi intento por salir de la camilla, sentí un jalón, y después un ardor en mi mano izquierda.
-¡Ah! - me quejé, parece que me arranqué la aguja de la canalización.
Pero aún con el dolor, me levanté de la cama en dirección de mi padre.
-¡Saquenla de aquí! - pidió el medico, a lo que algunas enfermeras se acercaron a ella con la intención de apartarla de mi madre.
-¡Déjenla! - exigí, saliendo de mi habitación y apartando con rudeza a las enfermeras que jalaban de la camisa de mi madre.
Yo abracé a mi madre por la espalda, giré mi cabeza hacia el otro lado al ver por accidente el rostro de mi padre, aún tenía los ojos abiertos...
-¡Madre, vámonos! - le pedí, cerrando mis ojos con fuerza, tratando de no llorar.
-¡P~pero... Tu~tu padre! - temblaba.
Con un solo jalón pude apartarla de la camilla, me paré delante de ella para evitar que vuelva a acercarse. Simplemente la empuje de los hombros hasta la salida.
Ella estaba en shock, una vez que la aparté, pude ver su mirada en blanco, balbuceaba palabras sin sentido y temblaba mientras me seguía el paso.
Tenía la camisa manchada en sangre, cuando abrazó esa camilla, la sangre de él...
Apreté mis dientes y la saqué del hospital de una vez. Ya no oponía resistencia alguna, yo solo estaba cargando con un cuerpo vacío, sin alma...
~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~°~
Por quinta vez le limpié las lágrimas con un pañuelo, la llevé a casa, la senté en una se las sillas de la cocina he intenté que comiera, pero simplemente se negaba.
Pasaron tres horas y ella seguía rígida en esa silla, creo que ni siquiera la vi parpadear ni una sola vez.
Me alejé de ella y entré a la sala, lágrimas recorrieron mis mejillas y entonces me las sequé con el dorso de mi mano. Solo quería que no me viera llorar.
Iba a volver con ella, cuando alguien llamó a la puerta.
Pude adivinar de quién se trataba, así que corrí a la cocina, buscando algo con lo que defendernos. Lo que sea.
Estaba desesperado, hasta que escuché como abrieron la puerta de una sola patada.
Tomé lo que sea y salí de la cocina, miré tembloroso a aquellos dos hombres, ellos solo analizaban la casa.
-¡Ahí estás, chico! ¡Te recuperaste muy rápido, felicidades! - extendió los brazos alegremente uno de ellos.
-No queríamos lastimarte, pero tú comenzaste. Fue en defensa propia, ¿Lo entiendes? - se inclinó el otro.
-¡Bueno, basta de charlas! ¿Dónde está tu madre? Tenemos pendiente una conversación en privado. - él buscó con la vista a mi madre.
Yo apreté el objeto en mi mano, estaba escondiendolo tras mi espalda.
Ellos guardaron silencio, se vieron entre sí y sonrieron después.
-¿Ya te enteraste, no es así? - susurró con una enorme sonrisa en su rostro.
Me acerqué a ellos, dando pasos cortos.
-¿Que pudimos haber hecho? Tu padre es igual de imprudente que tú. - se carcajeo su compañero, yo seguía acercándome a ellos.
-¡No te hagas el valiente, te quitamos tu arma, muchacho! - me advirtió.
En cuanto los tuve cerca, clavé justo en su oreja el cuchillo para mantequilla que había tomado.
Él se tomó de la oreja ensangrentada en cuanto se la quité.
-¡¡Maldito infeliz!! - se quejó, para después tomar el mueble al lado de la puerta en la que poníamos las llaves, y me lo lanzó.
Afortunadamente, pude esquivarlo. Me escondí tras el sofá, escuchando como el mueble se destrozaba en miles de pedacitos.
El otro hombre solo se dedicó a reírse de su compañero, haciendo que el hombre herido se enfureciera aún más.
Yo corrí hacia la cocina, tenía que sacar a mi madre de aquí.
-¡Tienes coraje, eso me gusta! - dijo el otro hombre, su voz se escuchaba cada vez más cerca. Me estaba siguiendo. - ¡No te preocupes, hay otras formas en las que puedes pagarnos en lugar de dinero!
-¡¡Con tu madre, por ejemplo!! - gruñó aquel al que había lastimado.
-¡Mamá, mamá, tenemos que salir de aquí! - la sacudí, pero no reaccionaba. Simplemente veía hacia la nada.
Mi corazón latía con fuerza, hacer que reaccionara no iba a funcionar. Así que me acerque a la ventana tras el lavaplatos he intenté romperla, pero necesitaba más fuerza.
-¡A dónde sea que vayas, te vamos a encontrar, mocoso! ¡Es mejor que cooperes ahora antes de que perdamos la paciencia! - gritó el hombre, yo ni siquiera podía sostener de manera correcta aquel cuchillo ensangrentado porque estaba temblando.
Con ese cuchillo me bastaron tres golpes para romper la ventana, y con este mismo objeto me deshice de los pequeños vidrios que aún seguían pegados en el borde de la ventana.
Me bajé del lavaplatos y, usando toda la fuerza que la adrenalina me permitía, cargue a mi madre, me volví a subir al lavaplatos y la lancé por la ventana.
Salté seguidamente, antes de que uno de los hombres se avalanzara hacia mi, solo rozando mis ropas.
Volví a cargar a mi madre y corrí lo mejor que pude, ni siquiera tenía a dónde ir, solo quería huir de ellos.
En algún punto, oscureció, y ya no podía ver por dónde iba. Bajé a mi madre y me senté en unas escaleras para intentar descansar.
Mi respiración seguía agitada, me tapé el rostro con mis manos para cubrir mis lágrimas. No sabía que hacer...
De repente, escuché una puerta de metal abrirse a mis espaldas. Instintivamente tomé el cuchillo para mantequilla, salté de aquel escalón y me di media vuelta, amenazando a la persona que salía por aquella puerta.
El de hoyuelos me miró en silencio, sosteniendo en su mano derecha una botella de soju.
Él me miró en silencio, y después vio a mi madre, suspiró cansado.
-Mi casa está cerca de aquí, ¿Quieres venir? - me preguntó.
Medite su pregunta, ¿Ni siquiera le interesaba el porque estaba en esta situación?
Pero asentí, acepté su oferta y él se ofreció a cargar a mi madre.
Nos llevó a lo que parecía ser un búnker abandonado, él acostó a mi madre en uno de los colchones que permanecía en el suelo y la cubrió con mantas.
-Pone cómodo, nadie viene por estos lares... - me dijo mientras tomaba un sorbo del soju que tenía consigo.
Yo me senté en una silla mientras él preparaba lo que parecía ser una sopa, me entregó un plato y el otro, se arrodilló frente a mi mamá y, con mucha paciencia, le dió de comer.
-Volvera a ser ella mañana por la mañana. - me tranquilizó cuando ella se acabó el tazón de sopa. - Y te recomiendo no dormir junto a ella. Las personas así suelen despertar con pesadillas y dañar a quien esté cerca.
Yo asentí, él nos dejó solos, entrando a otra habitación y apagando la luz.
Ni siquiera tenía sueño, el miedo aún seguía recorriendo mi cuerpo. Solo me quedé custodiando a mi madre.
Tan solo viendo la sombra de ella dormir en medio de la oscuridad.
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