Día 29 | Tercera parte
Ambas chicas salieron de la sala de cine.
La película había terminado, a Robin le había gustado, se había sentido identificada con aquella chica, y a Nancy le había conmovido, más de lo que ella podía llegar a pensar.
—Pensarás que soy una llorona— rio Nancy apenada.
—Claro que no—sonrió—Yo también lloro en algunas películas, todo el mundo lo hace.
La castaña miró su reloj plateado y miró a Robin. Se había hecho tarde, y tenía algo de hambre. En el fondo quería pasar más tiempo con ella.
—¿Quieres que comamos aquí?
—No hay problema— sonrió—La verdad es que tengo hambre.
Nancy la guio por aquella calle. Al final ambas se decantaron por un local de comida rápido, había hamburguesas y demás.
Robin no pensó que a Nancy le fuera a gustar aquel tipo de comida, pero parecía todo lo contrario.
—¿Al final qué ha ocurrido con Jason?
Robin tragó los restos de carne de su boca y miró a la chica.
—Me pidió disculpas, le perdoné, más o menos. Aunque no sé si volverá a ser lo mismo, os hizo daño.
—Todos cometemos errores graves. Aunque hemos de saber cuándo perdonar. Yo he perdonado muchas veces y nunca me he arrepentido.
Robin pensó en sus palabras. Tenía razón, sin duda. Incluso ella había cometido muchos errores.
—¿Te refieres a Jennifer?
—Cuando murió su padre Jennifer cometió algunos errores, pero siempre la perdoné, y no me arrepiento de haberlo hecho— sonrió.
—Sé lo que se siente— Robin agachó la cabeza—Cuando mi madre murió también tuve una mala época.
Aquellas palabras habían salido de sus labios, incluso sin quererlo, ella nunca hablaba de su madre.
—Lo siento mucho Robin, yo no sabía...
—Tranquila— sonrió—Está todo bien, fue hace ya muchos años.
—¿Quieres hablar de ello? Estoy segura de que te irá bien hablar del tema. Cada uno pasa por ello de una forma distinta.
Robin la miró a los ojos intentando contener las lágrimas.
Se dio cuenta de que nunca había hablado de ello con nadie aparte de su padre, ni siquiera con Jason.
—Mi madre estaba enferma— agachó la mirada—Estuvo luchando en el hospital día a día, por mí, por mi padre. Yo iba cada día a visitarla, estaba segura de que iba a salir de aquello, pero no fue así. No lo consiguió.
Nancy se había levantado de la silla y se había dirigido hacia Robin, la abrazó con todas sus fuerzas.
Se quedaron allí unos minutos siendo observadas por la gente del local.
—Tu madre estaría orgullosa.
—¿De verdad crees eso?
—Estoy segura. Yo lo estaría. Ojalá pudiera haberte conocido antes Robin.
Robin se frotó los ojos con la manga de su camiseta para comprobar que todo aquello era real.
No sabía si las lágrimas habían sido por su madre, o eran de felicidad por todo aquello que le había dicho Nancy.
Nancy sonrió, al mirarla a los ojos se dio cuenta del gran aprecio que le tenía. Se dio cuenta de que tal vez ella y aquella persona de las notas cambiarían su vida en un futuro.
Le gustaban aquellos ojos azules como el océano y aquellas pecas como granos de arena. Le recordaba a una playa, una playa llena de calma y serenidad, su lugar favorito.
—Gracias por esto, Nancy.
—Gracias a ti, Robin.
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