Querida Kiara:

Ahora no puedes mirarme a la cara.

Eso te pasa por ser tan impulsiva. No entiendo de qué te preocupas, no es como si hubiera pasado algo en mi habitación.

Recuerda que puedes ir a mi casa cada vez que gustes, mis puertas siempre estarán abiertas para ti, porque me seguirás gustando por lo que me quede de vida.