《epílogo》


Ocho años después…

El castaño entra en el departamento, coloca las llaves sobre la pequeña mesa del pasillo y cuando descubre a la pequeña niña sentada frente al sofá de la sala sosteniendo una muñeca contra su pecho es inevitable que una amplia sonrisa se forme en sus labios.

—Por eso tiene que cuidar a su hija, señora.—anuncia la voz de la niña.—Solo es gripe, se curará con sopa y un té…—la risa de Daila llena el aire.

—¿De verdad, doctora?—cuestiona su mujer.

—Si.—asiente ella.—Mi mamá siempre me cura con eso…y cuando mi papá se enferma ella y yo le preparamos sopa para que se mejore…

—¡Y es la mejor sopa de todo el mundo!—los ojos de la niña lo miran de inmediato y una enorme sonrisa con un diente faltante queda ante sus ojos.

—¡Papi!—exclama poniéndose de pie para echarse a correr en dirección a él dejando la muñeca en el olvido.

—Hola, mi amor.—responde dejando un casto beso sobre su mejilla cuando ya la tiene entre sus brazos.—¿Cómo estás,  eh? Te eché de menos todo el día…

—También te extrañé todo el día.—repone ella.—¿Pero sabes una cosa? Mi mamá y yo preparamos pizza para cenar ¿verdad, ma?

—Verdad, amor. Dan insistió mucho así que me pareció una buena idea.—murmura ella acercándose a ellos. Christopher le dedica una amplia sonrisa antes de besarla fugazmente.

—Perfecto porque me muero de hambre y definitivamente quiero probar esa pizza que mis princesas prepararon…—anuncia y las dos se ríen.

—Te amo mucho, papi…—susurra la niña dejando un beso sobre su mejilla.

Su corazón se acelera de inmediato y la envuelve en un gran abrazo.—Te amo muchísimo más, mi amor.—agrega.—Recuérdalo siempre…eres Danna, mi ángel en la Tierra…
 
 

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