Jodida libreta.

Te perdí por dos putos días. ¿Cómo mierda llegaste debajo de la escalera?

Bueeeno, dejame ponerte al tanto de lo que me paso durante estos días.

Pues, después de casi matarme, me desperté, y ya era otro día,

Desperté y vi la hora, ya casi era la hora en la que ese niño y yo nos reuníamos, así que decidí ir a revisar el lugar cómo pude por última vez. Si ese niño ya no aparecía, ya no me molestaría en ir.

Y pues, adivina, para mi —mala— suerte.

Ese niño apareció.

Me abrazó y se disculpó por no venir el día anterior, y me abrazó con fuerza. No debí haberme apuñalado con tanta fuerza, ya que ese abrazo me dolió bastante.

Hablé con el, aunque no tenía ganas de hablarle, le respondía de manera cortante, y creo que mis ojeras eran notorias, o me veía cómo la muerte. (Heh), ya que ese niño notó que algo estaba mal.

Nos despedimos, y ayer volvimos a juntarnos.

¿Sabes? Los niños no son tan estúpidos cómo todos creen.

Me encaró y me preguntó que me pasaba.

No iba a decirle la verdad, así que le dije que nada.

Su mirada fue simplemente de...

“¿Crees qué soy imbécil maldito pedazo de mierda deprimido con patas?"

Yo sólo le respondí que me encontraba un poco mal. Pensé que eso le calmaría un poco.

Pero sólo hizo enfurecer a la bestia.

Le dije que estaba enojado con el, por no ir ese día. No le dije por qué. Simplemente se lo grité. Exploté.

Me dijo que debía irse, pero que hoy hablaríamos al respecto.

No me lo dijo con una buena voz.

Tengo miedo, querida libreta. ¿Y si él ya no quiere verme o hablarme?

¿y si ya no quiere ser más mi amigo? Bueno, si que a esto se le puede llamar amistad, porque ni siquiera sabemos el nombre del otro.

Bueno, ya debo ir a nuestro lugar secreto, así que hasta pronto, querida libreta, te diré lo que ocurra mañana, libretita-Chan, lo juro.

Deséame suerte, por cierto.