Capítulo Único
Para alguien con su actitud, aceptar estar enamorado sería un proceso complicado, repleto de altas y bajas que lo harían marearse y vomitar todas las emociones que equivalían a un nuevo amor prosperando en su corazón.
Sin embargo, no estaba enamorado, porque enamorarse era una palabra minúscula comparada a todo lo que en realidad sentía. Enamorarse era un proceso lento, no como gustar o una simple atracción, enamorarse era tierno, dulce, aquella calidez que se dejaba a fuego bajo para que se cocinara con el mejor sabor.
Así que él no podía estar enamorado. No sentía un tibio arropo de sus sentidos, nublados por la dopamina que le generaba ese latir descontrolado de su corazón, esa tierna calidez. Por una mierda que no. Carajo, Katsuki no sentía ninguna de esas cosas, él se sentía en un incendio, que su cuerpo ardía en una hoguera incontrolable, consumiéndolo de a poco.
Su mano aumentó la velocidad al mismo tiempo que sus caderas buscaron más contacto con ella. Inhaló profundamente, soltando un gruñido que fue desde su garganta hasta dar un choque eléctrico en su pelvis al sentir que esas malditas feromonas entraron en sus fosas nasales. La excitación era demasiada, la combinación del refrescante aroma a melocotón con el suyo que solo detonaba a un enigma calenturiento le harían acabar muy pronto.
«Estúpido Deku y sus estúpidos abrazos eternos».
Enigmas, una especie única en su tipo. Se decía que en cada generación nacía un enigma, una casta que puede llevar al mundo a prosperar o a hundirse en un mar de desesperación. No podían haber en el mundo dos al mismo tiempo, haciéndolos aún más únicos. Poderosos, con una actitud volátil, fuerza sobrehumana, inteligencia superior y apariencia semejante al de un dios griego. Esta raza dominaba sin mucho esfuerzo por sobre todas las demás castas.
Pero allí estaba él, deshonrando a su especie al masturbarse en el baño de la preparatoria con su propio uniforme.
Tal vez podría no sentirse tan mal consigo mismo si esta fuese la primera vez, pero no, ya varias veces realizó estas mismas acciones, pero no podía evitarlo, esas sonrisas de idiota se habían adueñado de su cabeza.
Katsuki Bakugō no era tonto, nunca lo había sido y nunca dejaría que alguien lo considerara así. Desde que tenía uso de razón y la suficiente capacidad como para saber que dos más dos eran cuatro, sabía que estaba loco, obsesionado, cegado de amor por su hermano tres años mayor que él.
Sí, su hermano de sangre, con el que compartía ADN y que estuvo en el mismo vientre que él, ese hermano.
Decir que entró en un dilema existencial al percatarse de él sintiendo esas cosas por un familiar, que se repudió a sí mismo e intentó recapacitar con un poco de racionalidad, lógica y una buena dosis de negación sería una inmensa mentira. Aunque lo de la negación era cierto, intentó mentalizarse de que lo que sentía por Izuku era solo algo que su cerebro creó al pasar tanto tiempo con él, que era falso, pero mientras más lo pensó, se dio cuenta de que eso era una estupidez. Lo que sentía por ese nerd era lo más real que había experimentado en su vida.
Amaba a su hermano, lo adoraba, lo añoraba. Deseaba comerle la boca cada vez que parloteaba de más, tomarlo entre sus brazos, acurrucarse en su cuello y dormir abrazado a él como cuando era un mocoso, que le hiciera piojitos en la cabeza para que ambos durmieran, lo abrazara por la cintura y le susurrara antes de dormir un: «Yo también te amo, Kacchan».
Claro, todo ese escenario fantasioso se lo idealizó mientras estaba empuñando su pene como una espada. Apuntó su semilla estratégicamente al retrete para que nadie sospechara de la peculiar mancha blanca en la puertilla de metal..., otra vez. Soltó un último suspiro ahogado antes de subirse los pantalones, bajar la palanca y con toda la dignidad que le quedaba ir a lavarse las manos. Muy a su pesar, aprendió a tener su uniforme intacto luego de sus "sesiones de acicalamiento", a pesar de usar su propia camisa para activar la calentura, prenda que siempre tenía un poco del olor de Izuku. Podría parecer un puberto al no poder controlar su necesidad de meterla (o que se la metan, estaba dispuesto a todo mientras fuera con Deku) pero jamás daría esa imagen ante los inútiles que tenía por compañeros. Jamás.
Secó sus manos y salió disparado de los vacíos baños del segundo piso, siendo precavido para que nadie se diera cuenta que estuvo en ellos.
Susurró todo el registro de groserías que recordaba, con sus puños apretados por el enojo que sentía consigo mismo, con su imposibilidad de resistir sus impulsos y con su día de culo, sobre todo con su día de culo.
Todo fue culpa de las circunstancias, debido a ellas había terminado en esa bochornosa situación. Si no hubiese sido por esa perra rastrera, muerta de hambre, lame botas, puta, desgraciada, rata de alcantarilla, cucaracha y pobretona nunca hubiera tenido que verse en la inmensa necesidad de ir a jarlársela en un baño público.
—Maldita cara redonda de mierda. Cuando la vea le partiré su asquerosa cara de ángel y lo pensará dos veces antes de volver a hacer una boludez tan grande como esa —masculló, con aquella venita en su frente y el picor en el vientre por la reciente eyaculación.
No lo mal entiendan, Katsuki le tenía mucho aprecio a la beta de mejillas redondas, ella junto con los otros malnacidos eran sus amistades más cercanas (aunque jamás escucharían eso salir de su boca), pero esta vez se había pasado, había cruzado la raya por mucho.
Estuvo en clases de química cuando un mensaje hizo vibrar su celular, él nunca se desviaba del tema con trivialidades en horas de clase pero fue extraño que alguien le escribiera en las mismas. Las únicas personas que tenían su número de teléfono eran sus mamás, los imbéciles y su Deku, o sea, personas cercanas a él que sabían que no debían interrumpirlo en sus estudios si no era por algo extremadamente importante.
Había abierto su teléfono con algo de ansiedad, pero disimuló lo suficiente para que el fósil andante no se diera cuenta de sus acciones, y cuando vio en la pantalla el nombre “Gordaraka” toda su tranquilidad murió en segundos. Ochako era compañera de Izuku en la universidad, su mejor amiga, una beta diligente, bastante seria cuando se requería y que ella entre todos los demás le escribiera hizo que se le bajara la presión en milisegundos.
«Le pasó algo a Deku». Pensó en ese momento, asustado por lo que podría contener aquel mensaje. No esperó más tiempo, rápidamente abrió el chat con Uraraka. Tenía el corazón en la mano y un regusto amargo en su garganta. Sus cejas se fruncieron en confusión al ver un archivo sin abrir junto con un mensaje de la chica.
'Hola, Bakugō-kun! Perdón por escribirte, sé que estás en clase, pero quería informarte que Izuku tomará sus prácticas con el equipo de artes marciales y te irá a buscar un poquitín más tarde de lo normal. Su entrenador le anda exigiendo demás en sus patadas, también es la razón de que él no te haya avisado de esto. Ya no te molesto más, y por haberte interrumpido, tengo algo que creo podría gustarte > <♥'.
Apretó sus dientes. Contuvo la ira que empezaba a emerger. ¿Lo había molestado por eso? ¿Era en serio? ¡Fácilmente hubiera podido esperar a que terminaran sus clases para decirle algo tan trivial! Y para empeorar las cosas, lo hizo tener un susto de muerte creyendo que el tipo, que ella sabía amaba, estaba en peligro. Tronó su cuello, enojado de las tonterías por las que lo hacía pasar.
Además, ¿cómo carajos pensaba que podría compensar su insolencia con un video? Por favor, nada iba a hacer que su ánimo mejorara luego de eso, su pecho aún se sentía oprimido por ese pensamiento tan desagradable de Deku estando herido. El archivo finalizó su carga y se planteó la idea de verlo en ese mismo momento, pues el profesor parecía más concentrado en su revista que en explicar reacciones químicas. Qué más daba. Conectó discretamente sus audífonos y se limitó a abrir el formato con desinterés.
—Será mejor que valga la pena, estoy perdiendo una clase por esto —dijo en un bajo murmullo, subiendo el volumen de su celular.
Porque, Ochako no podría haberle mandado algo tan importante, ¿o sí?
Qué gran error.
En el video se veía a un hombre en el gimnasio, practicando movimientos con un saco de boxeo un poco desgastado. Esa era la imagen que vería cualquiera, pero Katsuki, como siempre, notaba los pequeños detalles.
La cámara se enfocó más en el tipo, en su rostro sudoroso por las múltiples horas de entrenamiento, las mejillas rojas debido al calor y los jadeos que producía para adquirir más fuerza en sus golpes. Los músculos de sus muslos se contraían con cada patada, permitiéndole apreciar en primera fila las minúsculas venas marcadas tanto en sus piernas como en sus brazos. Los gemidos por el esfuerzo eran audibles desde sus audífonos, resonando en sus oídos como una melodía interminable que le causaba más que una simple impresión.
Izuku produjo un último gruñido, aunque se pareció más a un rugido, antes de lanzar una fuertísima patada al saco, derribándolo en un santiamén. Lo vio sonreír triunfal, con esas cejas aceitunadas fruncidas y las pequitas en sus mejillas cubiertas por un feroz sonrojo. Allí, parado en donde antes el saco estaba colgado, su pecho subía y bajaba en un movimiento rítmico.
—¡Deku-kun, saluda a la cámara! —La voz de Uraraka hizo presencia, y como respuesta llamó la atención del alfa.
—¡U-Uraraka-san, no me grabes, estoy todo sudado! —dijo sonriente entre graves jadeos, pasando una mano por su revuelta melena de forma distraída. Limpió el sudor de su frente y a la vez, exhibió algo que Katsuki no pudo creer.
Izuku llevaba una camisa de él, pero ese no era el problema.
La camiseta se ajustaba en los pectorales y abdomen marcados del universitario, delineando cada área de estos a la perfección, cada marca que el sudor que corría por su pecosa piel había dejado. Con esa respiración agitada que removía sus sentidos y hacía despertar todos sus sus más bajos instintos.
Cruzó las piernas, incómodo con lo que esa imagen le estaba provocando, pero no sin lograr apartar la vista del teléfono.
Seguro todo el gimnasio se había inundado de esas feromonas de melocotón, esas particulares que sólo prosperaban cuando Deku hacía ejercicio debido a la combinación de dopamina y uso de las glándulas sudoríparas. Recordaba entonces que Kaminari siempre se mofaba del aroma de esas feromonas, y decía que olían a alfa "recién atendido". Por eso Deku nunca lo había dejado olerlo luego de hacer ejercicio, siempre era muy cuidadoso con eso porque, en su ignorancia, pensaba que ese olor le parecería muy desagradable por pertenecer a su hermano.
¿A qué olería? Antes había sentido feromonas de otros alfas, gran parte de su equipo de boxeo lo eran, y siempre al hacer ejercicio el olor de sus feromonas se intensificaba, destruyendo en el proceso su desarrollado sentido del olfato. ¿Con Deku sería igual? No, no lo creyó, porque si así fuera Kaminari nunca se reiría de él, lo vería como algo común, así que sería solo algo que le pasara a Deku, el desprender ese aroma a sexo.
Entrecerró sus ojo s para admirar en el cuerpo de su hermano; sus músculos, su pecho, abdomen y muslos, pero concentrándose más en su rostro agotado, sus mejillas sonrosadas y los jadeos que eran casi inaudibles por la bulla que provenía del lugar en el que estaba, pero eso no era caso, porque Katsuki podía imaginarse bien ese aire caliente que salía de su boca, su corazón acelerado, los gemidos en el ambiente. Podía visualizar a Izuku rogar por más, porque fuera más adentro y perdiendo la cordura por el orgasmo próximo. Casi pudo sentir las piernas de Deku al rededor de él, mientras lo besaba con desesperación para llegar al clímax juntos.
Su vientre revoloteó ansioso, el hormigueo lo impulsó a volver a apretar las piernas para intentar ocultar la reciente erección que empezaba a aparecer.
«¡Mierda, justo ahora tenías que despertarte!».
El timbre se dio a oír en toda la institución, avisándoles a los estudiantes que era hora de retirarse.
Con rapidez, sus seguidores se levantaron de las sillas, teniendo intenciones de conversar con él.
—¡Eh, Bakugō! —Uno de los extras levantó su mano, a punto de ir hasta su puesto— ¿Quieres ir al arcade antes de que tu hermano venga por...?
—¡No, no perderé el tiempo con ustedes hoy, bastardos! —dijo, mientras metía sus cosas a la velocidad de la luz en su mochila. Tenía que apurarse o corría el riesgo de que notaran su creciente problema.
—Pero es viernes, literalmente no tienes nada que hacer. —Su compañero movió sus largos dedos en confusión.
—Tú no sabes nada de lo que está en mi itinerario, así que no supongas cosas. Me largo, váyanse a lamerse los culos o lo que sea. —Y con eso último dicho, se retiró del salón.
Así había empezado toda esa vergonzosa escena, todo por un estúpido video que su ser de diecisiocho años vio como increíblemente sensual. ¿Desde cuándo ver a alguien sudado se consideraba sexi? Por un demonio, él estaba enfermo, si no lo creía antes, en ese momento se lo confirmaba. Estaba trastornado.
Parte de él a veces se daba asco a sí mismo. Jalársela con la excitada imagen de su hermano mayor era algo repugnante para muchos, inapropiado, pero intentaba no pensar en eso, porque mientras más lo hacía, más fuerte era el recordatorio en su cabeza de que nunca podría estar junto a él. Tenía todos los factores en contra: Deku era mayor de edad, alfa y aún más importante, su hermano. Aunque las relaciones románticas entre hermanos o primos (normalmente eran practicas que realizaban las familias de sangre pura para conservar el linaje) eran legales en su país siempre y cuando hubiera consentimiento, no mejoraban su situación.
Nunca lo amaría como él lo hacía, nunca podrían estar juntos, Izuku encontraría a un omega que llenara su corazón y se largaría a una casa blanca con un patio inmenso en donde jugarían sus centenares de cachorros, bebés o cómo fuese que le gustara llamarlos. Una vida feliz en la que solamente lo vería en las festividades o cuando necesitara que cuidara de sus niños, y lo saludaría con un apretón de manos, le preguntaría por sus estudios y listo, nada más.
Su estómago se revolvió por el disgusto, el nudo en su garganta formado por el enojo que ese pensamiento le causaba se extendió por todo su cuerpo. Su futuro era inevitable, todas las cosas a las que se había acostumbrado a hacer junto a Izuku lo iban a acabar si éste consiguiese pareja, si tuviera ojos para alguien más que no fuera su hermanito.
No podía estar con él por ser ambos de castas dominantes, no podían estar juntos por ser hermanos y ni siquiera sabía si podían estar juntos por esos enormes tres años de diferencia que los separaban. ¿Qué más le quedaba además de soñar que esos momentos que pasaban juntos serían eternos? Imaginar una vida en donde era correspondido era lo que le daba fuerzas día a día para seguir creyendo que el mundo no era tan mierda con él, aunque supiera que no era así.
El cielo estaba teñido de un suave naranja brillante, se combinaba con los pocos atisbos de la noche creciente. Las estrellas se admiraban a la distancias, aquellas pocas que superaban el manto solar que aún prevalecía en las alturas. El viento frío, correspondiente a la época del año, movió su cabello cenizo en un liviano soplo que no logró extinguir sus males, pero arrulló sus pesares en el fondo de su mente.
Se maldecía a sí mismo por no ser capaz de amar a alguien más, por no poder tener ojos para otra persona que no fuera ese hermoso hombre de mirada esmeralda que le devolvía la vida a su amargado corazón.
A la distancia, logró visualizar una silueta masculina. Estaba reclinado sobre una Toyota negra, la mirada perdida en algo que sostenía entre sus manos, pero que no logró distinguir por su posición. La estúpida camiseta del héroe All Might lo hacía ver tan ridículamente tierno, le generaba la necesidad de salir disparado a capturar sus labios en un apasionado beso, propio de una película romántica.
Bakugō Izuku, alias: Deku, alias del alias: El amor de su vida.
Su oscuro cabello meciéndose con el viento, su fuerte musculatura y ese hermoso rostro que se aparecía entre sus sueños más profundos hizo revolotear a los escorpiones en su estómago, e hizo que lo picasen incesantes, ansiosos por la ola de emociones que lo arrasaba.
¡Joder! ¿qué importaba si no era correspondido? Cada segundo en el que sus ojos se fijaban sobre aquel alfa eran suficientes para no desvanecerse en el agonizante sollozar de su imposible amor. Viviría al máximo el tiempo que les quedase juntos antes de que Deku sucumba a las garras de una gata rompe hogares y lo abandone a la merced del llanto que le deparaba su trágica historia de conquista.
—¡Hola, Kacchan! —La sonrisa que le propició iluminó su alma y al mismo tiempo, hizo chispear su pecho como el inicio de una gran explosión—. Lamento mucho la tardanza, prometo terminar mis entrenamientos con el maestro Yagi más temprano la próxima para que no vuelvas a pasar por esto —dijo, asemejándose a un cachorrito arrepentido mientras guardaba en su bolsillo trasero lo que sea que haya tenido.
¿Cómo no podía amarlo cuando se portaba tan estúpidamente tierno? Y ese casi imperceptible aroma a melocotón combinado con la fragancia del jabón de baño. ¿Se había bañado antes de ir a buscarlo?
—Como sea, nerd, no me importa esperar un poco más de la cuenta. Cara Redonda me dijo que te está exigiendo más en tus patadas, mejor concéntrate en dominar los movimientos que te enseña en vez de buscar maneras para reducir tu tiempo de práctica.
—Pero no te gusta quedarte hasta tarde. El maestro y yo siempre nos excedemos las horas acordadas por andar practicando técnicas de combate y no es justo para ti esperar tanto. Seguro tienes hambre y estás muy cansado. Kacchan siempre se esfuerza mucho en sus actividades escolares e intenta dar lo mejor de él. Es muy egoísta de mi parte querer priorizar mis actividades extracurriculares cuando es más importante venir a recogerte —susurró, con el índice y pulgar jalando del labio inferior—. El lunes tendré que hacer algo con esto. Luego de las vacaciones cambiaron los horarios a horas que no me convienen, así que me las ingeniaré para hablar al menos con los profesores que imparten clases en la tarde. Si logro convencerlos de dar sus clases en las mañanas, podré tener más rato para las prácticas y así no se cruzarán los tiempos para venir a buscarte. Oh, pero a uno de los profesores no le caigo bien, tal vez podría...
—¡Carajo, Deku, cierra el pico! —cortó Katsuki antes de que Izuku se hundiera en un mar de pensamientos. Izuku mantuvo su boca cerrada, observando avergonzado a su hermano menor—. Me estoy muriendo de hambre y sé que tú también, cuando tienes hambre parloteas más de lo que puedo soportar. Vamos a casa, comamos, terminemos de leer los cómics que nos faltan y luego nos encargamos de esto.
—P-Pero, ¿no tienes actividades para la próxima semana? No quiero que, por pasar tiempo conmigo, descuides tus trabajos.
—No digas estupideces, ¿es que acaso no me conoces? Tengo todo cubierto, no se me puede pasar nada. No me subestimes, maldito friki. Ahora cállate y sube tu trasero al auto.
Izuku suspiró. No se podía negociar con su hermanito.
Dubitativo, Izuku apretó el control unido a las llaves del automóvil, resignándose a la terquedad de Katsuki. Izuku extendió su mano para abrir la puerta de su acompañante pero esta fue alejada de un manotazo, seguida de un gruñido disgustado. Lo miró con desaprobación antes de abrir su propia puerta y subirse al vehículo.
Una suave risa escapó de sus labios al ver al adolescente realizar esa acción. Tuvo que haberlo predicho, su Kacchan era muy independiente, nunca dejaba que nadie hiciera las cosas por él si sabía que podía hacerlas por sí mismo.
Cuando subió al Toyota, sintió en su bolsillo trasero aquel objeto que juró destrozar ante la más mínima oportunidad. Su sangre se heló, y recordó de repente el nuevo propósito que se le había impuesto, haciendo que sus nervios se dispararan hasta los cielos. Inhaló y exhaló profundamente, en un intento por calmarse.
Debía fingir que nada había ocurrido, que nadie se le había acercado cuando salía de su hogar, pero era un trabajo difícil, su interior pedía a gritos destruir el objeto, hacerlo pedacitos y luego incendiarlo hasta que solamente quedaran sus cenizas.
Era la primera vez que algo así le ocurría a Izuku, nunca había experimentado una sensación tan intensa y maligna como esa. Era como un veneno pastoso y maloliente propagándose dentro de él, en busca de aumentar su sentimiento de asco hacia la cosa en su bolsillo. Le provocaba molestia, mucha molestia, pero también impotencia y no sabía qué hacer con esos malestares tomando control de su cuerpo.
Había fingido una sonrisa calma al ver a su hermano aparecer, e intentó tranquilizar su creciente ira con la apacible esencia que el enigma desprendía, funcionó, pero en el momento que recordó el suceso anterior a su salida para recoger a Katsuki, todo el progreso que había hecho para recuperar su estado de ánimo se fue al caño.
¿Qué iba a hacer? Debía de cumplir lo que le prometió o seguro le diría a Kacchan su secreto, pero era horrible solamente imaginarlo aceptando. ¡Rayos, se sentía tan mal de solo pensar en eso!
—Nerd, ¿todo bien? Tu aroma se está volviendo agrio.
Una sensación parecida al vértigo se instaló en la boca de su estómago, y causó que se notara aún más su nerviosismo.
Movió su mano en negación, a la vez que una gota de sudor se asomaba por su frente.
—¡Sí, sí! Todo bien, no te preocupes. Solo recordé que tenía un ensayo muy largo que hacer para el martes —mintió, encendiendo el carro. Evitó a toda costa ver a Katsuki a los ojos—. En fin, vamos a casa, mamá ya debe tener la cena lista.
Estaba seguro que esa punzada en su pecho desaparecería. Probablemente no era nada. Tal vez con el tiempo se retractaría y listo, su vida volvería a la normalidad.
Después de todo, ¿por qué siquiera pensaría en interferir? La distancia que los separaba era casi tan grande como el amor que sentía por Kacchan y si alguien llegara a saber de eso, entonces estaba más que frito.
Tragó saliva, mentalizándose de lo que sucedería. Debía superar esto pronto o su vida sin duda se convertiría en un infierno.
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Habían pasado tres semanas desde ese día.
Aunque al principio Katsuki no se detuviera a pensarlo, muchas cosas podían cambiar en solo veintiún días. Era ridículo creer algo así, ¿no? En tan poco tiempo era imposible que alguna alteración fuese notoria.
Las clases habían estado tal y como las recordaba antes de irse de vacaciones, sus compañeros igual de inútiles, los profesores jodiéndole la vida con actividades y exámenes demasiado sencillos. Nada había cambiado, salvo que algo sí lo había hecho.
Estaba sentado en la colorida sala de estar, en la soledad de sus cuatro paredes. Nadie se había atrevido a interrumpir su infinita tranquilidad, a pesar de ser un viernes por la noche con millones de posibilidades para un adolescente de su edad.
Su mamá Inko había salido ese día con sus amigas, no volvería hasta el lunes por la tarde. Mitsuki decidió largarse con su esposo y su otro hijo a Kioto, por lo que tenía casa sola hasta el inicio de la próxima semana. En cualquier otra oportunidad se hubiera sentido infinitamente feliz por este suceso, que no estuviesen sus mamás significaba que podría darse la libertad de aumentar las interacciones con Izuku a un nivel un poco más descarado que de costumbre, como ambos andando en paños menores por toda la casa en vez de sus tradicionales camisetas y bermudas.
La tarde anterior planeó junto con Deku madrugar viendo la saga de películas de All Might, hacer una pijamada o alguna de esas mariconerías que sabía le gustaban. Tenía todo listo, había hecho palomitas de maíz, se había gastado parte de su mesada comprando los dulces favoritos del nerd para darle una grata sorpresa, hizo bebidas y acomodó almohadones en el sillón más grande de la sala.
Las noches de películas eran sagradas. Al ser de esos pocos momentos en los que ambos tenían el suficiente tiempo libre para dedicárselo completamente al otro sin la mortificación de tener pendiente alguna actividad, debían atesorarlos a toda costa. Sí, parte de su día a día ya lo pasaban juntos, ver a Izuku en frente de su preparatoria cada vez que lo iba a buscar era la recarga de energía suficiente para sentirse despojado de todo el cansancio que sentía, el confort que lo poseía al admirar la hermosa sonrisa de aquel hombre era lo necesario para que su pecho estuviese en paz, pero estar uno al lado del otro, sentirlo ronronear al comer esas barras energéticas de limón que ni siquiera sabían bien, le otorgaba un nuevo nivel de plenitud.
Tamborileó sus dedos contra la mesita de madera, y fingió interés en el video que se transmitía en su computador. Sus cejas se fruncieron cuando apareció uno de esos molestos anuncios a interrumpir una espectacular caída, e hizo que, con una fuerza más grande que la calculada, cerrara la computadora en un sonoro chasquido.
Sus puños apretados sobre el aparato temblaron de la rabia que emergía lentamente. Cerró sus ojos con fuerza e intentó olvidarse de todo por unos segundos.
Era una estúpida noche de películas la que le había pedido, solo eso.
Fúrico, se levantó del sillón, que se arrastró unos centímetros más atrás. Caminó hasta la cocina, irritado por lo que le estaba pasando otra vez. Sin mucho cuidado, tiró a la basura todas las botanas que había preparado, junto con las bebidas que hizo. Estampó la tapa del contenedor hasta dejar las marcas de sus dedos sobre esta.
—¡Carajo! —gritó, alterado en cualquier aspecto de la palabra.
Recogió las almohadas y cobijas que había dejado tiradas en la sala, acomodándolas bruscamente para intentar subir las escaleras con ellas. Dejó caer varias a la vez en su descontrolado intento por desaparecer todo lo que preparó.
Seguro la pequeña casa de dos pisos estaba inundada por sus feromonas. Un tornado de emociones lo destruía, sin preocuparse por los daños colaterales que seguro dejaba a su paso, porque era más importante reavivar el dolor por el que estaba pasando que pensar en las consecuencias.
Lo habían timado, como si le hubieran tomado el pelo tan fácil que notarlo no fue una completa sorpresa.
Llevaba esa especie de tradición con Izuku desde que tenía dos años, y algo así no les había sucedido nunca. Justo en ese momento, cuando todo con él dejaba de ser lo que antes era, que pasara algo como esto lo destrozaba.
Tres de la mañana, y Deku todavía no había llegado a casa.
En otra situación estaría preocupado, pero había recibido un mensaje de Izuku disculpándose por su retraso y avisándole también que no podría llegar a casa a la hora acordada ya que el contratiempo que se le presentó con uno de los trabajos de la facultad era más grave de lo esperado. De todas maneras, el problema no era ese, tampoco el hecho de que ya era la cuadragésima vez que le cancelaba los planes que siempre solían hacer juntos. Sí, le dolía como la mierda pero no era lo importante, sino que le había mentido.
Apenas treinta minutos atrás, le preguntó a Kirishima, el idiota uno, sobre el “contratiempo” en el proyecto que estaba realizando con Deku, para ver si podía ayudarlo en algo (y al mismo tiempo salir beneficiado al recibir dinero del idiota uno por su bondadosa colaboración), Kirishima se halló descolocado luego de eso, y reiteró varias veces que no había ningún problema con ese tal trabajo, incluso, para su sorpresa, Kirishima le preguntó a uno de los más aplicados de su clase y él mismo le dijo que no había ningún proyecto en esa facultad que hubiera presentado contratiempos.
Así que, ¿por qué le mintió?
Un ruido sordo resonó en la estancia, haciendo que su atención fuera inmediatamente hacia el punto del bullicio. Las sábanas en sus brazos cayeron al piso en segundos al observar la escena que se desenvolvió frente a sus ojos.
Izuku se hallaba arrodillado bajo el marco de la puerta, con el cuello extendido hacia la izquierda, en una muestra completa de sumisión. La espalda recta y los vivos orbes esmeraldas desviados a otro lado, en busca de no mostrarse amenazante ante el enigma. Era claro que no estaba en esa posición por voluntad propia, seguro el instinto alfa de supervivencia había reaccionado a la mortífera cantidad de feromonas que Katsuki estaba desprendiendo, aquellas que se desbordaban por su glándula odorífera, y exigían que se hiciera notar su lugar como superior.
—Kacchan...
El suave murmullo hizo que los ojos de Katsuki se desviaran a su rostro, las pecas iluminadas por el resplandor proveniente de la cocina le daban un toque inocente.
—Lo siento, ¿sí? No quería llegar tarde, pero el arreglo del trabajo duró más de lo… ¡Ah!
La fuerza de las feromonas obligó a Izuku a inclinarse hacia atrás.
Las piernas de Izuku se separaron, y sus rodillas flexionadas hicieron una fuerte tensión en sus jeans, dejando a Izuku expuesto de todas las formas posibles. Deku se quejó, seguramente por la presión con la que estaba sometido. Sus manos tras la espalda, la sensible glándula odorífera expuesta y las piernas separadas, era una situación en la que a ningún alfa le gustaría verse vulnerable.
Katsuki sonrió, y se acercó a Izuku para cerrar la puerta a sus espaldas, sin la intención de que alguien más que él fuese testigo de tan majestuoso panorama. Se reclinó en la caoba del suelo, mientras sostenía con fuerza la perilla para mantener sus manos tranquilas y no empezar a recorrerlas por ese seductor cuerpo fornido.
Katsuki estaba enojado, más que enojado, se sentía traicionado, pero ver a su hermano así, con el cuello extendido buscando perdón, lo conmovió por completo.
Después buscaría respuesta a la razón por la que Deku se vio obligado a mentir, pero por ahora, quería desahogarse un poco.
—Sabes qué hora es, ¿no es así? —dijo, sin esperar siquiera una respuesta—. Por supuesto que debes de saberlo, tienes un maldito reloj en tu muñeca. —Señaló, mirando el aparatito que marcaba exactamente las tres y cincuenta.
—Se me hizo algo tarde —dijo Izuku en voz baja. Su respiración acelerada revolvía los cabellos en su frente.
—¿Algo? ¿Llegar casi a las cuatro de la mañana cuando sabías que mamá te permite estar afuera hasta la una en punto te parece "algo tarde"? —contraatacó Katsuki, sin borrar su expresión de depredador.
—¡Fue una emergencia! M-Me necesitaban para arreglar los preparativos del trabajo. Sabes que es algo muy importante. —La linda boquita de Izuku se cerró instantáneamente al verlo a pocos centímetros de su rostro, en medio de sus piernas, con ambas manos presionando sus muslos.
Katsuki acarició la tela del jean con una lentitud atemorizante.
—Deja de mentir, Deku. No engañas a nadie con esa farsa. —Katsuki sintió al cuerpo de Izuku estremecerse bajo su toque, y algo dentro de él vibró en busca de generar otra reacción como esa. Relamió sus labios—. Puedo saberlo bien, tu aroma te está delatando, tonto alfa.
Katsuki deslizó una de sus manos por el endurecido abdomen, deleitándose al sentir el sixpack a través de la suave tela. Subió lentamente hasta su pecho, sin despegar la mirada de los pequeños pezones que se dejaban ver por la transparencia de la camisa.
Izuku suspiró y Katsuki pudo jurar que fue el mejor sonido que captó en su vida.
—Mierda, puedo explicarlo —Deku susurró nervioso, dirigiéndole por primera vez desde su llegada esos resplandecientes ojos verdes.
—¿Y con esa boca besas a nuestras madres? Nunca creí que fueses tan vulgar, Deku. —Katsuki presionó su rodilla contra el miembro del alfa, y disfrutó cómo Izuku se retorcía al sentir la presión—. Dime la verdad, —Su índice se introdujo en el espacio abierto de la camisa, jaló un poco de ella, logrando que Izuku pudiera girar su cabeza para encararlo—, tú no tenías ningún puto proyecto que arreglar, solo querías deshacerte de mí.
—No, eso no es así, ¡Argh!
Katsuki quitó su rodilla y presionó con la palma de su mano el miembro semierecto. El hormigueo en su vientre le incitaba a seguir tocándolo, a desnudarlo y hacerlo gemir hasta el cansancio. Maldición, ¿cómo alguien podía verse tan erótico en esa posición?
—¡Kacchan! ¿¡Qué haces!? ¡Q-Quita tu mano de allí! —chilló Izuku con los ojos cerrados, al parecer intentando controlar sus reacciones por el rítmico movimiento que la derecha de Katsuki ejecutaba..
—¿Seguro que quieres que la quite? Tu cuerpo no parece muy complacido con esa idea, bastardo pervertido.
Katsuki podía sentir la respiración acelerada del alfa en su rostro. Estaba jadeando, con cada apretón que su mano daba al bulto entre los pantalones del chico podía sentir que el palpitar de la polla se hacía más fuerte, al igual que su dureza. Era tan increíble que con unos pocos masajes ya tuviera al nerd temblando bajo su toque. Las caderas de Izuku se movieron a los lados, en busca de más contacto, queriendo aumentar su excitación.
Un leve empujón fue necesario para que la espalda de su víctima tocara el suelo. Las manos del Izuku habían logrado soltarse de atrás de su espalda y sostuvieron su cuerpo cuando paró en el piso. Katsuki se montó sobre Izuku, con su corazón acelerado por la adrenalina del momento, de por fin tener a su hermano de aquella manera tan comprometedora. El escozor en su pelvis no se detenía y sabía que Deku estaba igual o peor que él.
Hacía calor, demasiado calor, sus mejillas ardían cada vez que sus manos tocaban la aterciopelada piel, la oscuridad que se interrumpió por la tenue luz proveniente de la cocina solo volvía más íntima la escena que estaban creando. Katsuki se mordió el labio inferior, orgulloso por el desastre que hacía del alfa más fuerte del campus. Se aproximó a su cuello, descendiendo a la vez su mano derecha hasta los pantalones de ambos para sacar sus ya prominentes erecciones, Izuku gimió al sentir la mano fría enrollando su pene y él sonrió divertido por esa acción.
Su vista estaba borrosa. La cantidad de feromonas proveniente de ambos era tal que adormecía sus sentidos hasta dejarlo tambaleante. Debía controlarse o seguro se desmayaría.
Era una mierda, pero su joven cuerpo aún no era capaz de soportar el tope de sus propias feromonas, mucho menos de la combinación con estas y las de un alfa dominante.
Usando su mano izquierda, Katsuki decidió deshacerse de una buena vez de esa estorbosa camiseta de All Might, la arrancó de un tirón sin pensar por un momento en lo que encontraría debajo.
Cualquier calentura que haya tenido desapareció inmediatamente al ver la obvia marca que Izuku tenía en la glándula odorífera. Una marca de colmillos, más específicamente, de los colmillos de un omega.
Un omega.
Un omega.
¿Deku acaso había...?
El repugnante aroma a bálsamo de cereza golpeó brutalmente su olfato, dejándolo más aturdido de lo que ya estaba. El olor a omega provenía de la marca justo en la glándula de las feromonas de su hermano mayor.
Sus ojos picaron y su garganta se cerró en instantes, un poderoso vacío se instaló en su estómago, como si hubiese perdido el aire de repente. Su cabeza palpitó dolorosa, y el temblor de sus manos se hizo ver. El pecho le dolía, le dolía como la mierda, creía que iba a morir en ese mismo instante.
—Eso era lo que en realidad estaba haciendo. Lamento haberte mentido, pero por fin tomé el valor de marcar a mi amor de toda una vida y que él me marcara también a mí, —Katsuki oyó la voz de Izuku pero no lo vio por ninguna parte. No estaba en ningún lado, él mismo ya no se encontraba en su cómoda sala viviendo el mejor momento de su vida, sino que ahora se hallaba en un espacio en blanco, frío y lúgubre—, Merrick Baliton y yo ahora viviremos juntos en un área residencial y tendremos cincuenta cachorros parecidos a nosotros dos.
—¡No! ¡Deku, espera! —Su garganta ardió como nunca, desgarró cada parte de ella para intentar detenerlo de casarse con ese tipejo pero aun así, los pudo ver a la distancia, ese tipo con su traje de Power Ranger siendo abrazado por el dueño de sus más profundos anhelos—. ¡Te amo, no puedes dejarme así!
—Oh, claro que puedo, Katsuki. —Refutó, sus esmeraldas casi tan heladas como el corazón de un sicario—. Tú eres mi hermano, mi hermano menor, y nada más que eso. Nunca te veré con otros ojos, porque nunca significarás otra cosa. Ahora piérdete, te visitaré el próximo año para presumirte mi increíble vida con una pareja que no eres tú.
Todo había acabado.
Katsuki espabiló, sentándose a la velocidad del rayo con sus ojos a punto de salirse de sus cuencas. La sangre corría veloz por su sistema, intentando aplacar los desbordantes latidos de su corazón. El sudor frío recorriendo su cuerpo hizo que sintiera pequeños pellizcos en diferentes partes, al igual que un nudo formándose en su garganta. Las manos le temblaban, su mismo cuerpo reaccionaba al espanto que había recibido por esa pesadilla tan traumática.
Se dio cuenta de que estaba en su habitación, con las cortinas grises corridas que dejaban al descubierto los suaves rayos del sol. El aire acondicionado no hacía ruido, pero el silencio era tal que le parecía estruendoso el mutismo del aparato. Aun así, no quiso concentrarse en los factores externos, porque su respiración y el sube y baja de su pecho no le permitieron prevalecer con la calma de saber que nada de lo que había pasado era real.
Despeinó su cabello con rudeza, teniendo la intención de fijarse en algo más que no fueran las vívidas imágenes de la catástrofe, pero no funcionó. Agotado, entristecido y sin poder calmarse lo suficiente, decidió que pararse a realizar su rutina diaria era lo mejor que podía hacer en ese momento.
Cuando fue a quitarse las cobijas, se descubrió no solo arropado con las mantas que anteriormente estaban en la sala, sino también con una camiseta de All Might, una camisa estúpida que citaba la frase: “donde hay pelo hay alegría” en letras negras. Supo entonces que Izuku en algún momento había regresado a casa, pero, ¿cuándo? ¿Cuándo se dio el punto que separaba la realidad de la fantasía? Acercó la camisa a su nariz, buscando reconfortarse con la esencia a melocotón que tanto amaba, pero entonces, sintió ese leve pero innegable olor a bálsamo de cereza que le hizo poner los pelos de punta. Tiró la camisa hacia una esquina de la habitación con tal odio que casi pensó que la tela se prendería en llamas.
No podía engañarse a sí mismo de esa forma tan mediocre. Lo había percibido, ese cambio de actitud que Deku estaba teniendo desde la vez que se apareció más tarde de lo normal en su preparatoria, hace tres semanas. Se había portado diferente, tal vez distante y al menos dos veces a la semana llegaba con esa pizca de aroma encima, ese repugnante aroma artificial a omega. Alguien a quien no conocía quería hacerle saber a los demás que ese alfa estaba apartado.
Parte de él creía estar en una de esas novelas que veía con su padrastro, la vieja y su medio hermano cuando los visitaba, aquellas que tenían más drama entre personajes que desarrollo de trama. Creía que estaba interpretando el papel del esposo engañado, ¡por un demonio, cumplía con todos los requisitos!: El tonto nerd llegaba más tarde de lo acostumbrado, su relación parecía haberse ido de vacaciones por tiempo indefinido, se comportaba raro y tenía el olor de otro, u otra, ni siquiera lo sabía.
«No puede ser, ¿en qué lío me he metido?». Pensó, cepillando sus dientes con un aspecto semejante al rey del infierno.
¿Cómo debería de sentirse respecto a ese hecho? Alguien estaba interesado en su hombre y no sabía quién, aún menos podía hacer algo al respecto, ¿no? Su mente estaba en blanco.
Lo único que podía deducir de todo ese embrollo, es que quería ver rodar una cabeza.
Nunca había sido bueno poniéndose en sintonía con sus sentimientos, era tal vez lo único en lo que flaqueaba su extenso repertorio de habilidades. Descubrirse, saber lo que sentía, ponerle nombre a esa espina en su pecho que no lo dejaba en paz era algo imposible. Él era de acciones, de una inteligente impulsividad, de una fuerza horrorosa para sus contrincantes y un cerebro más grande que el culo de su profesora de matemáticas. Katsuki sabía más que los jóvenes de su edad, o incluso algunos años mayores, aprendía rápido, sabía cómo avanzar, aplastar a su competencia de manera justa. Salirse con la suya de la forma más digna era su especialidad, saber levantarse de sus caídas estaba tatuado en su alma. Ser el mejor era su estilo de vida.
Un genio, un fortachón, alguien a quien se le debía respeto por su enorme poder estaba teniendo problemas sentimentales, ¿y qué ocurría cuando alguien experto en casi todo flaqueaba? Llamaba a los seres buenos para nada pero emocionalmente inteligentes, aquellos que sobrevivían con un veintinueve de cien en sus materias y decían que Colón descubrió América en el 2000, pero que daban la talla como consejeros.
Tomó su teléfono y se preparó para enviarles un mensaje, pero algo evitó que se encontrara con el buzón de mensajería. Agudizó su oído y prestó atención a las palabras apenas perceptibles que provenían del piso de abajo.
“Peleas tan sucio, pero amas tan dulce
Fight so dirty, but you love so sweet
Hablas tan bonito, pero tu corazón tiene dientes
Talk so pretty, but your heart got teeth
Diablo nocturno, pon tus manos sobre mí
Late night devil, put your hands on me
Y nunca, nunca, nunca lo dejes ir
And never, never, never ever let go”
Oh, mierda, Deku estaba cantando. Deku. Estaba. Cantando.
Deku, el que nada más cantaba el primer opening de Hajime No Ippo solo porque se ponía sentimental estaba cantando una canción actual, moderna, "de la chaviza".
Tiró el teléfono en su cama y salió corriendo de su habitación como si su vida dependiera de ello, cuando llegó al pasillo, sus piernas se apuraron para bajar las escaleras. No tenía tiempo para pensar en una lesión craneal por una caída severa, no cuando su hermano friki y otaku estaba cantando algo que no estaba para nada relacionado con el mundo de los héroes o el anime.
Llegó al primer piso y divisó un evento único en su especie, porque no solamente Izuku Bakugō estaba cantando una canción moderna, para nada, sino que la acompañaba con unos disimulados movimientos rítmicos y, lo más extraño de todo, con una destreza envidiable en la cocina.
Listo, estaba firmado, era el fin del mundo.
Izuku solo cocinaba en ocasiones especiales, como cumpleaños o fiestas grandes, bailaba y cantaba cuando creía que nadie lo veía (cosa que nunca pasó desapercibida para Katsuki) y que en ese momento, todas esas cosas que nunca hacía salieran a la luz de un segundo a otro lo hizo pasmarse de golpe. ¿Este en verdad era su hermano? ¿Acaso se había dopado?
—Oh, ¡Kacchan, buenas tardes! —La resplandeciente sonrisa del alfa lo mantuvo absorto por unos cuantos segundos, sumergido en las pequeñas arrugas que se le formaban a los costados de la boca—. Dormiste mucho. ¿Tienes hambre? Estoy haciendo curry picante para almorzar.
—Deku, ¿a qué hora llegaste anoche y por qué carajos parece como si te hubieras comido un camión de barras de chocolate?
Izuku parecía radiante a pesar de que tenía unas ojeras tremendas. Katsuki predijo que posiblemente su hermano se había dormido unas cuantas horas después que él, ¿y le había dado tiempo para despertarse temprano y parecer como recién salido del horno?
Izuku devolvió su atención a la preparación de la comida, sin bajar el volumen de la música.
—Qué directo. —Se mofó entre risitas—. Llegué a la una, creo. Me aparecí algo tarde pero al menos logramos salvar el proyecto, por eso mi buen humor. Además de que Asui-san me pasó esta canción tan movediza, no he dejado de escucharla desde ayer.
Una rara sensación empezó a emerger desde su pecho. Su instinto le indicaba que algo no iba bien en todo eso.
—¿Y ayer qué pasó cuando llegaste? No recuerdo una mierda. —dijo, yendo hasta él para sacar los platos que usarían y acomodarlos en la mesa.
—Ah, en la madrugada, cuando abrí la puerta, vi que te habías dormido sobre la mesa y derramaste jugo de uva en tu camisa, —Luego de decir eso, Katsuki se miró sus ropas, notando que tenía puesta una de sus viejas pijamas de explosiones—, no quería que te durmieras con tu camiseta bañada de jugo así que te la quité, te limpié y te puse esa pijama —añadió Izuku pensativo, revolviendo las guarniciones.
—¿Estás seguro?
El tono autoritario que utilizó Katsuki logró que Izuku dejara lo que estaba haciendo. Lo miró de reojo con curiosidad. Izuku apagó la estufa y limpió sus manos con un paño de cocina, todo movimiento fue analizado detalladamente por Katsuki.
—¿Por qué no debería estarlo?
Teeth se seguía reproduciendo, pero ya no tenía el mismo significado. El ambiente alegre había cambiado drásticamente por uno tenso.
Cocinar, bailar y cantar solo porque tienes buen humor y te gusta la música que estás escuchando no era algo propio de su hermano, al menos no de esa manera. Él es de hacerle ojitos para que cocine cuando sus ánimos están por los cielos, de poner una de sus canciones en japonés o del Cuarteto de Nos, jamás esa música moderna que sabe odia con su alma, ¡mucho menos cantarla y bailarla con tanta soltura!
Más importante, su sueño era pesado, pero no tanto como para no reaccionar a los brazos de su hermano, su sexto sentido nunca le fallaba en esos momentos. Además, no tenían jugo de uva desde hace un mes.
«Pésimo mentiroso, como siempre».
Debía creer lo que su cabeza le decía. Aquel pensamiento que lo torturaba día y noche desde que todo eso empezó a ocurrir se hacía más fuerte con la escena que lo recibió cuando bajó las escaleras, el cambio era tan drástico que negarlo sería tapar el sol con un dedo y no quería hacerse eso. Por la mismísima mierda, cada vez era más claro que todo ese comportamiento tenía que ver con el amor. ¿Acaso Deku estaba enamorándose de alguien? Las salidas, el aroma a omega, la distancia impuesta entre ellos por un tercero no mencionado, el ánimo tan bipolar del otro, mientras más lo pensaba más cuadraba en su cabeza aquella idea.
No, Katsuki se rehusó a creer que su amado estaba siéndole arrebatado por un desconocido, primero muerto que permitir eso. También se retractó de lo que había dicho hace tres semanas, se pasaba por las pelotas eso de no importarle si era correspondido, sí que le importaba, y mucho más cuando La Gata Rompehogares había aparecido antes de tiempo.
—¿Kacchan?
Debía confirmar su teoría de un Deku enamorado de una forma u otra, pero tal vez ese no era el momento.
Sospechaba que parte de lo que soñó en realidad no había sido un sueño, sino un suceso que el otro intentaba esconder. Probablemente lo que se reprodujo en su cabeza no eran más que los recuerdos de algo que había pasado esa madrugada, pero, ¿para qué Deku se vería en la necesidad de ocultárselo? ¿Por qué no lo recordaba con claridad? Y si había sido cierto, ¿sentiría en verdad asco de él?
—Tu camisa estaba sobre las mantas que me cubrían, ¿por qué?
Izuki lo estaba mirando, con esos enormes ojos tan analíticos que poseía, la inocencia marcada en los jades más bellos que existían le mostraban una inmensa seguridad, aunque no fuese eso lo que hubiera querido encontrar en ellos.
—Me sentí mal por haberte plantado en nuestra noche, creí que dejarte la polera con mi aroma te reconfortaría —respondió. Izuku tomó la olla por las asas y se le aproximó, indicándole que llevara la comida a la mesa—. Lavaré los trastes, ve sirviendo todo que yo voy en un minuto.
Katsuki frunció sus labios, sintiéndose congelado de la cabeza a los pies. El frío lo atravesó, llevándose todo, cada parte de él que alguna vez poseyó control ahora era una simple vista del pasado, estaba en una caída libre sin siquiera estarlo y todo porque sentía que se estaba alejando de la persona más importante para él. Resignado e insatisfecho, sostuvo la olla y se marchó de la cocina, planteándose seriamente reunirse con su grupo de idiotas esa misma noche.
No dejaría correr más el tiempo, no perdería a Deku. Descubriría la razón de todo ese show, costara lo que costara.
La música había parado hacía ya un rato, el cuarto estaba en pleno silencio, siendo una gota de agua que caía del lava manos lo único que perturbaba la endemoniada calma. El aroma a curry picante recién hecho le impedía a ambos sentir las feromonas del otro, pero no era ningún problema, al menos no para Izuku, que había planeado aquella comida justo con ese propósito.
Cuando Katsuki salió de la cocina, Izuku esperó unos segundos más para asegurarse de que estaba lo suficientemente lejos y no podría oírlo. Un suspiro abandonó su boca, soltando todo el aire que, sin quererlo, había retenido cuando esos temibles rubíes titubearon con su respuesta, rompiéndolo en milisegundos.
Dios, era tan difícil mentirle.
Estaba seguro que su aroma denotaba lo alterado que estaba desde que Kacchan había bajado las escaleras. Todo su cuerpo temblaba con su misma presencia y se sentía ridículo por ello, pero no podía hacer nada al respecto, no cuando al ver aquel bello rostro, su mente lo remontaba a esa misma madrugada en la que Katsuki había intentado devorarlo entero.
Intentó calmar su respiración, al igual que sus acelerados latidos. Casi corriendo, fue a lavar los platos sucios, deseando que así su mente se librara aunque sea por un segundo de la cara de su hermano desbordante de deseo.
Desde que cayó de rodillas sobre la madera, supo que esa situación iba a terminar muy mal.
El olor a caramelo y madera quemada fue dueño de sus fosas nasales, una fragancia tan poderosa que embriagaba cada uno de sus sentidos más fuertes, y lo doblegó al estado en el que estuvo, arrodillado, con su hermano menor entre sus piernas.
Tenía nulo control de su cuerpo, no podría mover alguna extremidad hasta que el enigma se apiadase y anulara el efecto de las feromonas sobre él, cosa que nunca hizo.
Doblegado ante el poder de una casta superior, se halló a sí mismo asombrado por el rol del chico, y a la vez, completamente encendido.
Había sentido un escalofrío recorriendo su columna vertebral cuando Katsuki presionó la rodilla contra su miembro. Su cálido aliento le había rozado el cuello suavemente, aún con esas callosas manos recorriéndolo, acariciando sus áreas más sensibles.
Las mejillas se le ruborizaron cuando sus memorias fueron más allá de lo predicho. Produjo una queja lastimera al saberse cachondo por las nada santas caricias de su hermano menor. Kacchan tenía razón, era un pervertido, ¿¡quién pensaría así de su propio hermano!? Se daba asco por tener en la cabeza cosas como esas.
Jamás se había sentido así por nadie, nunca, ni cuando sus hormonas lo golpearon con sus primeros celos había estado tan prendido por unos cuantos roces, por unas miradas que transmitían lo justo y necesario.
Tenía miedo por todo lo que estaba sintiendo, no quería causarle asco a su hermanito, mucho menos que lo viese como un bicho raro, lo amaba mucho como para alejarse de él por sus sentimientos tan repugnantes, pero sabía que eso estaba haciendo, lo estaba apartando de él porque Kacchan merecía vivir una vida normal, tener pareja, enamorarse.
Y allí estaba de nuevo, el sentimiento vomitivo que le pedía apartar a cualquiera que se acercara a Katsuki con otras intenciones. Intentaba ignorar el instinto, esa voz que le decía: “debo márcalo con mi aroma, hacerle saber a los demás que él es solo mío y que yo soy solo de él. ¿Esa mujer le está mirando el paquete? ¡Le arrancaré los ojos para que jamás vuelva a posar su atención en mi hombre!”... Sí, pensamientos para nada lindos que había estado controlando desde los quince, pero que con el pasar del tiempo y el crecer de sus sentimientos, se habían vuelto insoportables.
No era tonto, sabía de antemano que estaba enamorado de Kacchan, pero siempre pudo controlarse lo suficiente para no hacer algo que podría afectar al joven, sin embargo, estaba poniendo distancia entre ambos para ver si así desaparecía de una vez ese agobiante enamoramiento. Todo por culpa de... No importaba, pensar en eso solo le traería mal humor.
En fin, había divagado lo suficiente.
La culpa se lo estaba tragando vivo.
Era una pésima persona, de eso no había duda. Nunca había visto la necesidad de ocultarle algo a Kacchan (además de su enamoramiento por él, por supuesto) así que, que eso sucediera justo cuando empezaba a construir el muro entre ellos lo deprimía en sobremanera, porque lo extrañaba tanto, tanto, que le dolía a horrores no tenerlo a su lado, necesitaba su olor a roble quemado y caramelo, sus cálidos abrazos, las peleas tontas, acariciar su sedoso cabello rubio, oír sus risas malvadas cuando le ganaba en algo o se burlaba de él, lo necesitaba todo.
Lo que había sucedido esa madrugada fue un error, un horrible, horrible error que lo hizo más feliz de lo que le hubiese gustado.
Cuando Katsuki había empezado a sacarle la ropa y masturbarlos, lo poco que quedaba de su conciencia lo hizo espabilar en un certero movimiento, liberando la cantidad de feromonas necesarias para que Katsuki cayese rendido al instante sobre su cuerpo. Todo él se estremeció, la respiración suave del chico movió todos los interruptores posibles para dejarlo casi alucinando por unos cuantos segundos.
¿Qué le había pasado a Kacchan para que se comportara de esa manera? Seguía sin responderse esa pregunta. ¿Algún altercado con una casta extraña? ¿La tensión retenida por las clases? ¿Frustración? No divagó más, creyendo que era un tema muy personal como para entrometerse.
Luego de eso, se encargó de todo; se deshizo de las feromonas con un ambientador especial, limpió la sala que estaba hecha un desastre por lo que creía había sido una rabieta de Katsuki, borró tanto los mensajes como las llamadas de ambos celulares, cambió al rubio como pudo, lo dejó en su cama bien arropado y se sacó la camiseta que tenía para ponérsela sobre las mantas, creyendo que ayudaría a que no despertara pronto.
Katsuki era muy inteligente, pensaba que no caería en su farsa de hacer pasar la madrugada como un simple sueño, así que, asegurándose de dejar la camisa bañada hasta el tope con su aroma calmo, planeó una manera para disfrazar su mentira. Se paró temprano en la mañana e inició con la cocción de la comida favorita de Kacchan, que usaría para encubrir sus nerviosas feromonas cuando este llegase a confrontarlo. Se inventó una historia creíble en la que no hubiese ningún hueco y, como dato vergonzoso, puso una de las músicas favoritas de Katsuki, aunqur eso era porque quería acostumbrarse más a sus gustos musicales para no sentirse tan alejado de él, odió la canción al instante, pero haría el esfuerzo, se convencería a sí mismo de que era buena. Cantaría y bailaría hasta que a su cerebro le agradara. Claro que no funcionó, pero bueno, detalles.
«¡Y otra vez te sales del tema!». Se reprendió, secando sus manos con nerviosismo.
—¡Lento, se va a enfriar la comida! ¡Apúrate y trae tu trasero a la silla o te mataré! —Izuku oyó el grito desde el comedor y todos sus sentidos se pusieron en alerta.
—¡Ya voy! —Sus mejillas se coloraron, había olvidado por un momento que había dejado a Kacchan esperándolo.
Se dirigió al comedor intentando proyectar seguridad, pero cuando lo vio allí, sentado al lado de su silla, con los platos servidos y la comida humeante, la calidez en su pecho se incrementó espontáneamente.
La luz del mediodía traspasaba la cristalina ventana y alumbraba el panorama hogareño, hacía ver aún más blanca la piel de Katsuki, al igual que aclaraba su cabello. Su gesto neutro, que lo observaba con curiosidad, derritió su corazón sin esperar mucho, las hermosas facciones delineadas por los rayos del sol le otorgaban un toque místico, esos inquebrantables ojos lava que toda su vida había admirado se veían maravillosos, su cuello y la clavícula levemente asomada por la soltura de la polera lo hacían delirar, y ni hablar de esos labios que se veían tan dulces, de un color durazno apetecible; no eran carnosos, pero tampoco finos, y se veían bien cuidados, Kacchan siempre se esmeraba mucho en su apariencia, quería verse apuesto, tanto que a veces olvidaba que en esos momentos, donde su melena ceniza estaba revuelta, la ropa hecha jirones por las mil posiciones que adoptaba al dormir, la marca de la almohada que estaba grabada en su rostro y ese traicionero rastro de baba seca en las orillas de su boca lo hacían ver más perfecto de lo que intentaba ser, lo hacían lucir tan tierno, tan Kacchan.
Las cejas rubias se fruncieron en confusión.
—¿Tengo algo en la cara o por qué pones esa expresión de menso? —dijo Kacchan burlón, con una media sonrisa prosperando de sus labios.
Oh Dios, estaba sonriendo, ¿acaso no sabía que su raciocinio acababa con esas sonrisas? ¡Su corazón estaba volviéndose loco!
Un rosa fuerte hizo posesión de sus mejillas, cubriendo sin quererlo las pecas en estas.
—Me distraje por un momento. Lo siento, vamos a comer. —Se sentó en su silla al lado del enigma, agradeciendo ambos por los alimentos un segundo después.
El joven le dirigió una última mirada antes de concentrarse en la comida en su plato, sin que Katsuki lo supiera, él lo observaba de reojo, esperando ese momento que tanto le entusiasmaba de cocinar. Katsuki metió la primera cucharada en su boca y sus ojos brillaron, una suave sonrisita satisfecha apareció en sus labios. Un pequeño, minúsculo pero perceptible ronroneo salió de su boca sin que el causante de este se diera cuenta.
—No está mal nerd. Vas mejorando, pero aún no puedes superarme.
Allí estaba, la reacción que esperaba, ese semblante tan bello que siempre hacía cuando preparaba curry picante. Soltó un suspiro, correspondiendo el reto con sus mejillas encendidas y el calor en su pecho.
—Me seguiré esforzando para superarte, Kacchan, no creas que te la dejaré tan fácil. Te venceré.
—Quiero verte intentarlo, maldito nerd.
Sí, ese definitivamente era el chico por el que estaba locamente enamorado.
Daría su vida por preservar siempre esa sonrisa, incluso si eso implicaba sacrificar las posibilidades de alcanzar su propia felicidad.
______
Una hora en aquel lugar y Katsuki seguía preguntándose por qué mierda había tenido fe en ellos.
Les confesó, para desgracia de su orgullo, todos los problemas que había tenido con Deku. Desde el extraño aroma a bálsamo de cereza hasta las ausencias que cada vez se hacían más frecuentes. Exigió su ayuda, alguna solución a su problema, pero jamás esperó algo tan estúpido como lo que recibió.
Estaban en la casa de Kaminari (o mejor dicho, idiota dos) el cual era siempre el lugar de reunión. Un santuario en donde podrían actuar como se les plazca sin que los regañaran por ello. Al tener a los padres del propietario siempre lejos de su hogar, se habían acostumbrado a profanar la elegantísima mansión de cuatro pisos y centenares de cuartos y atracciones.
El idiota dos era asquerosamente rico y sus padres, para compensar su ausencia, lo consentían en cualquier cosa que deseara, pero Kaminari Denki era el único multimillonario que conocía (tampoco era que conociera a muchos) que no poseía ni un atisbo de egocentrismo en su sangre, sino que era todo un saco de dulzura y estupidez sin límites…, a veces con demasiada estupidez.
Y esa, era una de las veces.
Masajeó su cabeza cuando la canción volvió a sonar.
—¡Tú te vas y yo me quedo aquí! —Desafinó Kaminari, con un micrófono en las manos y su mirada en el tablero que indicaba la letra de la canción—. ¡Lloverá y ya no seré tuyaa!
—¡Seeeré la gata bajo la lluviaaa! —Sero, el marihuano, parecía tomarse todo con mucha seriedad.
—¡Y maullarééééé! —Kirishima Eijiro entró en escena, tomando a Chargebolt, el pastor alemán de Kaminari y acercándolo al micrófono de este.
—¡Auuuu! —Aulló el can, agitando felizmente su cola.
—¡Por tiiiiii!
Fuertes aplausos se oyeron de parte de Mina y el criado Kaminari, que alababan la horrible interpretación. Los tres adultos sobre la tarima agradecieron con grandes sonrisas los elogios y las rosas de plástico volando sobre sus cabezas, mientras que el perro se lamía las bolas en el fondo del escenario.
En serio, ¿por qué había creído que pedirles ayuda era buena idea?
«¿Se supone que así debo de representar mis sentimientos?».
Su cabeza palpitaba por el horroroso estruendo que sus amigos causaron casi desde su llegada, produciéndole un grave caso de jaqueca e hipersensibilidad al sonido. Tener los sentidos más desarrollados que los demás por primera vez le había costado caro, y se lamentaba tanto, pero tanto de haber levantado el teléfono para convocar una reunión.
Se suponía que lo ayudarían, no que le provocarían otra razón de estrés.
—¿Y? ¿Qué te pareció, Bakugō? —Sonrió Sero, girándose para encararlo.
—De la verga.
—¿La tuya o la mía?
—La tuya, así de malo estuvo.
—Ooooh, —Ashido Mina, que hasta hace segundo y medio estaba haciéndole ojitos al sirviente, se aproximó hacia ellos para alentar la burla—, ¿y tú cómo sabes si su verga es mala, Bakugō?
—¡Sí! ¿¡Cómo sabes que mi verga es...!? —Sero se aclaró la garganta, incómodo—. Es decir: ¡¿cómo sabes si mi verga es mala?!
En el fondo se oyeron las risas de Kirishima y Denki, logrando que Sero se abochornara por lo dicho.
—Los químicos de la hierba que te tragas hacen que tu cuerpo se relaje demasiado y no se te pueda parar, imbécil. Es obvio que tu polla estaría defectuosa luego de todo lo que te fumas.
—Tranquilo, hermano, siempre existirán las pastillas azules para rescatarte —dijo Kirishima, guiñandole un ojo a Sero.
Sero se apartó, rascando sus parches supresores con molestia mientras la única chica del grupo reía como desquiciada.
—Sí, no te preocupes por eso, y en cualquier caso, tu casta puede salvarte de una mala parada, literalmente —añadió neutral el sirviente, acomodando una bandeja de magdalenas sobre la mesa.
Y la bulla dio inicio otra vez.
Sero Hanta, un omega con aroma a marihuana y adicciones no justificables.
Kaminari Denki, La mano izquierda de Katsuki, un ganma que necesitaba urgente un cerebro nuevo y una buena dosis de afecto materno.
Mina Ashido, la beta que iba aplazada en casi todas sus materias pero que la salvaban sus faltas de inasistencias.
Kirishima Eijirō, su mano derecha, alfa obsesionado con el concepto de la masculinidad y lo viril. Tenía cara de que tiraba para el otro bando.
Todoroki Shouto, omega rompe bolas y sirviente de Kaminari. Aún pregunta cuándo regresará su papá de comprar cigarros.
El quinteto de tontos menos uno, porque a Ochako se le había acabado el dinero para el pasaje y no pudo asistir.
—¡Bien, bien! Dejemos de lado el tema de la disfunción eréctil de Sero y concentrémonos. Vamos a tomarnos este tema con seriedad, se ve que a Bakubro le ha estado afectando mucho desde hace semanas, así que, como buenos amigos, tenemos que darle una mano en esto. ¡El club de Los Monstruos Come Galletas abre sesión! —dijo Kirishima, sacando un pequeño martillo de goma.
—Sigue sin gustarme ese nombre. La mierda de Chargebolt tiene más gracia que eso —dijo Bakugō, cruzándose de brazos sobre su silla.
—No te parece divertido porque lo llamamos así cuando todas las galletas que hiciste se hicieron una sola en el horno.
—¡Les dije que habían puesto demasiada mantequilla, idiotas!
—Kirishima, creí que habíamos abierto sesión desde hace rato. —Interrumpió Shouto, jugando con una pelusita en su abrigo.
—Sí, pero lo que hicimos no sirvió de nada así que pensé que hacer la abertura oficial nos daría más impulso para empezar a ponernos serios.
—¿Cómo que no ayudó? Si Bakugō entendió todo con la canción de pimpinela —intervino Denki
—¡Es de Rocío Durcal, animal! —Katsuki lanzó una almohada a Kaminari, logrando que cayera del sillón—. Y no sirvió una mierda, ¿cómo me va a ayudar una pitera canción? Ni que estuviésemos en High School Musical para que todo se resolviese cantando.
Era verdad, pues no habían hecho nada más que no fuese hacer ridiculeces. En todo ese rato solamente pasaron de largo el tema principal de la reunión y se enfocaron en perder el tiempo en tonterías, según Katsuki.
Quería información relevante sobre quién era ese tal equis que intentaba robarle a su (no declarado) hombre, y pensaba que reunirse con sus seguidores (amigos) lo ayudaría, pues estos no solo se la pasaban con él, sino que también con Izuku, pues iban a la misma universidad, así que deberían saber algo o haber visto a alguien extraño acercándosele de más al nerd.
—Oh, oh, Bakugōsito está enojado. —Mina pellizcó una de sus mejillas, Katsuki quitó el dedo de la muchacha de un manotazo—. Bien, ya, ya. No te ofusques. A ver, tu situación es muy complicada porque no solo estás loquititito por Mido-chan, sino que, primero y principal: es tu hermano. ¡Uh! Para conquistarlo, podrías prepararle una cena romántica bajo la luz de las velas, vestirte de traje y hacer esa comida que tanto le gusta, servir vino, tocar la guitarra para él, una canción linda que le exprese todo lo que sientes, luego te acercarías lentamente y tomarías su mejilla entre tus manos, lo mirarías como si fuese lo más hermoso del mundo y susurrarías cercano a sus labios: “Te amo, Deku”... Necesito un novio.
—Definitivamente —contestaron todos a la vez, observando estáticos el semblante soñador de Mina.
—Es una pésima idea, se ve que obviamente eso no saldrá bien. —Bakugō suspiró, hastiado por la cursilería de Mina.
—¿Sabes si le gustan las castas dominantes? —preguntó Hanta.
—No tengo idea.
—¿Cómo no vas a tener idea del tipo de persona que le gusta a tu enamorado?
—¡No lo sé, mierda! Deku nunca ha mostrado interés en alguien que no fuese yo, o al menos así lo he visto siempre, aunque hubo un programa que le gustaba de niño en el que había un personaje llamado Dynamite, era alfa y estaba muy obsesionado con él, incluso, sé que sigue coleccionando basura comercial de esa peste.
—Yo tampoco lo he oído hablar nunca de un tipo en específico, la verdad, —siguió Kirishima, recordando las veces en los que ese tema salió a la luz en conversaciones que tuvo con Izuku—, así que, puede que no le importe la casta como tal y le gusten ambas.
—O ninguna, no hay que olvidar ese tema. —Permanecieron callados ante lo dicho por Kaminari, considerando esa posibilidad—. Tanto Bakugō como yo, que hemos estado con Izuku desde que éramos unos críos, jamás notamos algún interés de su parte en algo que no fuese estudiar, leer cómics, practicar artes marciales y el mismo Bakugō. Puede que haya una posibilidad de que no le guste nada relacionado al tema del romance.
—¡Pero le gustó un personaje de caricaturas! —dijo Mina.
—Eso no cambia nada, sigue siendo un personaje ficticio y no un interés real. Estas son cosas que debemos de hablar con Izuku antes de entrometernos, saber si ha andado con alguien alguna vez, aunque sea por medio día.
—¿Qué putas te dio Sero para que ahora seas la voz de la razón? Mejor cállate si no vas a aportar nada beneficioso. Deku jamás ha andado con nadie, pero eso no significa que no pueda interesarse.
—Es cierto, yo he visto a Midoriya con alguien estas semanas —susurró Shouto.
Un aura sepulcral se instaló en el cuarto, como si todos sospechasen de algo menos Katsuki. Se giró hacia Todoroki, viéndolo con una sofocante intensidad.
De repente, Eijirō chasqueó los dedos, cosa que llamó la atención de todos.
—¿Hablas de la chica del aula C, la de coletas y sonrisa macabra? —Kirishima se dirigió hacia Shouto, creyendo saber lo que diría.
—¿La que siempre usa ese sustituto de feromonas de bálsamo de cereza? Es horrible, siempre perfora mis fosas nasales cuando viene a nuestro salón, ni siquiera el olor del tabaco de Dabi es tan malo —se quejó Sero.
—Sí, deja ese aroma por todas partes. He oído que es porque sus feromonas huelen a sangre y usa eso para oler al menos a algo, aunque usa ese supresor aromático como si marcara territorio. Ni siquiera puedo decir si ella es agradable. La siento algo falsa, aunque trata muy bien a Ochako-chan y a Midoriya-chan.
—Cierto, siempre les lleva almuerzo y lindas cartitas adornadas con ratoncitos blancos y manchitas rojas, Izubro es muy varonil al guardarlas siempre en su bolso antes de irse y darnos las cosas que podrían dañarse de camino a su casa. ¿Vieron que hace unos días le hizo un bento con la forma de Iruma? Eso fue tan...
—¿¡Ustedes lo sabían!? ¡Asquerosos traidores de la reputísima que los parió, bastardos del carajo, chupa pollas, perras de la coña, desgraciados, idiotas, orates, mal nacidos, zoquetes, simios sin cerebros, mentecatos, y… y...! —Katsuki contuvo la respiración antes de lanzar un temible grito.
Su boca formaba sonidos ininteligibles, incapaces de ser procesados como palabras por los simples mortales. Se había levantado del sillón, caminando en círculos por la estancia como si fuese un animal enjaulado mientras gruñía y los señalaba entre gritos inentendibles. En algún momento pateó la cama de Chargebolt, mandándola a volar a quién sabrá qué parte, el perro empezó a llorar, desconsolado por la perdida de su preciada cama, a su llanto le siguió Shouto, conmovido por las lágrimas del animal, empezó a chillar como crío por el escándalo causado, logrando solamente aumentar la ira del gran y temible enigma.
Kaminari se rodó a la silla contigua de Todoroki, acariciando su espalda para intentar tranquilizar su lamentable llanto. Sero temió por su vida y la integridad de su cuerpo, porque pasaban los segundos y Bakugō se veía más irritado. Kirishima se hizo bolita, no queriendo ser quien arriesgara su estabilidad física y mental por calmar a Katsuki, ya estaba muy traumado por lo que había sucedido aquella vez que creyeron que era buena idea matar a la culebra en la casa de la señora Koda con un palo de escoba y Katsuki tuvo que salir de su casa con su pijama de Winnie Poo a salvarles el culo cuando descubrieron que era venenosa. En su defensa, la agresividad de esa inmensa serpiente negra no era normal.
Todo eso ocurría mientras que Ashido tecleaba en su celular sin prestarle atención al resto.
Katsuki rugió, asemejándose a un feroz dragón destructor de tierras y pateador de niños. En su campo de visión se cruzó Mina y su sangre hirvió, ¡seguro se había enterado primero que todos, como la chismosa que era no le sorprendería! Caminó hasta ella a grandes zancadas, pisoteando y aumentando su presencia, Mina ni se inmutó, siguió calma en su teléfono, como si nada pudiera perturbarla. Cuando Katsuki estuvo frente a ella, listo para atacar e iniciar una batalla campal en busca de dejar en claro su abundante disgusto, el teléfono con estampados de capibaras se interpuso entre ellos.
—¡Hola, Mina-san! —Una voz varonil, pero sin dejar de ser infantil logró callar cualquier rastro de disturbio ocasionado en la enorme sala. El perro hizo silencio, Todoroki dejó de llorar, Kirishima y Kaminari dejaron de rezar y Hanta encendió su cigarrillo electrónico—. Lamento mucho molestarte con algo así pero en serio no sabes cómo me alegra que puedas ayudarme en esto.
—¡No hay problema, Mido-chan! Y tienes suerte, estaba a punto de quedarme sin batería cuando me escribiste. Estoy siempre disponible para lo que necesites, pero estoy un poco preocupada, me tomaste por sorpresa con eso de usar mi auto, ¿Le pasó algo al tuyo? —Mina hizo una señal con los dedos, indicándoles que guardaran silencio.
—Accidentalmente dejé en la madrugada las luces encendidas y la batería se descargó. Luego me encargaré de eso, pero necesito ir al parque central ahora, así que es un alivio saber que puedo usar a Pinky. Hoy mismo te la entregaré, ¿te parece bien?
«¿Ir hacia el parque central? Deku dijo que se quedaría estudiando hoy, ¿para qué debería ir allá? Y tan tarde...». Pensó Katsuki.
Mina rio, acercando más el celular a ellos, que se habían formado en un círculo para prestar atención.
—¡Cariño, claro que no! El motas y yo pasaremos mañana a buscarla, no te preocupes y ve con cuidado que está oscuro. También, en un rato vamos a dejar a Bakugōsito en tu casa, le avisaré que saliste para que no se preocu...
—¡No! —Katsuki se echó hacia atrás cuando oyó el grito, sorprendido por la actitud que había tomado su hermano. Nadie habló por un par de segundos, hasta que la llamada volvió a ser retomada—. Le dije a Kacchan que me quedaría estudiando y no puede saber por nada del mundo que salí. No quiero que pregunte.
—Izuku Bakugō Midoriya, ¿qué sucede? Nunca me has pedido ocultarle algo a Katsuki, ¿estás bien?
El corazón de Katsuki se contrajo, pues una vaga risa del hombre en la otra línea movió todas las cuerdas necesarias para lastimarlo; amargo, disgustado. Era casi como si le costase responder a la pregunta de Ashido.
Logró captar el motor de un auto siendo encendido, luego una pausa y un suspiro hondo
—Reconozco que no parece muy normal de mi parte hacer esto, y no te puedo prometer que estoy bien porque, Mina-san, no lo estoy, me siento muy mal, tan mal que me he pasado la noche llorando porque todo lo que hice, lo hice por Kacchan, porque estuviese bien. Cada esfuerzo que he puesto en nosotros ha sido para que siempre estuviese esa franja roja que nos limitara y ahora todo se derrumba y no quiero arrastrarlo conmigo porque sé que tendrá todas las de perder. ¡Es mi hermanito, por Dios santo! No puedo dejar que el incidente de la madrugada me haga creer ideas equivocadas.
»Kacchan lo ha hecho tan bien, Mina-san, no sabes lo orgulloso que estoy de él; es el mejor en todo lo que hace, sale adelante con una sonrisa triunfal, es perseverante, independiente, ¡da todo de sí mismo! No subestima a otras castas a pesar de saber que es más fuerte en la mayoría de las áreas, y siempre ha velado por mi felicidad, así que ahora es mi turno de velar por la suya, sin entrometerlo en mis problemas. No es perfecto, nadie lo es, pero para mí Kacchan es lo más cercano a ser perfectamente imperfecto, es mi todo. Lo único que quiero es que sea feliz, aún si eso será a costa de mi propia felicidad, pero me duele, duele demasiado, imaginar que se enamorará de alguien más, que ese alguien recibirá sus caricias y las sonrisas tan hermosas que hace cuando te gana en algo, pensar que otra persona podrá hacer junto a él todo lo que he deseado me… Maldición, perdona, no quiero molestarte. O-Olvida todo lo que dije. Gracias otra vez por prestarme a Pinky. Retengan a Kacchan hasta las diez, yo estaré en casa para cuando llegue y no sospechará de nada.
—¡Mido...! —El característico sonido que indicaba una llamada finalizada hizo vibrar el celular.
Katsuki pudo sentir a su corazón yendo más rápido, los pensamientos en su cabeza eran una tempestad y una hoja en blanco al mismo tiempo, era todo y nada. Solo podía pensar en una cosa: «¡Maldito Deku!».
Sero apagó su cigarrillo, sin lograr salir de su estado de estupefacción.
—Creo que te equivocaste, Kaminari. ¿Izuku está lo que yo creo que está?
—Hablas de...
—¿¡Cómo nunca se me ocurrió antes!? ¡Es mi amigo de toda la vida y el amorcito de uno de mis compadres, estaba frente a mis narices! ¡Era tan obvio! —Denki se echó hacia atrás en el sillón mientras tapaba su cara con la almohada que Bakugō le había lanzado con anterioridad.
—¿Qué era obvio? —preguntó un confundido Shouto.
—Que Izuku está enamorado de Bakubro. —Kirishima miró a Katsuki, que tenía su atención puesta en las baldosas de cerámica, sin ver a nadie, sin percatarse de nada que no fuesen sus propios pensamientos—. ¿Entonces, esa llamada en la madrugada preguntando por el trabajo de la facultad no fue casualidad? ¿Era verdad eso de que Izuku te mintió sobre ir a arreglar el proyecto de curso para ocultar lo que sea que esté haciendo? Amigo, eso está fatal. Sé que es su vida personal y todo pero yo de verdad quiero saber qué le ocurre.
El rechinido de la silla fue su única respuesta, pues Katsuki se había levantado del mueble, ignorando a Kirishima. Caminó hasta la mesa del comedor y tomó las llaves del BMW mostaza perteneciente a Kaminari, bajo la atenta mirada de los adultos. Denki palideció, porque hasta donde sabía, Katsuki no tenía idea de cómo conducir, así que se despojó de su cómodo puesto para evitar un muy posible accidente automovilístico. Shouto también se levantó, pero con las intenciones de ir a abrir el estacionamiento privado para que el chico pudiese sacar el automóvil, también para acompañarlos, pero solo para enterarse de lo que ocurría con uno de sus mejores amigos.
Eijirō le dirigió una mirada, curioso por cuáles eran sus macabros planes. Acarició el lomo de Chargebolt, y tiró uno de los maníes que estaban en el pequeño jarrón a su lado para llamar la atención de Katsuki.
—Eh, hermano, —Los ojos rubíes lo analizaron con tal frialdad que sintió sus pelotas encogerse. Tragó saliva, tomando fuerzas para continuar—, ¿qué harás?
Katsuki medio sonrió, con ese gesto asesino que tanto se temía.
—Haré entrar en razón a un nerd idiota.
Y entonces, desapareció por la puerta.
Genial, había usado el clásico factor sorpresa.
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Desde el principio todo había sido muy complicado, y no hablaba del principio, principio; de los dinosaurios, el meteoro que los destruyó o en situaciones más actuales, su propio nacimiento, la verdad es que no, no llegaba a terminologías tan profundas como esas, Izuku se refería al principio del trato con la chica de la sección C, Toga Himiko.
Hace casi cuatro semanas, cuando aún la relación con su hermanito permanecía como siempre había estado, esa chica se presentó por primera vez en su vida. Había oído de ella en su universidad; un omega con feromonas de sangre y actitud rebelde pero infantil, eso no era lo que le interesaba, en lo absoluto, lo que le interesó de ella ese día, luego de una agotadora tarde de entrenamiento, fue que se apareciera en su casa, con un enorme ramo de flores pomposas con tierra y raíces a la vista, vistiendo un uniforme escolar designado para preparatoria que claramente no le correspondía.
No, tampoco le interesó mucho eso, la verdad, le sorprendió verla de esa manera tan aniñada y más aún en su casa. Lo que en verdad le interesó fueron sus palabras:
«—¡Hola, Izu-chan! ¿Está Katsuki Bakugō? ¿Puedes llamarlo y decirle que su futura novia lo busca?».
«¿Su qué?». Pensó en ese momento, y dejó caer las llaves de su auto debido a la impresión.
Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza al recordar ese día, ese horrible, asqueroso y nefasto día. El principio de su desdicha.
La muchacha con la cara de una loca desquiciada buscaba a su Kacchan, como si fuera lo más normal del mundo, como si hubiesen sido amigos de toda la vida.
Estaba seguro que ninguno de ellos dos había hablado con esa chica alguna vez, recordaría esa cara tan aterradora. Se hubiese esforzado más por alejar a Katsuki de alguien así, y alejarse él mismo, pero allí estaba ella, en su puerta, y él congelado cuando estaba a punto de salir a buscar a su hermanito.
Intentó disimular su increíble bien resguardada expresión de depredador (esa que había adoptado de Kacchan), le dijo a la chica que a quien buscaba no se encontraba allí, pero ella insistió, incluso preguntó si se había vestido para buscarlo en su preparatoria, hasta se ofreció a acompañarlo. Izuku había apretado los puños, intentando menguar su rabia de alguna manera.
No es del tipo de personas que tienden a enojarse fácilmente, cuesta bastante hacerlo molestar, pero un interruptor de su furia siempre son y serían los enamorados de Kacchan. Su hermanito era muy popular entre otras castas, por su enriquecedor aroma a caramelo y madera, su escultural físico y todo lo que lo engloba. No los culpaba, él mismo se hallaba locamente enamorado de él a pesar de tener su sangre y ser mayor de edad, comprendía el porqué de que les haya gustado, pero eso no significaba que los dejaría proseguir en sus planes de conquistas sin enfrentarse a él.
Aunque Katsuki siempre los rechazaba sin dudarlo mucho, sin siquiera consultarle o preocuparle el tema, cosa que alegraba su corazón.
Pero esa omega lo había seguido hasta su casa (suponía él, pues dudaba que ella supiera su dirección) con un estúpido ramo y vestida como una niñita que claramente no era, solo para preguntar por su hermano, "su futuro novio". Eso ya no le parecía normal, ni tampoco seguro.
La idea le provocó arcadas, ¿Kacchan, novio de esa mujer? ¡Por favor, no! Ella no cumplía en absoluto con nada relacionado a lo que a su Kacchan le gustaría, nadie lo hacía, y sí, sabía bien que él no decidía eso, pero no podía ver a nadie digno del tierno corazón de su hermanito, no podía verlo con nadie, pero sabía que ese momento llegaría algún día, aunque algo era más que claro, esa loca no estaría en los planes.
Había soltado feromonas que denotaban a leguas amenaza y ordenaban sumisión, nunca lo había hecho con nadie más que no fuese ese simulador de omega en su clase de "Instrucción al mundo de la esencia", en donde les habían pedido usarlas con algunos voluntarios, solo para aprender, pero se vio en la obligación de utilizarlas si quería que esa chica dejase de parlotear tantas incoherencias.
“—Sé que te gusta Kacchan, —Le había dicho, esperando que las feromonas causaran efecto—, pero estoy muy seguro de que él no gusta ni gustará de ti. Lo siento mucho, en verdad, pero debes irte.
—¿Lo dices por experiencia? —La pregunta lo descolocó, y lo hizo fruncir el ceño esperando a que continuara—. Ya sabes, porque él tampoco siente algo por ti. —El cuerpo de ella temblaba, se notaba que estaba intentando resistirse al impulso de marcharse que le estaban causando las feromonas.
—¿De qué hablas? Él es mi hermano, no se supone...
La escandalosa risa que surgió de la mujer le heló la sangre, lo hizo sentirse nervioso a pesar de ser una casta más fuerte que ella. Esa chica era peligrosa, su instinto se lo decía.
—¿Crees que soy estúpida? ¡Los he estado viendo desde que inició el año escolar! Aunque tú o él no se dieran cuenta, yo siempre estuve tras mi Kacchan, al igual que tú. Mi olfato es mejor que el de cualquiera, puedo sentir hasta la más mínima partícula hormonal que desprendes, y cuando estás con él, ese aroma abuuunda en el aire. —Ella volvió a reír, haciendo que su enojo aumentara gradualmente—. Él será mi enigma, no lo dudo.
¿A caso intentaba apoderarse de Kacchan? ¿Cómo si fuese un objeto? Su instinto le pidió en ese instante arrancarle el cuello, pero él sabía que eso no ayudaría en nada. Debía alejarla de ellos, esa mujer estaba totalmente loca y temía que su hermanito fuera afectado por ella.
—Por favor, sal de mi casa o de lo contrario, me veré obligado a usar la fuerza.
—No eres divertido —dijo seria, jugando aburrida con un escarabajo que subía en una de las flores que cargaba—. Mejor hagamos un trato.
—¿Un trato? Solo dices incoherencias. En serio, cómo sea que te llames, déjanos tranquilos. No te acerques a Kacchan y tampoco lo llames así —gruñó, clavando sus uñas en la palma de sus manos.
—¡Soy Himiko Toga! Un placer, y puedo llamar a mi futuro novio como yo quiera, ¡Kacchan, Kacchan, Kacchan, Kacchan, oh, mi lindo y tierno Kacchan, cuando me besas yo me siento una Kardashi! —rio.
«A esta chica definitivamente le falta un tornillo». Respiró hondo e intentó mantener los estribos para no saltarle encima por usar ese apodo que hasta ahora, solo él podía usar (y Kaminari, para molestarlo), ese apodo le pertenecía, al igual que los sentimientos arraigados a él. Sentía que trataba con una niña.
Ella volvió a hablar.
—Escucha, si prometes llevarle esta y todas mis demás cartas y regalos de cortejo a mi precioso príncipe, yo no me acercaré más hasta que él me acepte, además, tendrás que estar conmigo en la universidad y cumplir cada cosa que te ordene, todo el tiempo, solo porque me divierte ver tu rostro enojado. —Sacó un sobre de su bolsillo y se lo extendió, pero su expresión aniñada había cambiado, en sus ojos dorados no se veía algo más que no fuese odio, amenaza y la muestra de que no estaba nada cuerda—. De lo contrario, si te niegas a cumplir con mis exigencias, le diré que estás enamorado de él. ¿Sabes el asco que le dará enterarse que su hermano mayor está enamorado de él? ¿Una casta dominante, mayor y de su propia sangre? Te alejará de inmediato y jamás podrás volver a estar con el amor de tu vida... Y si no te parece suficiente, usaré mis feromonas en él. —Izuku se mantuvo callado, analizando lo que había dicho, abrió la boca para hablar, pero fue interrumpido—. Debes saber que mi aroma es algo particular.
»Sé que has oído hablar de mí, seguro ya debes saber sobre mis feromonas. La esencia de sangre no es muy agradable que digamos, pero no solo no es agradable, sino que también causa un efecto divertido en castas superiores, ¿cómo crees que he resistido tanto tiempo tu orden de sumisión? Mi sangre va en contra de mi casta, y tienes suerte de que no me quité los parches supresores cuando empezaste a hablarme feo, porque hubieras empezado a rechazar tu propia casta, alfa.
—¿Qué? ¿Rechazar mi casta?
—Tontito, los de castas superiores que huelen mis feromonas empiezan a hacer lo que mi sangre hace con mi propia casta: rechazarla, pero a un nivel más tétrico, ¿te ha tocado tener un celo fuera de temporada? —Negó, oyéndola atento—. Contrario a lo que otros dicen, que una casta dominante tenga su celo fuera de su temporada habitual no causa excitación en lo absoluto, solo dolor, mucho, mucho dolor, porque tus genes alfa pierden el control, no saben cómo reaccionar al desvío de tus imprudentes hormonas, así que empiezan a atacarse a sí mismas creyendo que son de algún enemigo, logrando que tengas un colapso interno. Literalmente pierdes la cabeza en segundos, tus instintos te consumen y tu organismo se va carcomiendo de apoco. Aunque no es mortal y son pocos los casos registrados en donde las castas dominantes adelantan sus celos, no significa que sea imposible que un factor externo pueda conseguirlo, y justo esa es la función de mis feromonas, crear ese derrumbe en tu sistema alfa. ¿En serio quieres que Katsuki sufra todo eso solo por un capricho tuyo?”.
Bien, ese había sido un horrible recuerdo.
Sus manos se apretaron más fuerte en el volante, el cuero de este siendo hundido por sus dedos temblorosos. Su respiración se sintió pesada, el picor en su cuerpo no se hizo esperar, todo junto con el nudo que se formó en su garganta, y no era por sentirse triste, sino por la rabia que burbujeó en sus adentros, la impotencia de sentirse inútil, a merced de lo que identificaba como un villano.
¿La única manera de proteger a Katsuki era esa? ¿Someterse a las exigencias de una rubia mimada e infantil?
Tal vez no lo pensó bien, cuando todo inició solo eran interacciones leves y regalos que él terminaba dando a sus amigos o destruyendo, no deseando que Katsuki se enterase de ellos, pero poco a poco todo fue subiendo de tono; los pequeños encuentros de minutos se convirtieron en horas en contra de su voluntad, los regalos aumentaron, el contacto entre ellos también. No podía negarse o en verdad creía que Himiko sería capaz de hacerle algo a su hermano, no podía decirle a nadie porque estaba seguro preguntarían con qué lo amenazaba. Le aterraba la idea de que alguien más que él mismo se enterase de sus sentimientos.
Hacía un rato había recibido un mensaje de Himiko, diciéndole que quería verlo en el parque central, y que estuviese a las nueve, le ordenó que se apurara y él obedeció, no teniendo de otra mas que resignarse a sus pedidos, pero su auto no encendió, tuvo que llamar a uno de sus amigos para que lo auxiliara. Fue entonces cuando oyó la voz de Mina, la preocupación en su dulce timbre femenino lo hizo sentir pequeño, diminuto, creyó que todo el peso de sus problemas se había convertido en un yunke gigante en su espalda, le habló, sacó parte de lo que aturdía sus pensamientos por las noches, se dejó llevar en un infinito hilo de palabras que transmitían lo solo que se sentía con el problema que jamás mencionó, lo pesada que era su carga y la inmensa necesidad que tenía de acabar con todo aquello que le impedía seguir a su Kacchan, a la luz potente que alumbraba su camino, cómo en realidad quería hacerlo. Estaba harto de ser su hermano, su amigo, confidente, ya no era suficiente ser solo eso, quería ser egoísta, exigirle más, robar su corazón con esas palabras que siempre deseó dedicarle, estar con él como en realidad quería. Hablarle a Mina, desahogarse, lo hizo entrar en razón y eso, junto con lo que había ocurrido esa madrugada, habían sido una especie de epifanía, todo se volvió más claro, se dio cuenta que no podía seguir de esa manera, sometido por sus miedos, sin arriesgarse ni luchar por lo que deseaba. Si en realidad se consideraba digno de Katsuki, tendría que empezar a demostrarlo siendo más perseverante, más valiente, tenía que dejar de esconderse en su cueva y hacerse el tonto para dar la cara por su amor.
Olvidarse de inseguridades; de la edad, de la casta, de la sangre que los unía.
Por eso, aceptó por última vez ver a Toga Himiko. No lo volvería a amenazar, esa noche acabaría todo, no tenía pensado ser intimidado más tiempo.
Se estacionó frente al parque, las luces amarillentas de los faroles le daban un aura lúgubre a los árboles naranjas, con sus ramajes al descubierto y el tronco oscuro. Los juegos de los niños se veían tenebrosos con toda esa negrura curbriéndolos, las casitas en donde los comerciantes tendían a localizarse estaban vacías, dejando solo una plataforma de madera gastada.
Aterrador, sin duda.
Salió del auto, ajustó el abrigo a su cuerpo y aspiró el frío aire de octubre, dándose valor a sí mismo para continuar con lo que tenía planeado. Aseguró el vehículo y se adentró al enorme parque, dispuesto a darle fin a todo.
Toga le había dicho que la esperara junto a la casita abandonada que pertenecía anteriormente al dueño del parque, por lo que se dirigió hacia allí apenas puso un pie dentro del lugar.
Tenía una enorme chaqueta verde que hacía ver a su cuerpo un poco más grande, la tela era lo suficientemente cálida para mantenerlo cómodo con los inicios de las ventiscas invernales que atacaban la zona a esas horas, las botas rojas que siempre cargaba se adentraron a un terreno que lo guió a la cabaña, pero algo no le pareció bien en todo eso y no fue el hecho de estar en un lugar público con la ya bien avanzada noche, era más un presentimiento arcaico que le alertaba sobre algo que podría atentar contra él, pero no podía descifrarlo. No lo ignoró, puso en el marcador rápido el número de emergencias y agudizó sus sentidos para detectar cualquier cambio en la zona, escondió el celular en uno de los bolsillos de su chaqueta, no sintiéndose seguro al dejarlo afuera por mucho tiempo, repasó en su cabeza los movimientos defensivos en sus clases de artes marciales, analizó sus puntos débiles, asegurándose de no descuidarse por si se presentaba una pelea. Lo que sea para estar prevenido.
La esencia del bálsamo de cereza que conocía tan bien logró nublar su juicio por un momento, pues estaba más fuerte de lo normal, más dulce, pero excesivamente empalagosa para su gusto. Sacudió su cabeza y limpio su roja nariz por el frío, intentando que las feromonas impregnadas en sus fosas nasales se esfumaran.
—¡Buenas noches, Izuku-chan! No sabes lo feliz que me hace verte aquí. ¿Cómo has estado? Hoy en la madrugada no me dejaste terminar de contar mi historia, te fuiste muy rápido, y ya llegaba a la parte más interesante. —Oyó aquella voz chillona que desde hace tiempo detestaba y sus sentidos de alerta se dispararon.
—He pedido muchas veces que no me llames de esa manera, Toga. —Cortó tajante, deseando irse lo más pronto posible para no volver a verla nunca más.
La locura en los dorados ojos era notable, hasta podía ver ennegrecido el sonrojo en las mejillas de la omega. Incluso, si se arriesgaba, podía decir que parecía… No, esa chica no tenía sentimientos, no podría estar enamorada en serio.
Ella acomodó su abrigo con una sonrisa prepotente.
—Te estás volviendo más grosero de lo normal. Me gusta. —Jugó con sus manos dentro de su abrigo, Izuku se puso nervioso por esa acción, temiendo lo que podría esconder dentro—. Deku-chan, ¿prefieres que te diga así?
—No, creo que no. —Izuku dio dos pasos atrás y Toga dos hacia adelante. Miró su rostro, que estaba deformado en una mueca que le pareció desagradable. Deseaba irse lo más pronto posible—. Toga, ya no haré más lo que me digas, el trato se termina. Si quieres dile a Kacchan que estoy enamorado de él, o lo que sea, no me importa, pero no dejaré que uses tus feromonas en mi hermano, y si te atreves a intentar algo no dudaré en llamar a la policía o hacerme cargo yo mismo de esto.
El viento sopló fuerte, los ramajes de los árboles chocaron entre sí y los canes de la zona formaron una sonora orquesta. Las nubes grises de la noche que con anterioridad cubrían la media luna se desvanecieron lentamente, dejando ver un albo arco que los iluminó sin mucho esfuerzo, al igual que los cientos de constelaciones que minaban el cielo como un montón de pequitas estelares. El rostro de Toga fue más claro en ese momento, y pudo ver como aquella mueca lunática cambiaba de repente a una calma, apaciguada por una extraña razón que desconocía. El brillo casi demoníaco que estaba plasmado en sus orbes había sido reemplazado con un destello común, uno titilante y expectante, pero sin atisbo de malas intenciones.
Izuku deseaba saber de qué se trataba todo ese plan de reunirse allí, quería descubrir sus verdaderos sentimientos pero el supresor se lo impedía, dándole solo un penetrante aroma a cereza.
Ella no dijo palabra alguna, solo rebuscó en el bolsillo de su abrigo sin dirigirle la mirada, concentrada en su tarea. Izuku guardó silencio, pero vigiló bien cada movimiento de Toga, temeroso de que hiciera algún acto extraño. Ella sacó algo de su bolsillo e Izuku se quedó de piedra.
Un paquete de galletas con chispas de chocolate marca Chokis descansaba en la mano de Himiko, justo la edición limitada en forma de All Might que escaseó hace algunos días, y que él había intentando buscar por cielo y tierra. Frunció el ceño, confundido por el presente que le ofrecía.
—Son para ti, por eso quería que vinieras, deseaba darte algo para compensar mi imprudente actuar todo este tiempo —dijo simple, sin cambiar su actitud aniñada, pero viéndose más seria, casi robótica—. Recordé haberte escuchado hablar con tus amigos sobre lo frustrado que estabas por no poder conseguir uno. Espero que con esto puedas perdonarme por todo lo que te hice pasar. —Tomó su mano y colocó el pequeño empaque de galletas, con una sonrisa que hasta ese momento no había visto provenir de ella.
—Eh, Toga, yo de verdad...
—Acéptalo, es una compensación por tan buen trabajo. No volveré a molestarte, y para que te sientas más aliviado, jamás estuve detrás de Bakugō-chan o tuve intenciones de hacerle algo, ni siquiera lo conozco, solo lo dije para que aceptaras pasar tiempo conmigo. Me agradaste mucho la primera vez que te vi, Izuku-chan. Quería ser tu amiga, pero en verdad eres muy aburrido y nerd.
Muy bien, eso sí lo había dejado sorprendido, y muy ofendido. Al menos vio una nueva fase de Himiko que en esas dos semanas ni se le había pasado por la cabeza que era capaz de tener. Una versión conmovedora de esa extraña omega
—Pero bueno, ya está. Pasa buena noche y cuidado al conducir, ¡Nos vemos el lunes en clases!
—¡N-Nos vemos! ¡Gracias por las galletas, Toga-san! —Himiko le regaló una pequeña risa para luego irse dando saltitos del lugar.
Cuando desapareció de su vista y el silencio nocturno volvió a inundarlo, sintió que podía respirar mejor, que su cuerpo era más liviano y que el frío viento se lo llevaría volando de allí si se distraía lo suficiente.
Se sentía…, se sentía genial. Un poco decepcionado porque él esperaba tener una épica pelea, pero genial.
Aunque ese apenas era el contratiempo menos estorboso, sí, creía que se iba a desenvolver en una batalla sin igual con la omega que se veía que podía darle una muy buena pelea, pero que lo más grave se haya resuelto fácil no significaba que lo siguiente también fuera sencillo. Había acabado todo en buenos términos para ellos, le hubiera gustado decirle algunas palabras que demostraran la compasión que lo embargó, pero quedaría demás relatar todo eso, y grosero si se toma en cuenta que hasta ese momento no sentía más que repudio por ella. Le pareció que se había terminado demasiado fácil, pero ¿quién era él para juzgar las vueltas que daba el destino?
«Ahora debo disculparme con Kacchan por todo lo que nos hice». pensó, retomando camino hacia el estacionamiento. «También debo de confesarle mis sentimientos. ¿Debería hacerlo ahora o después? Si lo hago ahora no sé cómo reaccionaría. Todo está demasiado fresco como para hablarlo. Podría irme acercando a él nuevamente como lo hacíamos antes, y una noche prepararle curry picante y llevarlo a su cuarto. Recuerdo que le gustó esa escena del libro que leímos, en donde la chica le prepara al chico una linda cena romántica en su habitación porque él estaba castigado, Kacchan lo vio muy romántico aunque no lo demostró, debería de intentar hacer eso, y en la cena le explicaría todo lo que pasó con Toga y a la vez, mis sentimientos por él, ya lo que pase después de allí es un misterio, por eso debo de esforzarme más para que sea la mejor cena de todas. Anotaré cuando llegue a casa lo que debo de comprar, alistar y preparar, también quedaría muy lindo regalarle la figura de acción de Bets Jeanits que vimos hace un mes en la tienda de cómics, ¡Oh! También elegir un día con noche agradable, asegurarme que mamá Inko no esté en casa y que mamá Mitsuki no nos visite. Debería... ».
—¡Tierra llamando a Deku imbécil, tierra llamando a Deku imbécil! Deku imbécil, por favor, deje de navegar por la nebulosa de su cabeza y présteme su jodida atención. —Un constante piquete en su frente logró sacarlo del infalible plan de “conquistar a Kacchan o morir en el intento” y cuando vio al causante la sangre desapareció de su cuerpo.
—¡¡W-Wahchan!!
—¡No grites, carajo!
Katsuki estaba seguro que ese grito lo habían oído incluso en el espacio. Tapó la boca de su hermano con fuerza, no queriendo que le reventase uno de sus tímpanos. Aturdido aún más por su sensibilidad auditiva, observó esas esmeraldas confundidas que analizaban su rostro, fue entonces que apartó su mano.
—¿¡Qué haces aquí!?
—¿No crees que eso debería preguntártelo yo a ti? —Izuku apartó la mirada, Katsuki supuso que estaba buscando alguna excusa para evadirlo—. Si lo que quieres es volver a mentirme, pues bien, hazlo, acá espero.
—No, no quiero hacer eso más, al menos no a ti. —Sus tiernos ojos lo miraban desconsolados, arrepentidos. Sabía que no era el único que extrañaba lo que tenían, pero Izuku debía entender que lo que había hecho lo dejó lastimado.
Katsuki lo miró, aprovechándose de su altura similar a la del alfa para confrontarlo.
—Oí toda tu conversación con la Ojos de Mapache.
El corazón de Izuku dejó de latir, sus manos sudaron y el aire de repente le hacía falta. ¿Kacchan había oído todo eso? ¡Demonios, estaba perdido!
Katsuki continuó:
—No sé qué has estado haciendo, no sé con quién te has estado juntando, ni siquiera sé qué me intentas ocultar, pero no soy un idiota que va a gritarte y echarte en cara que le has mentido como una perra por tres semanas enteras. Tienes tus razones para engañarme de esta manera, sean válidas o no, así que no te preocupes, aunque tengo ganas de partirte el hocico, no vengo a confrontarte por eso, al menos no ahora, tampoco por haberme apartado todos estos días.
—Kacchan, en serio lo siento mucho, ¡Te explicaré todo, lo juro! Pero la situación se me salía de las manos, estaba perdiendo la cabeza, todo se descontroló, caí a un vacío, y...
—Deku, ¿estás enamorado de mí?
—¿Ah?
Katsuki miró esos hermosos ojos verdes abrirse de más, y creyó por un segundo que Izuku también podía oír a su corazón enloqueciendo, o pudo ver en algún momento el temblor en sus manos y su labio inferior. A pesar de no haber recibido aún una respuesta, sus pómulos gradualmente enrojecieron, y mordió su lengua para mantenerse centrado y no perderse en las bellas pecas del universitario, iluminadas por los vestigios de los rayos lunares que alumbraban esa reacción tan maravillosa. Creía que su boca estaba seca, porque estaba tan enfocado en el panorama que le propiciaba el dueño de su corazón que incluso podía jurar que estaba flotando en su sitio.
Estaba a la expectativa, disimulando su obvia ansiedad por saber la respuesta del contrario, pero toda emoción decayó cuando vio las lágrimas acumularse en los ojos de Deku. Con una zancada se aproximó hasta él, sosteniendo sus mejillas entre sus manos y limpiando con su pulgar enfundado en un guante el agua salada en las orillas de sus ojos. Izuku correspondió su gesto tomando sus muñecas, las manos frías por la falta de tela no le generaron una grata sensación, pero no apartó en ningún momento el tacto con su lloroso y tonto rostro.
En un suave susurro, tan suave como la caricia del viento primaveral, Izuku le dijo:
—Yo... yo lo lamento, perdóname por eso, estoy seguro que te debe de parecer asqueroso, —Hipó, aferrándose a su tacto—, pero no pude evitarlo, lo intenté, tantas, tantas, tantas veces que perdí la cuenta hace muchos años, pero no pude hacerlo, Kacchan, no pude no enamorarme de ti. Debes estar horrorizado, es lo más seguro y tienes todo el derecho de estarlo. Es que es impensable, soy tu hermano, tu hermano mayor, te vi en pañales, ayudé a mamá Mitsuki a cuidarte y aun así no pude evitarlo.
»Te llevaste cada fragmento de mí, con tu sonrisa altanera, tu mala actitud, tu perseverancia, tu sentido de victoria, con todo, todo lo que te conforma me poseyó y me destrozó en partes iguales, pero te mentiría si dijera que no deseo sentir lo que siento por ti, te mentiría descaradamente, porque es lo más hermoso por lo que he pasado en toda mi vida. Amarte ha sido una dicha para mí y sonaré como un egoísta, pero aun si no te gusta la idea lo seguiré haciendo, te amaré sin ser correspondido, como hermano y como amante, incluso cuando llegue el día y la marca de esa persona esté en tu hombro e indique que alguien más tuvo la suerte de tenerte, yo seguiré aquí, viéndote ser feliz, entregándote mi corazón. Soy tu hermano, pero no importa cuántas veces me lo repita, siempre vuelvo a pensar en ti y todo deja de cobrar sentido.
Katsuki esperó toda su vida para oír esas palabras, toda su vida para que ese momento al fin se llevase a cabo y allí, parado frente al alfa más hermoso que había visto, se acercó a sus labios, sus respiraciones se hicieron una. Su corazón se lo exigió, debía hacerle entender a Izuku que todo aquello que creía unilateral, en realidad nunca lo fue.
Se apoderó de sus labios con ambrosía, anhelante de embriagarse más con ese olor a melocotón. Izuku dudó los primeros segundos en que sus bocas se complementaron, pero cuando Katsuki hizo el amago de separarse, pareció encender un interruptor que hizo espabilar a Izuku, y que atacara sus labios con las mismas ansías.
No fue tierno, no fue un vaivén lento de sus labios tanteando terreno, no, en ese momento eso era muy poco para ellos, y es que los sentimientos que ambos albergaban estallaron con tan solo un roce. Izuku tomó el labio inferior de Katsuki, lo chupó un poco, solo para alimentar a la bestia que le pedía comérselo entero. Saboreó el caramelo, el dulzor que su boca le propiciaba y Katsuki hizo lo mismo, tomó el mando y se adueñó de los labios y el sentido de Izuku, besándolo ansioso, acariciando con su mano libre el cabello de su hermano. Ambos respiraban con dificultad, la necesidad por tenerse el uno al otro los consumía en un mar de lujuria y desesperación que dejaba como resultado a ambos luchando por tener más del contrario.
El choque agresivo de sus besos inexpertos lograba que sus dientes impactaran de vez en cuando, pero no era problema, no les importaba en lo absoluto. Mientras que una de las manos de Izuku sujetaba el pecho de Katsuki, la otra tomaba los cortos cabellos rubios que lo obligaban a profundizar el beso, a meter su lengua en la boca de Kacchan. Forcejear y probar un lugar nunca antes explorado con el estallar continúo de sus pechos, el calor de sus exhalaciones.
Ambos inhalaron con profundidad cuando las ansías fueron momentáneamente apaciguadas, pero no pudieron separarse mucho tiempo del otro. Katsuki dejó suaves besos en los labios de Izuku, en su frente, en los rastros de lágrimas que corrían por sus mejillas y en la punta de su nariz, disfrutando el tierno momento que por fin tenía la oportunidad de vivir. Se vieron a los ojos, admirando aquel brillo especial rondando por los orbes del contrario, Midoriya se relamió los labios, sonriendo con una alegría tan pura, capaz de ser envidiada por los mismos ángeles.
Katsuki se inclinó y apoyó su frente con la del alfa, siguiendo con unas tiernas caricias en las pecosas mejillas.
—Hubo veces en las que te veía, a ti y a tus enormes ojos verdes, y pensaba que jamás podría estar contigo porque tu rostro, tú mismo me recordabas que eras mi hermano, quien había estado conmigo toda mi vida. Yo pensé que nunca podría besarte, acurrucarme junto a ti y decirte que te amaba con tanta intensidad que me quemaba solo el hecho de pensar que no podría demostrártelo, pues no me amabas, y cuando empezaste a alejarme, a esquivar mi tacto, ¡joder, pensé que moriría! Todas mis pesadillas se hacían realidad porque mi único miedo en esta vida es perderte, nerd. —El rojo se apoderaba de su cara y orejas. Lo que estaba diciendo lo dejaba muy avergonzado, pero creía que era necesario que el otro lo supiera.
—Deku, carajo, me tienes loco, prendado, atado, y estoy tan feliz de estar así por ti. Tenerte así, entre mis brazos, sosteniendo tus mejillas con mis manos, sintiendo tu calor y la suavidad de tus dulces labios que me deja en un estado de ensoñación, saber que ahora eres mío, y que yo soy tuyo es...
—Kacchan, sé que nunca hago esto, y en serio me hace amarte más de lo que ya creía lo que me estás diciendo, pero esperé desde los quince para poder devorarte la boca y saber que soy correspondido por el amor de mi vida.
—¡Bastardo, yo no te interrumpí!
—¿Entonces nos detenemos aquí, en medio de un parque potencialmente peligroso, con luces fluorescentes y un frío infernal para escuchar algo que puedes demostrarme mejor en casa, con tus labios?
—¿Desde cuándo eres tan descarado, pequeña mierdecilla inepta con patas? —Rio, empujando la cabeza de Izuku desde atrás para volver a unir sus labios en un tierno beso, ahora más calmado, concentrándose en disfrutar cada parte de su boca—. Bien, larguémonos. Se me está congelando el culo. Pero será mejor que cuando lleguemos a casa me expliques todo el mierdero en el que te metiste, bastardo.
—Está bien, lo prometo. ¿Anécdota nocturna con chocolate caliente, una pizca de polvo picante y galletas de orégano? —Sonrió Izuku, apreciando los rubíes de quien, al parecer (y esperaba fuese así, luego hablarían mejor el asunto) era su primer novio.
—Joder, Deku, solo tú sabes convencerme así. —Besó su mejilla, algo tímido, pero disfrutando el contacto con la piel pecosa.
Tomaron la mano del otro y entrelazaron sus nerviosos dedos, riendo por sus propios actuares, sin creerse todavía lo que sucedía.
La noche había dejado de ser helada, el calor que transmitían sus manos unidas les daba el calor suficiente para que sus cuerpos ardieran en la hoguera más resplandeciente de todas. Unidos, al fin, alfa y enigma, Deku y Kacchan, luego de tanto, de las mentiras y el dolor, de creerse no correspondidos, podían estar uno al lado del otro compartiendo un momento tan íntimo y romántico como el de una pareja paseando por un parque en la negrura de la noche, con las estrellas reflejándose en los ojos del contrario para iluminar su camino a casa.
A las afueras del lugar, en el estacionamiento del parque, ajenos al romántico suceso, Kaminari y Todoroki compartían miradas de complicidad, mientras el rubio se atragantaba con la polla de Todoroki, quien preparaba su propia entrada con dos de sus dedos en los asientos traseros del BMW.
Mientras que en las solitarias calles del vecindario menos elegante que los cercanos al parque, iba una rubia algo aniñada, con un chaleco de colores pasteles y sus zapatos escolares, tomada de la mano con una beta de hebras castañas y enorme chaleco rosado. Una pareja un poco peculiar, una con un aroma capaz de acabar con las castas dominantes y otra con un extraño gusto por las feromonas de sangre. Omega y beta, unidas gracias al intento de la beta por defender a sus amigos y el extraño gusto de la omega por las mujeres fuertes.
Toga apretó el agarre que tenía con su pareja, a la vez que su mano izquierda, esa que estaba escondida en su chaleco, acariciaba el verdadero regalo preparado para Izuku Bakugō, uno de sus mejores cuchillos. Justo en ese momento, Ochako besó su mejilla, ruborizada por los helados soplos del viento, al ver su rostro, Himiko soltó el arma punzocortante y se permitió deleitarse con el perfil de quien esperaba fuese su pareja para la eternidad.
Izuku tenía mucha suerte de que su mejor amiga, Ochako Uraraka, quien se había enterado de todos los problemas con Himiko, hubiera intentando enfrentarla y hacerla desistir de su trato con el chico, pero consiguiendo que Himiko se enganchara a primera vista de ella, solo por parecerse mucho a la niña de mejillas regordetas con la que jugaba en el preescolar.
«Tienes mucha, mucha suerte, Izuku-chan». Compartió un dulce beso con la beta, perdiéndose en la frescura de sus finos labios.
La noche de octubre más brillante de todas.
Y esta fue la historia de cómo el espécimen más raro entre las castas se hallaba enamorado de Bakugō Izuku, su querido hermano mayor.
FIN
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Finalizada el 07/01/2023
¡Hola a todos! Hidetoshi al habla. ¿Cómo están? ¿Les ha gustado la historia?
(En este fic todos pueden sentir feromonas, hasta los betas)
Nunca había hecho algo tan cute como esto. Siento que vomitaré cachorritos y arcoiris, pero me gustó, y me gustó todavía más saber que a quien fue dedicado este fic EstefaniaGab lo amó en su totalidad. Te amo mucho, turroncito de mi corazón❤❤ feliz regalo de navidad por atrasado🍂
Hay algunos errores acá, pero es que fueron casi 19233 palabras, y mañana tengo clases, no iba a corregir todo eso🤡 De todas maneras, me indican qué vieron fuera de lugar y yo con gusto lo corregiré.
¡Nos vemos!
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