Se supone que debo actuar de manera natural y no, en cambio, estar mirándote cada vez que pasas por mi salón.

Pero no puedo evitarlo.

Te veo pasando por el pasillo y mi vista se va a ti.

Claro, que tú no me notas.

Aunque hace unos días, cuando giré (sin saber que estabas ahí) nuestras miradas conectaron.

Pensé que yo sería la que bajaría la cabeza.

Para dar la imagen de dolida que todo el mundo me ha puesto.

Pero no.

Fuiste tú quien apartó la mirada y caminaste hasta tu salón.

¿Te dolió verme? ¿Te trajo recuerdos?

Bienvenido a mi realidad.

Espero que sientieras la incomodidad que siento al cruzarme contigo.