CAPÍTULO 3


Había descendido a los malditos infiernos; sólo eso podía explicar mi estado lamentable, eso o bien haber tenido un accidente. Retazos de lo que no estaba segura si eran sueños o recuerdos, latían en mis sienes completamente adoloridas. Olores despertaban el dolor punzante que portaba en mi estómago pero que, debido a mi sentido de supervivencia, había acallado para que mi mente se centrara en lo importante: la posibilidad de un peligro inminente.

Entonces recordé a ese maldito gato, bueno, a ese tipo que se convertía en gato, el cual me hizo una buena jugarreta. Oh espera, ¿Me habían raptado?

Recordé algunos rostros, esos que había visto cuando ocurrió lo de la chica y salieron en su ayuda. No comprendía como demonios me habían encontrado, ¿Me habían seguido? ¿Sus intenciones eran tan loables como aparentaban o había un reverso tenebroso?

Agité las manos y los pies: no había cadenas, pero si una gran oscuridad. Estaba segura de encontrarme en una cama, tapada hasta el cuello y tan cómoda que, en otras circunstancias, me había servido como oda al descanso. Pero no, no era el momento.

Tanteé la superficie donde estaba tumbada hasta dar con el borde. Alargué mi cuerpo para tocar el suelo, el cual era muy cálido. Por la textura, estaba segura que era de madera y por el calor que desprendía, estaba puesta la calefacción. Una mueca de extrañeza se instaló en mi cara conforme me arrastraba cual serpiente en un desierto por el suelo tan cálido que agradecía al cielo que pudiera dejar de tiritar de una vez. Desde que desperté, no había sentido algo distinto al más profundo y doloroso frío.

― ¡Dios, tiene que haber una maldita puerta! ―susurré arrastrando el estómago con cuidado para no ser escuchada. La comodidad del lugar donde había despertado me provocaba sueño y eso era completamente contradictorio a mi sentimiento de inseguridad, ¿Mi cuerpo me estaba traicionando?¡No podía ser!

Me di varios tortazos no muy sonoros para que comenzara a centrarme en mi importante tarea. Me senté y alargué los brazos para intentar palpar algo que se me pusiera delante.

Me atreví a ponerme en pie, alargando las piernas y tocando el suelo con las puntillas del dedo gordo. Por el momento, no había ningún elemento en el suelo ni tampoco pared que delimitara la habitación, ¿Estaba en un hotel de lujo o qué?

Pero claro, pronto me tragaría mis palabras, anudándose algo entre mis pies y haciéndome caer de una forma tan ridícula como sonora. Maldecí a todos los demonios que conocía, implorando porque nadie me hubiera escuchado allá donde se encontrasen mis captores. Alargué la mano para sobar mis rodillas que seguro que estaban sangrando y me desenredé ese trozo de tela que me había hecho caer. Al estirarlo, la forma me recordaba a algo, ¿A unas bragas? Pero estaba vestida, así que aquello no podía ser mío.

Temblé con un pánico enorme, ¿Y si me habían raptado para hacer videos guarros y ganar dinero a costa de mi inocencia?¡Oh dios mío, cuanto más pensaba, las posibilidades se me planteaban peor! Y con el tremendo estruendo que había armado, estaba completamente segura que venían a por mí. Cada instante era crucial, por lo que debía de moverme rápido si quería tener una mínima posibilidad de salir con vida de aquí. En cuanto mis dedos tocaron una pared, me deslicé rápidamente para palpar y dar con una puerta.

No tardé mucho en tocar un pomo de manivela, tocándolo con mayor insistencia; no tenía ningún pestillo en el interior, pero, ¿Y en el exterior? ¿Me habrían encerrado?

Pero para mi gran fortuna y sosiego, no había barreras que me retuvieran en la habitación, por lo que asomé ligeramente la cabeza al exterior, dándome de bruces con un pasillo tan largo que no veía el final. Las luces eran muy tenues pero suficientes como para caminar sin tropezar con todo lo que había a mi paso. Aplaudí mentalmente mientras que caminaba los pasos más delicados que había dado en mi vida.

Apenas respiraba, el sudor caía por mi espalda; estaba tan inmersa en la tremenda situación en la que me encontraba, que no me había dado cuenta que mi ropa era otra bien diferente. El espejo que colgaba por encima de un aparador, me devolvía la imagen de una mujer que no parecía haber estado en las calles días atrás. Mi pelo estaba pulcro al igual que cualquier lugar de mi cuerpo, vestía tirantes color crema y pantalón de chándal del mismo color. No tenía los zapatos puestos. Mi rostro era impoluto; ni una marca ni nada que pudiera mostrar mis pésimas condiciones de vida. Todo aquello, lejos de tranquilizarme, me hizo casi doblarme de la angustia, ¿Me habían desnudado y bañado? ¿Alguien me había tocado sin mi consentimiento?

Di varios pasos atrás, topándome con la otra pared del pasillo, con la mala suerte que aquello hizo temblar uno de los pequeños cuadros que estaban colgados. De nuevo, un sonoro ruido azotó la casa y entonces, tragué saliva como pude, rezando porque todos estuvieran dormidos o que hubieran salido.

No iba a esperar más, así que corrí en dirección contraria buscando otro camino que pudiera salvarme de ser encontrada. Unas enormes escaleras aparecieron a mi derecha, suspirando de alegría al divisar una enorme puerta gigantesca de madera brocada que tenía el aspecto de ser la puerta de entrada de la casa.

Pero justo cuando bajé el último peldaño e iba a correr hacia mi libertad, una voz salió de una de las puertas que se abrieron en la planta baja. Me escondí bajo la escalera sin perder detalle del tipo que había salido en, ¿Toalla?

― ¡Y ese lunar que tienes, cielito lindo junto a la boca!...

Aquel energúmeno estaba cantando una horterada de canción mientras que bailaba una especie de vals en toalla. Le echaba unos cuarenta y pocos años, aunque se notaba a kilómetros que se cuidaba mucho. Su musculatura contrastaba con sus canas al igual que esa actitud tan...extraña.

― ¡Clavelitos...clavelitos...clavelitos de mi corazóooooon!

Si la cosa seguía así, una risa descontrolada saldría de mi boca y me pondría en peligro. Era cierto que no era una situación demasiado agradable como para pensar en divertirse, pero jamás pensé que uno de mis secuestradores fuera un tipo tan ridículo como el que estaba frente a mis ojos.

― ¡Oh dios mío Dagan!¡Siempre la misma historia los sábados noche! ―gritó una voz femenina. Por su aspecto, no tendría suficientes ovarios ni para pedirle la hora. Aquella pelirroja destilaba un mal humor de perros y por su ropa totalmente de cuero, estaba casi al cien por cien segura que era una asesina a sueldo o algo así. El hombre no dejó de cantar, sino que lo hizo más fuerte y tomó a la mujer entre sus brazos para danzar por todo el hall. De un pisotón, la chica se libró del pésimo bailarín.

― ¡No sé cómo puedes ser el jefe aquí!¡No sé si recuerdas que tenemos invitados, joder!

― ¿Y por qué te crees que estoy tan risueño, querida? Además de por los evidentes atributos masculinos que me hacen la vista agua, por esa jovenzuela que nos va a aportar una brisa fresca de primavera.

Aquella conversación comenzaba a interesarme; una de dos, o se referían a mí o es que otra chica se encontraba encerrada en el edificio. No podía descartar eso porque podían tratarse de una red de trata de blancas o algo así...o traficantes de órganos...o simples locos.

― ¿Llamaste a Alphmagus? ―preguntó al señor

―No querida, me dijo cuando llegó que no le molestase porque estaba tremendamente cansado. Sé lo que desgasta ser un cambia formas.

De nuevo, ese término que comenzaba a repetirse demasiado en mi vida. Recordé a ese gato que hablaba y que, realmente, encerraba a un hombre grosero que me la había jugado. Si lo hubiera echado de la mansión en ruinas, probablemente no estaría en esta situación.

La pelirroja se cruzó de brazos.

― ¡Si traemos a alguien aquí al menos debemos atenderlo adecuadamente!¡No olvidemos que ha estado en la calle a saber cuánto tiempo!

―Oh vamos querida, tranquila, respira hondo. La cena está en el horno así que aproveché para adecentarme y así estar presentable para nuestra invitada. Deberías hacer lo mismo.

Aquel comentario no le sentó bien y con un corte de mangas, abandonó el hall escaleras arriba. Ese tal Dagan suspiró, volviendo de nuevo a su habitación donde no se escuchó cantar más para mi gran paz interior. Era el momento adecuado para salir de mi escondrijo y llegar a la puerta principal.

Pero de nuevo se abrió la puerta de Dagan, haciendo que girase sobre mis talones y entrara a la primera habitación que había encontrado más cerca de mí. Apenas podía ver algo; todo estaba oscuro y no se escuchaba ni un alma, tan solo mi respiración. Temblaba de pies a cabeza y lo que era peor; no saber ni dónde estaba o si había entrado al dormitorio de alguien que dormía a pata suelta. No tenía escapatoria, no podía salir por el momento hasta que escuchara la puerta cerrarse de nuevo.

Me froté la cara, intentando regular mi agitada respiración, pero cualquier intento era en vano, ¿Cómo todo había derivado en esto? ¿esta noche sería la última?

Cientos de preguntas se agolpaban en mi pobre cabeza, que aún seguía un tanto aletargada desde que me había despertado. El estómago me indicaba que llevaba mucho sin comer y comenzaba a quejarse más de lo que quería en aquel momento en el que pedía dos cosas: luz y silencio.

¿Y si echaba a correr sin mirar atrás? Era la única forma de tener una mínima posibilidad. Quizás tenía suerte y no muy lejos de allí, había una carretera donde pedir ayuda a alguien. No perdía nada por intentarlo, estaba en las últimas en cuanto a opciones.

Tomé el pomo de nuevo, respirando hondo varias veces antes de salir en estampida al exterior. Comencé a contar hasta diez, poniendo a punto mis pies que iban a correr todo lo rápido que había logrado hacer en mi vida. Pero entonces, una luz al fondo de la habitación, me hizo girar en redondo. Un...un... ¿demonio? Acababa de salir del baño...desnudo...con cuernos...

Desnudo...cuernos...demonio...¡¡¡¡DEMONIO!!!

Comencé a gritar completamente espantada, corriendo al hall como si mi objetivo primordial hubiera cambiado a huir de aquel esperpento de la naturaleza que había aparecido ante mí. Me di un buen golpe al llegar a la puerta principal, pero di gracias a que no estaba cerrada con llave.

― ¡Oh querida, calma no te vayas! ―escuchaba gritar a mis espaldas, pero no iba a detenerme por nada en el mundo. Para mi gran desgracia, estábamos en medio de un bosque oscuro como la boca del lobo y yo estaba descalza. Cientos de heridas se abrían en la planta de mis pies, pero nada importaba si mi vida estaba en juego.

Pero todo se vio interrumpido cuando mi cara en su totalidad se dio de bruces con un torso. Antes de caer al suelo, me sujetaron de los hombros y ese tipo que recordaba con el pelo negro trenzado, me miró con ternura y amabilidad.

―Por favor, cálmate, no te haremos daño.

Iba a quejarme, pero no me dio tiempo a hacer nada más. La voz cantarina de Dagan resonó en mi oído.

―Descansa querida, pronto será la hora de la cena. Estaremos honrados de tener tu presencia.

Y aunque quería seguir corriendo, me quedé dormida con la mirada preocupada del hombre con trenzas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top