Carta 28.
Queridos latidos;
Solo te pido un latido más.
Hoy he tratado de huir
corriendo por calles en ruinas
donde ya habíamos dejado huellas.
Mis pasos te han buscado,
han dejado pasar semáforos en verde
como si fueran los trenes que dejábamos pasar mientras decidas en qué parte de mi cuerpo disparar.
Nos hemos difuminado en tiempo y espacio
y ahora no estamos en ninguna parte
y menos de la nuestra.
Resulta que sólo somos dos sombras
y a mis miedos
les a dado por temblado.
Me dejé olvidado en tus manos la última vez que nos amamos
y ahora no piensas devolverme
ni los latidos que me robaste.
Dentro de tu relatividad del tiempo
piensas que te tengo guardados todos los huecos
donde pensé que construías tu propia casa en mi cuerpo.
Pero ahora lo entiendo,
tú eres el lobo que soplo y soplo,
el que hizo que todo
se fuera a la mierda.
No soy el abismo que soñabas,
ni tú el te quiero
que quería que me susurraran.
Te has convertido en lluvia y
me has desterrado del único lugar donde me sentía segura.
Has justificado el fin
con tus miedos del pasado
y te has acorralado en una esquina
creyendo que sin mi todo es mejor. Pero te aseguro
que el problema no soy yo.
El problema es que has aceptado la realidad cuando no debías.
Soy la cruz del tesoro
que nunca vas a desenterrar.
Ya nunca serás feliz conmigo
y ojalá no consigas serlo sin mi, porque sé
que volverás a darte cuenta tarde
de todo lo que no supiste ver a tiempo,
otra vez,
y descubriras
que ya nadie dará todo
lo que yo di y daba por ti.
Por esto.
Por nosotros.
PD: Nadie puede decirme que no me juegue mis latidos por lo poco que nos quedaba. Hasta el final.
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