Capitulo 39: ¿En el pasado?
El trio de oro tardó poco en llegar al cuartel, y nos contaron con todo lujo de detalles sobre su enfrentamiento con los mortífagos en una cafetería de Londres.
Para entonces, ya era de madrugada.
Nos fuimos a dormir cada uno en las habitaciones que teníamos asignadas, y para no estar sola, Hermione durmió conmigo en la habitación de Regulus. Hacía algo de frio a causa de... Bueno, en general el mal estado de la casa.
Me había puesto una manta aparte sobre la cabeza y las rodillas, y estaba sentada leyendo un poco el diario de Adler. Había llegado a la parte en que consideraba irse con su hermana a otra dimensión, y había escrito casi tres páginas explicando algo sobre un conjuro:
"Encontré el libro en la sección prohibida de la biblioteca de Hogwarts. Dumbledore me dejó mirar ahí para ayudarme, y lo cierto es que lo ha hecho.
En realidad es un conjuro bastante simple, pero muy raro y peligroso.
El movimiento de varita es como el de "Wingaridium Leviosa", y mientras se efectua se dice en voz alta (o como conjuro no verbal si se domina): Seu dimensio transiit inde ad me. Mientras se dice o piensa el conjuro (y si se hace bien), la varita viaja junto a su mago y a quien tenga agarrado hacia el lugar en el que el propietario de la varita se haya sentido más "en casa" o feliz, en la dimensión o forma pasada deseada.
En fin... No estoy segura si es un conjuro verdadero, ya que eso de que la varita viaja junto a su mago... Y menos aún eso de que viaja al sitio en donde te has sentido más feliz. No digo que no esté mal pero no llego a entenderlo bien.
Además, se lo comenté a Dumbledore, y dijo que el tampoco conseguía entender del todo el significado de... Eso. Incluso dijo que si se hace mal no sabe que puede pasar... Pero eso no importa. Se me parte el alma el tener que dejar a Sirius, por que realmente le amo, y no podré tener ningún recuerdo vivo de el..."
- Olivia.
Cerré el diario sobresaltada y apagué la luz de mi varita. Me quité la manta de la cabeza, y vi a Hermione despierta, mirandome.
- ¿No se supone que deberíamos dormir?
- No tengo sueño, Herms. Eso es todo. Y además, tu tampoco duermes.
- Bien visto... ¿Qué leías?
- Es privado.
- Somos mejores amigas, puedes decirmelo.- miré nerviosa hacia mi regazo, donde tenía el diario.
- Está bien...- quité la manta, y le expliqué sobre como y cuando había encontrado el diario, y de quien era y que contenía. Le expliqué sobre que estaba leyendo, y lo hice lo mejor que pude, ya que no lo había entendido del todo. Incluso le dejé leerlo, y realmente parecía entenderlo mejor que yo.
- Según lo que he entendido de esto... Si se hace bien el conjuro, se puede conseguir viajar a otra dimensión, tanto futura como pasada... Y se puede hacer llevando consigo a alguien, y por eso tu tia se pudo llevar a tu madre. Aunque no entiendo como hicieron algo así, sabiendo que si no salía bien podría ocurrirles algo desconocido, y aún sabiendo que estabas tu y que tu madre podría haberte perdido. Además que... Según ha escrito aquí tu tía... Incluso haciendo bien el conjuro, no se sabe con certeza donde se puede acabar, y eso incluye el pasado y el futuro de tu propia dimensión... Está claro que si consiguió llevaros a ti y a tu madre junto a ella misma a otra realidad es que era una bruja muy poderosa.
- Y le dolió muchísimo dejar a Sirius... ¡Hay páginas que solo hablan de el!
Reimos en silencio para no despertar a nadie, y comenzamos a leer esas páginas. Algunas explicaban la situación que había entre ellos dos sin ser pareja, es decir, amor/odio. Después ya contaba sobre que tenían citas en secreto con la excusa de intentar llevarse mejor, y luego ya contaba que a principio de septimo ya eran una pareja formal.
- Si no fuera por que tiene una hija, nunca habría creído que Sirius fuese tan maduro como para pedirle matrimonio a alguien. No podría explicarme como aceptó.
Seguimos leyendo un rato, hasta que caímos rendidas en un sueño profundo.
Esa noche no tuve ninguna visión, al igual que las anteriores. El echo de haber descubierto como llegué al mundo en el que había crecido me había dejado mentalmente exhausta, cosa que por alguna razón no me permitió dormir hasta tarde.
Desperté con Hermione a mi lado, quien para su suerte seguía dormida. Me levanté y me cambié de ropa por unos jeans gastados y una chaqueta roja encima de una camiseta de los Ramones. Me la había regalado Hermione, ya que eran de mis bandas favoritas... Lamentablemente se habían separado.
Que pena.
Salí al pasillo, y comenzé a deambular por la casa para despertarme un poco, y me encontré a Harry en el camino.
- ¿Tú tampoco puedes dormir?
- Afirmativo. ¿A donde ibas?
- Iba a ver si Sirius está despierto... ¿Vienes? Quiero preguntarle unas cosas sobre... Bueno, tu padre.
- Entonces te sigo.
Caminamos en silencio hasta la habitación en cuestión, y abrimos la puerta con cuidado.
El animago estaba tumbado de lado sobre su cama, profundamente dormido, abrazando a Sarah contra su pecho.
La noche anterior, cuando fueron a ver si dormían, estaban en lo cierto. Pero se habían dormido en el suelo por que estaban jugando con unos bloques de madera. Sirius y el señor Betling se llevaron a sus hijos consigo, y al parecer Sarah tampoco había aguantado tanto tiempo dormida.
La niña nos vió, y cuidadosamente se levantó. Se reemplazó a si misma por un cojín para que Sirius siguiera durmiendo, y con su peluche bajo el brazo se acercó a nosotros restregandose sus ojitos. Salimos de ahí, pero Harry se quedó un momento ya que había visto una foto en la que salían el y sus padres, con una escoba de juguete.
Fui con Sarah hasta su cuarto y la ayudé a cambiarse de ropa. También llevaba una camiseta de los Ramones, petición de Sirius a Remus ya que también le encantaba esa banda. Encontramos a Aslan en su armario (que irónico), y mi prima lo cogió en brazos.
- ¿Puedo darle de comer?
- Claro. Su comida está en la cocina.
Bajamos, y mientras Sarah acariciaba a mi gatito. Algo irónico que le encantara un gato siendo su padre un perro en su forma animaga. Tenía su gracia. Yo llevaba su peluche, el cual había sido decorado con un lacito en el cuello.
Antes de llegar, escuché un ruido en la cocina, asi que saqué mi varita por si acaso.
No había nadie a la vista.
Fuimos hacia el estante donde estaba la comida de mi gato, y le pusimos un poco en un bol. Era raro, por que de alguna forma ver comer a mi mascota nos resultaba muy interesante a esa hora de la mañana.
Salí de mi ensoñamiento cuando escuché otro ruido, y me levanté del suelo y inspeccioné la cocina. No había nadie, pero los ruidos venían de la "habitación", de Kreacher. Algo más relajada, fui hacia ahí y abrí la puerta, pero quien estaba ahí dentro no era el elfo.
Fui lanzada con un "expelliarmus" al otro lado de la estancia, y choqué contra la puerta del fondo. Caí al suelo con un golpe brusco, y noté un hilillo de sangre bajar por mi cráneo. Sarah corrió a socorrerme, y me ayudó a incorporarme. Vi quien era mi agresor, y me invadió un sentimiento parecido a la rabia y la confusión.
Mundungus Fletcher estaba de pie a unos dos metros de distancia, con joyas y otras propiedades valiosas de Kreacher en sus bolsillos, y con su varita en la mano.
Dejé a un lado el dolor, y me puse delante de Sarah en un segundo. Fletcher tenía las pupilas de los ojos dilatadas, y en su brazo izquierdo pude divisar la marca tenebrosa.
Estaba bajo la maldición imperius.
Lanzó un "desmaius" y lo bloqueé, y así sucesivamente, acercandose cada vez más a mi. Yo también le lancé unos cuantos maleficios, pero lamentablemente los esquivaba con facilidad. La cosa se puso fea cuando lanzó la maldición cruciatus, y la pude contener antes de afectarme a mi o a Sarah, quien seguía agarrada a mi desde atrás como si fuera pegamento.
Comenzé a tener miedo, ya que Mundungus nunca había parecido ser diestro en las maldiciones, y al parecer le estaba controlando un mago o bruja bastante poderoso. Se escucharon gritos por la casa, y a gente bajando corriendo las escaleras.
Antes de poder preveerlo, un rayo verde y veloz salió de la varita de Mundungus, y conjuré el primer hechizo que me vino a la mente.
- Seu dimension transit inde a me...- sentía que no lo había hecho bien, que había dicho el conjuro de forma erronea; pero sí sé que lo último que vi fue a Sirius y a Harry entrando corriendo con sus varitas en mano, con una expresión de miedo y pánico en sus rostros. Lo último que oí fueron distintas voces, entre ellas la de Mundungus al conjurar la maldición asesina, la de Harry gritando mi nombre, y la de Sirius gritando el nombre de su hija y el mio. También escuché a Sarah gritarle con la voz entrecortada a su padre que nos ayudara, pero eso fue lo último, ya que todo a mi al rededor se volvió negro.
(...)
La luz me obligó a abrir los ojos, y vi muchas nubes moteando un cielo azul cian. Una libelula voló sobre mi cabeza, y fue ahí cuando noté estallar mi cráneo.
Tenía un dolor de cabeza terrible, y agarrandome con ambas manos la frente me incorporé.
Pude ver un gran lago delante mia, al igual que un frondoso bosque lleno de criaturas y un gran castillo. Yo misma estaba tirada debajo de un arbol, y divisé a Sarah tirada unos metros más allá. Se estaba despertando a causa de una mariposa que revoloteaba cerca de su cara, y cuando lo hizo, se sujetó la cabeza de la misma forma que yo.
- ¿Liv? ¿Donde estamos?
Y entonces fue cuando me di cuenta de qué lago era, de qué bosque era, de qué castillo era.
- Estamos... En Hogwarts.
Una figura que paseaba en la orilla del lago nos vió, y se nos acercó con ímpetu. Me arrastré hasta quedar frente a mi prima, y vi que tenía un corte algo profundo en la mejilla, que sangraba. Tenía unos cuantos más en los brazos, y noté que yo también los tenía.
La figura se nos acercó, y vi que era un hombre de edad avanzada, con una larga barba blanca, y unas gafas de media luna sobre la nariz. Estaba unos cuantos años más rejuvenecido, pero le reconocí enseguida.
- ¿Albus?
Dumbledore se nos acercó y se colocó en frente nuestra, y nos miró con curiosidad renovada.
- Señoritas... ¿Podrían explicarme quienes son y como han entrado a los terrenos del castillo en pleno verano? No recuerdo haberlas visto nunca por aquí, y conozco a cada uno de mis alumnos.
- Perdone, profesor... ¿Pero en que año estamos?
- En 1977, por supuesto.
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