Carta 4.
Querido Elliot,
No eres nadie en el mundo hasta que tienes unos brazos donde morir. Recuerdo que esa frase fue la que le dio final a tus votos en la boda. Nuestra boda. Ahora, sentada en medio de esta sala. Justo en la casa que tanto te gustaba, la idea de un nosotros se vuelve muy lejana y vacía.
Me da miedo admitir que te estoy olvidando, que estoy olvidando la fuerza con la que nos amábamos.
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