(2)Capitulo 3: NY y Pequeño Hagleton- Pueblo fantasma


-Vaya vaya... ¡Pero mira quién es, Cissy! Nuestro pequeño primito Sirius.- hablaba mientras daba vueltas a su al rededor. Mantenía su varita muy cerca del cuello de él; rozándolo. Bellatrix sonrió como la loca que era. Sirius estaba arrodillado en el suelo, y su prima se agachó junto a él, agarrando de la mandíbula con la mano que tenía libre, obligándole a mirar al frente.- ¿Acaso has venido por ella?

Frente a ellos, unos metros más allá, había una niña tirada en el suelo. Estaba inconsciente, adolorida, y en uno de sus brazos tenía un corte del cual sobresalía un pequeño hilo de sangre de color rojo oscuro. Una lágrima bajó por la mejilla derecha del animago, y la bruja junto a él rió como una desquiciada.

- ¿Lloras por esa niña? ¡A la que llamas tu hija! ¡¿Cómo te atreves?! ¡Una huérfana! ¡No mereces llevar el apellido "Black"! ¡Eres una vergüenza!- le dió un cachetazo.- ¡Deberías estar muerto!

Sirius alzó la mirada: Una mirada llena de dolor; no hacia las palabras de su prima, sino a la situación en la que se encontraba. Había conseguido salir del sótano gracias Dobby, el elfo que lo había traído junto a su sobrina. Llevaba su varita en mano y daba pasos lentos para no delatarse. Llegó hasta el final de las escaleras, y se le partió el corazón. Su hija estaba siendo torturada por la loca de su prima. Primero la maldición cruciatus, y para finalizar un corte con una daga en el brazo. Casi rompió a llorar al ver caer a Sarah al suelo, inconsciente y rendida. Se mantuvo fuerte (cosa que le resultó casi imposible), y recorrió sigilosamente el pequeño tramo que le quedaba hasta la estancia. Nadie parecía percatarse de su presencia, así que aprovechó la situación y caminó con cuidado hasta la niña. Sus ojos se aguron de lágrimas al verla ahí tirada, y casi llegó hasta ella. Alguien le asió la cabeza por detrás mientras que le colocaba una varita en el cuello. Esa persona lo delató al instante, y Bellatrix dejó al duende de Gringotts y se acercó a él mismo con andares apresurados. Había estado apunto de poder sacar a Sarah de ahí, pero por culpa del que en su juventud creía su amigo, no había podido.
Maldito Peter Pettigrew.

Todavía arrodillado en el suelo frente a su prima, esbozó una sonrisa. De reojo, vió a su ahijado junto a su sobrina y su amigo asomarse al final de la escalera del sótano.

- ¡¿De qué te ries?! ¡Asqueroso traidor de la sangre!- lo empujó a un lado, provocando que cayera al suelo. Rápidamente se incorporó y vió junto al resto como Madame Lestrange empujaba también al duende y se acercaba de nuevo a la joven Hermione Granger. Fue en ese momento en el que los tres jóvenes que estaban en el sótano actuaron, primero usurpando todas las varitas, y después apuntando a los mortífagos con ellas. Olivia se acercó a Sirius y le ayudó a levantarse bien, mientras que le devolvía su varita.

- Llevate a Sarah de aquí. Al refugio. Vamos, Sirius.- casi lo empujó en la dirección de la niña. Corrió hacia ella y la tomó en brazos mientras veía como el elfo Dobby estaba subido sobre la gran lámpara que colgaba sobre Bellatrix sin que se diera cuenta. También vió a Narcissa Malfoy, su prima. Era la única que lo observaba, y notó que le asentía con la cabeza. Sirius lo entendió. Ella también tenía un hijo, y sabía que tampoco soportaría que le pasara algo. Con Sarah totalmente acunada en su pecho, hizo aparición conjunta y frente a el desapareció Malfoy Manor, para dejar paso a una extensa y ventosa playa. Miró a su al rededor y encontró la casa que actualmente les servía como cuartel de la orden. Caminó hasta la entrada lo lás rápido que podía, y cuando se giró al escuchar a más gente vió a su ahijado arrodillado en la arena, con el elfo Dobby en brazos. Iba a volver, pero notó sobre su mano un líquido cálido y viscoso. Extendió sus dedos y vió que era sangre. Llamó con ímpetu a la puerta, y escuchó a Bill Weasley hablar tras ella, preguntando por su nombre.

- ¿De quien se trata?

- Mi nombre es Sirius Orión Black. Canuto, merodeador. Casi me caso con mi novia Adler Fox pero desapareció junto a su hermana a otra dimensión. Ahora mismo estoy aquí con mi hija en brazos, y se está desangrando por algún lado y no sé cual.- su voz denotaba su nerviosismo y preocupación. Bill abrió un poco la puerta, y al ver la sangre en las manos del hombre lo dejó pasar inmediatamente.

- ¿Qué ha ocurrido?- le condujo rápidamente hasta una de las habitaciones del piso superior, y junto a Fleur Delacour (novia del joven Weasley), inspeccionaron el cuerpo de la pequeña Sarah.

- En la mansión Malfoy. Bellatrix la torturó: Que yo sepa con la maldición cruciatus, y un corte con una daga en el brazo.

- La sangrre no viene del braso.-Fleur le interrumpió mientras giraba cuidadosamente a la niña, y la ponía boca abajo. En la espalda había una gran mancha de sangre. La camiseta que llevaba estaba rasgada.- Parrece hecho con una daga. Y veneno.

Sirius se derrumbó en una de las sillas al lado de la cama mientras Bill y Fleur iban de acá para allá preparando una poción contra el veneno. No era complicada, pero el veneno era de una clase extraña, y tuvieron que hacer varios intentos. Hasta que acabaron de aplicarle el ungüento, bendarle la zona, y que Fleur la cambiara de ropa, a Sirius le pareció un período de tiempo infinito. No podía parar de repetirse que podría haber sido más rápido, y sacar a su hija antes de ahí.

- Tiene que descansar. Seguramente estará dormida unas horas más... Intenta descansar tú también, Sirius.- Bill posó su mano en el hombro derecho del animago, y le dió un apretón afectuoso.- Ya verás como pronto estará mejor.

El chico salió de la habitación, y Sirius se quedó mirando a Sarah. Se escuchaba cómo las olas se rompían al llegar a la orilla, y el sonido que hacía el viento al cruzar la playa.
Por un momento no sabía que hacer. Su mente estaba en blanco. No tenía ni idea de qué hacer en su caso. ¿Cómo no se había dado cuenta antes de que tenía  un corte en la espalda? Con toda la sangre que había... ¿Cómo no lo había visto antes? Necesitaba a Adler, más que nunca. Ya sabía desde el principio que no sería fácil criar él solo a Sarah, pero nunca creyó que podrían hacerle algo así a una niña; a su niña. Pero, para su desgracia, la madre de su niña había muerto. Y Sarah ni siquiera era en verdad hija suya, sólo la había adoptado. Fue su princesa la que decidió por los dos que iba a convertirse en su padre, y lo manifestó aquella noche hacía ya dos años y medio en Grimmauld Place. Esas simples palabras, "Te quiero, papi", le cambiaron la vida. Había veces en las que no soportaba no tener a Adler a su lado, que Sarah tuviese que crecer sin su madre; pero intentaba ser fuerte. Ahora su vida, su mundo, giraban en torno a su princesita.

(...)

- Habéis enterrado al elfo...

- Sí.

- Y me habéis traído con vosotros... Sois unos magos poco usuales.- Harry miró al elfo a los ojos, y Olivia directamente lo ignoró. Sabía lo que quería el duende, y también sabía que iba a morir por ello.

La charla que mantuvieron Griphook y Harry no duró mucho dado a la hostilidad que mostraban ambos a su contrario. La espada de Gryffindor reposaba sobre la pared mientras que un rayo de luz se posaba sobre ella y la hacía brillar. El duende no tardó mucho en interesarse por ella, y fue en ese momento cuando la joven bruja intervino.

- ¿Para qué quieres la espada, Griphook? Por que si es por esa estúpida creencia que tenéis los duendes sobre que Gryffindor os la usurpó, no lo veo un buen motivo.

- Son puros intereses personales, como los vuestros. Y no os incumben en absoluto. Si queréis que os ayude, será a cambio de la espada; sólo por la espada.

- ¿Cómo te atreves? ¡Te hemos sacado de ese sitio para salvarte la vida, y nos lo agradeces con chantajes!

- ¡Olivia!

- ¡No! Tengo razón. Nos traicionará, no es de fiar.- Harry la agarró del brazo en cuanto se acercó amenazadoramente al duende.

- Olivia... déjanos a nosotros, ¿si? Ves a ver a Sarah, vamos...

- ¿Me estás echando? ¿Tú?

- No. Te estoy diciendo que vayas a ver cómo está tu prima, ¿si? Nosotros podemos seguir aquí.

Inspiró aire profundamente, y intentó soltarlo de forma calmada, cosa que le resultó imposible dado a lo que su mirada captaba: La sonrisa de burla y triunfo que le dirigía Griphook. Conteniendo su furia, salió dando zancadas de la habitación hacia el pasillo, dando un portazo del cual se arrepintió enseguida, debido a las personas que había en la casa: Un fabricante de varitas medio desequilibrado, una adolescente que había sido secuestrada, y una niña que había sido torturada. Sí, una casa muy común. Caminó, y se quedó quieta frente a la puerta al final del pasillo, dudando si entrar o no. Intentó escuchar algo apoyándose en la puerta, pero no había nada aparte del silencio. Suspiró, y se dirigió a las escaleras, bajando uno a uno los escalones que la formaban.

(...)

Estaba anocheciendo. Ya no hacía viento, y los pocos rayos que quedaban del atardecer todavía se filtraban por las ventanas de las habitaciones. La personita que estaba tumbada en la cama se revolvió incómoda, gimiendo de dolor cuando sus músculos sintieron las heridas de su cuerpo. Intentó cambiar de posición, soltando un alarido de dolor mientras fallaba en su intento. Escuchó como alguien pronunciaba su nombre, y intentó posar su mirada sobre el indivíduo. Sintió una mano posarse sobre su mejilla; una mano cálida que le resultaba familiar. Intentó enfocar la mirada, consiguiendolo poco a poco. Distinguió a la persona que tenía delante de entre el resto de manchas que veía, vislumbrando poco a poco sus rasgos: El pelo oscuro hasta los hombros, el bigote y la poca barba recortada, y sus hermosos ojos grises; los cuales parecían estar cubiertos de lágrimas. Unos ojos grises que reconoció al instante, a pesar de su manto cristalino.

- ¿Papi?

- Princesa...- ya distinguía perfectamente a su padre de entre lo demás, y sonrió cuando este se agachó hacia ella y le besó la frente con sumo cuidado, pero con muchísimo cariño.

- Me duele la espalda...

- Eso es por que tienes una herida, pero te prometo que se curará muy pronto.- se sintió a gusto cuando empezó a acariciarle el pelo, y ambos no dijeron nada más durante largos minutos, mientras se miraban a los ojos.

El silencio se interrumpió de nuevo cuando Sarah estornudó, cosa que de alguna forma le seguía causando ternura a Sirius. Le dió un pañuelo y se sonó la nariz.

- Vamos a taparte mejor, ¿no crees?- se levantó sin dejar de sonreirle a su hija y le puso otra manta más encima, justo hasta debajo de la barbilla.- Si no te abrigas bien, vas a resfriarte, cariño.

Esas palabras le llamaron la atención. No hacía mucho para ella que había escuchado una frase similar, dicha por otra persona a la que también le preocupaba que se resfriara. Se extrañó al no ver a esa persona, y antes de poder recordar porqué era eso formuló una pregunta que dejó totalmente estático a su padre.

- ¿Donde está mami?

(...)

1978

Era de noche. Recientemente había comenzado a nevar, por lo tanto las calles de la ciudad se vaciaron poco a poco, quedandose muy pocas personas fuera disfrutando de la nieve en vez de quedarse refugiados en sus casas.

Las luces de los rascacielos de Nueva York iluminaban la ciudad de forma asombrosa. Hacía frio, sí; pero también valía la pena quedarse en las calles paseando y disfrutar de la magia de la ciudad.

- Toma.

- Gracias...- se sonrojó mientras que su novio se quitaba una de las chaquetas que llevaba puestas, y se la ofrecía a ella.- ¿No pasarás frio?

- Llevo puesta una camiseta, un jersey grueso, dos sudaderas y un abrigo. Creo que puedo prescindir del último sin problema.- le ayudó a ponerse el abrigo, y ella suspiró algo más aliviada.- Te dije que pasarías frio.

- No seas así, ni que fueras mi padre.- rieron y él le besó rápidamente su nariz, roja por el frio.

- No soy tu padre, pero sí tu novio, Adler. Me preocupo por ti. Y aunque una de las camisetas que llevas te queda muy, pero que muy bien.- sonrisa descarada.- Renunciaré al placer de vertela para que no te resfries.

- Y ya de paso puedes renunciar al placer de verme sin esa camiseta por un tiempo, por descarado.

- ¡Eso es cruel!

- No, para nada.- agarró su mano y comenzó a tirar de él para que siguieran caminando.- Vamos, según la dirección que nos han dado, tenemos que ir al portal que está ahí en frente.

- ¿Por qué tienes tantas ganas de llegar ya? ¿No te gustaría buscar un sitio para que tengamos, ya sabes... un rato a solas?

- Has tenido que renunciar a verme sin camiseta, así que no sería lo mismo.

- Espera.- la obligó a quedarse quieta, forzando el agarre de su mano.- ¿No lo echas de menos? ¿No me echas de menos?

- Sirius, no digas eso.- acarició su mejilla derecha con la mano que tenía libre, envuelta en un grueso guante.- Basta con recordar lo que casi ocurrió en la enfermeria. Claro que lo añoro un poco, pero ahora hay que ir a ver a esa mujer. Ya sabes: Ordenes de Dumbledore.

- A veces ese viejo me fastidia mucho.- ambos soltaron unas risas, y cruzaron la calle en dirección a un edificio de apartamentos.- ¿Qué piso es?

Adler sacó un papel de uno de sus bolsillos, y buscó la información que necesitaban.

- Piso número catorce, apartamento A.- Sirius presionó el botón correspondiente del portero electrónico que estaba en la pared, del cual unos segundo más tarde sonó una voz de mujer que preguntaba quienes eran.

- Somos Sirius Black y Adler Fox. Albus Dumbledore nos dijo que nos estaría esperando.

- ¿Chocolate caliente o té?

Se miraron algo sorprendidos.

- ¿Perdone?

- Qué bebida preferís, querida. ¿Chocolate o té?

- No hace falta, señora Goldstein.

- Insisto.- ambos dijeron chocolate a la vez, y escucharon una leve risa que salía del portero electrónico.- Subid.

Un chirrido sonó, Sirius empujó la puerta y entraron dentro del edificio. Dentro hacía más calor, causando que ambos soltaran un suspiro de alivio. Se dirijieron al ascensor y se quedaron en silencio mientras la caja de metal subía. Poco antes de llegar al piso correspondiente, Sirius vaciló un poco, y finalmente agarró a su novia de la cintura y la besó de golpe. Ella no se separó, ya que necesitaba ese beso tanto como él. Las puertas del ascensor se abrieron y seguían igual, aunque se separaron cuando escucharon una risita que provenía de unos metros más allá.

- Veo que habéis llegado bien.- tenía una mirada algo soñadora.- Pasad, está ya todo servido.- La señora Goldstein entró de nuevo en su apartamento, y Sirius y Adler entraron poco después algo avergonzados.

La señora Goldstein tendría unos setenta años, pero se conservaba bien. Tenía una corta melena con rizos de color gris plateado, y vestía de forma elegante, de colores como el azul oscuro y rosa palo. Su apartamento era digno de su estilo, altamente refinado, con vista a casi toda la ciudad de Nueva York. A lo lejos se podía ver Central Park, y a Adler le brillaron los ojos al ver toda la ciudad tan iluminada desde las alturas de un piso catorce.

- Tienes razón, querida- la anciana se le acercó cuando se quedó mirando por la ventana.- Es precioso.

- ¿Como sabe...?

- Legeremancia. Es por lo que habéis venido, ¿cierto? Dumbledore os ha enviado aquí para que pueda intentar averiguar algo sobre lo que le ocurrió a la señorita durante su... bueno, llamemosle "conexión", con quien vosotros sabéis. ¿Chocolate?

Las tazas volaron hacia ellos, y las sostuvieron en sus manos cuando se pararon delante suya.

- Usted es Queenie Goldstein, una de las más conocidas Legeremantes en los últimos cincuenta años.

- Correcto. Ahora os traigo las pastas, joven.- le sonrió dulcemente y fue hacia lo que parecía ser la cocina. Volvió con un bol lleno de galletas de chocolate y vainilla. Algo curioso es que tenían forma de animales mágicos, como por ejemplo de bowtruckle.- Son de una tienda cercana. Las hace un viejo amigo mío. Probadlas, están deliciosas.- les tendió la caja, y ambos cojieton cada uno una galleta.

Estuvieron en silencio un rato mientras tomaban el chocolate junto a las galletas, y cuando acabaron se sintieron algo incómodos. Queenie no dejaba de observarles desde su sillón.

- ¿Puedo tuteáros?- ambos asintieron algo cohibidos.- En ese caso... Adler, ¿cierto?

- Sí.

- Antes de empezar... ¿por qué no me cuentas qué recuerdas de cuando estabas en conexión con quien tú sabes?

- Claro... eh, bueno...- bajó la mirada y se quedó pensando. Sentado junto a ella estaba Sirius, y este le agarró una mano y la entrelazó con la suya izquierda.

- Estoy contigo, ¿sí? Tranquila.

- ¿Adler?- Queenie se enderezó y le dedicó una sonrisa para que se calmara.

- No recuerdo mucho. Bueno, sí que recuerdo todo, pero hay momentos en los que me parecía que no era yo ¿sabe? Es... es complicado.

- ¿Quieres que lo intente yo?

- ¿Se va a meter en su mente? ¿Ahora?

- Según creo, es por lo que os han mandado. ¿Preparada?- sacó su varita de un bolsillo del vestido que llevaba. Se levantó y caminó hacia ella, aun que solo estuviera a cinco pasos, y le tendió la mano. Adler la agarró, manteniendo el agarre hacia Sirius, el cual se levantó junto a ella.- Bien... ¡Legeremens!

(...)

- Deberías haberme dejado a mi lo de la aparición.- se palmeó las piernas, quitando el polvo y la tierra de sus pantalones.

- Encima que hago el esfuerzo de acompañarte hasta... ¿Cómo has dicho que se llama este pueblo?

- Se llama "Pequeño Hangleton", James. ¿Es que nunca escuchas?

- No me jodas, Remus. Siempre te escucho, pero no siempre te presto atención. Son cosas distintas, Lunático.- el ojimiel soltó un bufido ante la respuesta de su amigo.

- Dejémos esta conversación, ¿quieres? Hay que ir a las afueras de la ciudad; ahí es donde está la cabaña.

- Como quieras.

Ambos jóvenes, Remus Lupin y James Potter, caminaron silenciosamente por las pocas calles del pueblo que se hacía llamar "Pequeño Hangleton", hasta llegar a las afueras del mismo. La cabaña que buscaban no estaba muy lejos de la entrada del pueblo, pero sí que estaba considerablemente apartada de la sociedad. Cuando llegaron a ella, lo que encontraron fueron unas ruinas, más que una casa; todavía conservaba su estructura original, pero ni en sueños se podría considerar eso el antiguo hogar de alguien.

- ¿Estás seguro de que esta es la dirección correcta? No parece que nadie haya venido por aquí en décadas.

- Y es por eso mismo que podemos estat seguros de que esta es la antigua casa de la familia Gaunt. O lo que queda de ella, por lo menos.- ambos se quedaron delante de la casa, mirándola.

- Vamos a buscar ese dichoso anillo y larguemonos. Está anochechiendo, y paso de quedarme en este pueblo fantasma más tiempo del necesario.

- Entonces ayudame a buscar.- Remus caminó hasta lo que parecía la entrada principal, y abrió la puerta. El aspecto del interior de la casa era repugnante; más horrible que el exterior. Ambos chicos sacaron sus varitas mágicas y iluminaron la casa lo suficiente como para encontrar algo. Llegaron a lo que en su día fue el salón, el cual estaba enpolvado hasta el último rincón. James se acercó a la pared, y señaló unos retratos que colgaban de ella.

- Esos deben de ser los Gaunt, ¿no? Como se nota que eran descendientes de Slytherin... Son horrendos.

- Ten más respeto, James. Están muertos, así que no tienes por qué molestarles.

- Aguafiestas.

Siguieron buscando un rato, hasta que James "sutil" Potter tropezó con unas tablas que había amontonadas en el suelo. Cayó al suelo, soltando algún que otro chillido.

- ¿Estás bien?

- Sí... Malditas tablas.- se levantó y se quitó el polvo de la ropa. Miró al suelo, y pateó las tablas con furia. Ya estaba harto de esa casa asquerosa. Al golpear las tablas, algo brilló entre ellas; esta vez, con más cuidado, James apartó una tabla para ver bien lo que brillaba debajo.- Oye Remus, ¿qué buscábamos exactamente?

- El anillo de Sorvolo. Olivia nos dijo que lo encontraríamos aquí.- se frotó la frente, cansado.- ¿Por qué lo preguntas?

- Por que acabo de encontrar ese anillo.- asombrado, Remus se dirigió hacia él y lo corroboró con sus propios ojos.

- Al final tu torpeza ha servido para algo. Ayúdame.- le tendió un saquito que llevaba en el bolsillo, indicandole que lo abriese lo máximo que podía. Remus metió la mano dentro del saquito, y posteriormente el brazo.- Casi está... La tengo.- lentamente retiró su brazo del saquito, sacando de él una espada; la espada de Gryffindor.

- ¿Dumbledore no dijo que había que llevar los horrocruxes a Hogwarts?

- Sí. Y Olivia dijo que había que eliminarlos cuanto antes, así que... Bueno, Albus me confió la espada para este horrocrux, ya que al tocarlo te deja una maldición.

- Ya, y te ha dado la espada a ti por que eres el responsable.

- Sí, querido. Y ahora aparta más las tablas; en cuanto se destrulla, el que no debe ser nombrado lo notará, y se nos comenzará a acabar el tiempo. Habrá que volver a Hogwarts y esperar a que vuelvan los demás de sus... búsquedas.

- El anillo es todo tuyo.- James se apartó un buen trozo de su amigo, dejándole hacer lo suyo.

Remus estaba nervioso, para qué negarlo; pero debía hacerlo. Sabía que al "matar" al horrocrux podría ver algo que le causase dolor o tristeza, pero debía hacerlo. Notó sus latidos con más fuerza de lo habitual, y miró el anillo fijamente.
Tres, dos, uno...








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Quería disculparme por tardar tanto con este capítulo, pero es que me han tenido que operar de la espalda (de la columna vertebral; por escoliosis), y no he tenido mucho tiempo para escribir, ya que primero me tenía que centrar en volver a caminar con normalidad, y no tiesa como un palo.

Luego...

PASAROS POR ESTE PERFIL X_Kaemi_X
Junto a ella he estado escribiendo (si se le puede llamar así por mi parte, ya que yo he creado un personaje), una novela de Harry Potter.
¡Ya está el libro 1 al completo! Tenéis que leerla, por favor.

Y en fin; gracias por leer💗

Besosss y difuuuuu

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