Día 23
Era el gran día. Era por la tarde y Nancy estaba muy nerviosa, aquel día no había tenido nota.
Suponía que por el encuentro de hoy. Ni siquiera sabía que ponerse, así que decidió llamar a la chica con más estilo que conocía.
—Jennifer, necesito tu ayuda.
—¿Qué ocurre?
—No sé que ponerme— hizo un puchero.
Un silencio se formó en la línea.
—¡Hola Nancy! Yo puedo ayudarte. Soy yo la que ayuda siempre a Jen a conjuntar su ropa.
Sonrió al escuchar la animada voz de Evelyn. Tenía razón, a Evelyn siempre le había gustado la moda y el diseño, incluso a veces hacía su propia ropa.
—Gracias, Evelyn.
—Para mi gusto los colores que mejor te quedan son el azul, el blanco y tal vez algún complemento de color amarillo, como un lazo.
Nancy pensó en aquello. Había adivinado absolutamente todo su armario.
Y el lazo amarillo era del color favorito de Robin, aunque claro, eso ella no lo sabía.
—Me pondría alguna blusa azul claro, con una falda negra o blanca. Un lazo amarillo quedaría bien. Oh...y una chaqueta negra.
—¿Y los zapatos?
—¿Qué tal unos de tacón de color negro? ¿Tienes?
—Oh, sí.
—Pues ya estaría.
Nancy sonrió agradecida.
—¡Gracias, Evelyn!
—Ha sido un placer, que todo vaya bien. Jen y yo te deseamos buena suerte.
—Gracias de nuevo.
Nancy sonrió para colgar, subió con rapidez a su habitación y prácticamente vacío su armario.
Sacó una blusa azul, una falda negra y sus zapatos de tacón negros. Lo tenía todo listo. Se vistió y se aplicó algo de maquillaje, no demasiado. Al mirarse al espejo sonrió, se veía bien.
—Cielo ¿Dónde vas tan arreglada?
La castaña se giró hacia su madre, la cual permanecía en el sofá cuidando de su hermana pequeña.
—Solo voy con unas amigas— mintió. Esperaba que lo suficientemente bien para que su madre la creyera.
Karen arqueó una ceja, pero lo dejó pasar.
—Te quiero aquí para la cena, y ten cuidado.
Nancy asintió y salió de casa. Miró la dirección de la nota.
Cogió el coche y se dirigió a la montaña del centro. Cuando llegó solo quedaban unos minutos para el encuentro, no había nadie allí y el cielo comenzaba a ser cada vez más oscuro.
Estaba nerviosa, sabía que podían salir mal muchas cosas. Aunque, por otra parte, la mataba la curiosidad, quería saber quién era aquella chica.
—Nancy.
Su corazón se paró al oír aquella voz. No podía ser.
—¿Steve?
La castaña se giró muy confundida. No entendía qué hacía él allí.
—Yo te escribí la carta para que vinieras. No esperes a nadie.
Él parecía tranquilo, tenía las manos dentro de los bolsillos y miraba fijamente a la chica.
—¿Cómo?
—Me has estado evitando, todo el mundo parece estar evitándome en realidad. Quería hablar contigo de nuestra ruptura ¿Qué mejor idea que abrirte la taquilla y cambiarte la carta?
Nancy apretó los puños. Tenía un cúmulo de emociones dentro de su cuerpo, sentía tristeza y decepción, y a la vez rabia por lo que había hecho el castaño.
Iba a decir algo, pero decidió evitar la situación y marcharse de allí. Steve la cogió del brazo.
—No puedes dejarme Nancy, nos queremos, somos la pareja perfecta.
—Te quería, y no éramos para nada perfectos, solo éramos una pareja idealizada y falsa.
Steve gruñó apretando su brazo en un acto inconsciente.
—¡No puedes dejarme por unas notas de mierda! Ese chico es un cobarde.
—¡Pues creo que me gusta!
—Eso es una gran estupidez.
—No lo es, me ha hecho sentir especial, me ha hecho sentir bien conmigo misma y me ha hecho sonreír más veces de las que tú nunca podrás.
El castaño la soltó y resopló con rabia. Él aún la quería y sabía que la había perdido.
—Muy bien Nancy, sigue con tu fantasía.
—Gracias por arruinarme el día Steve ¡Y no vuelvas a tocar mi taquilla!
Nancy salió corriendo, hacía tiempo que no corría tanto.
Cogió el coche y volvió a casa, sin decir nada a nadie, subió hasta su habitación y se lanzó sobre la cama comenzando a llorar.
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